LA MUJER TIENE DERECHOS DESDE LA ANTIGÜEDAD

El orden divino existía antes de la creación del ser humano. La rebelión contra Dios originó el egoísmo humano y el caos global. Aún así Dios tenía prevista la solución para el pecado.


No podemos negar que la vida nos da reveladoras y suficientes evidencias que señalan nuestra indolencia al tener que enfrentar situaciones que requieren ‘un extra’ de nuestra parte. Coincidiremos que eso ocurre cuando tenemos más poder para ‘dar la talla’. Como esa tendencia no es nada nueva bajo el sol, ahora veremos el ejemplo que nos deja el pueblo antiguo de Israel con su trato hacia la mujer. Cada vez que eran bendecidos por Dios los israelitas volvían a rebelarse contra Él. Lo hicieron así a lo largo de su historia. Por esa razón las Escrituras los exhibe como a contumaces.  



La Ley de Dios dada a Israel por medio de Moisés había llegado para mostrar hasta dónde puede llegar la maldad del ser humano caído en pecado. Bajo la ley divina la mujer israelita era protegida de las vejaciones que eran muy comunes en los países vecinos. De hecho, la mujer hebrea gozaba del respeto de sus contemporáneos que destacaban a la mujer virtuosa. 


Aun teniendo una ley perfecta y sanciones justas para quienes la transgrediesen, el pueblo se inclinaba a la idolatría y a excesos de todo tipo. Sabiendo perfectamente que Dios detesta todo tipo de explotación y abuso, condena la violación y la prostitución y castiga el adulterio con la muerte para ambos adúlteros, igualmente desafiaron a Dios pervirtiendo la ley. Por esa costumbre tan arraigada, el profeta Isaías les hace llegar una clara advertencia: “¡Ay de los que dictan leyes injustas y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres y para privar de su derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas y robar a los huérfanos! ¿Y qué haréis en el día del castigo? ¿A quién os acogeréis para que os ayude cuando llegue de lejos el desastre?” 

Queda pues evidenciado, que las discriminaciones sufridas por la mujer no eran causadas por un dios cruel o por normas sociales injustas, sino por gente pervertida. Dios no distingue entre hombre pecador y mujer pecadora; esta es una verdad bíblica que nadie puede negar: “porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. 

Para Dios no hay ningún ‘problema de género’, ya que ambos - varón y mujer - sin excepción ni categorías pecan por igual. También es innegable que todo cambia con el paso del tiempo. No siendo inmunes a él los humanos mutamos nuestras culturas. Pero esos cambios no provienen del Dios creador y sustentador de la vida, que es inmutables sino de agentes terrenales en el poder temporal. Ellos trastornan la verdad con mentiras impuestas y pregonadas cual logros de ‘igualdad y progreso’. La Ley de Dios para la nación de Israel tenía multitud de beneficios espirituales, morales y físicos; tantos que si todo el pueblo, hombres y mujeres por igual, las ponían en práctica hubiesen estado liderando a otras naciones de la tierra: “Acontecerá que si oyes atentamente la voz de Jehová, tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová, tu Dios, te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas bendiciones, si escuchas la voz de Jehová, tu Dios.” 

Sería injusto que Dios exigiese a sus criaturas tener una conducta imposible de ejercer. Por eso escuchar la voz de Jehová, oír la voz de Dios, no era un imposible para los israelitas. Entre las instrucciones dadas por Dios a su pueblo estaban estos derechos de la mujer: 

1. Libertad individual. La esposa, con la plena confianza del esposo y cabeza de la familia, era un individuo con derechos propios; no un apéndice del hombre. Si lo deseaba, podía llevar a cabo tareas como inspeccionar un terreno, comprarlo o plantar en él una viña; montar su propio negocio textil si era buena hilando y tejiendo. Las israelitas disponían de amplia libertad en comparación con las mujeres de otras naciones. Algunos ejemplos: Ana cultivaba una relación personal con Dios; oró a Dios y le hizo un voto en secreto si recibía respuesta a su pedido.  Cierta mujer de la ciudad de Sunem iba a menudo a consultar al profeta Eliseo. Débora y Hulda aconsejaban a hombres y mujeres de parte de Dios; incluso iban sacerdotes y hombres prominentes a consultarlas.  

2. Educación. Al ser parte del Pacto legitimado las mujeres podían estar presentes durante la lectura de las leyes; esto les daba muchas oportunidades de aprender. Se preparaban para la adoración pública, el “servicio organizado” en el tabernáculo y en coros mixtos. Los hijos varones eran educados por su madre hasta que eran adultos.  

