VIOLENCIA INTRAFAMILIAR: LA PRESPECTIVA DE LA BIBLIA

Algo de información o estadísticas para su conocimiento: Se ha constatado que en Chile 1 de cada 4 familias vive violencia física, y 1 de cada 3, violencia psicológica. Según datos de UNICEF se estima que en América Latina al menos 6 millones de niños son objeto de maltratos.

En Puerto Rico entre los años 1977 y 1978 más del 50 % de las mujeres que murieron asesinadas fueron víctimas de sus maridos.

En Brasil en 1980 murieron de esta forma 722 mujeres; estudios realizados en México constataron que el 61 % de las mujeres dueñas de casa eran golpeadas y en Francia los investigadores observaron que el 95 % de las víctimas presentadas eran mujeres. (Módulo de Sensibilización en Violencia Intrafamiliar. Documento de Trabajo # 33. SERNAM. Stgo. de Chile 1995).

Podemos ver entonces que la violencia intrafamiliar o violencia domestica es mas común de lo que todos quisiéramos.!
Aclaremos algunos conceptos.:

¿Qué es violencia intrafamiliar?

Todas las formas de abuso que ocurren en las relaciones entre los miembros de una familia.
Esto incluye toda conducta que - por acción u omisión - dañe física y sicológicamente a otro miembro de la familia.

Tipos de VIF:
Maltrato Infantil: afecta a los niños, niñas y adolescentes.
Violencia de Pareja o Doméstica: afecta principalmente a las mujeres.
Violencia contra los Ancianos.

¿Qué es la violencia doméstica (VD)?
Son todos los malos tratos - físicos, psicológicos, económicos y/o sexuales que se dan en las parejas, causados generalmente por los hombres contra las mujeres. Constituyen también formas de violencia la restricción de la libertad personal y al pleno desarrollo de la persona.

¿Qué efectos sicosociales causa la violencia doméstica?
• Daño en la salud física y mental de personas.
• Vulneración de Derechos Humanos.
• Mayor gasto en salud por aumento de las enfermedades y atención especializada.
• Efectos económicos: ausentismo laboral, menores ingresos, empobrecimiento de las familias.
• Mayor gasto en sistemas policiales: recepción de denuncias y cumplimiento de medidas precautorias.

¿Cómo afecta a los niños y las niñas la violencia doméstica?
Los niños y niñas que son testigos de la agresión entre sus padres
• Tienen mayores problemas de aprendizaje y de conducta en el colegio, lo que pone en riesgo su continuidad en el sistema escolar.
• Los niños tienen mayor probabilidad de convertirse en hombres agresores de sus parejas en el futuro o madres golpeadoras con sus hijos.
• Las niñas que son testigos de la violencia ejercida contra sus madres, tienen mayor riesgo de ser mujeres maltratadas por sus parejas.

Dinámica de la violencia doméstica:
El ciclo de la violencia se puede describir en tres fases que varían tanto en duración como en intensidad:

1) La fase de acumulación de tensión.
2) La fase aguda de golpes o explosión.
3) La fase de arrepentimiento.

En la primera fase, la mujer trata de evitar que la golpeen, trata de no enojarse con el agresor, minimizando los incidentes y los golpes menores.
Muchas parejas permanecen en esta primera etapa durante largos períodos de tiempo: ambos desean evitar la fase aguda, pero una situación externa o cualquier evento puede romper el delicado equilibrio.

En la segunda fase, el hombre acepta que su rabia no tiene control.
Finalizada la fase aguda sigue un shock: negación e incredulidad de que el episodio haya realmente sucedido.

La tercera fase es la conducta arrepentida, que se caracteriza por el arrepentimiento y demostración de afecto del golpeador. El fin de la fase dos y la entrada en la fase tres, es algo muy deseado por ambos cónyuges.
En esta última etapa, el hombre se disculpa por su proceder y expresa su arrepentimiento; se comporta cariñosamente convenciéndola de que la necesita y de que no volverá a ocurrir. La mujer le cree y decide que la conducta que observa durante esta etapa le muestra a su verdadero marido. Frecuentemente la mujer realiza la denuncia luego de los golpes (segunda fase) y tiene que ratificarla en el período del “arrepentimiento”(tercera fase), lo que provoca en ella sentimientos contradictorios para seguir adelante con la denuncia.
Pese a esta información debemos señalar que también existen casos a la inversa y es la mujer la agresora y el hombre la victima.

