LA INFLUENCIA DE LAS ACCIONES


¿Alguna vez se ha detenido a pensar en el grado de influencia que ejercen sus acciones sobre aquellos que le rodean? Trabajar en algún ministerio es un gran privilegio dado por Dios; es también una posición de honra que está reservada sólo para los que son llamados a ocuparla, y por tanto, como es un regalo de la misericordia del Señor, aunque no deseemos que las personan nos miren o admiren, esto siempre se dará.

¿Cuál será nuestro grado de influencia en otros? Cuando somos llamados al liderazgo, son muchas las personas que dependen de nuestras acciones y por ese motivo, de allí se define si impactamos positiva o negativamente sus vidas. El libro de Eclesiastés 10:1 declara lo siguiente: «Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable» (VRV -1960).


No podemos ignorar que existe un sinnúmero de personas a nuestro alrededor buscando si tenemos huesos, porque es tal el grado de excelencia con la que vivimos la vida cristiana y con la que servimos al Señor que hay quienes dicen: «este (o esta) tiene que ser de carne y hueso, aunque demuestre lo contrario». Algunos están al acecho, pero no debe olvidarse que muchos serían gravemente afectados por un desliz nuestro, sólo porque consideran que somos personas dignas de admirar.


Cuando se comete una locura, no importa la conducta previa; es como si apareciera un enorme borrador que elimina lo bueno que se haya hecho, no importa el tiempo, y deja ver sólo el error cometido. Esto ocurre porque se pierde el buen nombre, el buen testimonio que nos fue entregado por el Señor, e incluso el nivel de confianza que muchos habían depositado en nosotros.


Empero, es preciso tener claro que ningún ser humano está exento de cometer errores, no importa si es siervo de Dios, si lleva un buen testimonio o si ha sido una excelente persona. Las locuras siempre andarán rondando para atraparnos y por eso que debemos cuidarnos de ellas; pensar en las consecuencias que traerían nuestras acciones, nos ayudará a evitar grandes faltas que muchas veces se convierten en un estilo de vida.


Como ministros, llamados y apartados para una labor especial, debemos tener presente que una vez escogidos por Dios, pasamos del anonimato a tener una vida pública, una identidad; son muchos los que nos conocen, aunque no siempre conocemos a los que nos miran.


¿Cuáles son entonces las moscas muertas de las que debemos cuidarnos? Aquellos errores que a nuestro parecer no tendrán mayor repercusión, pero que a la larga hacen mucho daño. Solamente mencionaremos algunos de ellos, a fin de que usted tome las precauciones necesarias:


La infidelidad: es una de las armas más poderosas en la destrucción de familias y ministerios. Debe recordarse que nadie es infiel de la noche a la mañana, sino que son las pequeñas zorras las que poco a poco van minando la relación matrimonial hasta hacerla caer. Cuando un esposo le dice a otra mujer cosas agradables que no le dice a su esposa, se enciende inmediatamente la luz intermitente anunciando ¡PELIGRO! Echar por la borda una relación matrimonial de muchos años y faltar al pacto de fidelidad sólo por un momento de placer, o cambiar a los hijos para criar aquellos que ni siquiera se engendraron, no es más que una locura.


Malos manejos: hay quienes pretenden desarrollar su ministerio ofreciendo solo buenas predicaciones, pero la labor implica más ofrecer solamente mensajes bíblicos. Se trata de administrar, organizar y evaluar, cada cierto tiempo, el buen funcionamiento de todo el sistema empleado. Siempre es saludable trabajar con un equipo responsable de rendirnos cuentas en cuanto a lo financiero, pues ser juez y parte en los manejos económicos nunca será beneficioso, por eso se requieren personas a quienes tengamos que rendirles también nos den cuentas. No es saludable tomar decisiones sin buscar asesoría, sin consultar y sin meditar. Analizar antes de actuar redundará en grandes bendiciones para la obra del Señor.


Abuso de autoridad: las personas que tenemos a nuestro cargo son colaboradores en la gran viña de nuestro Dios, no son empleados de nuestra hacienda o finca. Cuando entendemos que Cristo pagó el precio por cada una de esas personas, tendremos presente siempre que nuestro deber es guiar a las personas por la senda correcta y no enseñorearnos de ellas como si hubiésemos pagado el precio por sus almas.


Rebeldía: reconocer que somos personas con autoridad nos debe llevar a tener claro que también estamos bajo autoridad, y por ello, «todo lo que el hombre siembre eso también segará» (Gálatas 6.7). Esto indica que si deseo ser respetado por aquellos bajo mi liderazgo, debo empezar por sembrar obediencia y respetar a quienes están sobre mí como guía y apoyo. Es menester tener cuidado con desconocer la autoridad, pues eso mismo se cosechará.


Resentimiento: muchos ministros se encuentran resentidos con su organización o denominación pues no comparten la forma en que se dirige la obra o por alguna actitud de los líderes que los presiden. Son muchos también los que optan por cambiar de organización o independizarse, porque recibieron, según ellos, una buena propuesta de otro grupo. Como esposa de pastor he visto a muchos ministros resentidos tomar decisiones sin pensar, basados en promesas de otros que les presentaron cuán fácil era afiliarse a su denominación, pero tristemente sus iglesias han ido menguando hasta quedar en su mínima expresión. Al regresar, han tenido que empezar de cero. Entonces, procure sanar su corazón en el lugar donde fue herido; una vez sano, tendrá una visión más clara para tomar la decisión que Dios ponga en su corazón.


Deudas no pagadas: Si hay algo que daña la imagen de un siervo o sierva de Dios es su mal crédito. Si nadie quiere prestarle dinero a un ministro, hay que revisar la causa de esta decisión. Cuántos realizan viajes o ejecutan diversos proyectos y luego se olvidan de que todo lo hicieron gracias a un préstamo (¡creen que fue un regalo!). No se acuerdan de que firmaron un documento o llegaron a un acuerdo de pago. Cuando la Biblia dice “no debáis a nadie nada” (Romanos 13.8) significa precisamente eso: nada. Las deudas no pagadas después de cierto tiempo son una gran complicación.


Cansancio extremo: el camino a la excelencia nos lleva muchas veces a pensar que una labor resultará bien solo si la efectuamos nosotros mismos. Ese perfeccionismo además, hace creer que somos infalibles y por ello no delegamos funciones. Cuando se actúa así, no se deja a otros trabajar con libertad y como resultado, entra en escena el cansancio extremo.


Por otro lado, ninguna persona cansada rinde como se espera, más bien empieza a tomar decisiones que no son más que producto del agotamiento. Por tanto, tómese un tiempo para descansar, salga de paseo con su familia, procure relajarse y renueve sus fuerzas.


Descuido de la intimidad con Dios: el Señor fue enfático al decir: «Separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15.5). Servir en la obra de Dios, lejos de las directrices que el dueño de la obra tiene para nosotros, es caótico, pues ¡cómo saber el método y las formas de llevar adelante esta labor si no estamos en constante comunicación con el omnisapiente! Es en la presencia de Dios donde encontramos las estrategias y la unción del Espíritu Santo para actuar de manera efectiva. Al estar conectados con el Señor influimos e impactamos positivamente en la vida de otros. ¡Que Dios nos ayude!

