DESTINADOS PARA REINAR


Tú estás destinado para reinar. El Señor te llama a ser un éxito, a disfrutar de riqueza, a disfrutar de salud y a disfrutar de una vida de victoria. No es deseo del Señor que vivamos una vida de derrota, pobreza y fracaso. Él te ha llamado a ser cabeza y no cola. Si eres un hombre de negocios, Dios quiere que tengas un negocio próspero. Si eres ama de casa, estas ungida para educar hijos maravillosos en el Señor. Si eres estudiante, Dios quiere que sobresalgas en todos tus exámenes. Y si estás confiando en el Señor para una nueva carrera, Él no sólo quiere que tengas un empleo; Él quiere que tengas una posición de influencia, ¡de modo que puedas ser una bendición y un bien para tu organización!


Cualquiera que sea tu vocación, estás destinado a reinar en vida porque Jesús es Señor de tu vida. Cuando reinas en vida, reinas sobre el pecado, reinas sobre las potestades de oscuridad, y reinas sobre la depresión, sobre la pobreza, sobre toda maldición y sobre toda enfermedad y mal. ¡Tú REINAS sobre el diablo y todos sus planes!

La capacidad de reinar no depende de tu trasfondo familiar, tus calificaciones educativas, tu aspecto o cuántos ahorros tengas en tu cuenta bancaria. La capacidad de reinar se basa totalmente en Jesús, y solamente en Él. Amigo, esto no es un cliché de algún libro de autoayuda sobre pensamiento positivo. La declaración de que tú reinas está basada en una promesa que ha sido registrada por toda la eternidad en la Palabra de Dios. En Romanos 5:17 dice “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.”

La palabra “reinar” utilizada en Romanos 5:17 es la palabra griega basileuo,1 de donde obtenemos la palabra “basílica”. En la antigua Roma, las basílicas se utilizaban como tribunales. Por tanto, se refiere a un gobierno real, judicial. En otras palabras, reinar aquí es reinar en vida como rey, tener un gobierno real y poseer dominio de rey.

Si estás viviendo una vida de derrota, de ser derrotado por el pecado, mediante perpetua culpabilidad y condenación, con enfermedad, con ataques de ansiedad, con carencia financiera y con relaciones rotas, no estás viviendo la vida que Dios quiso para ti. Basado en la autoridad de la Palabra de Dios, estás destinado a “reinar en vida” como rey, a tener dominio de rey sobre todos tus retos y circunstancias. Eres llamado a estar por encima de ellos y no estar pisoteado por ellos. ¡Ha llegado el momento de que dejes de abdicar tu derecho a reinar en vida!

Actualmente, en lugar de vernos a nosotros mismos reinando en vida, vemos más evidencias de muerte reinando en el mundo. La Biblia nos dice que se debió a la “ofensa de un hombre” (el pecado de Adán en el huerto de Edén) el que la muerte comenzase a reinar. Es importante que entiendas que nuestras vidas están arropadas en las de nuestros antecesores. Tú no existirías si no hubiese estado tu abuelo. Por tanto, somos pecadores no debido a que pecamos, sino debido al pecado de Adán. Muchos creyentes siguen pensando que se convirtieron en pecadores por haber cometido pecado, pero eso no es lo que dice la Palabra de Dios. Lo que dice es que somos pecadores debido al pecado de Adán. De igual modo, somos hechos justos en el nuevo pacto no debido a obras de justicia, sino debido a la obediencia de un Hombre (Jesús) en la cruz. El secreto de reinar en vida está, por tanto, en recibir lo que Jesús ha logrado por nosotros en la cruz.

A TRAVES DE TODO


En Isaías 43:2, Dios nos dice que Él estará con nosotros cuando pasemos por el agua y por el fuego. Esto significa que tendremos que enfrentar dificultades y pruebas en nuestras vidas; no pueden evitarse. Habrá algunas cosas difíciles por las que tendremos que pasar.

No sé qué forma específica podrán tomar sus desafíos, pero sé que tendrán como propósito fortalecerlo, desarrollar su carácter, lograr que persevere, santificarlo, purificarlo, enseñarle las lecciones únicas del sufrimiento, los beneficios y las disciplinas del sacrificio, y hacer de usted una mejor persona. Puede encogerse mientras piensa en estas cosas, pero si realmente desea realizar todo su potencial, debe estar preparado para pasar por ellas.

