MÁS TESOROS EXTREMOS


Tayikistán: La congregación de Gracia Sonmin.


Era Domingo y la congregación de la iglesia de Gracia Sonmin en Dushanbe, Tayikistán, se habían reunido para su servicio de adoración semanal. 

Aunque su país estaba ahora libre del gobierno opresivo comunista, los musulmanes radicales aún se oponían abiertamente a la iglesia. La opresión solo había cambiado de manos de una autoridad terrorista a otra.

En el momento que el pastor visitante terminaba su sermón, una fuerte explosión al fondo de la iglesia estremeció el edificio. Una bomba. En un momento, los creyentes fueron de adorar a Dios a correr sin parar a fin de salvar sus vidas. Trataron de escapar al pasillo, pero otra bomba explotó en su ruta de escape. Había cuerpos y sangre por todas partes en la iglesia que una vez fue llamada un "Santuario".

Una anciana yacía en el suelo, sin poder moverse. La Biblia que había estado estudiando momentos antes en un culto de adoración cayó junto a ella, manchada por su sangre. Estaba abierta en una página donde había marcado tres versículos algún tiempo antes del ataque a su iglesia. 

"Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no destruidos". (2 Corintios 4:7-9)

EN LAS MANOS DE DIOS

Si hay un momento especial en la vida de un hombre, es cuando su mente y su corazón están llenos de Dios; en ese momento, ya no necesita que alguien lo esté viendo para no hacer lo correcto, ni tiene quien le acuse o le condene; ya no importa lo que el mundo piense o hable; hay libertad porque hay una relación tan poderosa que le hace vivir, no con miedo, sino eternamente agradecido de servirle a un Dios que no le hace pagar las consecuencias de su pasado, ni se acuerda de lo que hizo, sino que su vida está llena totalmente de él, de cómo agradarle a él.
Llega un momento, en la vida de todo creyente, donde lo único que busca es agradar a Dios. Llega un punto en la vida de una persona que ama a Dios, donde Dios pone su Espíritu en su corazón, y lo único que piensa es: ¿Cómo yo puedo agradarle? Ya no pensamos cómo le desagradaríamos, sino en cómo agradarle, que no es lo mismo; porque la religión lo que te dice es lo que no debes hacer, lo que no agrada a Dios; y, mientras más te lo dicen, más lo haces. Porque, por más que se te diga lo que no debes hacer, tu mente trabaja a base de imágenes y, cuando la religión y el mundo te ponen la imagen incorrecta de Dios, eso es lo que gobierna tu vida. Cuando el énfasis es lo que no puedes hacer, y no lo que tienes que hacer, la imagen es la incorrecta, y tu corazón, entonces, se inclina a lo incorrecto.
Pero, cuando Dios se mete dentro de ti, comienza a decirte aquellas cosas que le agradan, y te pone en el lugar correcto, te enfoca hacia lo correcto. Esto es un trabajo del Espíritu Santo; no es tú trabajo. Tú puedes ser la sal de la tierra, aunque tú no seas perfecto. Tú puedes ser la sal de la tierra, aunque, en ciertos momentos, tomes algunas decisiones que sean erróneas; porque lo que hace falta es un corazón dispuesto, una mente abierta, un lugar donde el Espíritu Santo pueda comenzar a trabajar y comenzar a moldearte. Va a llegar el momento que todo lo que tú vas a pensar, todo lo que vas a respirar, lo que vas a hablar, lo que vas a mirar, es lo que Dios quiere que tú mires.
Deja la culpabilidad, deja la condenación, deja de tratar de vivir bajo los estándares del mundo, bajo los estándares de los religiosos. Es importante que tú vivas en la libertad para la cual Dios te ha llamado, y que tú entiendas que él no se acuerda de ninguno de tus errores del pasado. Tu vieja vida quedó atrás; lo que hiciste ayer, lo que hicieron tus padres, quedó atrás; tú no tienes que seguir viviendo las consecuencias de tu pasado.
Dios te ha hecho libre y, hoy, eso es lo que va a hacer la diferencia en tu vida, y va a provocar que otros sean diferentes. Para ser la sal de la tierra, Dios no te requiere que seas perfecto en tu cuerpo, en tus acciones; todos vamos a fallar, a cometer ciertos errores; lo importante es que sepamos quién es el dueño de nuestro corazón, de nuestros pensamientos, que sepamos a dónde volver, a dónde mirar; y, mientras tu corazón esté en esa condición, tu vida podrá hacer la diferencia.
Mucha gente no es la sal de la tierra, porque se sienten culpables porque no pueden cumplir con los estándares que el mundo ha puesto para ellos ser lo que ellos piensan que es ser un hijo de Dios. Entonces, no quieren verse hipócritas, fallarle a Dios; prefieren irse al mundo, por no fallarle, sin darse cuenta que, si hay alguien que conoce todas tus fallas, es Dios; y, cuando las haces, y te arrepientes, se olvida de ellas.
La sal de la tierra son aquellos que le permiten al Espíritu Santo que llene su corazón y su mente para cumplir con el pacto de Dios. Mientras tú tratas de hacerlo por tus propias fuerzas, nada va a pasar, siempre vas a fracasar, siempre vas a fallar; pero, cuando le permites a Dios que sea él quien trabaje contigo, tu vida cambia para siempre.
David no fue un hombre perfecto, cometió grandes errores; entre ellos, el día donde vemos a Dios molesto con David, fue el día en que David comenzó a contar los soldados que tenía. En aquel día, Dios le preguntó para qué contaba a los soldados, porqué los estaba contando. Dios se molestó con David porque David, que nunca pudo contar con nadie, solamente con Dios, ahora su enfoque dejó de ser Dios, para ver con cuántos contaba. A Dios le desagrada cuando un hombre que nunca había podido contar con nadie, solo con Dios, ahora pone su mirada a ver con quién cuenta, en vez de seguir contando con Dios.
En casa de su padre, David no podía contar con sus hermanos, ni con su papá; cuando fue a trabajar para Saúl, no podía contar con Saúl; cuando se casó, no podía contar con Mical; tenía cuatrocientos soldados al lado de él y, cuando cometió un error, los cuatrocientos lo querían matar, no podía contar con ellos. A pesar de nunca tener con quién contar, David siempre contó con Dios, y de todas Dios lo libró. Pero creció, y ahora estaba buscando con cuántos contaba. Y Dios lo enfrentó y le dio a escoger la consecuencia. Entonces, David dijo: Mejor me pongo en las manos de Dios, y no en las manos de los hombres.
Y Dios restauró a David, porque no se trata de que seas perfecto, sino de que te pongas siempre en las manos de Dios, y permitas que sea él quien dirija tu mente y tu corazón, para que nadie pueda señalarte y condenarte, y tú puedas vivir en esta tierra haciendo la diferencia, no siendo igual que el montón, sino viviendo para Dios como él quiere que tú lo hagas. 