Ya tenemos o contamos con una minima información, pero nuestro fin es …

¿Cómo tratar la violencia intrafamiliar o violencia domestica a la luz de la palabra de Dios?

Vamos paso a paso.
a) Primero re-lea por favor los efectos sicosociales que causa este drama…
Daño en la salud física y mental de las personas…daño en sus bienes…daño en su autoestima…daño.. daño.. daño
Esto me recuerda un versículo:

Juan 10:10ª El ladrón (diablo) no viene sino para hurtar y matar y destruir….
Tomemos en cuenta también… como afecta a los niños la Violencia intrafamiliar

Salmos 127:3 He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.

Ahora, la pregunta es… SERA QUE DIOS ESTA DE ACUERDO CON ESTO?

He atendido a muchas mujeres que me han comentado que aun en sus iglesias y pastores les han dicho que deben soportar porque a sus maridos los toma el diablo.
Acaso cree usted que Dios desea que una criatura maravillosa como la persona que es violentada en su propio hogar “aguante” el mal trato?
Zacarias 2:8 dice algo interesante… EL QUE TE TOCA, TOCA LA NIÑA DE SUS OJOS.

b) Ahora analicemos juntos el hecho de buscar una vida “justa” ante Dios y los hombres.
En este punto mucho dicen optar por el silencio pues creen que la Biblia enseña a que debes soportar los golpes y maltrato pues así es la voluntad de Dios.
Mas la palabra de Dios dice que El tiene pensamientos de Bien sobre nosotros y no de mal.
Por lo tanto el ser violentados esta muy lejos de ser “voluntad de Dios”
Esto anterior no es mas que una mala estructura mental.
Para cambiar estructuras mentales o actitudes que crean situaciones injustas, hay necesidad de conversión. Esta conversión exige que la gente tenga mente y corazón con "hambre y sed de justicia". No olvide que la Biblia dice Bienaventurados quienes tienen esta hambre y sed…DE JUSTICIA.

c) Su valor en Cristo. Porque no deben permitir ser golpeadas?
Porque su palabra indica lo contrario, veamos Isaías 43:4 Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida.

Quisiera en este punto alejarme un poco de las estadísticas y que sientas, amada que estas leyendo este articulo, la verdadera postura de Dios frente a lo que te pasa o tal vez lo que esta viviendo alguien que tu conoces…

El Señor te esta indicando que eres de gran estima a sus ojos, eres honorables y te ama.
Comienza a mirarte como Dios te mira!

Jeremías 1:5 -Antes que yo te formase en el vientre, te conocí; y antes que salieses de la matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones.

Mateo 10:29 ¿Acaso no se venden dos pajaritos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. 30 Pues aun vuestros cabellos están todos contados. 31 Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos.

Te das cuenta?, ves cuanto valor tienes a los ojos de Dios?
Vales mucho mas de lo que has imaginado… tienes mucho por hacer y Dios te ha dado la inteligencia necesaria para comenzar de nuevo, con nuevas fuerzas y nuevos proyectos.

Las heridas de tu corazón pueden disminuir tus fuerzas a “0”, pero tienes también la opción de convertirlas en potencia para salir y comenzar a caminar como lo que eres… UNA MARAVILLA DE LA CREACION DE DIOS

UNO MAS UNO: LA PAREJA SEGUN EL DISEÑO DE DIOS


Resultado de imagen para la pareja según el diseño de diosHan surgido muchas definiciones sobre el matrimonio. Entre ellas se ven algunas formuladas según la conveniencia del individuo, de tal modo que puedan favorecer la ausencia de un compromiso permanente hacia el cónyuge. Este sinnúmero de conceptos nos obliga a revisar la declaración de Dios acerca del matrimonio.
UN DISEÑO VIGENTE

El plan de Dios para el matrimonio está claramente expuesto en la Palabra de Dios, la Biblia. Génesis 2.18–25 introduce los conceptos de dejar la etapa de soltero (padres), unirse en pareja y ser una sola carne.

