BUSCANDO A DIOS

“De un solo hombre hizo él todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha señalado el tiempo y el lugar en que deben vivir, para que busquen a Dios, y quizá, como a tientas, puedan encontrarlo, aunque en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros.” Hechos 17:26-27 

No es raro encontrar que las personas pasen mucho tiempo, tal vez una vida entera, buscando a Dios. Y esa búsqueda es natural y buena, pues la propia Biblia apunta a ella como la razón por la cual fuimos creados, en un momento del tiempo y para vivir en un lugar sobre la tierra, se nos colocó allí para buscar a Dios y quizá como a tientas poder encontrarlo. Y realmente es para los seres humanos una búsqueda a tientas, llena de dudas e incertidumbre. Como valiéndonos del tacto intentamos reconocer cosas en la oscuridad que nos lleven a Dios, caminos que nos conduzcan a él, rituales que nos permitan sentirle más cerca. 
La Biblia en Hechos 8 nos relata la historia de alguien que estaba en esa búsqueda. El funcionario etíope era un hombre acomodado de su tiempo, como tesorero de la reina de Etiopía gozaba de reconocimiento y poder en su país. En lo material nada le faltaba, rico en posesiones y honores, pero pobre en conocimiento de Dios, despojado y vacío en lo espiritual. En búsqueda de ese Dios deja su tierra, sube a un carro y recorre en caravana por el desierto durante semanas los aproximadamente 3.000 kilómetros que separan su tierra natal de Jerusalén. 
El pasaje nos relata que había ido hasta allí para adorar a Dios, sin embargo no había podido encontrarlo en aquella ciudad, ni en su templo, ni entre su gente. En su afán por encontrar a Dios el funcionario etíope se hace de un rollo conteniendo una porción del Antiguo Testamento, el libro del profeta Isaías. No era sencillo poseer un rollo en aquella época, escritos a mano en idioma hebreo, y muy costosos, no estaban al alcance de cualquiera, sin embargo Dios lo pone en manos de un hombre que le busca. Ya de regreso a su país, sentado en su carro, el funcionario etíope lee pero no entiende, una y otra vez recorre los pasajes y se pregunta: ¿de quién habla el profeta? El Dios que no está lejos y que todo lo sabe le envía a Felipe, quién acercándose al carro escucha la lectura de una porción del libro de Isaías: «Fue llevado como una oveja al matadero; como un cordero que se queda callado delante de los que lo trasquilan, así tampoco abrió él la boca. Fue humillado, y no se le hizo justicia; ¿quién podrá hablar de su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.» Hechos 8:32-33 / Isaías 53:7-8 Felipe le preguntó: ¿Entiende usted lo que está leyendo? El etíope le contestó: ¿Cómo lo voy a entender, si no hay quien me lo explique? Subiéndose rápidamente al carro, Felipe le explica lo que recientemente había acontecido en Jerusalén y que la profecía de Isaías escrita hacía más de 700 años por aquellos días referían al propio Jesús, anunciándole de esta manera la buena noticia del evangelio. El funcionario etíope que volvía a casa después de una búsqueda infructuosa termina encontrando a Dios en el único en el cuál Dios puede ser encontrado: en la persona del Señor Jesús. 
Ya no es una búsqueda a ciegas, pues el propio Cristo viene a ser luz que ilumina el entendimiento, quita el velo de oscuridad y deja fluir la luz de la verdad. El funcionario etíope reacciona conforme a lo que acaba de entender y decide creer, manda a detener el carro y se deja bautizar en un curso de agua a la vera del camino. La historia concluye con un hombre que sigue su camino lleno de alegría, pues la meta de su paso por la tierra acababa de ser cumplida para él. No busques a Dios fuera de Jesucristo, pues Dios lo ha puesto como camino a Él, nadie puede llegar a Dios si no es por medio del Hijo (Juan 14:6). 
No busques a Dios en templos o lugares sagrados, pues Dios no vive en templos hechos por mano de hombre (Hechos 7:48-50). No necesitas emprender viajes lejanos para encontrarlo, pues Dios no está lejos de cada uno de nosotros, en Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hechos 18:28). No busques a Dios en las cosas creadas, pues Él hizo el mundo y todas las cosas que hay en él y es Señor del cielo y de la tierra. (Hechos 17:24). No busques a Dios en ritos o religiones, pues ¿quién puede abarcar o encasillar a un Dios eterno? (Salmo 139:17). 
Busca a Dios en su Palabra, la Biblia es Su revelación para los hombres, su tema central es Cristo, todo su contenido apunta a un mismo tema: nuestra salvación en Jesucristo, el pago de la deuda, el costo de habernos comprado, el amor que supera todo entendimiento y el verdadero sentido de nuestras vidas.

