IDOLOS

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.”
Proverbios 4:23

Cuando escuchamos la palabra “ídolo” los cristianos inmediatamente evocamos al becerro de oro que el pueblo de Israel se hizo en ausencia de Moisés durante su peregrinación por el desierto. También pensamos en el paganismo y su adoración a dioses falsos; el culto a las cosas creadas por Dios, los astros, la naturaleza misma.

Muchos nos han advertido del dios de este siglo: el dinero y nos han inculcado no rendirnos ante él sino buscar el verdadero valor de las cosas en lo simple y sencillo, en lo despreciado y dejado de lado.

La definición de ídolo en su concepto más amplio incluye a todo aquello que ocupe el lugar de Dios.

Los profetas del Antiguo Testamento denunciaron enérgicamente siglo tras siglo cualquier actitud del pueblo de Dios que lo llevara a depositar su afecto o su confianza en algo distinto del Señor.

La Biblia nos relata como las grandes potencias de la época: Asiria, Egipto, Babilonia, se habían convertido de manera sutil en dioses e ídolos para Israel, pues veían en ellos, y en las alianzas estratégicas que podían pactar, la seguridad, la protección y la provisión que no estaban dispuestos a esperar del Dios verdadero.

Los objetos de nuestra idolatría, es decir aquello en lo que depositamos nuestra confianza y de quien esperamos recibir algo anhelado carecen de carácter divino en sí mismos, constituyen realidades neutrales, indiferentes. Adquieren su carácter de ídolo a partir de la actitud del corazón del hombre, que les atribuyen características que sólo le pertenecen a Dios.

¿Quién otro sería el sustentador de Israel, el protector, la roca firme, el refugio sino el mismo que los sacó de Egipto? Si el pueblo podía salir airoso de la dificultad presente la atribuirían entonces a la intervención de otros “dioses”, no a la del Señor. Tal necedad tuvo un alto precio para Israel.

¿Qué cosas ocupan hoy el lugar de Dios en tu vida? ¿Cuál es tu punto de apoyo y lugar de refugio? ¿Cuáles son tus alianzas estratégicas? ¿Tal vez un nuevo socio comercial, tu carrera universitaria, un nuevo trabajo, un médico y su nueva medicina, la asignación de un crédito, el esposo ideal para compartir la vida, la llegada de un hijo que se demora? En otras palabras, ¿en dónde tienes puesto tu corazón?

Hagamos una clara distinción entre cosas y situaciones, neutrales en sí mismas, de la actitud del corazón humano que las convierte en ídolos.

No hay nada de malo en expandir tu negocio, en elegir y seguir una carrera universitaria, desear un nuevo trabajo, paliar la enfermedad del cuerpo con las posibilidades que brinda la ciencia médica, tomar un crédito responsable para construir la vivienda familiar o iniciarse comercialmente, tampoco en buscar un compañero para la vida y anhelar la llegada de un hijo. Pues en todas estas cosas, de maneras diferentes para cada uno, podemos glorificar, alabar y servir a Dios. Pero seamos astutos en vigilar constantemente las intenciones de nuestro corazón, la actitud de fondo, muchas veces inconsciente y escondida que hace que estas cosas, ni buenas ni malas, se conviertan en el depósito de nuestra seguridad y confianza, se erijan en ídolos que tarde o temprano demandarán de nosotros sus víctimas y ofrendas.

Los dioses no existen, es el corazón del hombre el que les da vida.

“Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca.”
Mateo 15:11

LA TRAICIONERA ESTRATEGIA DE LA CABRA DE JUDAS

Cristo usó la figura de un pastor que separa sus ovejas de los cabritos en la parábola en la que él separa las naciones de los buenos y de los malos. Las ovejas fueron puestas a la derecha y los cabritos a la izquierda, mientras que estos últimos fueron excluidos del reino (Mateo 25:32–46). En la parábola, las naciones buenas son las naciones de las ovejas. Bajo una perspectiva bíblica, desde el tiempo del Éxodo, el cordero fue el símbolo del Mesías (ver Éxodo 12). 
El profeta Isaías usó la metáfora de un cordero yendo al matadero para ilustrar el sufrimiento del Mesías. Escribió: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7). Cuando una oveja es llevada al matadero, ignora completamente lo que está a punto de ocurrir. Cuando una oveja es esquilada por su lana, o matada por su carne, el animal permanece en silencio. Cuando Cristo el Mesías estaba siendo interrogado por Herodes, rechazó responder sus preguntas, cumpliendo así la profecía de Isaías de no abrir su boca (Lucas 23:7–9). La cabra de Judas simboliza a aquellas personas que entran en el círculo íntimo de una familia, iglesia, o ministerio; y que lucen bien, actúan bien, adoran bien, y dedican parte de su tiempo y sus ofrendas. Ilustra perfectamente a alguien que aunque se ve y actúa un poco diferente, es visto como un buen miembro del rebaño. Estas personas terminan ganándose la amistad de los líderes, y van adquiriendo reconocimiento y confianza. Pueden formar parte activa de la congregación durante muchos años. Pero cuando llega el momento de decidir entre ser leales al ministerio (o al ministro), o escoger lo mejor para ellos, siempre escogen el camino que los beneficia, sin importarles en lo más mínimo las pequeñas ovejas y corderos que puedan salir afectados por su decisión. 
Atraviesan su propia puerta de escape hacia pastos más verdes, dejando perplejas a las ovejas, que se preguntan: “¿Cómo pudo ocurrir esto?, ¿Cómo pudieron hacernos esto?”. Las cabras de Judas han hecho más para ahuyentar a la gente de la Iglesia que cualquier otro grupo o situación. Distinto es cuando los creyentes identifican a un hipócrita, que es llamado así por su doble cara o su doble estilo de vida. La palabra griega para hipócrita es hupokrites, que describe a un actor de teatro que habla detrás de una máscara con un mecanismo que aumenta el volumen de su voz para la audiencia. Cristo usó esta palabra quince veces en Mateo, especialmente cuando expuso a los fariseos por no practicar sus propias enseñanzas, que sí les exigían seguir a los demás. 
Una cabra de Judas, por el contrario, suele ser difícil de identificar hasta el día en que aparecen los problemas en la iglesia y las ovejas están siendo esquiladas y al mismo tiempo abusadas con propósitos egoístas. A lo largo de mi vida tuvimos nuestras propias cabras de Judas en las iglesias en las que mi papá fue pastor. Mi padre, Fred Stone, comenzó su ministerio como evangelista, pero asumió luego el cargo de pastor cuando llegamos los niños. Recuerdo claramente a mi papá realizando sus actividades como pastor en las comunidades rurales de Big Stone Gap, Virginia; Alexandria, Virginia; y Salem, un pueblo del valle Roanoke, en Virginia. Fueron cerca de diecinueve años de servicio pastoral durante mi niñez y adolescencia. En cada iglesia había miembros excelentes, consagrados, y fervorosos de los que cualquier pastor habría estado orgulloso de llamar sus ovejas. Sin embargo, especialmente en el norte de Virginia, habían unos pocos hombres que con sus actitudes y opiniones agresivas parecían más cabras que ovejas. Durante esos años de ministerio, hubo muchas ocasiones en las que los miembros de la iglesia traicionaron sus promesas y compromisos verbales, causando mucho daño al marcharse de la iglesia. Apoyaban la iglesia solo cuando podían hacer lo que querían y mientras tenían autoridad, pero cuando sus cuernos les eran recortados, comenzaban a darse cabezazos contra las ovejas, dejándolas aturdidas, mientras ellos buscaban otros pastos para marcharse. Una cabra agresiva es como la cizaña en un sembradío de trigo. En la parábola del trigo y la cizaña, el trigo representa a los hijos del Reino, y la cizaña a los hijos del mundo dominados por el pensamiento de Satanás (Mateo 13:24–30). Cristo aconsejó dejarlas crecer juntas, no sea que al arrancar la cizaña, se dañe la raíz del buen trigo que rodea a la cizaña (v. 30). 
De la misma manera, las cabras deben permanecer en la grey, y será el Señor mismo quien las apartará en el tiempo del fin. Las ovejas deben ser amadas, atendidas y alimentadas con alegría; y las cabras vigiladas atentamente y atadas si es necesario. El deber del pastor y de aquellos con autoridad espiritual en la iglesia es el de coger a la cabra por los cuernos, y tomar el control de cualquier situación que se esté suscitando o que esté siendo instigada por las actitudes negativas y los espíritus controladores de las cabras de la iglesia. 

