TENGAN VALOR. YO HE VENCIDO AL MUNDO

Contenido:

Introducción
Sección I
Prolegómena
Aproximación inicial
Nuestra manera de hablar
El problema de los dualismos
Sección II
¿Hacia dónde vamos?
La espiritualidad como un sentir del más allá
El criterio espiritual para el discernimiento de lo espiritual
Lo santo, lo sagrado y lo consagrado
...¿Y la justicia?
Sección III
Los dones espirituales
¿La subordinación de lo espiritual a lo funcional?
La obra fundamental del Espíritu
La creación de la comunidad
La locura de la espiritualidad cristiana
El evangelio de la misión: La misión del evangelio
El evangelio: ¿extranjero o ciudadano?
Sección IV
El espíritu del sexo; el sexo del Espíritu
El sexo como un acto público
El espíritu del dinero: el dinero del Espíritu
El espíritu del poder: el poder del Espíritu
La organización humana a la luz de la espiritualidad cristiana
El espíritu de la violencia: la violencia del espíritu
El espíritu de la política: la política del Espíritu
La opción política de Jesús
¡Tened valor! ¡Yo he vencido al mundo!.
La esperanza cristiana: ¿idealismo o realismo?
Sección V
La espiritualidad de las disciplinas espirituales
El espíritu del culto: el culto del Espíritu.
El espíritu de la oración: la oración del Espíritu
Vicio y virtud
La carne y el Espíritu
El espíritu del perdón; el perdón del Espíritu
Sección VI
El espíritu del pobre: el pobre del Espíritu
Gemir
El Espíritu gime: la creación gime ¿y nosotros? ¿gemimos?
El espíritu de la esperanza: la esperanza del Espíritu ...
Epílogo

EL CASO DE LOS MILAGROS

Algunas personas dicen que los milagros son solo coincidencias, otros dicen que son imposibles, pero Lee Strobel se ha propuesto determinar el caso de los milagros hoy, entrevistando a escépticos y creyentes a la vez, para determinar el rol de los milagros en nuestra fe cristiana.
¿Cómo diferenciar entre un milagro y una coincidencia?
Un científico escéptico calculó que la persona promedio puede esperar ¡un millón de coincidencias cada mes!
¿Cómo los cristianos responden a la insistencia de los nuevos ateos de que los milagros son imposibles? ¿La ciencia supera a lo sobrenatural?
Con su enfoque periodístico único, el exateo Lee Strobel entrevista a escépticos y creyentes sobre cada una de las facetas de los milagros. Viaja a China para investigar reportes de milagros asociados con la expansión del evangelio. Cuenta la historia de un famoso erudito evangélico cuya teología ha sido cuestionada por los aparentes milagros que no puede explicar.
Después de leer este libro, los lectores podrán
• Creer que los milagros son reales, y que no fueron relegados a tiempos bíblicos solamente.
• Entender la diferencia entre coincidencia, suerte y milagro.
• Ganar un mayor entendimiento de los milagros alrededor del mundo y el impacto que están teniendo en la expansión del evangelio.

EL CASO DEL CREADOR

Durante su época académica, Lee Stobel quedo convencido de que Dios estaba fuera de moda, lo cual era una creencia que influyó su subsiguiente carrera como periodista galardonado en el diario Chicago Tribune. 

La ciencia había logrado que la idea de una Creador fuera irrelevante; o por lo menos eso creía Strobel. Sin embargo, hoy día la ciencia apunta hacia una dirección distinta. 

En años recientes, un conjunto de investigaciones diversas e impactantes apoyan de manera creciente la conclusión de que el universo fue diseñado de forma inteligente. Al mismo tiempo, los representantes del darwinismo han titubeado a la luz de los hechos concretos y del razonamiento sólido. 

Únase a Strobel en un nuevo examen de las teorías que alguna vez le mantuvieron lejos de Dios. A través de este recuento atractivo y fácil de leer, se encontrará con los asombrosos descubrimientos en los campos de la cosmología, biología celular, investigación del ADN, astronomía, física y conciencia humana que nos presentan evidencias sorprendentes en El caso del Creador.