3. Comercio. No eran pocas las mujeres que llevaban sus propios negocios.  

4. Respeto. El primero de los ‘Diez Mandamientos’ que contiene una promesa gratificadora es: “Honra a tu padre y a tu madre”, así, a los dos por igual. Y el sabio rey Salomón dijo en uno de sus proverbios: “Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre”. En la Ley se destaca el trato a dar a las personas del sexo opuesto, i.e. el respeto que el esposo debía tener respecto de los límites físicos y biológicos de su esposa. 

5. Protección. Jehová se describe a sí mismo como “padre de huérfanos de padre y juez de viudas”, haciéndose responsable de proteger a quienes carecían de un padre o un esposo. El milagro con la viuda de un sacerdote lo revela: la liberó de la opresión de un acreedor injusto, para que sobreviviese conservando su dignidad. Otro ejemplo: las cinco hijas de Zelofehad, jefe de familia que murió sin dejar un descendiente varón. Ellas solicitaron “una posesión” en la Tierra Prometida. Jehová les concedió más de lo que habían pedido. Ordenó a Moisés: “Debes darles la posesión de una herencia en medio de los hermanos de su padre, y tienes que hacer que la herencia de su padre pase a ellas”. De allí en más, las mujeres israelitas pudieron recibir una herencia de sus padres y dejársela a sus descendientes. 

Los justos reclamos de las mujeres y los desvalidos de la tierra, lejos de generar rechazo de parte de Dios, nos permite ver su misericordia en acción. Él se pone de parte de todas y de todos los discriminados que reclaman justicia, y los trata como bienaventurados. Les asegura ser parte de Su reino, consolarlos, saciarlos y tener una gran recompensa en el cielo. 

En días en que la mujer es utilizada con fines económicos y políticos, y es apoyada usando medios vergonzosos que humillan su dignidad, seguiremos con este tema en la que es central con sus justos reclamos, siempre a la luz de la Biblia. Hasta entonces, si el Señor lo permite.

DIOS NO DISCRIMINA A LA MUJER

Convengamos que una parte esencial de la Historia de la humanidad la constituye esa lucha que se ha extendido con tal amplitud que es imposible ignorarla. Para llegar a conocerla de verdad toda persona interesada deberá sumergirse en lo mucho que se ha escrito sobre ella.   Por eso, pretender sintetizar la lucha por las reivindicaciones culturales, económicas, sociales y políticas de la mujer sería una enorme muestra de desconocimiento.  

Como se sabe la Biblia es usada de muchas maneras; unos, para conocer a Dios y Su Plan de Redención de la humanidad y la Creación. Otros, para atacar a Su autor, y a quienes le adoran como único Dios verdadero capaz de darle sentido real a la vida.  Por ser parte del círculo de los primeros, invito a los lectores a repasar los principios bíblicos que definen a la mujer. 

Si creemos en la Biblia como Palabra de Dios, estos principios nos ayudarán a comprender mejor sus legítimos reclamos, y a apoyarla para que se la trate como Dios lo hace desde el principio. Además, este repaso servirá para desmentir a quienes afirman que Dios relegó a la mujer a un plano servil. Sobre estos influyentes deformadores de opinión nos ocuparemos en los próximos artículos, siempre a la luz de las Escrituras.  

La verdad tiene un rol excluyente en los legítimos reclamos de la mujer.   La verdad que apoya a la mujer expone las mentiras sobre las cuales la sociedad injusta dominada por el varón se apoyó siempre para justificar su propio fracaso. Construyó una imagen distorsionada de la mujer, en contra del diseño perfecto del Creador. Sin quitar un ápice a lo dicho debemos reconocer que, a los irracionales y brutales abusos padecidos y aún padece la mujer, hay una militancia que intenta defenderla con exigencias que adolecen de la misma irracionalidad con el fin de convertirlas en ley.   

Dios creó a la mujer a su imagen y semejanza. 

La creación del ser humano por parte de Dios está anunciada en el primer capítulo del primer libro de la Biblia y del Pentateuco atribuido a Moisés. Este relato es aceptado y creído como auténtico por las tres religiones monoteístas . En él se afirma que Dios creó al hombre y la mujer con la misma capacidad de reflejar la personalidad del Creador:  “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. Macho y hembra; varón y mujer; diferentes en su constitución física y emocional; pero absolutamente complementarios; con los mismos derechos y la misma comisión de parte del Creador. 

El mismo relato bíblico explica que, tras crear al varón del polvo de la tierra, hubo algo único en toda Su obra que no agradaba a Dios:  “No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él”.  ¿Fue la soledad del varón lo que movió a Dios para crearle una compañera? ¿O sugiere que ya tenía in mente crear al ‘hombre’ como un ser dual, y corona de su Magna Obra? ¿Hacía inferior a la mujer (Eva) que fuese creada para complementar al varón (Adán)? La expresión hebrea (עזרה מושלמת) usada y traducida como ‘ayuda idónea’ también puede leerse como ‘ayuda perfecta’. Cuando Adán vio a esa ‘ayuda perfecta’ dijo admirado:  “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Será llamada ‘Mujer’, porque del hombre fue tomada.”  El varón ve al ser que goza de su misma naturaleza y exclama jubiloso ‘Mujer’. Su significado es ‘perfecto complemento’, ‘tal para cual’. Y el texto bíblico agrega, acto seguido:  “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne.” 