UN PEQUEÑO TRIBUTO A ESAS GRANDES MUJERES DE DIOS QUE HAN SIDO MI INFLUENCIA. OJALA ALGUN DIA SEA UN POCO COMO ELLAS..

JUNTOS ANTE LO INESPERADO


Todas las personas, sin importar cómo, construimos nuestro proyecto de vida. Por ejemplo cuando una pareja decide convivir ya sea tácita o explícitamente o que se cumpla o no, ese acuerdo se da desde el momento en que la pareja decide vivir junta. O en el caso de la persona que asume un nuevo trabajo, entra con el proyecto de recibir una remuneración económica que le permita satisfacer sus necesidades. En fin, el proyecto de vida es el plan que elaboramos para dirigir nuestra vida, ya sea individualmente, en pareja o como familia.

Durante ese caminar, muchas veces nos toman desprevenidos situaciones que nos obligan a redirigir el camino hacia otro rumbo y muy diferente a lo que originalmente nos habíamos propuesto. Entonces nos asalta una pregunta crucial: ¿podré salir avante a pesar de este cambio?

Todos nos hemos encontrado ante circunstancias similares a esta. Estas situaciones, según su naturaleza, pueden beneficiarnos o traernos grandes infortunios y dolor.

Se puede presentar, por ejemplo, la muerte repentina de algún familiar, un accidente que provoque lesiones permanentes, o el diagnóstico de alguna enfermedad terminal; o bien cuando una hija soltera queda embarazada o se encuentran drogas en la habitación de uno de los hijos. En fin, cualquier situaciones que implique, de una u otra manera, una pérdida.

Las repercusiones de estas situaciones en la conducta y en el interior de la persona afectada, dependerán del significado particular que esta persona le otorgue al evento.

¿Me encuentro sola?

Frecuentemente, cuando nos enfrentamos a situaciones inesperadas nos sentimos solos y tendemos a pensar que nadie comprende nuestro dolor. En parte, esto se da porque cada persona interpreta y vive su dolor de acuerdo a su propia realidad. Sin embargo no conviene encerrarnos en nuestros propios sentimientos o pensamientos, pues de esa manera las situaciones dolorosas se tornan insoportables.

Resulta imperativo, entonces, que busquemos apoyo de nuestros familiares, amigos, de nuestra pareja, de hijos o padres; en fin, de alguna persona a la que podamos acudir confiadamente, que sea capaz de brindarnos el consuelo que estamos necesitando.

¿Qué nos impide buscar ayuda?

Cuando nos encerramos en nuestro dolor y creemos que nadie más en el mundo nos va a entender, nos cerramos a la posibilidad de que alguien nos apoye.

Muchas veces las personas quieren dar una imagen de autosuficiencia, de que no necesitan a los demás. Cuando este tipo de personas se enfrentan a una situación que descubre su vulnerabilidad, es frecuente que se resistan aceptar esa necesidad emocional y por lo tanto no buscan, e incluso rechazan, la ayuda que otros les pueden brindar.

La religiosidad mal enfocada también pueden afectar el acompañamiento en un momento difícil de la vida. Algunos creen erróneamente que solo Dios les puede ayuda. La realidad es que somos seres sociales, que nos necesitamos unos a otros. Pese a nuestra dimensión espiritual que nos vincula directamente con Dios, nuestra naturaleza humana demanda que acudamos a nuestros semejantes en busca de apoyo. Por lo tanto, es fundamental que nos abramos a la posibilidad de compartir con otros nuestros problemas y sufrimientos, despojándonos de la falsa creencia de que sobrellevar las pena sin acompañamiento alguno, nos hará más espirituales. El sufrimiento y la búsqueda de consuelo no implican falta de fe o una debilitada relación con Dios, sino más bien reflejan la sensibilidad inherente al ser humano.

¿Cómo ayudar a alguien que está sufriendo?

Si usted también está enfrentando una situación difícil, es importante que recuerde que también está sensible y vulnerable por el dolor que enfrenta.

No pretenda llenar todas las necesidades emocionales o materiales de la otra persona. Usted puede ser un apoyo invaluable para su familiar o amigo pero no el ser omnipotente que va a resolverle el dolor y la pena. Esa sería una misión imposible.

Recuerde que usted también está sufriendo, por lo tanto muchas veces no va a estar en condiciones de apoyar y consolar. Lo contrario también sucede, no pretenda que la otra persona le llene a usted todas sus necesidades afectivas.

Sea honesto con usted mismo y con los demás en el sentido de que van a requerir apoyo y consuelo mutuo.

Tomen decisiones juntos, reconstruyan su proyecto de vida. Recuerde que con lo que sucedió la vida no termina, pese a que a veces parece que así es. Por lo tanto tómense el tiempo para procesar su dolor y trate de ver la luz en el camino. Aunque parezca difícil, las situaciones adversas fortalecen los vínculos afectivos y emocionales.

REGALOS MAS ALLA DE LO MATERIAL


Admítalo. Cuando alguien le demuestra su aprecio, usted se siente bien. Nos sentimos honrados y valorados, lo cual hace que nuestros infortunios laborales, las confusiones maternales y paternales, y los enigmas diarios se debiliten. Y si las palabras cuidadosamente escogidas, acciones o pequeños recuerdos nos animan e inspiran, podemos estar seguros de que harán lo mismo por esa persona amada. Cuando nuestra pareja se siente altamente estimada, cosechamos los beneficios. La armonía hogareña se vuelve algo normal, en lugar de tan solo una añoranza. La intimidad física, espiritual y emocional florecen. Suena hermoso, ¿verdad?



No es difícil. Reafirmar lo que siente por su cónyuge puede ser algo sencillo y satisfactorio. A continuación encontrará diez útiles consejos que lo ayudarán a echar a volar su imaginación.



1.Permita que su cónyuge haga la elección


Pase una tarde con su pareja haciendo lo que él o ella escoja. Si la actividad no es exactamente lo que tenía en mente, ¡inténtelo de todas formas! Pero hágalo de buena gana —al hacerlo, comunicará respeto por las preferencias de su pareja. En ciertas ocasiones, usted podría pensar en llegar a un acuerdo, discútalo y llegue a un arreglo de antemano.



Por ejemplo, si su esposo, el gran pescador, decide pasar una tarde en el estanque local, pero la simple idea de poner una indefensa lombriz en el anzuelo la enferma, llegue a un acuerdo con él. Pregúntele si puede ir con él pero con su libro favorito en mano. Después de que ya esté ahí, pregúntele acerca de los distintos anzuelos y técnicas, y elógielo si pesca algo. En otras palabras, reconozca y apoye su interés por la pesca. No obstante, siéntase en libertad de disfrutar de un buen libro mientras él hace lo que le gusta.



2. Reconozca el esfuerzo terrenal de su pareja


Revise mentalmente todas las tareas terrenales que su cónyuge realiza, y prémielo con palabras de ánimo la siguiente vez que él o ella realice una tarea.