UN PUEBLO SIN MEMORIA, ES UN PUEBLO SIN DESTINO

"Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios". Salmo 103:2.
Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin destino. Si tú no sabes de dónde vienes, ¿cómo sabrás a dónde vas? Tú avanzas, pero ¿a dónde? ¿En qué dirección? El ser humano tiene un apego inconsciente al pasado, a pesar de su vertiginosa proyección hacia el futuro. De su historia saca fuerzas para continuar avanzando, a despecho de los obstáculos que aparecen en el camino.
El salmista te invita hoy a “bendecir a Jehová”. En nuestra lengua, la palabra “bendecir” está compuesta de dos conceptos: “decir” y “bien”. El ser humano siempre debe bendecir a Dios, a pesar de que las circunstancias pueden no ser las mejores.
Pero, ¿por qué deberíamos hablar bien de Dios si en el presente todo parece estar cabeza abajo? David nos da la razón: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. En otras palabras: Repasa tu historia. ¿Recuerdas cómo el Señor te condujo en el pasado? Si tú estás vivo en este momento, si tienes lo que tienes, aunque sea poco, ¿es solo porque tú te esforzaste, o porque Dios bendijo tu esfuerzo?
En el versículo 7 de este salmo, el autor se remonta a la manera maravillosa como Dios condujo a Israel en el pasado, “sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras”. ¿A qué hechos se refiere? Abrió el Mar Rojo, hizo caer el maná de los cielos, sacó agua de la roca, derrotó a los enemigos. ¿Es poco? Si Dios hizo todo eso en el pasado, ¿no será capaz de hacer cosas mayores en el presente?
Por tanto, habla bien de Dios. “Bendice, alma mía, a Jehová”, a pesar de las nubes y del cielo oscuro, a pesar de las lágrimas y del dolor. Dios continúa siendo Dios. No te abandonó. No duerme ni descansa. Está más presente de lo que tú te imaginas.
Este salmo tiene 22 versículos. El mismo número de letras que el alfabeto hebreo. Comienza y termina de la misma manera, diciendo: “Bendice, alma mía, a Jehová. ¿Coincidencia? No. ¿Belleza literaria? Menos aún. Simplemente, confianza de que mañana será otro día y el sol nacerá de nuevo.
Por eso, antes de revisar tu agenda diaria, repítete a ti mismo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.

