LO QUE HAY EN TU CORAZÓN

En 1 Samuel 9, se nos narra el momento en que Saúl sale en busca de las asnas perdidas de su padre. Cuando ya estaba por regresar, pensando que su padre estaría preocupado por él, su siervo le dice que había un vidente, o un profeta, que seguro podría darles luz con relación a las asnas. Saúl se presenta, entonces, delante de Samuel y, antes que pudiera preguntarle cualquier cosa, Samuel le dice que suba a comer con él y, en la mañana, le descubriría lo que había en su corazón, el corazón de Saúl. Y añadió: Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque se han hallado.
¿Qué había en su corazón? Saúl salió buscando las asnas de su padre, y dijo que por esto preguntaría al vidente. Sin embargo, al momento del encuentro, el profeta le dice el paradero de las asnas. Entonces, ¿qué le descubriría en la mañana siguiente?
Lo que Dios le iba a revelar a Saúl no eran las asnas. Las asnas eran la excusa para llevarlo a entender la pregunta que él tenía en el corazón. No es que las asnas se hayan perdido para que todo esto pasara. Dios no tenía que poner en angustia al papá de Saúl para decirle que él iba a ser el próximo rey de Israel. Cuando Dios unge a David, el profeta fue a la casa de Isaí; en el caso de David, nada se perdió. Si Saúl era el ungido, el profeta llegaría hasta él de cualquier manera. La palabra llegaría hasta él de cualquier manera. No es hasta que Saúl decide ir donde el profeta, que entonces Dios le avisa a Samuel que al próximo día vendría a él el próximo rey de Israel; no cuando se le pierden las asnas.
El evento de las asnas no fue lo que llevó a Saúl delante del profeta, ni lo que hizo que el profeta recibiera la revelación de que Saúl sería el próximo rey. Fue la intensión de Saúl de escuchar de Dios, de buscar algo de parte de Dios que estaba en su corazón y que nadie más podía entender.
Hasta que Dios no te descifre lo que hay en tu corazón, estarás persiguiendo asnas perdidas.
Entiende que las asnas son la excusa. Ellas no te van a llevar al profeta y a recibir la revelación de Dios. Lo que te lleva al profeta, a la revelación, es la intensión de recibir dirección de Dios.
El siervo no le dice: Vamos donde el profeta para ver dónde están las asnas. El siervo le dice: Vamos donde el profeta para que nos diga por qué salimos. “Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino.”
El profeta le dice que, en la mañana, le descubriría lo que había en su corazón, y le añade que las asnas ya aparecieron, para que se despreocupara. Esto quiere decir, que puede haber un pensamiento en tu mente que te preocupe, que esté dirigiendo tu vida, pero no es lo que hay en tu corazón.
En tu corazón hay algo más grande que lo que tú estás viviendo.

NUESTROS ALIADOS INVISIBLES

Más allá de nuestro ámbito normal de entendimiento, descansa otra dimensión más real y duradera de lo que podamos imaginar. Los Ángeles son para nosotros esa conexión clave a ese reino.

Estos seres eternos creados por Dios tienen una historia propia. En efecto, los ángeles son sus aliados, son amigos cercanos a: 

* Amar y proteger lo que ama. 
* Enfrentar un enemigo en común. 
* Compartir sus lealtades y fidelidades. 
* Operar secretamente por usted en el terreno del enemigo. 

Con la habilidad de ir y venir entre la dimensión eterna y nuestro mundo, los ángeles nos consuelan, nos hablan, monitorean el clima espiritual a nuestro alrededor, nos enseñan y ayudan. 

Por encima de todo lo demás, los ángeles trabajan para el Maestro del universo y comparten nuestro deseo de adorar a Dios y cumplir su voluntad.