He pasado muchas pruebas y dificultades. He afrontado la soledad, los obstáculos y la persecución. Ha habido ocasiones en que quise rendirme y, en esos momentos, Dios solía colocar en mi vida a alguien que particularmente no me gustaba o a quien no quería tratar. Ahora sé que Él ubicó a esas personas cerca de mí porque yo las necesitaba. Las usó como la lija que necesitaba para suavizar mis áreas ásperas.

¿Ha colocado Dios a alguien o algo en su vida como una lija? Puede sentir esa situación como una inundación o un fuego para usted, pero está sirviendo a un gran propósito, y Dios va a llevarlo a través de esa dificultad hacia el otro lado. La va a usar para fortalecerlo, cambiarlo y avanzar hacia el propósito de su vida.

Dios debe hacernos atravesar cosas difíciles porque tiene que cambiarnos para usarnos. Debemos ser transformados a semejanza de Cristo en nuestro carácter; debemos seguir su ejemplo y andar en sus caminos. Los dones nos son dados por Dios, pero el fruto y el carácter piadoso debemos desarrollarlos.

Luché con el proceso de cambio durante largo tiempo, pero al fin me di cuenta de que no iba a conseguir que Dios hiciera las cosas a mi manera. Él no quería oír un argumento de mi parte; quería oír: “Sí, Señor. Sea hecha tu voluntad”.

Siempre enfrentaremos obstáculos y dificultades —“inundaciones y fuegos”—mientras Dios continúa fortaleciéndonos y preparándonos para ser usados en su servicio de maneras cada vez mayores. Deberíamos ser sabios para calmarnos y tratar con los desafíos que Él coloca delante de nosotros. Sean cuales fueren, si los aceptamos como su manera de entrenarnos y nos sometemos a su voluntad, no nos estancaremos, sino que avanzaremos hacia la victoria.

TENTACION Y PECADO


Existe un malentendido en cuanto a la diferencia entre tentación y pecado que ha hecho que mucha gente crea que está perdiendo sus batallas en el desierto, cuando en realidad las está ganando. El escritor de Hebreos dijo que Cristo fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).

Es importante que entendamos que la tentación no es pecado. Para que algo nos tiente, debemos tener un deseo natural por ello. Por ejemplo, si yo no hubiera comido en todo el día y usted me dejara solo en una habitación con una fuente de sushi, no me tentaría porque detesto el sushi. En cambio, si estuviera con hambre y usted pusiera una cola de langosta caliente y jugosa frente a mí, ¡me tentaría! No podemos ser tentados por algo que no deseamos. Por eso el diablo tentó a Jesús con “di que estas piedras se conviertan en pan”: él sabía que Jesús no había comido en cuarenta días. El hecho de que Jesús tuviera hambre hizo que esa sugerencia fuera una tentación.

Probablemente usted se pregunte: ¿Cuándo se convierte la tentación en pecado? La tentación se convierte en pecado cuando aceptamos la sugerencia en lugar de resistirla. Si una hermosa mujer corriera desnuda frente a una multitud, todo hombre normal del gentío sería tentado porque Dios les dio a los hombres el impulso sexual. Pero solo han pecado cuando eligen aceptar la tentación. Si uno de los hombres de la multitud se dijera a sí mismo: Realmente me gustaría tener sexo con esa mujer, ya ha cruzado la línea de la tentación y entrado en el mundo del pecado. Aunque hasta ese punto no haya hecho nada físicamente incorrecto, ya ha pecado en su corazón.

Recientemente tuve una conversación con un líder de alto perfil que me dijo que pecaba todos los días. Yo estaba pasmado. Cuando le pregunté qué quería decir con pecar, comenzó a describir diferentes tentaciones que enfrentaba día a día. “¿Acepta esas tentaciones en su mente cuando vienen a su corazón?”, le pregunté.“No, por supuesto que no. Soy sensato”, fue su respuesta. “Entonces usted no ha pecado, solo fue tentado. La tentación no es pecado”, le expliqué. El líder estaba conmocionado por la verdadera definición de pecado. En ese momento, esa persona fue libre de una vida entera de culpa por sentir que le había fallado continuamente al Señor.

—Tomado del libro Las batallas espirituales de Kris Vallotton. Una publicación de Casa Creación