TU CRECIMIENTO ES GRADUAL E INEVITABLE


El crecimiento espiritual es constante. Nos parece imperceptible porque no podemos verlo, pero Dios está haciendo algo y, en medio de lo que Dios está haciendo, tenemos que entender que el crecimiento espiritual es un crecimiento constante.
No hay tal cosa como que un día tú te acuestas y te levantas y, al otro día, está la planta. No hay tal cosa como eso. Sabemos que ha tenido que crecer poco a poco. Ante nuestros ojos, parece imperceptible, pero no ha dejado de ser constante.
Cada día que tú vas a tu iglesia y te sientas a escuchar palabra, Dios te añade un poquito más. Cada momento que separas de oración, Dios te añade un poquito más. Cada canción que ministra a tu corazón, a tu alma, a tu cuerpo, a tu espíritu, a tu mente, Dios te añade un poquito más.
Si Dios te diera todo lo que te va a dar de momento, quizás no podrías sostenerlo, pero él te añade poquito a poquito, un día tras otro. Por eso te acuestas y te levantas, y no sabes que está sucediendo algo y, en realidad, todos los días Dios te añade algo, porque cada día trae su afán, pero también Dios trae la bendición, la prosperidad, trae mayor revelación, mayor sabiduría, trae una palabra correcta en el momento correcto sobre tu vida.
Aunque tu crecimiento espiritual ha parecido imperceptible ante tus ojos, no deja de ser constante, y para Dios es inevitable.
La biblia dice que las bendiciones te alcanzarán, porque, aunque tú no tengas expectativas sobre tu vida, Dios tiene expectativas sobre tu vida. Aunque tú pienses que no tienes propósito, y no tengas dirección, y no sepas hacia dónde va a ir tu vida, eso no quita el hecho de que Dios tiene un plan especial contigo, y lo que él ha dicho que ha de hacer, para ti ha sido imperceptible, no lo puedes ver, pero, para él, es inevitable.
Cuando una semilla es sembrada en la tierra, lo único que puede pasar es que esa semilla crezca y dé su fruto. De la misma manera, cuando se añade un nuevo hijo a la familia de la fe, lo único que puede pasar es que cada día tú te parezcas más a tu Padre, que te parezcas más al Dios al que tú le sirves, que cada día des más testimonio de él, de su bendición, de su prosperidad.
A lo mejor tú no has visto el progreso en tu vida, pero el que está afuera ha visto el progreso, porque para ti puede ser imperceptible, pero para Dios es inevitable. A lo mejor tú no sabes de dónde va a venir la bendición, tú no sabes de dónde viene la respuesta, pero, aunque tú no sepas cómo ni de dónde, cada promesa que Dios ha dado sobre tu vida, Dios lo va a hacer.
David decía: Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Y pensamos que levantando nuestra vista a Dios, vamos a ver la respuesta. Pues levantes o no levantes tu vista, Dios va a enviar la respuesta, porque lo que tú no puedes ver, para Dios es inevitable. Él no puede hacer otra cosa que bendecirte, él no puede hacer otra cosa que prosperarte, el no puede hacer otra cosa que darte más, sacarte de donde tú estás y llevarte a una nueva posición, a una nueva bendición.
Para Dios es inevitable añadir revelación sobre tu vida, para Dios es inevitable el sanarte, para Dios es inevitable prosperarte, porque eso es lo que él es, eso es lo que él ha trazado, ese es el destino que él tiene para ti y, aunque tú no lo puedas ver, Dios lo va a hacer.
Cada día que tú le has servido al Señor, él ha añadido un poquito más a tu vida. Cada paso que das en tu vida, Dios lo da contigo. 