Escriba y coloque notas donde su pareja pueda encontrarlas —en el cajón de la ropa limpia («Gracias por lavar la ropa. Aprecio tu esfuerzo constante para proveerme de ropa limpia»), en la lonchera o portafolio (Aprecio tu duro trabajo para sustentar a nuestra familia. ¡Gracias por amarnos!), en la mesa de cambio de pañales del bebé (Gracias por amar a nuestros hijos. Es una bendición que ellos te tengan como padre [o madre], y yo tengo el privilegio de estar a tu lado en esta tarea).



O intente esto: compre treinta cápsulas de gel en una farmacia. Escriba treinta notas de aprecio en delgadas tiras de papel, enróllelas e insértelas en las cápsulas. Póngalas en una botella vacía de píldoras o vitaminas. Invite a su pareja a leer una por día durante un mes.



3. Exprese el orgullo que siente por su pareja


Esposas: En palabra y actitud, dígale a su marido que está orgullosa de ser su mujer. Afirme la sexualidad de su esposo —responda a sus insinuaciones y susúrrele al oído, «tú eres el mejor amante del mundo. ¡Soy tan dichosa!». Permita que sepa que, para usted, él es deseable, una forma de afirmar esto es tomar la iniciativa a la hora de hacer el amor. Fomente el ambiente. En la mañana, invítelo a una fiesta nocturna solo para dos. Dígale que él es el invitado de honor. Esa noche, después de acostar a los niños, póngase una bata de dormir sensual, encienda una vela, y ¡cante el cantar de los cantares de Salomón!



4. Escuche


Ponga a un lado el periódico, o el libro que está leyendo. Apague la televisión. Mire los ojos de su pareja. No interrumpa ni ofrezca un consejo no pedido. Al poner entera atención, usted comunica un mensaje invaluable: Eres importante para mí. Quiero entender tus pensamientos. Un hombre llamado Doug lo lleva un paso más allá. Cuando su esposa, Donna, dice: «Doug, tenemos que hablar», él deja todo lo que está haciendo y la toma de la mano o se pone a su lado.



«Esto me hace sentir como que está de mi lado», dice Donna, «sus acciones me indican que no importa cual sea el problema, lo enfrentaremos juntos».



Si sus opiniones difieren con respecto a algún asunto, cuidadosa y abiertamente tome en cuenta la perspectiva de la otra persona y trate de alcanzar una decisión satisfactoria para ambos.



5. Reconozca las responsabilidades de ella


Esposos: sus esposas trabajan tiempo completo sea como gerente ejecutiva o como ama de casa. Reconozca las responsabilidades que ella tiene. Exprese su aprecio por todo lo que hace, luego ofrézcale un trato especial —un extraordinario baño de burbujas. Encienda una vela en el baño. Llene la bañera con agua caliente y burbujas. Deje a su esposa disfrutar de su baño a solas mientras usted lleva los niños a dormir, luego ¡sorpréndala! Ponga música romántica y ¡acompáñela!



6. Respete la individualidad de él


Agradézcale a su pareja por sus contribuciones en el matrimonio. Luego, ofrézcale un tiempo para que desarrolle sus destrezas o intereses personales. Por ejemplo, Rita le obsequió a su esposo, Irwin, un cupón que decía: «Acepta este regalo de tiempo libre solo para ti, sin preocupaciones o responsabilidades familiares. Cada semana durante el siguiente año, disfruta de una noche haciendo cualquier cosa que desees».



Emocionado con el presente, Irwin pasaba la noche de los martes construyendo un kayak. «Trabajaba sin preocupaciones, sabía que Rita no anhelaba que yo estuviera en casa ayudándola con los niños», dice Irwin. «Me permitió que fuera yo mismo. Su atención significó más que cualquier otro regalo caro». Si Rita había pasado una dura semana, Irwin optaba por quedarse en casa —después de todo, el cupón le daba la libertad de hacer lo que quisiera.



7. Ayude a su esposa a realizar sus sueños


Oraciones y acciones prácticas de servicio ayudan bastante. Por veinte años, anhelé ser escritora; sin embargo, las circunstancias nunca parecieron ser las indicadas. Mi esposo, Gene, conocía mi deseo y oraba conmigo para pedir dirección. Finalmente, cuando surgió la oportunidad de asistir a una conferencia de escritores, él me animó a ir, a pesar de que significaba que iba a estar fuera de casa por una semana.



«Yo cuidaré de los niños», dijo, «ya has esperado bastante. ¡Abre tus alas y vuela!» Gene puso pequeñas notas en mi valija y mi mochila para hacerme saber que se alegraba por mí.



Gene le cuenta a otros que una de sus alegrías más grandes es cuando me ve alcanzando éxitos a la hora de realizar mis sueños. Cuando lo escucho decir esas cosas, quiero lanzar mis brazos alrededor de su cuello y ¡darle un gran abrazo! Su apoyo me hace sentir una mejor esposa porque yo, por mi parte, también lo animo a realizar sus sueños.



8. Alardee de su pareja


Muestre su afecto por su pareja a través del reconocimiento público. Mientras conversa con amigos o habla por teléfono, haga comentarios acerca de las cualidades positivas del carácter de él o ella y trate de que su pareja pueda escucharlos. Hace poco, Bonnie le pidió ayuda a su esposo en una difícil relación interpersonal que la frustraba. Varios días después, Bonnie le contaba a su hermana por teléfono acerca de esa situación. Al ver a su esposo, Dan, al otro lado de la habitación, ella añadió: «Dan, me dio un gran consejo. Realmente aprecio su sabiduría».



Sin embargo, ¡tenga cierta reserva con el reconocimiento público! Algunas personas creen que este tipo de reconocimiento es algo embarazoso. Si ese es el caso, hágalo con cuidado.



9. Obsequie presentes profundos


Reconozca el valor de su pareja por medio de obsequios profundos. Acompañe el regalo con palabras escritas o sencillamente dígalas. Que estas palabras afirmen su sentido del humor, un compromiso sólido para su matrimonio, apoyo para usted y sus responsabilidades, o cualquier cosa que sea pertinente en su relación.



«Mi esposa se siente honrada cuando le regalo flores,» dice el Dr. Greg Smalley, presidente del Smalley Marriage Institute (Instituto para matrimonios Smalley) en Branson, Missouri, «pero eso no se compara con lo que ella vale. Pero si le regalo flores y le digo, "Sé que trabajaste duro esta semana mientras estuve fuera. Aprecio tu esfuerzo", esto si demuestra lo que la valoro».



Envíele a su pareja una tarjeta romántica y un certificado de regalo de su tienda favorita. Compre una botella de vino o cidra, colóquele un moño, y celebre el logro más reciente de su pareja, sin importar qué tan pequeño fue. Obséquiele un cupón hecho en casa ofreciéndole una taza de chocolate junto a la chimenea el viernes por la noche durante todo un mes. Dígale, «¡Vale la pena pasar tiempo contigo!».