Notemos: la descendencia humana está explicada aún antes de que la primera pareja se uniese, inclusive. Se habla de ‘padre y madre’ dejando establecida la manera en que el género humano se reproduciría y llenaría la tierra a partir de esa pareja.  ‘Una sola carne’ significa que no son uno más uno; ni dos separados. Esa UNIDAD PERFECTA resulta de haber sido creados a imagen y semejanza del Creador. Y se mantiene el nombre de ‘mujer’ hasta después de la caída en pecado, cuando Adán lo cambia por Eva. 

La mujer goza de las mismas prerrogativas del hombre. Si quedasen dudas sobre la perfección del diseño divino, en el cual el hombre no es superior a la mujer, ni esta superior al hombre, les dice Dios a ambos tras bendecirles:  “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra.  Después dijo Dios: ‘Mirad, os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer’”. Si algo no tiene fundamento real es afirmar que Dios creó a la pareja humana para que compitiesen entre ellos. Por el contrario, Dios los diseñó para colaborar estrechamente con Él en la administración de toda la creación.   

Tras la Caída en pecado Dios no maldijo a la mujer. Una de las falsas creencias enseñadas por religiosos de todas las épocas, es que Dios maldijo a la mujer por haberle desobedecido, al caer ante la tentación de Satanás. Esa mentira permeó la sociedad con la idea de que la mujer es culpable de muchos males, una superstición que moldeó la cultura de muchos pueblos antiguos. Nada de eso es bíblico; Dios maldice al diablo personificado en la serpiente. Leamos: “Y Jehová Dios dijo a la serpiente: ‘Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre te arrastrarás y polvo comerás todos los días de tu vida.”  

Los cultores del ‘machismo’ no toman en cuenta este detalle y utilizan el siguiente versículo para apoyar su supremacía sobre la mujer: “A la mujer dijo: ‘Multiplicaré en gran manera los dolores en tus embarazos, con dolor darás a luz los hijos, tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti’.”  Porque es omnisciente Dios sabía que ambos le desobedecerían. No hay aquí una reacción contra la mujer; sino una declaración para que Eva tome conciencia de las consecuencias de no haber obedecido a la advertencia; nada menos que dolor, opresión y muerte. Ninguno de los dos podría evitarlo. Porque la pareja humana no se había reproducido aún; lejos de maldecirla Dios le informa a Eva acerca de las consecuencias de la muerte preanunciada. Hasta Adán iría en contra del diseño divino al enseñorearse de la mujer.  

La consecuencia del pecado consistió en trastrocar el orden perfecto; a la no planificada muerte física también se le sumó una ‘muerte en vida’: sufrir en lugar de disfrutar en plenitud, tener que luchar para obtener alguna alegría pasajera. La unidad armónica varón-mujer original devino en competencia y control del más fuerte hasta asfixiar a su perfecta compañera. 

Sin embargo, Dios también anticipó un final rotundo contra el tentador causante de la debacle: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón.” 

Se ha dicho de este versículo que es el Evangelio en el AT. Jesucristo, nacido de mujer - la simiente de Eva - pero sin pecado, fue herido en la cruz como un ‘segundo Adán’ a causa del pecado. De esa herida manó la sangre que limpia de pecado a los que creen en Él y son agregados por Dios a Su iglesia. Esa iglesia está representada por la mujer, y es edificada por Cristo - que hirió al maligno ‘en la cabeza’ - para hacerla triunfar sobre la muerte . ¡Vaya promesa de victoria dada por Dios a la mujer! La desobediencia al mandato con advertencia, lejos de haber sido responsabilidad exclusiva de Eva y por ello ser discriminada por parte de Dios, es considerada un acto de la pareja: varón y mujer pecaron. 


La mujer, es parte fundamental de la Creación, no secundaria. Diseñada para ser ‘una sola carne’ con el varón, la mujer es fuente irremplazable de la vida humana.  Próximamente seguiremos ón, al respeto, a la protección y a la propiedad. También hemos de ver la opinión que tiene Jesucristo de la mujer. Dios nos ayude a los varones a dejar de ver a la mujer con la tibieza propia de cristianos como los de Laodicea.  

El Espíritu Santo nos limpie los ojos con su perfecto colirio para ver en la mujer la maravillosa obra de Dios que se va perfeccionando hasta que llegue el día de las bodas del Cordero.