 —Extracto tomado del libro La cabra de Judas de Perry Stone.

ASESINOS DE SUEÑOS

José enfrentó el dolor de la falta de reconocimiento. Su don había hecho que liberaran al copero. Los soñadores son dotados, creativos y productivos. Con el objetivo de proteger su corazón del dolor de la falta de reconocimiento, tiene que recordar quién le dio su sueño y por qué lo tiene. No se trata de usted, sino que se trata de los otros a los que servirá. De todas formas, el verdadero reconocimiento no nos pertenece; le pertenece a Dios. Tiene que caminar en humildad para proteger sus emociones. Haga lo que sea sin esperar nada, sin ninguna otra motivación y sin el deseo de que lo reconozcan. Recuerde las palabras de nuestro Señor: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40). 
En cada situación, de alguna manera José no desaprovechó su dolor. Creo que José era un adorador. La Biblia dice: “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano” (Génesis 39:3). Pero José no solo tuvo favor en los buenos tiempos; lo tuvo también en los malos. "Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. 
Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba" (Génesis 39:20–23). El favor viene a aquellos que están en comunión con el Señor. 
El favor viene a la vida de aquellos que adoran incluso cuando están heridos. La Biblia dice que el Señor habita en la alabanza (Ver Salmo 22:3). José tenía la habilidad de tomar su dolor y convertirlo en alabanza. Su alabanza estuvo presente cuando lo echaron a la cisterna, cuando lo vendieron como esclavo, cuando mintieron acerca de él, cuando lo acusaron de violación, cuando lo lanzaron a la prisión y cuando lo olvidaron y lo dejaron abandonado. 
Yo llamo a esto adoración herida. José no desaprovechó su dolor. Permaneció firme en la crisis y el caos. Permaneció fiel a su sueño a pesar del desaliento y la desesperación. Miró hacia arriba cuando todo iba hacia abajo. Convirtió su dolor en alabanza y sus heridas en adoración. Un verdadero adorador es alguien que puede adorar cuando todo va mal, incluso cuando él o ella lo ha hecho todo bien. Creo que una de las adoraciones más preciosas que puede ofrecer a Dios es la adoración herida. Esta clase de adoración declara: “Señor, estoy herido y no comprendo esta temporada. Soy un adorador herido, pero te traeré lo que tengo”. Esa es la clase de adoración que confunde al infierno y conmueve al cielo. La prueba más verdadera de un adorador es cómo alaba en medio de su dolor. No desaproveche su dolor. 
Tome cada situación y comience a alabar mientras sale de ella. Las palabras y las canciones fieles que salen del corazón traerán sanidad, esperanza y felicidad. Cuando sabe que Dios todavía está con usted, podrá vencer todos los obstáculos que encuentre en el camino. Dios merece su alabanza a pesar de sus circunstancias. La Biblia dice: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad” (Salmo 29:2). Eso significa que, a pesar de lo que sea, Dios ha sido bueno con usted y debe alabarlo hasta ese nivel. Su nivel de alabanza dependerá de su visión; ¿qué ve? Eso fue lo que Dios le preguntó a los profetas Jeremías (Jeremías 1:11) y Ezequiel (Ezequiel 37:1–2). Necesita ver las flores en cada temporada. Necesita ver los huesos secos como personas restauradas. Compare su situación con su sueño. Su sueño hará que la alabanza se mantenga en su boca cuando el dolor trate de destruirle el corazón. Su visión determinará su victoria. En su cisterna, vea su salida. En su dolor, vea su potencial. En su temporada de sequía, vea una nube cargada de lluvia del tamaño de la mano de un hombre. En su rechazo, vea su aceptación. En su prisión, vea su palacio. En su desesperación, vea al Señor sentado en su trono, alto y elevado. Comience a declarar la bondad de Dios basándose en lo que Él ha prometido, no en lo que le dicen sus circunstancias presentes. 
No permita que su dolor determine su posición. ¡No desaproveche su dolor; adore al Señor en medio de su desastre y vea cómo Dios lo levanta en el debido momento!