ESCAPA DE LA INGRATITUD

"El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa". Proverbios 17:l3.
La ingratitud es un defecto de carácter. Según la teología hebrea, si el hombre pagase el bien con el mal debería recibir la retribución divina del sufrimiento. Todo lo que pasa en el mundo, sea el bien o el mal era atribuido por la teología hebrea a Dios, porque Él es el Creador y controlador del universo.
La realidad es que el hombre recoge lo que planta. Es la ley de la vida. Tú no puedes plantar bananas y cosechar manzanas. El tiempo de la cosecha puede demorar, pero llega el día cuando, finalmente, el ingrato, el perverso, el hombre malo, recibirá las consecuencias de sus propios actos. No es castigo divino. Es el resultado natural de la maldad.
El versículo de hoy va más lejos. Al decir “no se apartará el mal de su casa”, incluye a la familia. Eso puede dar la impresión de injusticia, pero las consecuencias alcanzan a los hijos. Cada uno es responsable de administrar la vida, sabiendo cuáles son las consecuencias de sus actos.
Jesús no establece solamente un código de ética que la humanidad debe seguir para ser feliz. Eso sería moralismo. Tú no necesitas de Dios para ser honesto y respetar la vida de las personas. Hay buenos ciudadanos que tienen una conducta impecable, sin la ayuda ni la participación de Dios.
El cristianismo no es solo un cambio de fachada. No se trata de pintar las paredes exteriores de blanco, mientras las columnas interiores están a punto de caer, ni se trata de poner un apósito sobre la herida gangrenosa. Jesús cura por dentro, limpia la fuente de las intenciones, transforma la naturaleza interior, pone paz en el corazón y, a partir de ese momento, la criatura comienza a ser una bendición en la sociedad y en el mundo. Tu vida es una fuente de inspiración para los que te rodean.
Agradeces tú porque es políticamente correcto agradecer? ¿O retribuyes con el bien, inclusive a los que te hacen mal, porque brota de tu corazón el deseo de hacerlo?
Busca a Jesús hoy. Entrégale tu corazón y las intenciones ocultas. Permítele que te guíe y te conduzca en medio de las adversidades y traiciones, de las cuales muchas veces eres víctima. Y no olvides: “El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa”.

SABIDURÍA Y DECISIONES

"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová..." Proverbios 1:7
Dos mujeres llevaron un niño ante el rey. Ambas alegaban que el hijo era suyo. Salomón tenía que dar un veredicto. A simple vista, ambas tenían razón. Una decisión equivocada sería fatal. ¿Qué hizo Salomón? Mandó partir al niño al medio y darle la mitad a cada una. En ese instante, una de las mujeres dijo: "¡No! ¡Por favor! Prefiero que mi hijo viva, aunque tenga que renunciar a él". Inmediatamente el rey mandó que le entregaran el niño a aquella mujer. Solo la verdadera madre sería capaz de una actitud semejante.

¿Cómo pudo el rey tomar una decisión tan acertada? Salomón fue considerado el hombre más sabio del mundo. Su fama sobrepasaba los límites de su reino. Reyes y reinas de otras naciones iban a visitarlo para saber cuál era el secreto de su sabiduría. En el texto de hoy, Salomón presenta la clave de su éxito: "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová". ¿Qué tipo de temor? ¿El temor enfermizo que hizo que Adán y Eva se escondieran de la presencia de Dios? ¡No! En la Biblia la expresión "temor de Jehová" significa "reconocer a Dios", "aceptarlo", "tenerlo en cuenta", "saber que Él está ahí", "reverenciarlo”.
La primera actitud de una persona sabia es reconocer sus límites de criatura ante el Creador. La palabra sabiduría aparece más de 300 veces en el Antiguo Testamento, y en todas ellas se encuentra la idea de reconocer a Dios como Ser supremo y aceptar los consejos divinos para tomar decisiones correctas.
¿Te diste cuenta que la vida depende de las decisiones? Desde que amanece hasta que anochece, es una decisión tras otra. Algunas son comunes y puedes darte el lujo incluso de equivocarte, como cuando decides sobre el color de la ropa que vas a usar, o sobre el medio de transporte que vas a tomar. Otras, son trascendentales. Si fallas, las consecuencias pueden ser terribles. ¡Cuán importante es en momentos como esos, saber escoger y decidir, sin dudar ni postergar la decisión!
¿Tienes que tomar decisiones transcendentales este año? ¿No sabes cómo?
Acude a Dios. Él es el principio de la sabiduría. Cuando contemplas la vida y las dificultades a través del prisma divino, todo tiene sentido, hasta las cosas aparentemente incomprensibles. Cuando observas la vida a través de los lentes del temor de Dios, los objetos sin forma se definen. La penumbra desaparece, la incertidumbre huye del corazón y eres capaz de decidir acertadamente, porque "el principio de la sabiduría es el temor de Jehová".