JESÙS, EL MACHISMO Y LA MUJER

Estamos en presencia de la difusión más extensa que haya recibido el irresuelto tema de la constante postergación de la mujer, en el mundo dominado por el prejuicio machista. Peor aún: poderosas militancias radicales han profundizado el problema. Lo monitorean con intereses confesos e inconfesos generando más confusión que claridad. 

Se celebra que las calles sean ganadas por multitudes representando a numerosos movimientos que reclaman a voz en cuello con eslóganes y estribillos de todo tipo, agitando carteles con mensajes codificados, y exhibiendo conductas incursas en la incitación a la violencia y a la inmoralidad pública. Entonces sacan a relucir estadísticas y las enarbolan como un ‘éxito de la democracia’, soslayando el hecho que - de esta manera incomprensible por lo contradictoria - están dañando el principal objetivo deseado: devolverle a la mujer su robada dignidad. 

Reconozco que modestos intentos no alcanzan para desmitificar la gravísima transgresión que - desde el comienzo de la Historia - es camuflada con cambios de carátula para que nada cambie. Es lo que hacen, en este siglo, los agentes de la posverdad que lucran con esta injusticia. Siempre apegados a lo hermético acuñan en sus laboratorios frases como ‘lucha por la igualdad de género’ para imprimirlas luego en el ideario social (aunque pocos descubran el engaño). Luego ocupan la primera plana en medios complacientes arrogándose ser los únicos capacitados para darle a la gente ‘eso’ que pide en democracia. Movidos por la necesidad de marcar diferencias, deseando ser ‘parte de la solución’ y dejar de ser ‘parte del problema’, estamos sobrevolando ‘los derechos de la mujer’ a la luz de la Biblia. 

El fin es invitar al debate serio exponiendo razones fundadas y no basado en prejuicios. En primer lugar, aspiramos a poner la voz de alerta frente a poderes que operan desde las sombras; pues sus agentes demuestran no estar en la búsqueda honesta de soluciones legítimas y convenientes, sino en la satisfacción de sus propios intereses. En segundo lugar, alentamos la creación de sinergias  para desmontar la perversa ideología confusionista instalada en sus numerosas plataformas de comunicación social. Lo que vemos es un constante desvío de la atención pública para sacarla y distraerla con cuestiones tanto o más ominosas que las causas reales del problema. Lo sepan o no, abarrotan al poder judicial con reclamos de insatisfechos y retroalimentan la sed de votos de la clase política. 

Finalmente, señalamos la falta total de responsabilidad social en hombres y mujeres que solo apuntan a seguir abrochados al poder que les reditúa múltiples beneficios. Su egoísmo es un desvergonzado rechazo de la Verdad; dicen que luchan por ella, pero la niegan con promesas imposibles de ser cumplidas.Entrando entonces en el tema de fondo: 

LA MUJER EN LOS DÍAS DE JESUCRISTO 

Jesús nació y se crió en una de las tantas culturas patriarcales mediterráneas. El mundo conocido en esos días era dominado por un sincretismo propio del poderoso Imperio Romano; este imponía por la fuerza el cumplimiento de sus leyes, promovía la cultura griega - helénica, y permitía ciertas prácticas de la religión local. 

Con variaciones de grado en lo civil, social y económico, las naciones vecinas a Palestina eran patriarcales: el padre y el esposo subordinaban a las hijas y a la esposa, respectivamente. Jesús enseñó como maestro itinerante durante tres años en una sociedad hebrea en la cual la mujer estaba entre las más pobres del mundo. No solo no gozaba en la práctica del derecho hereditario, sino que no podía divorciarse aunque estuviese siendo objeto de malos tratos, entre otros motivos. En cambio los varones hebreos podían divorciarse de sus mujeres por cualquier motivo. Si su hogar de crianza no era de constitución patriarcal la mujer divorciada por su marido debería enfrentarse a consecuencias ruinosas. 

En los días del Maestro de Galilea, la mujer no podía tocar a un hombre durante su período menstrual; si por descuido lo hacía debía someterse al ritual de la purificación durante una semana, antes de poder volver a orar en el Templo. Eran impedidas de leer la Torá en la Sinagoga a causa de su "estado de impureza". También se debatía si la mujer debía ser educada en la Torá. En suma, el hogar era el lugar principal de la mujer; la madre judía (‘mámele’) transfería la religión a su hijo; y la mayoría de las niñas judías eran prometidas en matrimonio a una temprana edad. Las mujeres hacían las oraciones durante las comidas y las ceremonias de encendido de velas en los festivales. Ser hospitalaria era una de sus más importantes obligaciones. Solo las esposas de los Rabinos recibían educación. La legislación judía impedía que las mujeres pudieran ser testigos o enseñar leyes; no podían asumir roles de liderazgo en el judaísmo del primer siglo. En un país gobernado por una élite religiosa ellas no tenían poder alguno. Eran invisibles. 