10. El regalo del tiempo


En este mundo tan apresurado, el tiempo es un extraño y preciado producto que no se puede recobrar una vez que se ha dado. ¿Cómo invertirá su tiempo? Escoja sabiamente. Dígale a su pareja que no hay nada más valioso que él o ella, luego convierta sus palabras en hechos.



Deje los platos sucios por una hora —tome una sombrilla y salga a caminar bajo la lluvia por un rato. Pasé una tarde jugando cartas. Lea un libro en voz alta —uno o dos capítulos cada noche, esto no requiere de mucho tiempo. Corte el césped más tarde —tengan un paseo en bicicleta juntos y vayan hasta la heladería local.



Al mostrar su aprecio por su pareja, construirá un sólido matrimonio. Adelante —utilice estas sugerencias o su propia imaginación. Luego ¡vea los resultados!

CUIDANDO A NUESTROS HIJOS



LA BUENA PLATAFORMA DE LANZAMIENTO

Los niños reciben muchas influencias fuera de casa, pero la más duradera es la que ejercen sobre ellos sus propios padres. El hogar es la verdadera catapulta para que los hombres y mujeres ingresen al complejo mundo que nos toca vivir. Esa es la legítima plataforma de lanzamiento. Hay muchos padres que se lamentan por no tener buena relación con sus hijos adolescentes o jóvenes, y eso es muy triste. La buena inversión en la niñez facilita mucho el tiempo más difícil que viene después.

PRINCIPIOS AL ALCANCE DE LA MANO

Quiero ofrecerle algunos puntos que han ayudado a muchos padres, pero más a sus muchos hijos, para llegar a ser felices, responsables e independientes. Son principios viejos y probados hasta me animaría a decir: «infalibles», y que están al alcance de todo padre que tiene verdadero interés en el futuro de sus hijos.

  1. ¡ÁMELOS! Para muchos padres esto parece algo tan obvio que suena a infantilismo, pero los niños no lo piensan así. Una de las principales causas por las cuales los adolescentes huyen de sus hogares a destruir sus vidas por la droga, o los intentos de suicidio o abandonarse a la desidia, es debido a su sentimiento de que no son amados. No estamos hablando de malcriarlos o sobreprotegerlos, sino de mostrarles cariño, la sonrisa oportuna en el diario vivir, el pequeño regalo sin motivo especial. Esos factores representarán para ellos un gran apoyo en su maduración.

  2. AYÚDELOS A AMARSE Y VALORARSE A SÍ MISMOS: Cultive la autoestima de ellos. Sin autoestima, los niños se frustran, se paralizan emocionalmente, se abandonan. Si ellos sienten que usted no cree que puedan hacer nada bien, eso harán: Nada. En cambio, si tienen un concepto muy positivo de sí mismos, lograrán maravillas.Es muy difícil entablar relación con personas que parecen llevarse el mundo por delante debido a un autoconcepto muy inflado, pero que triste es ver a hombres y mujeres que son estériles en la vida, porque siempre pensaron que servían poco.

  3. DESAFÍELOS: Incúlqueles la aceptación de retos y desafíos. Los niños que experimentan triunfos y alcanzan cosas difíciles son aquellos a quienes se los ha estimulado para que hagan su mejor esfuerzo; para que exploren terreno desconocido y vean en sus propios errores oportunidades para madurar. En cuanto prueban el sabor del éxito, generalmente se esfuerzan por obtener más. Pero tenga cuidado; desafíelos a cosas que deban esforzarse, pero que estén de acuerdo a sus capacidades y posibilidades. Recuerde que son niños. Aliéntelos.

  4. ENSÉÑELES A TRABAJAR: Los niños no deben sostenerse con el sudor de su frente, pero si deben aprender poco a poco la necesidad de trabajar y ganar su sustento. Hay muchas tareas en la casa que ellos pueden y deben hacer. Renovar la bolsa de residuos, juntar hojas secas del piso, regar plantas no a los otros hermanos, acomodar sus camas, lavar la vajilla si ya tienen una edad suficiente, etcétera. Pero no los sobrecargue de responsabilidades.

  5. ESCÚCHELOS: Cuando se desarrollan las comidas en que toda la familia está junta, no acapare el tiempo con sus propios temas. Dé lugar a los niños a hablar, en especial de los temas que a ellos les interesan. Siéntese a charlar con ellos unos minutos todos los días. Una buena ocasión es la hora de acostarse, por ejemplo. Escúchelos sin que la televisión o el periódico interfieran. Sólo escúchelos y haga que ellos los escuchen a ustedes. La mayoría de los padres de familia no suelen dedicar suficiente tiempo a intercambiar impresiones con sus hijos, aunque esta podría ser la clave para establecer una buena relación entre padres e hijos. Escucharlos y prestarles una atención comprensiva es el mejor regalo del amor paterno y materno. Algunos padres confunden esto y escuchan a sus hijos, pero terminan dando su «eximio comentario» a cada cosa que el niño dice. Muchas veces el padre deberá emitir un juicio de apreciación, pero no siempre debe culminar cada tema con sus «profundas acotaciones». Escuchar a los niños es eso: escuchar. Entonces el niño sabrá que tiene un amigo, una amiga. Si esta comunicación no se establece desde la tierna edad, cuanto más mayores sean sus hijos, más difícil resultará que se confíen a ustedes.

  6. NO REHUYA NINGÚN TEMA: Sus hijos deben poder tener la confianza para hablar con usted de cualquier cosa. Sé muy bien que hay temas difíciles, y que uno no quiere apresurar ciertos temas espinosos en mentes tiernas que no están preparadas, pero el mundo les ofrece muchos temas a nuestros hijos sobre los cuales no tenemos control. Entonces pídale sabiduría al Señor y enfrente la situación con la mayor naturalidad posible. Si el niño tiene seis años y le pregunta sobre relaciones sexuales, háblele de eso de la manera menos escandalosa posible, pero no ande con vueltas porque él se dará cuenta al instante.

  7. SEA VERAZ Y COHERENTE: Si alguna pregunta de su hijo toca algún aspecto triste de su historia tal vez usted tuvo hijos son casarse previamente, o cometió hechos de los cuales se avergüenza, no rehuya la verdad. No debe ser tal vez muy detallista ni forzar a que el niño conozca cosas que no necesita saber, pero llegada la ocasión ineludible, con su verdad su hijo aprenderá sobre el valor de la verdad y la valentía de su padre o su madre de no esconder un hecho doloroso o "disfrazar" un pecado.

  8. ENSÉÑELES A TENER RESPETO: La falta de respeto de los menores hacia sus padres y hermanos no debería darse en ningún hogar. Ellos deben respetar a la autoridad. Dios es nuestro amigo y nuestro querido Padre, pero sigue siendo nuestro Dios. Conozco el caso de varios padres que han pasado vergüenza por las actitudes atrevidas y rebeldes de sus hijos. Lamentablemente, ya era tarde para enseñarles el respeto al prójimo y las buenas costumbres para vivir en medio de una sociedad compleja.