TODO PASA...

"Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres". Salmo 115:16.
En 1923, un grupo de renombrados y valientes hombres de negocios de los Estados Unidos, se reunieron en el hotel Edgewater Beach, de Chicago. Aquel grupo era casi un mito. Juntos, aquellos hombres tenían más dinero que todo el tesoro americano. Los diarios y las revistas contaban sus fabulosas historias. Todos los veían como símbolo del éxito.
Veinte años después, la historia era completamente diferente. Jesse Livermore, el mago de Wall Street; León Fraser, presidente del Banco Internacional Settlement; e Iván Kruegar, el hombre principal del mayor monopolio financiero, se habían suicidado. Charles Schwab, presidente de la mayor compañía independiente de acero, murió en l
a mayor miseria; y Richard Whitney, el presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, estaba en prisión.
El salmista afirma en el versículo de hoy, que Dios le dio la tierra a los hijos de los hombres. La tragedia de la criatura es pensar que, porque Dios le confió la tierra, la tierra es suya. Borra a Dios de su vida, se transforma en su propio dios, trabaja, lucha, conquista, y, aparentemente, vence, o por lo menos llama "victoria" a la acumulación de dinero, fama, poder y cultura, pero ignora que todo sucede porque Dios lo permite. Después de todo, fue él quien le dio la tierra a los hijos de los hombres.
Pero, "los cielos son de Jehová", y desde allí él controla el destino de las naciones y de las personas. Felices son los que tienen conciencia de esta verdad y entienden que, por encima de la tierra, están los cielos. Tú puedes decir: Haré esto hoy, y mañana aquello, pero si Dios no lo permite, nada sucederá.
La fortuna pasa, como pasó el poder, la fama y el dinero de aquellos hombres poderosos. La tierra se desgasta, envejece y muere, pero los cielos son eternos. ¡Ay de aquel que construye sus sueños y realizaciones basándose solamente en valores terrenales!
Dedica hoy unos momentos para mirar en dirección a los cielos. Observa la inmensidad del infinito y verás que tus conquistas y logros son insignificantes. ¿Por qué vanagloriarse de esto?
Al salir hoy para cumplir tus responsabilidades, o si te quedas en casa, piensa que: "Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres".

PREOCUPARSE O CONTEMPLAR?

"Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, y guardé tu ley". Salmo 119:55.
Todo salía mal aquel día en la vida de Francisco. La turbulencia financiera que el país atravesaba parecía ser la gota de agua que faltaba para que su empresa se fuera al fondo del pozo. En aquella fábrica estaban invertidos todos sus recursos financieros, sus sueños, sus esperanzas, expectativas de vida y años de dedicación y esfuerzo.
Acostado en la cama, aquella noche no podía dormir. Daba vueltas de un lado al otro, tratando de descubrir una salida a la situación, pero solo veía sombras y oscuridad a su alrededor.
Francisco, al igual que nuestra sociedad, ignoraba lo que dice el salmo de hoy: "Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová". Parece que las personas prefieren más la preo
cupación que la contemplación. ¿Cuál es la diferencia? La preocupación concentra tu energía en el problema. La contemplación, te lleva a mirar hacia arriba y ver a Dios. Preocupándote, hacés como la persona que se está ahogando en el mar, da brazadas improductivas para todos lados, traga agua y se desespera. Contemplando la grandiosidad divina, comprendes que no todo está perdido, aunque desde el punto de vista humano, parezca que no hay salida.
"Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová", exclama David. El nombre por el cual Dios se identifica a sí mismo es: "Yo soy". El secreto de la vida victoriosa está en saber quién es Dios y quién eres tú. Hay cosas que solo Dios puede hacer, y hay cosas que Dios no hará en tu lugar.
David, como todo ser humano, tuvo que enfrentar problemas. Un joven pastor de ovejas como él, perseguido por los ejércitos del rey, parecía tener un problema sin solución, pero cuando la noche llegaba, en lugar de atormentarse con sus preocupaciones, David contemplaba a Dios y una paz extraordinaria inundaba su corazón, porque sabía que existían principios establecidos para regir los destinos del universo y de la vida.
David llamaba a esos principios: "ley". "Guardé tu ley", afirma él. ¿Puede haber derrota cuando estás dispuesto a seguir las instrucciones divinas? Por eso, hoy debes decir: "Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, y guardé tu ley", y encara sin miedo los desafíos que la vida te presente.