EL TRATO DE DIOS A LA MUJER 

Queda demostrado que a Jesús los líderes religiosos no le engañarían con la imposición de tradiciones ancestrales cual si fuesen doctrinas o normas de conducta. Así lo leemos cuando quisieron tentarlo alegando que sus discípulos quebrantaban la ley al no lavarse las manos antes de sentarse a comer. Jesús les respondió: “¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Dios mandó diciendo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’, y ‘El que maldiga al padre o a la madre, sea condenado a muerte’, pero vosotros decís: ‘Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre.’ Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: ‘Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.’ 

Como se aprecia, a pesar de las rígidas y contradictorias condiciones impuestas por los varones poderosos padecidas por los pobres y desposeídos de la tierra, entre ellos las mujeres, Jesús las trató siempre con respeto; negándose a aplicarles las normas y costumbres discriminatorias de los fariseos. Haciendo caso omiso a tales costumbres les dio la bienvenida a las mujeres que quisieran ser discipuladas por él junto con los varones. Esta fue una innovación revolucionaria para la época, pues no era usual que mujeres y varones se trataran en público ni fuesen por los caminos tras maestros; si lo hacían corrían el riesgo de ser estigmatizados socialmente. Jesús no tuvo reparos en incluir a mujeres en el círculo de sus más allegados: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes.(…) Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.” Ninguna mujer podía estar más marginada socialmente, si no padecía de lepra, que aquella mujer que sufría de una larga hemorragia. A Jesús no le preocupa en absoluto el ritual de impureza cuando cura a la mujer que lo tocó, con el coraje propio de una fe genuina en Él. 

Jesús no se incomodaba porque hubiese mujeres que se atrevían a pedirle ocuparse de ellas. El caso de la viuda cuyo hijo, su único sostén, había muerto y era llevado a su sepultura en Naín, es otro claro ejemplo. Jesús incluso dialogó con mujeres que no eran judías. ¿Cómo no citar a la mujer cananea cuya hija estaba endemoniada? Ella lo interrumpió a gritos cuando iba camino de otra misión rodeado de una multitud. Y Jesús se detuvo, se ocupó de ella y le resolvió su enorme problema. 

El caso sobre el que más prédicas hayan mencionando a una mujer quizás sea el de ‘la mujer samaritana’. Con ella se encuentra junto al pozo de Jacob, donde ambos iban por agua. Es un diálogo que muestra a Jesús priorizando su amor del necesitado, por sobre normas arbitrarias propias del machismo. Con sus enseñanzas sobre el adulterio frente a la tergiversación machista, Jesús protegió a la mujer contra el abandono conyugal . Siendo Jesús un fiel reflejo de las cualidades de Dios Padre, puso de manifiesto que ambos sexos tienen el mismo valor a los ojos del Creador. No hay tampoco discriminación alguna con su llamada al apostolado de las mujeres junto con sus hermanos varones. Esto queda en evidencia en los relatos de la Resurrección, en los que las mujeres piadosas son las elegidas en primer lugar para dar testimonio de este hecho sobre el cual se basa la fe cristiana desde hace dos milenios. 

A punto de expirar en la cruz, dio una lección de amor por la mujer en la persona de su bendita madre traspasada por el dolor; y los cuatro Evangelios muestran a María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y José, Salomé y las otras mujeres discípulas que acompañaron a Jesús hasta su muerte; ellas habían ungido el cuerpo de su amado maestro y lo acompañaron hasta el sepulcro prestado, para sepultarlo. Esa fidelidad las lleva ahora a descubrir la tumba vacía; y finalmente son privilegiadas con la presencia del resucitado y el encargo de proclamarlo a los demás. El relato demuestra que no hubo ningún varón que estuviese con ellas en ese momento histórico. Por esa causa de inicio no fueron creídas por los varones . 

Aún hoy, algunos discípulos le niegan a la mujer anunciar la inclusiva Buena Nueva. ¿Cuán obstinados podemos ser los varones, que lleguemos a negar las Escrituras que manifiestan la evidente posición de Jesucristo a favor de la mujer frente al abuso machista? Todavía falta en muchas congregaciones la enseñanza escritural seria, basada en todo el consejo divino, respecto del rol que le otorga Dios a la mujer en su Plan de Redención. Seguramente es por eso, que aún le falte coraje a los ofuscados machistas para reconocer que con su obediente silencio una mujer enseñe mucho mejor lo que ellos no logran a viva voz desde el púlpito. 

Pidamos perdón a nuestro Padre en primera persona, del singular y también del plural. Cada uno y todos, sea por comisión u omisión pecamos en este asunto. Permitamos que sea el Espíritu Santo quien nos guíe a toda la verdad. Así agradaremos a nuestro Padre.