Según mi entender, hay sólo una declaración acerca del matrimonio que Dios incluye cuatro veces en la Biblia. Ella se encuentra en Génesis 2.24, Mateo 19.5, Marcos 10.7, 8 y Efesios 5.31. Esta declaración dice así: «Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne».

Como dijimos, entonces, Dios hace esta declaración cuatro veces: una en el Antiguo Testamento y tres veces en el Nuevo Testamento. Una vez antes de la caída del hombre en el pecado y tres después de dicho evento. De esto deducimos que esta declaración contiene el propósito matrimonial de Dios tanto para el hombre perfecto como para el hombre pecador. Es el plan de Dios para todos los tiempos, a fin de lograr un buen matrimonio, y un buen plan es tan necesario para un buen matrimonio como lo es para una construcción.

Hoy en día encontramos muchos matrimonios tristes e insatisfechos, y no sólo entre los no creyentes sino también entre los mismos cristianos. Esta tristeza es causada, en gran parte, por la falta de atención al plan de Dios para el matrimonio. ¿Cuál es, entonces, ese plan? ¿Qué involucra el matrimonio según Dios?


UNA NUEVA ETAPA

DEJAR


En primer lugar, el diseño de Dios para la pareja señala que el esposo y la esposa deben dejar a sus padres y a sus madres. ¿Qué significa dejar a sus padres?

Pues bien, ciertamente no significa que deben abandonarlos y dejarlos por completo (comparar Ex 21.12; Mr 7.9-13; 1 Ti 5.8). Tampoco significa que deben separarse necesariamente a una gran distancia geográfica. 

Vivir demasiado cerca de los padres —especialmente al comienzo del matrimonio— puede hacer difícil el dejar para vivir una nueva etapa. Es posible dejar al padre y a la madre y vivir en la casa contigua; si bien están cerca, la manera en que se relacionen hace que puedan ser independientes. Y a la inversa, es posible también vivir a miles de kilómetros de distancia de los padres y no dejarlos. De hecho, es posible que muchos no hayan dejado a sus padres aunque estos ya hayan fallecido.

Dejar a sus padres significa que su relación con ellos debe cambiar radicalmente, para establecer una relación adulta de ahora en adelante. Significa que deben ocuparse y atender más a las ideas, opiniones y prácticas de su cónyuge que a las de sus padres. No estar esclavizados a ellos en cuanto a afecto, aprobación, ayuda y consejo.

Dejar a los padres significa también que deben eliminar cualquier actitud mala hacia ellos, o de lo contrario estarán ligados emocionalmente aunque físicamente estén lejos.

Muchas personas ingresan al matrimonio sin dejar de depender emocionalmente de sus padres, a tal punto que continúan procurando que su cónyuge cambie sólo porque a sus padres no les gusta como es. La etapa del matrimonio y el dejar a los padres significa que los dos, de común acuerdo, deciden que la relación marido y mujer tiene prioridad sobre toda otra relación humana.


UNA NUEVA ETAPA

UNIRSE


El plan de Dios para el matrimonio es que el marido y la mujer deben unirse el uno al otro. En nuestra época las parejas jóvenes parecen casarse con la idea de que si su matrimonio fracasa pueden obtener el divorcio. Cuando se casan prometen ser fieles hasta la muerte, pero mentalmente —consciente o inconscientemente— añaden: «a menos que nuestros problemas sean demasiado grandes».

En verdad, algunos sugieren que debiéramos renovar nuestra libreta de casamiento cada año, así como renovamos la licencia de conductor. Otros sugieren que nos olvidemos de todo el trastorno del matrimonio civil y las tensiones de la ceremonia de casamiento. Para ellos el matrimonio es algo de su conveniencia, de suerte, y puede ser muy pasajero. Todo depende de cómo caen las cartas.

Sin embargo, Dios dice: «Yo no lo planeé así. Yo quise que el matrimonio fuese una relación permanente. Yo quiero que el marido y la mujer se adhieran el uno al otro» (Mr 10.7–9).