  9. RESPÉTELOS: Es muy sano que los hijos respeten a sus padres, pero …¿los tratan ustedes a ellos siempre con respeto, también? «Las reglas morales no se predican, sino que se aprenden con el ejemplo». Un niño aprende a ser respetuoso cuando ha visto y ha gustado el valor de ser respetado. ¿Se ríe usted de sus hijos frente a otras personas? ¿Los ha insultado alguna vez por algún error o equivocación? Tal como la Biblia recomienda, no los irrite. No los atormente con retos abusivos, o faltas de consideración a sus verdaderas necesidades y vivencias. Trate de escuchar antes de emitir una sentencia en alguna pelea entre ellos.

  10. ESTABLEZCA LÍMITES: Las reglas de conducta, cuando son claras y explícitas, proveen de seguridad a las personas, especialmente cuando tiene que encarar valores y estilos de vida diferentes de los suyos. Recuerdo una charla que tuvimos con algunos alumnos adolescentes de mi clase de Escuela Dominical. Algunos llegaron a confiar: «A veces suena vergonzoso decir: -Mi papá no me deja-, pero en muchas ocasiones ha sido más fácil zafarse de una conducta sospechosa diciendo eso a los amigos». Los muchachos y muchachas necesitan saber cuáles son los límites de la conducta aceptable.

  11. AYÚDELOS A INVESTIGAR LOS «POR QUÉ» Los jóvenes de hoy se enfrentan a un mundo cambiante, en el que necesitan poseer nuevos conocimientos y técnicas. ¿Cómo prepararlos? Incítelos a ser curiosos; alimente su creatividad; ayúdelos a adquirir hábitos de estudio y trabajo constantes.

  12. ENSÉÑALES A SER SOLIDARIOS: Procure que se interesen por su comunidad. Los niños son egoístas por excelencia. Ayúdelos a ser sensibles a las vivencias y necesidades ajenas. Si los padres estimulamos ese interés social, daremos un paso importante en la preparación de hombres y mujeres cabales, deseosos de dar más de lo que reciben. Muchos jovencitos pueden involucrarse en programas de ayuda, ser solícitos con los ancianos, atentos para con sus pares, etcétera.

  13. NO ATROFIE SU CRECIENTE AUTONOMÍA: Querrámoslo aceptar o no, los niños serán hombres y mujeres que deberán enfrentar un mundo complejo, difícil y en muchos casos cruel y ofensivo. Deje que se valgan por sí mismos. Es difícil para los padres no intervenir cuando sus hijos se raspan las rodillas, se sienten lastimados por el rechazo de un amigo o no consiguen el papel que deseaban desempeñar en la función teatral escolar. Pero la sobreprotección interfiere en las lecciones que proporciona el trato diario con toda clase de gente. El objetivo de todos los padres de familia debería ser formar personas independientes, responsables y armadas de confianza en sí mismas. Anímelos a seguir adelante, no dando demasiada importancia a los problemas circunstanciales.

  14. PRESÉNTELES AL MEJOR PERSONAJE DE LA HISTORIA: Haga su parte para que Dios esté presente en sus vidas. Si su hijo se encuentra con Dios, su vida estará en el verdadero camino. Mientras eso no ocurra, el muchacho o la muchacha no sintonizarán la verdadera filosofía de la vida, según el Creador nos hizo.

  15. OREN JUNTOS Y LEAN LA PALABRA EN FAMILIA, traten de compartir conversaciones espirituales, recordando a la familia el amor de Dios, así como la preocupación que Él tiene por cada uno de nosotros. A través de una experiencia con Dios, los jóvenes sabrán que en la vida hay algo más que la mera obligación de tratar al prójimo como nos gustaría que él nos tratara. Esteban, uno de los alumnos de mi clase, nos había contado sobre una fiesta a la que lo habían invitado algunos de sus compañeros de colegio. Habían invitado a algunas muchachas también. Luego de una hora de escuchar música, sus amigos comenzaron a pasar a los dormitorios con las chicas, aprovechando que los padres del dueño de casa no estaban. Fue allí cuando, pese a las burlas, Esteban se retiró de la fiesta. Ese domingo, en clase, él confesó: «Recuerdo que mi padre nos advirtió a mi hermano y a mí que el sexo no es una diversión, sino un regalo que Dios nos hace para que lo compartamos con una compañera muy especial. Entonces no entendimos bien a qué se refería, pero recordé sus palabras la noche de la fiesta».

  16. RETÍRESE Y ORE EN PRIVADO POR ELLOS: Clame al Señor y acompañe en oración a sus hijos por el sendero de la vida. Ruegue por sus vidas, sus estudios, sus amigos, sus futuras relaciones. Preséntelos diariamente frente al Señor, para que Él tenga cuidado de ellos. Y Dios le acompañará en el trabajo paterno, lo instruirá, lo consolará en los momentos difíciles y lo animará con su Espíritu.

QUIERO Y NO QUIERO


Quiero anunciar el mensaje cristiano considerando siempre su contexto histórico, no menospreciando la secuencia del relato leído, y sólo haciendo aplicaciones responsables.

No quiero oír, aprobar, o estar de acuerdo con predicaciones temáticas en donde el texto bíblico es apenas utilizado como pretexto para hacer afirmaciones irresponsables de bendiciones, portentos y milagros.

Quiero estar siempre abierto al soplo del Espíritu. Él puede visitar mi vida, familia, iglesia y nación como lo desee. Reconozco que las intervenciones de Dios suceden de acuerdo a su discreción. Él puede tanto entrometerse en el transcurso de la historia, como lo hizo en algunas circunstancias, como puede mantenerse escondido y en silencio, como prefirió en otras.

No quiero manipulaciones de lo sagrado para demostrar la presencia de Dios. No quiero intentar «ajustar» los actos divinos a las expectativas de auditorios ávidos por señales venidas del cielo. Si Dios prefiere que mi fe se base apenas en el testimonio de hombres y mujeres del pasado, me quedo satisfecho, sin exigir ninguna manifestación sobrenatural.

Quiero ver a la iglesia actuando mejor en la política. Entiendo que es el deber de toda religión la defensa de la justicia. Quiero que se abogue por los pobres (representados por huérfanos y viudas), se asuman posturas sobre los sutiles engranajes de la muerte, y se sepa discernir el peligro del «mundo». Quiero ver a la iglesia haciendo Política (así mismo, con «P» mayúscula).

Si Dios prefiere que mi fe se base apenas en el testimonio de hombres y mujeres del pasado, me quedo satisfecho, sin exigir ninguna manifestación sobrenatural.

No quiero participar de campañas de candidatos «oficiales» de ninguna institución. No tolero que algunos pastores todavía piensen que las iglesias necesitan de representantes electos. No quiero tener «muchachos de los mandados» en las cámaras y las asambleas. No quiero hacer política (con «p» minúscula). No quiero disputar por el poder.

Quiero andar el largo camino del discipulado, ayudando a hombres y mujeres a forjar sus vidas siguiendo los pasos de Jesús. Quiero fundar mi predicación en los principios bíblicos que integran a las personas. Deseo profundizar mi percepción acerca de la manera en que el Evangelio orienta la vida en la tierra. Quiero ver a los cristianos experimentando una bella calidad de vida aquí, antes de partir hacia el cielo.

