CÓMO REACTIVAR EL FUEGO DE LA ORACIÓN

Aquí hay algunos detalles que aprendí acerca de reencender mi vida de oración:
 Acción de gracias: Casi siempre, cuando siento que el fuego se ha apagado y mi pasión ha menguado, se debe a que he dejado de ser agradecida, he dejado de agradecerle a Dios por todas las bendiciones que disfruto.
Cuando nos enfocamos demasiado en lo que no tenemos y en lo que Dios no está dándonos en este momento, perdemos de vista el hecho de que Dios siempre es maravillosamente bueno, está a nuestro favor en una manera hermosa y nunca nos abandonará. Comience hoy a agradecerle por todo aquello que se perdería mañana si despertara y no estuviera ahí.
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.—1 Tesalonicenses 5:18
 Arrepentimiento: Otro apagafuegos es el pecado y las actitudes egoístas. La Escritura dice que su bondad nos lleva al arrepentimiento. Cuando dedica tiempo agradeciéndole a Dios, la convicción regresa a su alma. Dé el siguiente paso y atrévase a decir: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23-24). La confesión es una limpieza, algo hermoso. Dios se acerca especialmente al corazón humilde y arrepentido.
“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”.—Santiago 5:16
 Comprender: A menudo, cuando sentimos que nuestra llama titila y no arde fuertemente, se debe a que nos hemos acercado a Dios solamente por lo que Él puede hacer por nosotros, y no por quien es Él. ¡Una manera segura de avivar nuestra llama espiritual es buscarlo por todo lo que Él vale! Continúe llevándole sus peticiones, pero luego siéntese a sus pies y busque conocer su corazón. Él es quien por su boca hizo los cielos, el Señor de señores, el Rey de reyes, y el Dios de los ejércitos angelicales. Él es alto y exaltado, no obstante está íntimamente presente. Él la ama. Conózcalo más y tendrá una mejor comprensión de cómo está obrando en sus circunstancias actuales. Conocerlo mejor es amarlo más, y conocerlo es ser llena de la plenitud de Él (Efesios 3:14-19).
“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”.—Proverbios 9:10
Afirmarse: Cuando no sentimos la presencia de Dios y no sentimos que sus promesas sean exactamente verdaderas, es hora de afirmarse en la Palabra de Dios, porque es verdadera. Cuando me siento más decaída que animada, me levanto, camino por mi casa y proclamo las promesas de Dios escritas para mi vida: “¡No moriré sino que viviré y declararé las obras del Señor!” (porque batallo con problemas de salud). “¡La gracia de Dios abunda en mi vida para que yo pueda abundar en toda buena obra!” (porque constantemente me siento abrumada).
Cuando me afirmo en las promesas de Dios y mis oídos escuchan a mi boca decir lo que es verdadero, en el tiempo debido, mi corazón cree de nuevo que su Palabra es verdad. Yo la desafío: camine por ahí, zapatee si tiene que hacerlo, y proclame las promesas de Dios. ¡Tome su posición dondequiera que esté!
“Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas”.—Salmo 138:2
Rendirse: Otra cosa que he observado es que la rendición y la pasión espiritual están cercanamente vinculadas. Cuando me encuentro asiéndome de mi propio entendimiento o cuando confío más en mis temores que en la fidelidad de Dios, es como arrojar una manta mojada sobre mi llama espiritual. ¿Cuál es mi respuesta? Me arrodillo, abro las manos y le rindo todo al Señor otra vez.
Le entrego mis preocupaciones, mis “Y si. . . ”, y los deseos más profundos de mi corazón. Yo solamente estoy lidiando con información parcial y Él sabe lo que es mejor para mí (y para usted). Intente arrodillarse de verdad, abrir las manos y soltar las cosas a las que ha estado aferrándose hasta ahora. Dígale al Señor: “Padre, ¿cómo puedo obedecerte en esto? ¿Y qué quieres ser para mí aquí? ¿Mi liberador? ¿Defensor? ¿Torre fuerte? Me rindo a ti. Muéstrame tu grandeza en este lugar”.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.—Isaías 41:10
Confianza: Aquí estamos, de vuelta en la confianza. Cuando pierdo la perspectiva de la vida, es porque en algún momento de la línea dejé de confiar en Dios. Aquí hay algunas cosas importantes para recordar:
• Él tiene un plan para su vida que es el mejor escenario de todos.