TODO ME ES LICITO, PERO NO TODO ME CONVIENE


Tu conciencia, una conciencia limpia, justificada, santa, debe saber que todo es lícito, pero que no todo te conviene y que no te puedes dejar dominar por nada.
Aunque te sea lícito ir a fiestas, hay fiestas a las que no te conviene ir. Hay fiestas que han cambiado la vida de una persona. Una mala fiesta ha cambiado la vida de muchas personas, porque en una mala fiesta conocieron a alguien que no debieron haber conocido.

No necesariamente es que sea malo, es que no conviene. Si hay algo que es lícito, pero te quiere dominar, decide que no te vas a dejar dominar por nada.
Tú debes ser dirigido por Dios y, después de buscar a Dios, debes hacer lo que él dice, y debes ser dirigido por tu conciencia. Ahora bien, tu conciencia no debe ser dirigida tan solo por lo que es lícito. Hay gente que quiere determinar lo que es lícito para librar su conciencia. El problema es que puedes librar tu conciencia y tomar muchas malas decisiones porque, siendo lícitas, no convenían y lo que querían era dominarte.
Las decisiones que tomamos en nuestra vida, dirigidos por Dios y dirigidos por una conciencia limpia, santificada y justificada, son las que nos hacen ganar respeto delante de Dios.
Los más grandes problemas que enfrentó David, los enfrentó en aquellas ocasiones en las que hizo aquello que le era lícito, pero que no le convenía. Pero, cuando hizo lo que le convenía, Dios siempre lo apoyó.
Lo que celebramos hoy de José fue que, cuando él pudo haberse acostado con la mujer de Potifar, no lo hizo. Seguramente, de haberlo hecho, el propósito de Dios para la vida de José no se habría detenido, porque Dios mandó a José allí para poder salvar a toda la familia, para poder tener un plan de cuatrocientos años hacia adelante. José era una pieza demasiado importante. El que iba a tener que sufrir las consecuencias de esa mala decisión era José. Dios lo iba a perdonar, pero no es lo mismo vivir bajo el perdón y la misericordia de Dios que caminar con la libertad de tu conciencia de que hiciste lo correcto.
Dios respetó cuando David pudo haber matado a Saúl y no lo hizo. David se contuvo al punto de que, cuando regresó el hombre que mató a Saúl, David lo mandó a matar y luego de preguntarle cómo se atrevía a ponerle una mano encima al ungido de Dios, si él nunca lo había hecho. David tuvo la oportunidad de matar a Saúl y no lo hizo y el mismo Saúl le dijo que David era mejor que él, queriendo decir que, si Saúl hubiese tenido una oportunidad como la que tuvo David de matarlo, él no se habría contenido, sino que hubiese matado a David.
Dios admiraba personas como David, como José, como Abraham, como Pablo. Estas personas cometieron grandes errores, tomaron malas decisiones, pero, cuando estaban en comunión con Dios, tomaban las decisiones correctas, eran dirigidos por Dios y eran dirigidos, no por lo que les era permitido, sino por la conciencia de libertad que les decía lo que tenían que hacer.
Vivir de la manera en que vivieron estos hombres, tiene grandes resultados para tu vida.
La razón por la que la gente no toma decisiones de esta manera es porque prefieren ceder al placer momentáneo y no ven recompensa en vivir una vida dirigida por Dios y dirigida por una conciencia, no de lo que es lícito, sino de lo que conviene.