No quiero buscar atajos para la madurez. No quiero formulas fáciles para nada. No quiero paquetes venidos del exterior que, bajo la pretendida fama de ser «principios transferibles», lograrán mágicamente resolver los problemas conyugales, las enfermedades y las disfunciones familiares. No quiero una espiritualidad disgregadora, que no tiene pie sobre la tierra. No quiero respuestas piadosas a las angustias humanas y no quiero que las personas esperen por el paraíso para comenzar a vivir.

Quiero caminar con gente que reconozca sus defectos, sepa conversar sin espiritualizar y demonizar los asuntos abordados y me permitan reír y llorar. Quiero ser amigo de los que lloran el dolor del mundo porque notan en él su propio mundo de dolor.

No quiero andar con religiosos que gusten de frases hechas. No quiero vivir con quien se esconde del sufrimiento humano con muletillas teológicas. No quiero más estar en ambientes y reuniones que no desborden para la vida.

Quiero ser amigo de Dios y de hombres y mujeres que aman la paz. Quiero ser más simple de lo que soy, quiero ser más sensible de lo que puedo lograr, quiero ser menos codicioso de lo que siempre fui. Quiero vencer la vanidad que alimenté en falsos espejos.

No quiero perder mi alma en nombre de la religión. No quiero dejar ir por la alcantarilla los pocos años que aún me quedan. No quiero un día lamentar haber perdido la vida queriendo encontrarla.

CAMBIO DE PERSPECTIVA


Durante los siglos anteriores se entendió a la misión en una variedad de maneras. Se la interpretó como el salvar a los individuos de la condenación eterna. Otros la entendían en términos culturales, tales como introducir a las personas del oriente o del sur a las bendiciones y privilegios del occidente cristiano. Muchas veces fue percibida en categorías eclesiásticas, como la expansión de la Iglesia o de una denominación específica. A veces se la definió con referencia a la historia de la salvación, como el proceso por el cual el mundo, de manera evolutiva o por un cataclismo, se transformaría en el reino de Dios.

Karl Barth fue uno de los primeros teólogos en articular la misión en términos de una actividad de Dios mismo. Entendió la misión como algo derivado de la misma naturaleza de Dios. Esto la colocó en el contexto de la doctrina de la Trinidad, no de la eclesiología o la soteriología. La doctrina clásica sobre la missio Dei (misión de Dios) como Dios Padre enviando al Hijo, y Dios Padre y el Hijo enviando al Espíritu Santo se amplió para incluir un «movimiento» más: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo enviando a la Iglesia al mundo.

«La Iglesia se encuentra al servicio del movimiento de Dios hacia el mundo»

La misión es de Dios y el énfasis en la cruz impide cualquier posibilidad de comodidad misionera. La misión es un atributo de Dios. Dios es un Dios misionero. Se concibe la misión, entonces, como un movimiento de Dios hacia el mundo; se concibe a la Iglesia como un instrumento para esa misión. Existe la Iglesia porque existe la misión, y no al revés. La Iglesia es misionera por su misma naturaleza porque «su origen está en la misión del Hijo y del Espíritu Santo». Participar de la misión es participar en el movimiento del amor de Dios hacia las personas, porque Dios es fuente de un amor que envía.

«La Iglesia se encuentra al servicio del movimiento de Dios hacia el mundo». En su misión, la Iglesia testifica la plenitud de la promesa del reino de Dios y participa en la continua lucha de este reino contra los poderes de la oscuridad y el mal.

El concepto «missio Dei» nos ayuda para articular la convicción de que ni la Iglesia ni ningún otro agente humano pueden considerarse como el autor o portador de la misión. La misión es primera y finalmente la obra del Dios trino, Creador, Redentor y Santificador, por causa del mundo; un ministerio en el cual la Iglesia tiene el privilegio de participar. La misión nace en el corazón de Dios. Dios es fuente de un amor que envía. Este es el sentido más profundo de la misión. Es imposible penetrar más allá; existe la misión sencillamente porque Dios ama a las personas.

«Por lo tanto nos acercarnos a definir la misión de Dios (missio Dei) cuando el pueblo de Dios cruza intencionalmente barreras de iglesia a no iglesia, de fe a no fe, para proclamar por palabra y acción el advenimiento del reino de Dios en Jesucristo, a través de la participación de la Iglesia en la misión de Dios de reconciliar a las personas con Dios, consigo mismas, unas con otras, y con el mundo, y reunirlas en la Iglesia a través del arrepentimiento y la fe en Jesucristo por la obra del Espíritu Santo con miras a la transformación del mundo como una señal de la venida del reino en Jesucristo» (Chuck Van Engen).

La obra misionera en relación a la misión de Dios

El Antiguo Testamento fue la Escritura de los primeros apóstoles. Es el trasfondo de la mayoría de los conceptos y doctrinas de los escritores del Nuevo Testamento que definía la vida de la iglesia del primer siglo, es decir la misión. El mensaje del Antiguo Testamento es misionero en sí. El hilo que corre a lo largo del Antiguo Testamento es el deseo de Dios de salvar todas las naciones. La misión es el elemento que une y da sentido a los treinta y nueve libros. El mensaje del Antiguo Testamento está referido a la misión transcultural, integral y profética.

El Pentateuco revela el propósito original de Dios para la humanidad, es decir, el ideal: Génesis 1 y 2, es universal e integral. Luego relata la caída, la entrada del pecado y sus efectos (Gé 3–11) de alcance universal e integral. Finalmente registra la propuesta de Dios en la misión de Israel (la solución), que es universal, integral y profética.

El horizonte de la misión es transcultural, tiene que ver con la salvación a todas las naciones.

Génesis 12.1–3 expone el principio de la respuesta que Dios va a dar al contexto de pecado. Va a establecer un pacto, construir una relación, con un hombre y su familia de entre todas las naciones. Primero lo separa del resto de la comunidad humana: «deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre» (v. 1), le promete una tierra (v. 1), construir una relación de bendición, de protección, de confianza y de obediencia (v. 2), y formar una nueva comunidad (una nación grande, v. 2). Básicamente Dios le promete a Abram todo lo que el ser humano había perdido en la caída. En este sentido, Israel se convierte en un paradigma, un microcosmos del mundo. Lo que no se había logrado con toda la humanidad, Dios lo estaba creando con un hombre y su familia. Dios enfatiza el horizonte universal, anuncia que por medio de Abram todas las familias de la tierra serán bendecidas. Orlando Costas describe la elección de Israel como «un llamamiento al servicio de las naciones». En el particularismo de la elección radica el propósito universal en la bendición.

Israel y los profetas

El problema de Israel es que no cumplió con su misión de ser ejemplo para las naciones. Pensaba que su elección era un privilegio exclusivo, que Dios era su Dios y no el Dios de todo el mundo, que podían vivir en la manera que se les antojara y todavía así recibiría la aprobación de Dios, que la religión externa era suficiente para agradar al Señor. Esta mentalidad provoca la entrada del elemento profético en la historia de Israel.