El matrimonio, entonces, no es cuestión de suerte, sino de elección deliberada. No es sólo un asunto de conveniencia sino de obediencia; y no depende de cómo caen las cartas sino de cuánto estamos dispuestos y decididos a trabajar para su éxito.
Un buen matrimonio está basado más sobre compromiso que sobre sentimientos o atracción corporal. De acuerdo con Malaquías 2.14 y Proverbios 2.17, el matrimonio es un pacto, un contrato irrevocable por el cual estamos ligados a otra persona. Por tanto, cuando dos personas se casan prometen que serán fieles el uno al otro, pase lo que pase. La esposa promete que será fiel aunque el esposo engorde, se ponga calvo, o tenga que usar lentes bifocales; aunque pierda la salud, su riqueza, su empleo, su atractivo; aunque aparezca alguien más excitante.

Por su parte, el esposo promete ser fiel aunque la esposa pierda su belleza y atractivo; aunque no sea tan pulcra y ordenada o sumisa como él quisiera; aunque no satisfaga sus deseos sexuales completamente. Él la amará y honrará aunque gaste el dinero neciamente o sea una mala cocinera.
El matrimonio significa que el marido y la mujer entran en una relación por la que aceptan total responsabilidad y se comprometen el uno al otro sin tomar en cuenta los problemas que puedan surgir.

En muchos sentidos el casarse se parece a la conversión. Cuando una persona se convierte a Cristo deja su antigua manera de vivir, su justicia propia, sus propios esfuerzos para salvarse, y se entrega a Cristo, quien murió en lugar de los pecadores. En este acto de entrega a Cristo, la persona se compromete con Cristo. La misma esencia de la fe salvadora es una entrega personal a Cristo por la cual la persona promete confiar total y completamente en el Señor y a servirle fiel y diligentemente, sin tomar en cuenta cómo se sienta o qué problemas puedan surgir (comparar Ro. 10.9; Hch. 16.31; Fil. 3.7, 8; 1 Ts. 1.9, 10).

De la misma manera, el matrimonio según Dios involucra una entrega total e irrevocable de dos personas, la una a la otra. El matrimonio según Dios incluye el adherirse el uno al otro en enfermedad y en salud, en pobreza y en riqueza, en alegrías y tristezas, en gozo y dolor, en tiempos buenos y tiempos malos, en acuerdos y desacuerdos.

El matrimonio según Dios significa que saben que deberán enfrentar problemas, cambiar opiniones acerca de ellos, buscar la ayuda de Dios, y resolver esos conflictos en lugar de escapar de ellos. No hay salida del vínculo; están comprometidos el uno al otro de por vida. Deben adherirse el uno al otro hoy y mañana, mientras los dos vivan.


UNA NUEVA ETAPA

UNA SOLA CARNE


Terminando con las grandes definiciones de Génesis 1.18-25, vemos que el plan de Dios para el matrimonio involucra el ser una carne.
En el nivel más elemental, esto se refiere a relaciones sexuales, la unión física. Busque una Biblia y lea con atención 1 Corintios 6.16.

Dentro de los límites del matrimonio, las relaciones sexuales son santas, buenas y hermosas, pero fuera del contexto de «dejar» y «unirse», son negativas, degradantes y pecaminosas (compare con He. 13.4).

Sin embargo, el ser «una sola carne» involucra más que el acto sexual en el matrimonio. En verdad, ese acto matrimonial es el símbolo o la culminación de una unión más completa, de una entrega total a la otra persona. En consecuencia, si la unión más completa no es una realidad, las relaciones sexuales pierden su sentido.

Una definición del matrimonio que me gusta mucho es: El matrimonio es una entrega total y un compartir totalmente de la persona total con otra persona, hasta la muerte. El propósito de Dios es que cuando dos personas se casan deben compartir todo: sus cuerpos, sus posesiones, sus percepciones, sus ideas, sus habilidades, sus problemas, sus éxitos, sus sufrimientos, sus fracasos, etcétera.

El esposo y la esposa son un equipo y lo que cada uno hace debe ser por amor a la otra persona —o al menos no debe ser en detrimento del otro—. Cada uno debe preocuparse tanto por las necesidades de la otra persona como por las propias (Ef. 5.28; Pr. 31.12, 27).

Los esposos ya no son dos sino una carne, y este concepto de una carne debe manifestarse en maneras prácticas, tangibles y demostrables. Dios no desea que sea solo un concepto abstracto o una teoría idealista sino una realidad concreta. La intimidad total y la profunda unidad son parte del plan de Dios para un buen matrimonio.