LA JUSTICIA HUMANA Y LA CRUZ

Cuando llega la época de la Semana Santa, es cuando más me entran los sentimientos que me hacen dudar de la justicia de los hombres. Nos acercamos a la Semana Santa. Todos estaremos de acuerdo en que la justicia que se aplicó a Jesús era un ejemplo de ceguera y de injusticia de los hombres. 

Hoy, los cristianos no podemos entender el hecho de que a Jesús se le acusase de blasfemo y de sedición por mostrar aspectos de su divinidad, de su ser Hijo de Dios. ¿No es como para dudar de la justicia humana? Error incluso en un acto democrático. La justicia del hombre, ante un acto democrático como era dejar elegir al pueblo entre Jesús, autor de la vida, y Barrabás, un ladrón y malhechor, se equivocó, no acertó en su conclusión. Aplicaron mal el concepto de justicia. Fallos, errores humanos. Era la justicia humana que erraba y de la cual ha quedado suficiente testimonio en los Evangelios. No. 

En épocas de Semana Santa, mi credibilidad en la justicia humana cae por los suelos. No siempre puedo creer en la justicia de los hombres. La justicia con puños levantados no es justicia. Hay situaciones inmisericordes, injustas, de puños levantados amenazantes y espadas que todavía hoy, siguen abriendo los costados de muchas personas. No. No siempre puedo creer en la justicia humana. ¿Siguen existiendo estos errores hoy en el mundo? ¿Sigue Jesús sufriendo como el crucificado ante las situaciones de injusticia en la tierra hoy? ¿Se está, de alguna manera y en muchas ocasiones, reactualizando su crucifixión, su pasión, su corona de espinas, sus escupitajos y burlas? ¿Tropieza el hombre siempre en las mismas piedras? Ante estas preguntas y situaciones debemos mirar a lo alto. Sí. Yo, en estos casos, miro al cielo como implorando una justicia misericordiosa como la que aplicó Jesús en muchas situaciones en donde reinaba la injusticia humana. Necesitamos en el mundo una justicia hecha e impartida por aquellos que han sido perdonados y transformados por el Espíritu de Dios. ¿Estamos dispuestos a trabajar en ello, o somos, simplemente, cristianos pasivos ente la injusticia? La injusticia humana ante el resucitado, debería remover conciencias. 

El juicio humano, visto desde la cruz me lleva a hacerme esta pregunta a la luz de la injusticia ante el crucificado: ¿Se está repitiendo en el mundo aquella parábola en la que se muestra la injusticia del hombre contra el hombre, la parábola de los dos deudores? Los fallos humanos frente a la justicia, se repiten en la Biblia. Si, además, se reproducen en el mundo hoy, no puedo creer en esa justicia humana, en esa justicia que consiste en que el acreedor agarra por el cuello al deudor incluso siendo él mismo un acreedor-deudor al que se le ha perdonado mucho. A la justicia ingrata e injusta, no se le puede llamar justicia. 

Tristes historias bíblicas que, vistas desde la injusticia de la cruz, me llevan a la desconfianza en la justicia humana. ¿Os pasa a vosotros lo mismo? Por eso, cuando miro desde las injusticias de la cruz otras historias bíblicas como la de la mujer adúltera que fue apedreada, me cuesta trabajo creer en las justicias humanas. ¡Cuidado! El grito por una justicia inmisericorde y ciega, se puede trasformar de nuevo en el grito injusto ante Jesús: ¡Crucifícale! Ellos, los que estaban dispuestos a matar a una mujer a pedradas, querían aplicar una justicia que mataba, que apedreaba hasta la muerte. Jesús, viendo que la justicia del hombre es, a veces, perversa, hace volver el dedo acusador sobre ellos mismos: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Sí. 

El hecho de la injusticia ante la cruz, de la falsa justicia humana, se repite hoy continuamente. Cuando reflexiono en los mil millones de hambrientos en el mundo, los grandes desequilibrios económicos, la corrupción como si gran parte del mundo hubiera caído en manos de ladrones, el egoísmo humano o, más cercano y quizás para muchos algo menos grave, el ver a los ancianos de España bajo el frío y la lluvia reclamando que sus pensiones no se conviertan en limosnas de hambre, no puedo creer en la justicia humana. 

¡No! No siempre es fácil creer en la justicia que imparten los hombres. Justicia humana que reproduce los sufrimientos de Jesús en la cruz, no es justicia. Una pena, un contrasentido bíblico, una repetición de la pasión de Jesús en la cruz, un repetir el grito de que, en muchas ocasiones, la justicia humana no es tal. Justicia injusta muchas veces avalada por leyes, decretos y decisiones humanas.