Es muy importante entender que el ministerio profético en el Antiguo Testamento descansa en el pacto y especialmente en la renovación de este registrada en Deuteronomio. La voz profética es «volvamos al desierto», volvamos a depender de nuestro Dios, a reconocerlo. Somos reino de sacerdotes y nación santa a las naciones. Deuteronomio contiene las bendiciones y las maldiciones del pacto (caps. 27–28). «Si realmente escuchas al Señor tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, el SEÑOR te pondrá por encima de todas las naciones» (28.1 - NVI). Con la obediencia vienen las bendiciones. Estar «por encima de todas las naciones» es un concepto misionero (Ex 19.5). Es ser un especial tesoro para bendecir a las naciones. «Pero debes saber que si no obedeces al SEÑOR tu Dios ni cumples fielmente todos los mandamientos y preceptos que hoy te ordeno, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones» (28.15 - NVI).

La Biblia entera muestra el plan de Dios de reconciliar el hombre consigo y comunicar su gloria a todas las naciones.

El deseo del Señor es que todas las naciones lo conozcan. Israel debía ser el modelo (una fuerza centrípeta y centrífuga), pero fracasó. Dios envía a sus profetas para que Israel vuelva al pacto, a la ley, y que anuncien lo que ha de pasar si no obedecen. El horizonte final es bendecir a todas las naciones y que sepan que el Señor es Dios. El horizonte de la misión es sumamente transcultural, es decir, tiene que ver con la salvación y la bendición a todas las naciones.

¿Por qué participar en la misión de Dios?

…porque Dios es un Dios de amor / la misión es de Dios/ el propósito es de Dios.

…porque es lo que somos —somos elegidos para servir, somos el instrumento de Dios para la bendición de las naciones.

…porque nos encontramos a nosotros mismos en tanto participemos como instrumentos del amor de Dios para todas las naciones.

…porque somos especialmente escogidos para participar en la misión de Dios.

Reflexiones

La Biblia entera muestra el plan de Dios de reconciliar el hombre consigo y comunicar su gloria a todas las naciones. La Iglesia es el instrumento de Dios para llevar a cabo su plan. La misión de Dios es un atributo de Dios mismo que se expresa en su accionar por redimir a la humanidad, e invita a su Iglesia a participar.

La misión es transcultural (universal) e integral. La misión integral sin ser universal se convierte en localismo. Ocuparnos de la gente cercana pero no de la gente lejana es etnocentrismo y egoísmo. En el otro lado, la misión universal sin ser integral se convierte en proselitismo. Corremos el riesgo de ocuparnos únicamente del aspecto religioso, personal, interno, y dejar de lado los otros aspectos de la vida de la gente. En el Antiguo Testamento, la misión se extiende a todas las áreas de la vida y a todas las naciones.

«La acción sin reflexión es fanatismo en movimiento pero la reflexión sin entrega es la parálisis de toda acción»

La encarnación del Hijo es el modelo para la misión de la Iglesia. En su encarnación, Jesús se identificó con la humanidad pecadora, se solidarizó con ella en sus aspiraciones, angustias y debilidades, y la dignificó como creación hecha a imagen de Dios. La Iglesia está llamada a encarnar su misión al estilo de Jesús.

Debemos anhelar y desear que la Iglesia de Jesucristo sea plantada en todas las etnias como expresión y anticipo del reino de Dios; pero el reino de Dios es mucho más que la Iglesia, por lo tanto su entendimiento misional debe abarcar todos los aspectos de la vida.

Existe un reino y un rey que quiere ser Señor. «Jesucristo es el Señor» y su deseo es que los ciegos vean, los tristes tengan gozo, los paralíticos caminen, los que carecen de ropa y alimento los tengan, que se practiquen la justicia y el amor como señal del Reino (Lucas 4.18–19 y Mateo 9.35–36).

Espero, finalmente, que no caigamos en lo que muchas veces ha señalado John Stott: «La acción sin reflexión es fanatismo en movimiento pero la reflexión sin entrega es la parálisis de toda acción». Dios llama a todos los creyentes a participar y comprometerse en su misión.

HABLA, REINA MADRE


Resultado de imagen para madre e hijo siluetaUna madre le está hablando a su hijo; una madre sin nombre de un rey poco conocido. Se trata de la madre del rey Lemuel, de Massá, en Arabia, y las palabras están registradas en Proverbios 31.1–9. Ese pasaje de la Biblia es fascinante porque se origina en una mujer, una mujer gentil, no perteneciente al pueblo de Israel. Pero ese es otro asunto. ¡Escuchémosla primero!

En el período del antiguo Testamento, y también en las naciones vecinas, el papel del padre en la educación del hijo era de suprema importancia, y normalmente la función de la madre era solamente reforzar aquello que el padre enseñaba. Buenos ejemplos de esto ocurren en Proverbios 1.8 —«Hijo mío, oye la enseñanza de tu padre y no dejes la instrucción de tu madre». Es probable que el esposo de esta «reina madre» ya hubiese fallecido. De cualquier manera ella se lanzó a la tarea de orientar a su hijo que se encontraba en una posición muy importante —el futuro de la nación dependía de su desempeño— Entonces, ¿cómo valorar la instrucción dada? ¿Qué podemos aprender de esta mujer?

En el versículo 2, observamos cuánto ella amaba a su hijo: «Hijo mío … hijo de mi vientre». Evidentemente ella lo había consagrado a Dios, pues lo describe como «hijo de mis votos». De hecho, el nombre dado, Lemuel, significa perteneciente a Dios. Y, movida por ese amor tan intenso por su hijo, lo orientó sin importar la posición de él. Ella es quien tenía la experiencia de vida que los años proporcionan; así, consiguió detectar las áreas donde él precisaba de más ayuda.

Antes de considerar esas áreas, unas observaciones simples. A veces, esas madres sin nombre, madres amorosas, creyentes sinceras, con tanta facilidad se pasman al ver el diploma universitario de la hija, o se intimidan por la posición del hijo en una gran empresa. Se pasman, se intimidan y paran de orientar. Cohibidas, ¡piensan que una universidad nos enseña a vivir la vida como realmente es! Si ellas supiesen lo que pasa en realidad, las tonterías que se hablan en un aula, se llenarían de coraje, pedirían al Señor las palabras necesarias, el momento oportuno e irían adelante.

Háblele a su hijo de la indisciplina, de la desgracia que para miles y miles. ¡Hable, mujer! ¡Y no se olvide de vivir de acuerdo a la Escritura! ¡No se esconda detrás de la disculpa trillada de «yo no sé qué decir»; o «ellos ya están formados y no lo necesitan»! Tampoco se calle porque su esposo sea fiel a la tarea de orientar. Recuerde que el nombre de la madre de muchos de los reyes del Antiguo Testamento aparecen en el texto bíblico (1Re 1.11–13; 2Re 15.2; 18.2; 2Cr 15.16, y otros), justamente porque ellas ejercieron un papel preponderante en el desempeño de sus hijos, para bien o para mal. En su caso particular no tiene que ser diferente.

