NO BAJAR LA GUARDIA

En los capítulos 14- 16 de 2 Crónicas, la Biblia relata los acontecimientos del reinado de Asá, rey de Judá. En sus comienzos, su actitud fiel y comprometida con el Señor lo llevó a grandes logros; a continuación citaremos algunos versículos que ejemplifican de manera clara su expresión de fidelidad a Dios: • «Asá hizo lo que era bueno y agradable ante el Señor su Dios. Se deshizo de los altares y los santuarios paganos, destrozó las piedras sagradas, y derribó las imágenes de la diosa Aserá. Además ordenó a los habitantes de Judá que acudieran al Señor, Dios de sus antepasados, y que obedecieran su ley y sus mandamientos» (14:2-4, NVI). 
 • «Asá les dijo a los de Judá: “Reconstruyamos esas ciudades, y levantemos a su alrededor murallas con torres (...). El país todavía es nuestro, porque hemos buscado al Señor nuestro Dios; como lo hemos buscado, él nos ha concedido estar en paz con nuestros vecinos.” »(14:7, NVI). 
 • Previamente al enfrentamiento con los cusitas, Asá invocó a Dios. «Señor, sólo tú puedes ayudar al débil y al poderoso. ¡Ayúdanos, Señor y Dios nuestro, porque en ti confiamos, y en tu nombre hemos venido contra esta multitud! » (14:11, NVI). A lo largo del capítulo 15 también se describen otras muestras de fidelidad a Dios, como la eliminación de los ídolos, la restauración del altar del Señor y un pacto de compromiso de buscar a Dios y castigo para el que no lo hiciera. Por supuesto que tal manifestación sincera de fidelidad tuvo su recompensa, pues Dios les concedió paz con los vecinos, les dio la victoria sobre los cusitas y les otorgó 35 años sin guerras, entre otras cosas. Pero en el año treinta y seis de su reinado, algo pasó en Asá, pues ante el ataque del rey de Israel a Judá, él le envió al r ey de Siria la plata y el oro del templo del Señor e hizo un pacto con éste para que lo ayudara a que Basá, rey de Israel, se marchara (16: 1-3, NVI). 
Lo que aparentemente fue una solución inmediata a un problema, tuvo su origen en un acto de confianza en los hombres más que en Dios. Aunque Asá había visto grandes cosas de parte del Señor y había comprobado de primera mano cómo había sido librado de sus enemigos, no dudó en hacer un pacto con un hombre ante una nueva amenaza. Como consecuencia de su proceder, Asá recibió una palabra específica por medio del vidente Jananí: «Por cuanto pusiste tu confianza en el rey de Siria en vez de confiar en el Señor tu Dios, el ejército sirio se te ha escapado de las manos. También los cusitas y los libios formaban un ejército numeroso, y tenían muchos carros de combate y caballos, y sin embargo el Señor los entregó en tus manos, porque en esa ocasión tú confiaste en él. “El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles» (16:7-9, NVI). Tal vez sea de esperar que luego de esa palabra su corazón se contristara y procediera a un sincero arrepentimiento, pero no fue así, pues en el versículo 10 del capítulo 16 la Biblia dice que Asá se enfureció con el vidente y lo encarceló; y que casi al final de su reinado se enfermó, pero «no buscó al Señor, sino que recurrió a los médicos» (16:12, NVI). Quizá el rey Asá nunca comtempló la idea de no confiar en Dios, pero sin embargo en algún momento bajó la guardia y no tuvo en cuenta las advertencias que el Señor le había dado en otras oportunidades: 
• «Asá, y gente de Judá y Benjamín, ¡escúchenme! El Señor estará con ustedes, siempre y cuando ustedes estén con él. Si lo buscan, él dejará que ustedes lo hallen; pero si lo abandonan, él los abandonará» (15:2, NVI). 
• «Pero ustedes,¡manténgase firmes y no bajen la guardia, porque sus obras serán recompensadas!» (15:7, NVI). Per mitirnos bajar la guardia puede ser el comienzo de volvernos infieles a Dios; darnos ‘ciertas licencias’ puede provocar un alejamiento gradual y progresivo de nuestro objetivo como cristianos; hacer alianzas y pactos con personas para lograr una solución momentánea, basados en ‘nuestra madurez’ y no en la confianza en Dios, puede acarrearnos consecuencias dolorosas. 
Por eso aquella advertencia que recibió Asá de parte de Dios de mantenerse firme y no bajar la guardia es tan vigente para nosotros hoy como lo fue para aquel rey. Para finalizar, citaremos las esperanzadoras palabras de nuestro Señor Jesús, el soberano de los reyes de la tierra: «Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Apocalipsis 2:10, NVI). “El hombre fiel recibirá muchas bendiciones” (Pr. 28:20, NVI)