Tristes ideas de justicia de los hombres aunque estén sustentadas en miles de normativas de los políticos, en cientos de miles de códigos perfectos desde el punto de vista jurídico, penal o legal, pero que son inmisericordes y no pueden amar ni perdonar. Son las justicias humanas que no están atentas al sufrimiento de los hombres. Se presentan falsamente revestidas de normas justas, pero son sólo el aspecto exterior. El interior es putrefacción y nidos de gusanos. Sin embargo, no me cabe duda de que me gustaría creer en las justicias humanas. 

Desearía que el hombre cambiara y aceptara nuevos valores, los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la figura de Jesús, y que los cristianos deben aplicar en el mundo, un mundo de dolor que espera la mano tendida de los creyentes. Creeré en la justicia humana cuando haya muchos que, cambiados por el poder de Dios, se consideren deudores perdonados que, a su vez tienen que perdonar. ¡Cuán importante es aquí la influencia de los cristianos! ¿Y nos vamos a quedar indiferentes y pasivos? 

Que no se repita de nuevo en la justicia humana el grito de crucifícale. Se necesitan estos cambios, transformaciones, nuevos valores no sea que, en muchas ocasiones, cuando el hombre esté gritando por justicia, ese grito esté confundido y lo que haga sea estar gritando por la crucifixión de otros, de los más débiles, manteniendo las injusticias que se practicaron en torno a la cruz de Jesús que potencian los tristes recuerdos de las grandes injusticias humanas que tuvo que sufrir y presenciar al autor de la vida.

LA HISTORIA DEL MACHISMO, ES LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD SIN DIOS...


La historia del machismo es la historia de la humanidad sin Dios. Ya El lo predijo (que no lo prescribió) como secuela del pecado en Génesis 3:16.

El pasado 8 de marzo se celebraba en todo el mundo el Día internacional de la Mujer. Los orígenes de este día se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Muchas mujeres trabajadoras -a las que explotaban con horarios de hasta 15 horas y sueldos míseros, y a las que echaban por dar a luz y faltar al día siguiente- comenzaron a hacer huelgas y manifestaciones por tales injusticias. Ya había otros movimientos que empezaban a despertar las conciencias de las mujeres, y algunos de estos eran evangélicos antiesclavistas femeninos, y movimientos en pro de los derechos de la mujer (Séneca Falls, 1848). Me considero feminista en el sentido exacto que da la RAE a este término: “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. Este era el espíritu de aquellas mujeres protestantes que fueron criticadas y perseguidas. Y este era mi espíritu asistiendo a la manifestación del 8M.   

BIBLIA Y DERECHOS DE LA MUJER 

Dicho esto, la historia del machismo es la historia de la humanidad sin Dios. Ya El lo predijo (que no lo prescribió) como secuela del pecado en Génesis 3:16. La separación del hombre y la mujer de Dios trajo muchas consecuencias negativas, el pecado infectó al ser humano y contaminó sus relaciones: “tu marido será tu deseo y el se enseñoreará de ti”. Por lo tanto, también hay que luchar contra la lacra del machismo y denunciarla. Creo que uno de los actos más antiguos de reivindicación por la igualdad y los derechos de la mujer se relata en Nm.27:2-11. En un reciente artículo la escritora Noa Alarcón citaba a las hijas de Zelofahed. Estas no habían recibido su herencia (que Dios había prometido a cada familia, repartidas por tribus) porque la ley no contemplaba que las mujeres pudieran heredar. Sólo los varones. Pero ellas con valentía y superando temores y complejos acuden delante del tabernáculo, de los sacerdotes y jefes de tribus y de Moisés, y reivindican algo que creen justo. Moisés lo consulta a Dios, y Dios ve justa su reivindicación y lo aprueba. Y cambió la ley. Gracias a Dios por líderes como Moisés y por estas mujeres valientes que no se conformaron ante la injusticia. 

El machismo lo llevamos adherido profundamente muchos hombres y mujeres. Por educación y cultura.  Hay ya unos estereotipos muy fuertemente arraigados y muchas veces inconscientes. Porque el machismo es una ideología que se mama desde que se nace, y es lo que da lugar a las desigualdades hombre/mujer, a las brechas salariales, a las vejaciones y violaciones de mujeres, y a las violencias de género, mal trato y esclavitud sexual con tráfico de mujeres y niñas. Por eso es tan importante ir a la raíz: la desigualdad por causa del género.   