• Él es fiel y verdadero, y se ha puesto a su disposición.
• Él es bueno, y bondadoso, y verdadero; usted puede confiar en que Él la llevará segura a casa.
Usted puede confiar en Él. Si su pasión mengua, es hora de volver a involucrar su corazón, renovar su mente, humillarse en su presencia y luego levantarse, sabiendo que usted es suya y Él es suyo. Usted es verdaderamente bendecida.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.—Proverbios 3:5-6

SOMETERSE NO SIGNIFICA OBEDECER CIEGAMENTE

Lamentablemente, en vez de comprender esta dinámica de trabajo en equipo, por lo general vemos la sumisión en términos de obediencia. Recientemente conversaba sobre esto con una amiga que frecuentemente predica en conferencias matrimoniales. Utilizando la definición de la sumisión que dice: “Obedezca a su esposo”, ella se dio cuenta de que, en sus cuatro décadas de matrimonio, se había sometido solo una vez. En aquella oportunidad, su esposo sintió el llamado de un ministerio en particular que requirió mudarse a otra ciudad. Ella no sintió ese llamado, pero sabía que era importante para él, así que decidió seguirlo. En el transcurso de los meses siguientes ella también sintió el llamado.
Pero cuando mi amiga y su esposo no logran ponerse de acuerdo en algo en su matrimonio, trabajan en ello hasta que lo logran. Y así han afrontado situaciones importantes: si ella debía o no renunciar a su trabajo de tiempo completo; quién de los dos se quedaría en casa; si debían buscar una oportunidad para ser pastores. El objetivo es estar de acuerdo, así que luchan juntos hasta que lo consiguen.
No comprendo por qué algunas mujeres se sienten orgullosas de decir: “Yo lo dejo tomar todas las decisiones, aun cuando creo que está cometiendo un error”. Si usted cree que su esposo se equivoca, usted tiene un problema en su relación. Un desacuerdo, por definición, significa que al menos uno de los dos, o ambos, no está escuchando a Dios. ¿No sería mejor y más acorde con las Escrituras luchar juntos por lo que quieren, orar fervientemente, juntos e individualmente, y buscar consejo hasta que ambos estén de acuerdo? Si usted siempre se está poniendo detrás de su esposo, sin luchar ni hablar sobre las cosas, entonces fácilmente podría estar evitando la unidad, no mejorándola.
“Pero espere —dirá usted—, ¿cómo puede la sumisión no estar relacionada con las decisiones y la obediencia, cuando Efesios 5:24 dice que las mujeres se deben someter a sus esposos ‘en todo’?”. Bueno, he aquí 1 Pedro 3:5-6 (NVI), que dice: “Así se adornaban en tiempos antiguos las santas mujeres que esperaban en Dios, cada una sumisa a su esposo. Tal es el caso de Sara, que obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Ustedes son hijas de ella si hacen el bien y viven sin ningún temor”.
Sara obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Esto significa que debemos obedecer a nuestros esposos también, ¿no es así?
Recientemente, estuve conversando sobre lo que debemos hacer si nuestros esposos están tomando decisiones financieras equivocadas. Si él quiere mentir en una planilla de solicitud de un préstamo, y quiere que su esposa firme el documento junto con él, ¿qué debería hacer ella? Una comentarista respondió: “Ella debe obedecer a su esposo, aunque él esté equivocado. Si ella se niega a firmar, está desobedeciendo a Dios, e incurrirá en juicio por ello. Debe obedecer a su esposo como su señor”.