Esa madre sabia que nos ocupa trabajó varias áreas donde la experiencia confiere una autoridad innegable. Primero ella trabajó el área de la disciplina personal, y dio su aviso contra la inmoralidad sexual —«No des a las mujeres tu fuerza, ni tus caminos a las que destruyen los reyes» (Pr 31.3)— refuerza la enseñanza de otros pasajes, como, por ejemplo, Proverbios 5.7–23. Llama la atención la franqueza y su abordaje sin rodeos. Cuánta fuerza moral, cuánta fuerza emocional, cuánta fuerza espiritual y fuerza física (¡que lo diga un infectado de VIH!).

¿No se disipan nuestros países, inclusive nuestras iglesias, debido a la indisciplina personal y la inmoralidad? ¿Cuántos jóvenes con tanto potencial no perderán el camino por esta causa? Destruidos en su vida académica, financiera, profesional, espiritual —para no hablar de otras consecuencias, el luto de las madres solteras, una generación que crece sin saber lo que es tener un hogar dirigido por un padre y una madre casados, una generación que crece en las calles de nuestras grandes ciudades. ¡Esta es una instrucción clara, sabia e imprescindible! No podemos jamás renunciar a nuestra responsabilidad, pensando que la educación sexual en las escuelas, la educación informal de los compañeros o las telenovelas van a ser suficientes. Toda orientación aunque sea escasa, cuando no está de acuerdo con la Biblia, es inoportuna. ¡Tome coraje! ¡Hable, mujer! Hable como esa madre que hace tanto tiempo habló.

Pero ella no paró allí. Una alusión a las bebidas alcohólicas es relevante. Aunque hoy, muchos, desesperados —«los que perecen», los «amargados de espíritu» (Pr 31.6)— se anestesian de los dolores de la vida en los clubes, en las fiestas sociales, en los millares de barcitos, o aun en casa. Con buena percepción, la madre de Lemuel comenta aquello que lleva a tantos a caer en esto: «para que se escapen de su pobreza y no se acuerden más de sus fatigas» (Pr 31.7), sin mencionar el número creciente de accidentes provocados por aquellos que, bebidos, «se olvidan de la ley» (Pr 31.5). La situación es igualmente seria. Con las consabidas disculpas nos mantienen callados: «los jóvenes de hoy en día son así», «todos beben, aun sé de un dirigente de la iglesia que tiene un bar en la sala». ¡Dígale la verdad a su hijo! Háblele de la indisciplina, de la desgracia que la bebida trae para miles y miles. ¡Hable, mujer! ¡Y no se olvide de vivir de acuerdo a la Escritura!

En segundo lugar, ella abordó cuestiones ligadas a la esfera pública. La mamá de Lemuel estaba orientando a un rey, al líder de una nación. No piense, que por esto sus palabras no tienen nada que ver con usted. Al final, por ahí afuera van mujeres criando los futuros líderes de nuestros países, lavando su ropa, haciendo su comida, disciplinando, jugando, trasmitiendo valores —tal vez usted sea una de ellas. ¿Ya pensó en esa posibilidad? Asusta, ¿no? Pero, aunque sus hijos no lleguen a dirigir una nación, necesitan una orientación que los ayude a ser buenos ciudadanos, para el bien común. Los valores sociales aquí esbozados son válidos para todos, en todas las épocas.

Aunque sus hijos no lleguen a dirigir una nación, necesitan una orientación que los ayude a ser buenos ciudadanos, para el bien común.

«Abre tu boca a favor del mudo, por los derechos de todos los que se hallan desamparados» (Pr 31.8). Esa orden no es sólo una vindicación de un trabajo serio, intérprete entre sordos y mudos. ¡Ojalá tuviésemos más personas, más creyentes que se preocuparan por ellos! La palabra mudo se refiere, ante todo, a aquellos que no cuentan con alguien que hable a su favor, quien reivindique sus (a veces pocos) derechos. Podemos incluir aquí huérfanos, viudas, niñas y niños de la calle, limitados físicos…

Cómo impresiona el testimonio de Job que «hacía de ojos para el ciego, y de pies para el cojo. De los necesitados era padre, y aun la causa de los desconocidos examinaba» (Job 29.15–16). ¿Qué tal comenzar a trasmitir valores de verdadera compasión a los hijos? El mundo actual es tan cruel con su filosofía de «cada quien por su lado», «ese no es mi problema, gracias a Dios». Mas sepa que, gracias a ese mismo Dios, el problema es suyo. El Señor anda por el patio de nuestra casa, por el estacionamiento del condominio donde vivimos, preguntando: «¿Donde está tu hermano?» (Gn 4.9) Ese «no sé» de Caín a toda su indignación no valdrá de nada. Las universidades y escuelas no enseñan esa compasión de Cristo y de Job. Cursos acerca de la «Sociología de la miseria» no son la misma cosa.

Queda, todavía, otro grupo enorme de mudos. Son los que no nacieron y que nunca nacerán; los que fueron abortados. ¿No será hora de asumir el desafío, la desgracia de ese aspecto de la realidad nacional y mundial aún con más ahínco como madres cristianas, como madres creyentes, pues el problema está en la iglesia también? ¡Hable mujer a sus hijos e hijas de todo ese cuadro social doloroso! Ayúdelos a sentir el dolor del pueblo, la tragedia de todos aquellos que se hallan desamparados.

Ese cuadro social también incluye pobres y desamparados (Pr 31.9). Mucho se ha hablado de esa realidad tercer-mundista y quedamos casi anestesiadas, no sentimos más la injusticia de una situación de tamaña desigualdad.

Pero, la madre de Lemuel orientó a su hijo para tener una actuación definida, concreta…«haz justicia a los pobres y a los desamparados». Ella no estaba incentivando a su hijo hacia ninguna política de izquierda —considere que en todo el pasaje no hay ninguna orientación sobre cómo guardar las fronteras nacionales, sobre el ejército y su tamaño, sobre los tipos de castigo que deberían aplicarse o sobre el nombre del primer ministro.

Ayúdelos a sentir el dolor del pueblo, la tragedia de todos aquellos que se hallan desamparados. Orientar bíblicamente no es la misma cosa que andar arengando porque «los jóvenes ya no aguantan más las mismas salidas». Hay principios de justicia que son universales porque son bíblicos y este es uno de ellos. ¡Hable, mujer! No se esconda detrás de las viejas disculpas: «La gente ya no sabe por qué partido político votar», «el problema es del gobierno», «ya lo intentamos pero los pobres siguen en las mismas; no quieren mejorar», «una vez pobre, siempre pobre». La Biblia insiste: «Abre tu boca, juzga rectamente».

¿Será que nuestros países necesitaban ser como son? ¿Esa multitud de necesitados va creciendo y creciendo sin que digamos nada, sin que hagamos nada, nunca? Hable, mujer, por amor a Dios, por amor a todo su pueblo, por amor a su propio hijo. El egocentrismo es la esencia misma del pecado y ninguna madre amorosa va a querer que su hijo viva en pecado, por el contrario como la madre de Lemuel, será celosa con el hijo que tanto quiere, orientándolo sabiamente. ¡Feliz Lemuel que tuvo una madre así! Hable usted, mujer y «sus hijos se levantarán y la llamarán dichosa» (Pr 31.28).