La intimidad total y la unidad profunda, sin embargo, no significan una total uniformidad e igualdad. Mi cuerpo se compone de muchas partes diferentes. Mis manos no hacen la tarea de mis pies y mi corazón no hace el trabajo de mi hígado. Hay gran diversidad de miembros en mi cuerpo y sin embargo mantienen la unidad. Las partes de mi cuerpo se ven distintas y actúan de una manera diferente, pero cuando funcionan normalmente cada parte trabaja para el beneficio de las demás, o, a lo menos, una parte no trata deliberadamente de herir a las otras.
Del mismo modo, el marido y la mujer pueden ser muy diferentes en algunos aspectos, pero no deben permitir que esas diferencias obstaculicen su unidad porque el propósito de Dios para el matrimonio es la unidad total.
Sin embargo, tú y yo sabemos que la total unidad no se logra fácilmente, ya que el obstáculo básico para el logro de la unidad, es nuestra pecaminosidad. En Génesis 2.25, inmediatamente después de que Dios dijera que el marido y la mujer serían una sola carne, la Escritura dice: "Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban".

La desnudez de Adán y de Eva no es una recomendación al nudismo público. Esto ocurrió antes que hubieran otras personas a su alrededor. ¡Adán fue el único ser humano que vio a Eva desnuda y Eva fue la única mujer que vio a Adán desnudo! Es más, esto sucedió antes de que pecaran. Después que pecaron leemos que "fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales". En cuanto entró en escena el pecado comenzaron a cubrirse.

Ese intento de cubrirse ciertamente era evidencia de que estaban conscientes de su pecado ante Dios. Inmediatamente —y neciamente— procuraron esconder su pecado de Dios. Y más aun, al cubrirse simbolizaban su esfuerzo por esconderse el uno del otro. Cuando entró el pecado, la transparencia y la unidad total que disfrutaban fueron destruidas.

Del mismo modo, como el pecado entró y estorbó la unidad de Adán y Eva, así nuestro pecado sigue siendo la gran barrera que entorpece la unidad matrimonial en el día de hoy. A veces la unidad matrimonial es destruida por el pecado del egoísmo, otras por el pecado del orgullo. En ocasiones esa unidad es quebrada por el pecado de amargura, o la ingratitud, la terquedad, el vocabulario hiriente, el abandono, la impaciencia, la aspereza o la crueldad. Fue el pecado lo que destruyó la unidad total de Adán y Eva, y es el pecado el que destruye la unidad de los esposos hoy día.


LA PRESENCIA NECESARIA: JESUCRISTO

Lo que acabamos de ver al final del punto anterior nos lleva a reconocer nuestra necesidad de Jesucristo, tanto en nuestras vidas como en medio de nuestro matrimonio.


En primer lugar, necesitamos restablecer, por intermedio de Jesucristo, una buena relación con Dios (comparar Ro 3.10–23; Is 59.2; Col 1.21–23; Ef. 1.7; 2.13–21; 2 Co 5.21; 1 P 3.18).

Pero no sólo necesitamos entrar en una buena relación con Dios por medio de Jesucristo; también es necesario que Jesucristo nos ayude a estar bien relacionados el uno con el otro. Él vino al mundo para destruir las barreras que existen entre los hombres, además de las que hay entre el hombre y Dios. Jesús quiebra las barreras que existen entre los hombres; anula la enemistad y hace que los hombres sean uno en Él (Ef. 2.14-16; Gá. 3.28). Sólo Él puede tomar a un hombre y una mujer, pecadores y egoístas, y lograr que dejen a su padre y a su madre, se unan y lleguen a ser una carne.

Por tanto, si han de experimentar la total unidad que Dios dice es esencial para un matrimonio bueno, deben acudir a Jesucristo. Él quita las barreras, destruye las paredes que dividen, limpia de pecado, quiebra el poder del pecado reinante. Él libera al cautivo, le da el Espíritu Santo al hombre, el cual produce en él el fruto de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Jesucristo envía el Espíritu Santo, quien hace posible que hombres y mujeres pecadores dejen a su padre y a su madre, se unan el uno al otro y lleguen a ser una carne.