Espere un segundo. ¿Acaso las Escrituras dicen que debemos obedecer a nuestros esposos, aunque estén equivocados? La mayoría de las que comentan mis publicaciones parecen creer eso. Cuando les pregunté qué significaba para ellas la sumisión, la gran mayoría dio una definición relacionada con la obediencia: “Obedecer a nuestros esposos tal y como obedecemos a Dios, o a un superior militar”.
¿De verdad esto es que lo que Pedro quería decir? En Hechos 5, Lucas relata la historia de un hombre y su esposa, llamados Ananías y Safira. Ellos eran de los primeros discípulos, y deseaban ganar puntos con sus compañeros cristianos. Así que vendieron una propiedad y Ananías les dio una parte del dinero, no el precio total de la venta, a los apóstoles, diciéndoles que esa cantidad había sido lo que había recibido. Luego de que Pedro lo reprendiera por su engaño, Ananías cayó muerto.
Poco después, Safira llegó y Pedro le preguntó: “¿Vendieron ustedes el terreno por tal precio?”. Ella respondió que sí y entonces Pedro le dijo: “¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? ¡Mira! Los que sepultaron a tu esposo acaban de regresar y ahora te llevarán a ti” (Hch. 5:9). Safira cayó muerta también.
Pedro le dijo a Safira que habría sido mejor para ella hacer lo que ella pensaba, que ponerse de acuerdo con su esposo para mentir. Recordemos: Pedro fue uno de los que nos exhortó como esposas a obedecer a nuestros esposos como Sara obedecía a Abraham y lo llamaba señor. Aun así, Pedro fue el mismo apóstol que dejó muy en claro que no deberíamos obedecer a nuestros esposos si nos están llevando hacia el pecado.
De hecho, ¡Pedro habría sido la última persona en decir que pusiéramos alguna vez a una autoridad humana en el lugar de Dios! Más adelante, en el mismo capítulo de Hechos, Pedro y los otros apóstoles fueron arrestados por el sumo sacerdote y todos sus partidarios (la secta de los saduceos) y puestos en prisión por predicar en el nombre de Jesús. Durante la noche, un ángel se apareció ante ellos y los liberó, y comenzaron a predicar nuevamente. Cuando los líderes judíos vieron esto, se quedaron perplejos, para decir lo menos. Así que mandaron a traer a Pedro y los apóstoles, y les exigieron claramente que mantuvieran sus bocas cerradas con respecto a Jesús. Luego, Lucas escribiría en Hechos 5:29: “‘¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!’, respondieron Pedro y los demás apóstoles”. A ninguna otra autoridad humana se le pondrá jamás por encima de Dios, y eso incluye a su esposo.
Safira fue castigada por obedecer a su esposo, y en el Antiguo Testamento, Abigaíl fue elogiada y recompensada por desobedecer a su esposo. En 1 Samuel 25 podemos leer su historia. Ella estaba casada con un bueno para nada llamado Nabal. Cuando David, antes de ser rey, le pidió provisiones a Nabal como pago por la protección que él les había brindado a sus rebaños y a sus sirvientes, Nabal lo rechazó. Abigaíl sabía que esto significaría la muerte para ellos y para sus sirvientes, así que fue a donde David e intercedió. David la perdonó a ella y a sus sirvientes, aunque Dios pronto le dio muerte a Nabal. Y David elogió a Abigaíl y se casó con ella. Ella nunca se sometió y siguió a Nabal de forma ciega. Realmente estaba detrás de él e hizo lo que Pedro le dijo a Safira que debió haber hecho, y se preguntó: “¿Qué quiere Dios que yo haga en esta situación?”.
Dios no nos pide a las mujeres que obedezcamos ciegamente a nuestros esposos. Debemos “Practicar la justicia, amar la misericordia, y [humillarnos] ante [nuestro] Dios (Miqueas 6:8)”. Y esto aplica para el matrimonio también. Debemos caminar en humildad con Dios, no seguir a nuestro esposo y alejarnos de Él. Si seguir a nuestro esposo significa ir en contra de los mandamientos de Dios, debemos seguir a Dios en lugar de a nuestro esposo.