PRUEBA Y TENTACION

A veces existe confusión en el Cuerpo de Cristo entre el significado y el propósito de la prueba y la tentación. Una prueba puede ser un juicio de su fe que Dios permite para sacarle como oro que ha sido purificado en fuego (1 Pedro 1:7). La tentación puede convertirse en un fuego ardiente, pero el propósito y los resultados finales de los dos son diferentes. Dios permite la prueba de su fe, pero Satanás es el tentador que inicia la tentación (Mateo 4:3). Santiago 1:13 nos recuerda que Dios no puede ser tentado por el mal y que Él no tienta a los hombres. Cuando los israelitas estaban viajando en el desierto, Dios les puso a prueba para revelarles lo que había realmente en el interior de sus almas (Deuteronomio 8:2). Ellos estaban fuera de Egipto, pero los pensamientos de Egipto permanecían en ellos, evidenciados cuando adoraron al becerro de oro (Éxodo 32), que recordaba al dios ídolo Apis, una deidad con forma de toro adorada entre los egipcios. Nadie sabe qué debilidades permanecían ocultas en lo profundo de sus espíritus hasta que la presión las hizo salir y lo que estaba oculto salió a la superficie. Lo mismo es cierto para nosotros. Puede que sea mal genio, depresión o palabras negativas lo que sale. 
Ya que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34), la presión sobre el hombre interior del corazón forzará a que salgan palabras por la boca que a veces las personas lamentan haber dicho. La prueba de Dios es para probarle, pero la tentación de Satanás tiene la intención de destruirle (Juan 10:10). Cuando un creyente soporta una prueba de fe, edifica carácter e integridad. Cuando Satanás tiene éxito en una tentación, el fruto es culpabilidad, condenación y vergüenza. Yo me he encontrado con numerosas pruebas y tribulaciones durante mis muchos años de caminar con Dios. En retrospectiva, cada vez que vencí y avancé, eso solamente añadió al fundamento de mi fe, ya que edificó más confianza en que Dios podía estar conmigo en todo (Filipenses 4:13). Las tentaciones de Satanás están pensadas para tener el resultado opuesto.
 Cuando Satanás se asignó a sí mismo ir tras Pedro, el plan era sacudirle como a trigo para hacer que su fe fallase. Cristo intercedió por Pedro antes de ese ataque y oró para que su fe no fallase (Lucas 22:32). Después de muchos años de ministerio y más de setenta mil horas de estudio en la Palabra, he aprendido que todas nuestras tentaciones están pensadas para hacer naufragar nuestra fe y causar que fallemos a Dios. La siguiente fue la advertencia de Pablo cuando escribió en 1 Tesalonicenses 3:5: “Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano”. Como creyentes es importante que nunca juzguemos a otros basándonos en las tentaciones y presiones que afrontan. Cuando juzgamos a otros, entonces nosotros estamos sujetos a experimentar las mismas dificultades que ellos encuentran. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1). Entre las diferencias entre una prueba y una tentación, la diferencia es que la prueba que Dios envía a nuestro camino finalmente tendrá una conclusión, pero las tentaciones de Satanás nunca terminarán mientras vivamos en un cuerpo de carne. Cuando Cristo fue tentado durante su ayuno de cuarenta días, Satanás se alejó de él, pero solamente “por un tiempo” (Lucas 4:13). Ya que vivimos en un cuerpo terrenal en un planeta de carne y sangre, y el adversario tiene acceso a nuestra inforjavascript:void(0);mación, incluyendo fortalezas y debilidades, de vez en cuando experimentaremos tentación. Sin embargo, ser tentado no es pecado, porque Cristo mismo fue tentado y sin embargo nunca se sometió a la voz del enemigo. Se han dado numerosas provisiones en la Palabra para ayudarle a evitar caer en una trampa, y eso se hace cuando evitamos caer en la tentación.
 No se meta usted mismo en una trampa al tener camaradería con los viejos compañeros con los que consumía drogas y que siguen vendiéndola o al comer en restaurantes con los viejos amigos con los que salía a beber y que siguen tomando alcohol y donde mujeres con muy poca ropa andan alrededor como si estuvieran en una exhibición compitiendo. Es mucho más sencillo prevenir una tentación al controlar que las circunstancias se produzcan de lo que es luchar contra una tentación con las circunstancias que usted mismo ha permitido. Satanás es el tentador, y se nos puede dar una vía de escape, si estamos dispuestos a tomarla. Es mejor adelantarse a la guerra que participar en ella

SALIR DE UNA PRISION

Muchas personas andan por la vida con una máscara, dando impresión de éxito, cuando en realidad los muros del espíritu humano están derribados. Algunos pueden haber intentado ya muchas cosas para mejorar, y como la mujer de la Biblia que tenía el problema de la sangre, siguen sufriendo. La única manera de recibir la sanidad duradera está en la presencia de Dios. La sangre de Jesús ya ha comprado nuestra salvación y nuestra sanidad. 

Una vez que una persona sabe en su corazón que ha sido restaurada y renovada y que se le quitó un peso, ha salido de la prisión espiritual. En este punto, dependiendo de la profundidad de la crisis y el sufrimiento experimentado por la persona que recibe la sanidad, el proceso de santificación debe comenzar junto con la formación bíblica para la transformación del carácter. Si es necesario, busque ayuda de un ministro consejero cristiano entendido y ungido con experiencia en el área de la liberación de malos espíritus. Si el consejo profesional es necesario, la persona nunca debe sentirse controlada ni intimidada por su consejero. He visto varios casos en que la persona experimentaba terror y ataques de pánico cuando el consejero tenía que salir de viaje o de vacaciones. La idea de la separación del consejero causaba que el miedo y la desesperación se acumularan en el aconsejado. 

Esa definitivamente no es la forma en que el Espíritu Santo sana a una persona. El milagro en todo esto es que la presencia de Dios es el agente invisible que derrama la sanidad en el alma quebrantada. El agua viva de Dios comienza la purificación inmediatamente.