EL CAMPO DE BATALLA DE LA MENTE


Hay una guerra y el campo de batalla es tu mente. La buena noticia es que Dios está peleando de tu lado. Dios desea lo mejor para tu vida, y Satanás lo sabe. Satanás quiere derrotar con la invención de un deliberado e ingenioso plan de de engaños y mentiros. Su sutil ataque trayendo dudas a la mente, temor y paranoia, pueden desgastar tu resistencia, porque él está dispuesto a invertir todo el tiempo necesario para derrotarnos.

Este libro es una declaración de victoria. ¡El pueblo de Dios vencerá! Los hijos de Dios pueden usar Su Palabra para derrotar los engaños y mentiras de Satanás. En este libro, la autora Joyce Meyer revela tácticas del enemigo y te da un plan bien definido para triunfar en la batalla por tu mente. Joyce te enseñará cómo renovar tu entendimiento a través de la Palabra y salir victoriosos en la lucha por la mente.

# Aprenderás: Cómo los modelos de pensamientos erróneos producen problemas.
# Cómo tratar con modelos de pensamientos anormales.
# Cómo reconocer, y vencer las mentiras de Satanás en las mentalidades desérticas.
# Cómo cambiar tu vida de la dificultad a la victoria.
# Cómo tener la mente de Cristo.







HA OPRIMIDO EL CRISTIANISMO A LAS MUJERES?

Desde los inicios del cristianismo, las mujeres han formado parte de la Nueva
Comunidad. 

En algunas épocas y lugares, ellas han visto como la iglesia ha sido un ente liberador de las culturas a su alrededor. Pero en otros casos, la iglesia ha caído lejos de la Biblia —la cual considera a hombres y a mujeres como seres de igual valor.

Durante sus primeros años, el cristianismo enseñaba la unidad espiritual que al menos mitigaba potencialmente la severidad de la ley romana, la cual consideraba que las mujeres no eran ciudadanas y por eso no tenían ningún derecho legal. En este sistema la desigualdad reinaba; por ejemplo, el adulterio por parte de los varones era una práctica común, pero si una mujer adulteraba era condenada a muerte. En contraposición de esta cultura, las palabras de Pablo capturan y expresan el ideal de la iglesia primitiva: «Sometiéndonos unos a otros en el temor de Cristo» (Efesios 5.21). Y las mujeres, como lo veremos más adelante, obtuvieron cierto estatus «en Cristo», ocupando funciones claves dentro de la iglesia.

Así fue hasta la Edad Media, periodo en que las sociedades asumían que las mujeres debían casarse y tener hijos —de hecho, entre la clase alta, los padres a menudo arreglaban o forzaban a sus hijas a casarse. Muchas mujeres percibían la vida monástica como una atractiva alternativa ya que este estilo de vida estaba lleno de devoción, educación, viajes, una comunidad espiritual y representaba la oportunidad de entablar diálogos con monjes y líderes eclesiásticos.

No obstante, el potencial de la igualdad expresado en el mensaje de Jesús a menudo fracasaba a la hora de compartir las enseñanzas y prácticas de la iglesia.

Tertuliano compara a todas las mujeres con Eva, y las llama «la entrada del demonio», «la rompedora del sello del árbol prohibido» y «aquella quien persuadió a aquel a quien el diablo no era lo suficientemente valiente para atacar». Fue por causa de Eva —afirmaba Tertuliano— y por tanto por causa de todas las mujeres, que «la imagen de Dios, el hombre» fue condenado a muerte, y que el Hijo de Dios tuvo que venir y morir. A la luz de esto, añadió, ¿cómo se atreve una mujer a «pensar más allá de usar adornos y túnicas de seda?»

En su tratado «En el paraíso», Ambrosio escribió que «a pesar de que el hombre fue creado fuera del Paraíso, un lugar inferior, él es superior, mientras que la mujer, creada en un lugar mejor, dentro del Paraíso, es un ser inferior». Para Ambrosio, era un hecho natural que los hombres eran superiores a las mujeres.
Agustín, probablemente el teólogo más famoso en toda la historia de la iglesia, pensaba que Dios había creado a la mujer exclusivamente para la procreación. Explícitamente dijo: «No puedo pensar en alguna otra razón para que la mujer sea la ayuda del hombre más que para la procreación.» Él sentía que la compañía no era parte del plan de Dios para la relación entre los sexos. Además afirmaba que cuando se trataba de conversar era «¡mayor deleite para dos hombres compartir juntos que para un hombre y una mujer!»

