NO TE DEJES AMEDRENTAR

Conocemos a David como un adorador, como un hombre bendecido, como un rey ungido por Dios; y todo esto es cierto, pero, si quieres conocer a alguien que fue herido muchas veces, y pudo superar cada situación, ese es David. 
En 1 Samuel, vemos que David, ya ungido para ser el próximo rey de Israel, fue a llevar quesos a sus hermanos que se encontraban en el campo de batalla.  Cuando llega allí, se encuentra con que un gigante enemigo vociferaba y retaba al ejército de Jehová.  Entonces, David preguntó qué recompensa había para el que venciera al gigante, a lo que su hermano mayor responde juzgándole de soberbio.  David no dejó que la presión de su hermano lo apartara de su destino, sino que, apartándose de su hermano, preguntó a otros. 
Para alcanzar todo lo que Dios tiene para ti, para manifestar la unción de Dios en ti, tienes que saber a qué grupo te vas a unir y saber apartarse de aquellos que quieren controlarte y no reconocen el llamado de Dios en tu vida.  Esto es vital y necesario.  Podrás tener todo el potencial del mundo y haber sido ungido, pero, si no sabes trabajar con las palabras de aquellos que te menosprecian, entonces no alcanzarás el propósito de Dios en tu vida. 
¿Cuántas veces te has dejado amedrentar por aquellos que te desalientan? 
En la biblia, vemos algunos ejemplos de personas que adoptaron ciertas actitudes ante ciertas circunstancias adversas o ante palabras de desaliento.  Cuando una persona no aprende a ser libre emocionalmente, comienza a asumir el papel de víctima.  
En el libro de Juan, vemos que un ángel descendía, de tiempo en tiempo, al estanque de Betesda, movía las aguas y el primero que entraba al estanque quedaba sano.  Había allí un paralítico que llevaba muchos años cerca del estanque.  Jesús le pregunta al paralítico si quería ser sano, y el hombre le contestó que nadie le ayudaba a bajar al estanque.  La pregunta no era si le ayudaban o no.  La pregunta era si quería ser sano, si quería ser libre y recibir lo que tanto anhelaba.  Pero este hombre estaba acostumbrado a vivir como víctima.  Muchos adoptan este tipo de reacción, sin darse cuenta que ponen límite a la manifestación del poder de Dios en sus vidas. 
Otros, en lugar de asumir su llamado, se vuelven impostores, toman el llamado, la visión de otros, no sabiendo que, haciendo esto, tendrán que salir huyendo del lugar de donde están.  Ejemplo en la biblia lo vemos en la historia de Jacob, que convirtió en impostor, para recibir algo que no le pertenecía.  Es interesante porque, aunque recibe la bendición, tuvo que salir huyendo por mucho tiempo.  Por el contrario, David tuvo esa opción y se rehusó.  El rey Saúl le ofreció su vestimenta y armaduras para que las usara frente a Goliat, pero este no lo hizo. 
Tienes que ir a la batalla con lo que tú dominas.  Si eres pastor y solamente sabes usar una honda, úsala, porque es Dios quien va contigo a la batalla.  No seas un impostor.  Sé quien eres, y sé feliz con tu llamado.
Toma la decisión de no prestar oídos a las palabras de aquellos que lo único que quieren hacer es bajar tu autoestima.  No prestes atención a aquellos que menosprecian el llamado de Dios en ti y juzgan tus intenciones de querer hacer lo que Dios te pidió que hicieras.  A veces, es más difícil cuando vienen estas palabras de los más allegados.  Es entonces cuando, muchas veces, pensamos rendirnos.  Pero no te rindas.  Toma buenas decisiones, y muévete al propósito de Dios, cumple el llamado de Dios para tu vida.