MACHISMO EN LA IGLESIA (EVANGÉLICA) 

Vamos al presente, y veámoslo en nuestra realidad cercana y próxima como evangélicos. Soy creyente cristiana evangélica desde años y ese tiempo he trabajado para el Reino de Dios, con los talentos que El me ha dado. No quiero entrar ahora en el dilema de “pastorado sí pastorado no”, para no entrar  en diferencias hermenéuticas, que degeneran en insultos hacia aquellos que apoyamos bíblicamente el pastorado de las mujeres, llamándonos herejes, blasfemas, y cosas peores…. Mi gran decepción en estos días viene cuando me doy cuenta de la poca o nula presencia de mujeres en todas las entidades evangélicas que ocupan cargos de dirección, representación, conferenciantes principales, enseñanza… y la superabundancia de hombres siempre. 

La semana pasada hubo una reunión de responsables y representantes de iglesias de toda España, y había una mayoría abrumadora de hombres. Eso pasa en todas las “reuniones” de entidades. De 150 personas que había, sólo 23 eran mujeres. De estas 23 mujeres, la mayoría esposas de pastores (sin voto) y 6 solamente con voto (algunas con el voto delegado de un hombre). Creo que sólo 2 votaban “por ellas mismas”. Esto es un botón de muestra de lo que pasa en mayor o menor medida en la práctica totalidad las entidades evangélicas. Ya no se trata de la autoridad dentro de las iglesias. Se trata de una mera elección como representantes de iglesias. Es decir, esto pone de manifiesto una vez más que el problema de la desigualdad arraiga en las propias iglesias. Es decir, que ni siquiera se nos considera para ser representantes de nuestras iglesias en las entidades que nos representan. Tampoco hay presidentas de Consejos evangélicos, ni Secretarias ejecutivas. Y apenas alguna mujer aislada (si la hay) en las Juntas de dirección (por cierto, Jesús sí eligió a una mujer como portavoz y representante para anunciar/predicar su resurrección: María Magdalena). 

Muchas veces oigo el comentario de que no hay mujeres dispuestas y preparadas para estas funciones. Pero sí las hay. Somos menos eso sí, y estamos más escondidas, porque muchas mujeres hacen trabajo pastoral y de dirección, pero en la sombra. Para encontrar una mujer disponible para estas funciones hay que buscar más y con lupa. Y aún estamos la mayoría llenas de complejos y apocadas y nos cuesta. Otro dato, a los actos que se organizan de formación, información o manifestación sobre estos temas de igualdad (las pocas veces que se hacen) brillan por su ausencia los líderes evangélicos. Están en otros actos “más importantes”… casi siempre. Suele asistir un 99% de mujeres y no llega al 1% de varones. Sigue siendo cosas de mujeres. Prácticamente casi nadie está haciendo nada por cambiar la mentalidad, los hábitos y las costumbres, salvo unas cuantas mujeres a las que en ciertos foros se nos tacha de “feminazis-feministas radicales” (insulto que considero muy, muy grave).   

NECESIDAD DE UN CAMBIO REAL 

A mi esto me parece una tragedia en plena iglesia del siglo XXI. Las mujeres estamos solas. A muy pocos varones les importa, a casi nadie le alarma. No pasa nada. Necesitamos un cambio profundo activo para modificar estos estereotipos. Son muchos siglos de ausencia y marginación de la educación y de la formación. Tardaremos tiempo en ir saliendo a la luz, y más en aquellas iglesias donde muchas veces el machismo se justifica con la Biblia. Nos sentimos impotentes. Los lugares claves para el cambio los ocupan los hombres. Son los que tienen que ser conscientes de esta discriminación y dar el paso para el cambio. No es lograr poder lo que queremos, ni pisotear a nadie, ni nos mueve en absoluto el “odio” a los hombres, ni nada de eso que se dice por ahí… No. Simplemente ser visibles en nuestros órganos representativos, en los retiros, conferencias, aniversarios… participar aportando a la misma altura, porque somos igual de dignas y capaces. ¿Tendremos que recurrir a las cuotas de paridad? Eso dice la ley secular. Y por lo visto tristemente es lo que funciona. Está claro que estas situaciones hay que empezar a tratarlas desde los hogares cristianos, con la educación desde muy niños en igualdad, y con el ejemplo de padres y madres. Y si lo hacemos en los hogares hagámoslo también en las iglesias, desde los púlpitos, consejerías y en el día a día, corrigiendo las situaciones de desigualdad y micromachismos y dando oportunidad a las mujeres.   

¿ACTUAMOS, O SÓLO REFLEXIONAMOS? 

Esto es una carta abierta. Apelo a los hombres y mujeres para cambiar esta situación injusta. No niego lo bueno que ya se ha hecho, gracias por ello, sino que veo lo mucho que queda por hacer. Estamos en un momento en que se necesitan actuaciones, reacciones, ejemplos llamativos, no sólo de las políticas del gobierno, jueces, de la aplicación de las leyes… sino desde cada uno de nosotros: hombres y mujeres, padres y madres, líderes y pastores. Todos a una por devolver a la mujer el lugar que Dios le da.