DISPARANDO CONTRA DIOS

Lo que hace que Disparando contra Dios sea una buena lectura es la forma ordenada en la que capítulo a capítulo Lennox te lleva por un magnífico desarrollo argumental: parte del punto inicial, el “conflicto” entre ciencia y religión, se detiene en la afirmación de que la religión causa daño y en la cuestión de la moralidad (tanto en las Escrituras como de forma más amplia en nuestro mundo), hasta llegar a la pretensión de la Biblia de narrar sucesos sobrenaturales. Por último, nos lleva a la principal afirmación sobrenatural de la fe cristiana: que Jesús de Nazaret literalmente resucitó de los muertos. A lo largo del libro, Lennox examina los argumentos de sus oponentes, señala sus puntos débiles, mostrando la incoherencia de su acercamiento. No sorprende que los capítulos 2 y 3 se titulen respectivamente “¿Es venenosa la religión?” y “¿Es venenoso el ateísmo?”.
Parte de lo que Lennox escribe se ha convertido en un plato típico cuando se habla de estos temas, pero no por ello es menos sabroso. En primer lugar, aborda la confusión sobre si las leyes de la naturaleza describen o controlan los sucesos. A Lennox no le asusta enfrentarse a los gigantes de estos campos de estudio. Respondiendo al argumento de Stephen Hawking en Brevísima historia del tiempode que el universo no necesita un creador, Lennox afirma junto a otros filósofos y físicos que las leyes físicas no explican, sino que describen: “Las leyes físicas… son una simple descripción (matemática) de lo que acontece habitualmente bajo ciertas condiciones dadas. La ley de la gravedad de Newton no crea la gravedad; ni siquiera la explica, algo de lo que el propio Newton era consciente” (p. 47).
Es decir, al insistir en que la existencia de la gravedad apunta a que el universo no necesita un creador, Hawking “ha sido claramente incapaz de responder a la pregunta central: ¿por qué hay algo en lugar de nada?” (p. 50).
En ese capítulo también es muy útil la clarificación que Lennox hace sobre el uso del término “fe”, al subrayar la falsa disyuntiva entre fe y conocimiento que ha creado problemas permanentes desde que el filósofo ilustrado Immanuel Kant la introdujera (pp. 62-63). Los nuevos ateos han tomado esta disyuntiva como paradigma para entender las afirmaciones religiosas, y Lennox muestra que lo hacen a pesar del sinfín de teístas que razonan de forma muy diferente. Empezamos a ver, una vez más, la ceguera deliberada de los nuevos ateos cuando se encuentran ante algo que no encaja con las ideas preconcebidas que tienen sobre sus oponentes.
Sin duda, la parte más contundente de todo el ejercicio que Lennox hace es la forma en la que aborda la cuestión de la moralidad. Lennox llega al corazón del dilema de los nuevos ateos: quieren describirnos como meros productos aleatorios de nuestro ADN (aunque seleccionados naturalmente), mientras que vez tras vez hacen fuertes declaraciones morales sobre el ser humano. Pero, ¿qué derecho les da esa fuerte visión materialista de hacer declaraciones morales?
Claramente, “estamos tratando con una forma extrema de reduccionismo materialista que no ve a los seres humanos como otra cosa que sus genes… Las generaciones de seres humanos son simplemente máquinas o vehículos para reproducir lo que Dawkins llama ‘genes egoístas’. Pero entonces, ¿en qué sentido es posible basar la moralidad en los genes humanos?” (p. 165).
“¿Cómo no van a ser los estándares de Dawkins, Hitchens o cualquier otro convenciones humanas limitadas, en última instancia productos carentes de sentido, un proceso evolutivo ciego y sin dirección? Así pues, lejos de dar una explicación adecuada de la moralidad, este ácido particular de los nuevos ateos la disuelve en medio de la incoherencia” (pp. 174-175).
Por tanto, los nuevos ateos “no han empezado a comprender las implicaciones de sus propias creencias ateas” y “no parecen haber tenido en cuenta el hecho de que su ateísmo les quita… todos los valores morales” (pp. 176-177).
Pero aún hay más. En la parte más desafiante del libro, Lennox se enfrenta de un modo extenso a los argumentos del filósofo David Hume. De este modo, Lennox muestra claramente la diferencia entre su propio acercamiento y el de aquellos a los que critica. Dawkins, de forma arrogante, desestima el argumento ontológico de Tomás de Aquino en unas cuantas páginas y a Anselmo no le dedica mucho más espacio. Por el contrario, durante dos capítulos Lennox dialoga en profundidad con Hume sobre los temas de la moralidad y lo sobrenatural, dedicándole todo el espacio que el desarrollo del argumento precisa.
Lennox hace lo que los nuevos ateos casi nunca hacen: se acerca con respeto y atención a los mejores argumentos de sus oponentes. Así, nos acerca a algunos de los axiomas cruciales de Hume, en particular al punto en el que estos se entrecruzan con las principales afirmaciones de la apologética cristiana:
“Uno puede estar de acuerdo con Hume en que la ‘experiencia uniforme’ muestra que la resurrección por medio de un mecanismo natural es extremadamente improbable, y tal vez deba descartarse. Pero los cristianos no dicen que Jesús resucitase de esa forma. Afirman algo totalmente diferente: que Dios lo levantó de los muertos” (p. 284).
Para aquellos que han leído a Dawkins, leer a Lennox resultará emocionante, ya que no solo encontrarán una refutación detallada de las afirmaciones de los nuevos ateos, sino una defensa igualmente pormenorizada de la fe cristiana en los mismos términos.