FIDELIDAD A DIOS

Al hablar de fidelidad nos vienen a la memoria otros términos como lealtad, nobleza, honradez. Y es que aunque abarcando una mayor riqueza de significados, algo tiene de cada uno de ellos. Ella nos evoca, por ejemplo, la actitud de quien cumple puntualmente un compromiso adquirido, o la del amigo verdadero con quien siempre se puede contar y que no nos defrauda ni en las buenas ni en las malas.
Siempre que se trata de fidelidad, se supone la existencia de un pacto, una alianza, de un compromiso contraído por dos partes. Este puede ser explícito, como es el caso de un contrato legal, por ejemplo; o implícito, como el compromiso que supone toda amistad verdadera.
VIVIR LA FIDELIDAD
Hablamos aquí de la amistad entre Dios y los hombres, cada uno de los hombres, amistad que encuentra su raíz en los dinamismos fundamentales inscritos en nuestro ser.
Al crearnos por amor, Dios nos ha llamado a todos a comunicarnos con Él, a la amistad con Él, a entrar en comunión con Él, a participar de la plenitud de Vida y Amor que constituye su misma esencia. Tal es el Plan de Dios. Tal es el hermoso designio divino para cada uno de nosotros. Sin embargo, luego del pecado original, ruptura fontal, el hombre se aleja de su Creador. El cumplimiento de este llamado habrá de esperar, pues, el don de la Reconciliación que, por iniciativa divina, nos es dado en el Señor Jesús tras un largo proceso de preparación.
En dicho proceso el Señor nos muestra cómo Él es siempre fiel a ese amoroso compromiso de los orígenes. Eso le fue enseñado ya en el Antiguo Testamento al pueblo escogido, a Israel: "Yahvé tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda su alianza y amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos" (Dt 7, 9). Esa fidelidad de Dios ha sido testimoniada en la Encarnación del Hijo y en su entrega por nosotros en su obra de Reconciliación (2Cor 5, 18-19; Jn 3, 16). Esa fidelidad de Dios nos ha sido testimoniada a la luz de la plena revelación del Señor Jesús en el Nuevo Testamento. Así nos dice el Espíritu Santo a través de San Pablo: "El mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama y es Él quien lo hara" (1Tes 5, 23-24).
Pero mientras que Dios es siempre fiel a su amor en favor del hombre, por nuestra parte debemos corresponderle con nuestra fidelidad a Él, la misma que se expresa en nuestra fidelidad en el cumplimiento de su Plan de Amor para con nosotros. De nada servirá contar con la fidelidad del Señor si no colaboramos con una respuesta activa. Acordémonos de que "no todo el que diga Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad del Padre celestial" (Mt 7, 21). Y porque nuestros dinamismos fundamentales están orientados en esa dirección de nuestro encuentro con Dios, nuestra respuesta cada vez más fiel a su llamado será para nosotros un impulso creciente en la senda de nuestra realización como hombres. El camino de la fidelidad al Señor es el camino de fidelidad a nosotros mismos.
TRAS LOS PASOS DEL SEÑOR JESÚS
El Señor Jesús nos enseña con toda claridad cómo responder fielmente al designio divino. El todo está cumplido, que según consta en el Evangelio de San Juan (19, 30) es la última frase del Señor durante su agonía en la Cruz, es el impresionante testimonio de una existencia terrenal formado de constantes respuestas positivas al Plan reconciliador del Padre. El Señor Jesús declara: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 36), y manifiesta la tremenda importancia de la respuesta al llamado de Dios, respuesta que aparece como fundamental, necesaria para la propia vida, como una exigencia ineludible. La completa fidelidad del Señor comprende, por otro lado, los momentos importantes de su vida tanto como los pequeños, especialmente. Él mismo nos ha enseñado que "el que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho" (Lc 16, 10). La fidelidad en la respuesta al llamado del Señor en lo cotidiano constituye la fidelidad que se manifiesta en los hechos de importancia para la propia vida y la de los demás.
¿Cuál es la raíz, el núcleo del cumplimiento del Señor Jesús? ¿Qué es lo que motiva su entrega absoluta y constante en ese cumplimiento? La respuesta en el amor: "Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). ¿Qué nos dice esto a nosotros? Nos impulsa a una respuesta fiel animada por el amor: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc 10, 27. Jn 15, 12). Estamos invitados a vivir el amor, pues, será el único criterio de verificación de nuestra fidelidad.
1 Crónicas 28:1-21

Si algo maravilloso hace Dios en nuestras vidas, es honrar la fe que profesamos, pero además, derramar abundantes bendiciones en nuestras vidas cuando caminamos en fidelidad delante de Su Presencia. Basta que nos rindamos a Él, nos movamos en Su voluntad, y Él no se dejará esperar porque nos ama con Sus hijos y quiere lo mejor de lo mejor para usted y para mí.

I. LA FIDELIDAD A DIOS TRAE BENDICIONES (vv.2-8)

1. Es necesario atender las orientaciones de Dios (vv.2-4)

            a. David no se empecinó con sus proyectos
b. La fidelidad a los preceptos de Dios, afirmaría el trono de Salomón(vv.6-7).

2. Es necesario recobrar los principios y valores contenidos en la Palabra (v.8).
            a. La fidelidad a Dios asegura generaciones bendecidas por El.
b. Hemos dejado de ser cristianos sujetos a la Biblia para ser cristianos de conveniencia.

II. LA FIDELIDAD A DIOS CARACTERIZA A LOS CRISTIANOS(vv. 9, 10).

1. El cristiano auténtico reconoce a Dios en sus caminos (v. 9 a).

2. El cristiano auténtico busca y sirve a Dios con el corazón (v. 9 b).

3. El cristiano auténtico es transparente con Dios (v.9 c).
            “Dios examina sus corazones...”

4. El cristiano auténtico tiene conciencia de su misión (v. 10).

III. LA FIDELIDAD A DIOS NOS AYUDA A MATERIALIZAR LOS PROYECTOS (VV.20, 21).

1. Son necesarios dos principios: valor y firmeza (v. 20 a).

2. Si somos fieles, Dios nos acompañará (v. 20 b.)

Conclusión:


El mundo reclama hombres y mujeres que marquen una pauta de vida, que se constituyan en ejemplo. Y una forma eficaz de trazar derroteros que no solo sean convincentes sino que traigan impacto a quienes nos rodean, es mediante la fidelidad a Dios. Quienes han crecido espiritualmente, tal como lo registra la Biblia, fueron aquellos que guardaron fidelidad a Dios en todos los órdenes. Es necesario que recuperemos hoy esa fidelidad.