El pensamiento cristiano tradicional es diferente al pensamiento bíblico sobre las mujeres.

Tertuliano vivió en una cultura romana donde las relaciones matrimoniales y las mujeres eran degradadas. Y mucho del pensamiento cristiano de los primeros años fue influenciado por Platón y Aristóteles, quienes ni siquiera eran pensadores cristianos. Aristóteles creía que las mujeres eran seres irracionales en relación a los hombres y que no eran iguales en virtud.

Recientemente, la idea de que las mujeres son igualmente valiosas que los hombres ha tenido una aceptación más amplia. Debemos enfrentar el difícil hecho de que no leemos la Biblia objetivamente, sino a través de los lentes de una larga tradición de desigualdad genérica. Cuando tratamos de poner esos lentes a un lado, empezamos a ver a Dios ¡quien no hace acepción de personas! (Hechos 10.34).

De la Biblia, tres claras imágenes acerca de la mujer emergen. Juntas muestran que Dios crea, perdona, equipa y da poder a hombres y mujeres por igual.

La primer imagen es la de la Creación: vemos que al igual que los hombres, las mujeres son creadas a imagen de Dios. Se requiere tanto al hombre como a la mujer para portar la imagen de Dios. Somos hueso de su hueso, y carne de su carne (Gn 2.23). Justo después de que la primer mujer fuera formada y presentada al primer hombre, se le dijo al hombre que a partir de ese momento dejará «a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». Dios bendijo tanto al hombre como a la mujer y le encargó a ambos gobernar sobre la tierra. Dios pretendía que ellos experimentaran unidad y que trabajaran —gobernaran— lado a lado. Esa es la primer imagen, la imagen de la creación.

Antes de la segunda imagen ocurre un evento terrible. En Génesis 3, ocurre la tentación y la caída. Al disfrutar del libre albedrío, tanto la mujer como el hombre tomaron decisiones desastrosas. Hay consecuencias sorprendentes, maldiciones por parte de Dios sobre el tentador, la mujer, y el hombre. Pero, hay buenas noticias: tanto la mujer como el hombre son elegibles para recibir perdón. Ambos pueden ser restaurados a una correcta relación con Dios. Los hombres y mujeres que creen en él forman parte de una nueva familia y se convierten en hijos de Dios (Juan 1.12).

En el nuevo «cuerpo de Cristo» hombres y mujeres reciben dones para servirse mutuamente. La idea de Dios siempre fue que existiera igualdad entre un hombre y una mujer en el matrimonio. Y ahora, la igualdad en el cuerpo de Cristo es la idea de Dios. Él es imparcial a la hora de dar dones. «Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó» (1 Co 12.18), «para el bien común» (1 Co 12.7).

¿En qué lugar de la Biblia vemos registradas las consecuencias para las mujeres de este nuevo orden?

En Lucas 10, María se sienta a los pies de Jesús para escuchar sus enseñanzas, mientras que su hermana, Marta, se queja de que María la ha dejado sola a la hora de servir (un trabajo tradicionalmente de mujeres). En este pasaje, Jesús le dice a Marta que «María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada». Eso no fue un incidente aislado —las mujeres están ahí en el centro de los acontecimientos en todos los relatos del Nuevo Testamento. Las mujeres vieron a Jesús morir. Las mujeres estaban en la tumba. Las mujeres formaban parte de los seguidores de Cristo. Más adelante, las mujeres como Priscila sirvieron como maestras. Esta segunda imagen de luz muestra a Jesús no solo perdonando a las mujeres, sino equipándolas y dándoles la bienvenida a aprender de él y a servir en el cuerpo.

En la tercer imagen, las mujeres tienen igual valor en el cielo. La tercer imagen es la imagen eterna. En el cielo, hombres y mujeres estarán hombro a hombro alabando a Dios.

¿Ha oprimido el cristianismo a las mujeres? Sí.

¿Lo ha hecho Cristo? No.

Como insistió el apóstol Pablo: «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.» (Gál 3.28)

La voluntad de Dios es que hombres y mujeres estén juntos, lado a lado. Dios ama a hombres y a mujeres por igual.