EL ORGULLO


El orgullo es el primer pecado que aparece en la biblia.  Antes de que Adán cometiera el error de desobedecer a Dios, Lucifer fue sacado del cielo por orgulloso. 
Se nos hace fácil identificar la raíz de orgullo en el prójimo, pero se nos hace difícil identificarla cuando es en nosotros.  El orgullo es el gran problema que puede estorbar el recibir lo que Dios tiene para nuestras vidas. 
En Isaías 66, el profeta nos habla que Dios mira aquel que es pobre y humilde de espíritu, y tiembla a Su palabra.   Cuando la Biblia nos habla de temblar es refiere para juicio o para ajustes, cambios, transformación.  Cuando se refiere a temblar, no es de miedo, sino de respeto. 
Una persona humilde ante los ojos de Dios es aquella que oye la palabra de Dios, reacciona y hay cambios en su vida.  Cuando tiemblas delante de Dios, es cuando la palabra te confronta y permites que estructuras se rompan en tu vida, a causa de la reacción a esa palabra. 
Una de las primeras fuentes de orgullo la encontramos en la religión.  Encontramos orgullo dentro de la iglesia porque hay personas que, como conocen de la Palabra, se sienten mejores, superiores y comienzan a acusar y a señalar los errores y las faltas de otros; esto es orgullo.  Familias y matrimonios se destruyen por orgullo, hijos se corrompen por orgullo, negocios se destruyen por orgullo, hasta ministerios se pierden por orgullo.
En Romanos 11:16, en adelante, Dios les habla a los gentiles, a la iglesia, a través de Pablo, porque menospreciaban a los judíos por haber sido desechados.  Les dice: Recuerda, eras un olivo silvestre y fuiste injertado.  No te jactes contra las ramas, si te jactas tienes que saber que tú no sustentas a la raíz.   Ellos fueron desgajados por la incredulidad, pero tú por la fe estás en pie.  No te ensoberbezcas, sino teme.
En otras palabras, no seas orgulloso, no olvides que eres hijo por la fe.  No olvides quién eras, que eras un olivo silvestre creciendo a lo loco sin que nadie cuidara de ti.  No olvides que has sido injertado a un lugar en el que te cuidan, te protegen y alimentan.  No eres autosuficiente, porque tú no te alimentas a ti mismo; lo que te sostiene es la fe.  Tú no sustentas la raíz; la raíz te sustenta.
Cuando hablamos de orgullo, pensamos solamente en los que se jactan, pero una persona orgullosa es también aquella que ha olvidado quién es su sustento, de donde viene la conexión, de donde vienen los cambios que han llegado a su vida y le han bendecido.  Y, orgulloso es también aquella persona que deja de tener fe; fe en la palabra, fe en Dios.
Cuando se pierde la fe, se olvida de dónde viene el sustento.  Cuando se pierde la fe se olvida que los cambios que hemos recibido provienen de Dios.  Entonces, nos convertimos en personas orgullosas porque comenzamos a confiar en nuestras propias fuerzas.
No pierdas la fe.  Recuerda siempre que estás en pie y en bendición por la fe en Aquel que te ama, en Aquel que lo dejó todo por ti.  Recuerda, el negocio te lo dio Dios, el matrimonio te lo restauró Dios, todo lo que tienes te lo dio Dios. 
Declaro en el poderoso nombre de  Jesús que eres libre de toda raíz de orgullo para alcanzar la gracia de Dios en tu vida.

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