DELANTE DEL SEÑOR

Hubo una mujer que entregó todo lo que tenía. En medio de una reunión de hombres, entró con un frasco de alabastro, a una casa donde se encontraba Jesucristo, quien no había sido recibido como correspondía. Era tradición que se te proveyera, al menos, agua para limpiarte los pies.
Esta mujer había escuchado de la grandeza del Señor, supo que estaba en aquel lugar y, sin que nadie se diera cuenta, tomó los pies del Maestro y comenzó a ungirlos y, dice la biblia que los hombres que estaban en aquel lugar, aquellos que no habían dado nada, que no habían recibido al Maestro propiamente, comenzaron a criticarla.
Los que te critican cuando tú le das algo al Señor, son aquellos que no dan nada; son los Judas que están sacando de la bolsa, y no pueden entender que muchos de nosotros hemos recibido la revelación de que nuestro milagro se encuentra en aquello que tenemos en nuestra mano; que podemos entender que, cuando le damos algo al Señor, Dios siempre nos va a dar mucho más.
Aquella mujer estaba allí, con aquel frasco de alabastro que, dice la biblia que correspondía al salario de todo un año. Lo que tenía en su mano no era poco.
Aquellos hombres que estaban allí, criticando a aquella mujer, no habían entregado nada, pero ella había entregado algo, al punto que Cristo dijo: De esta ofrenda que ha dado esta mujer, se hablará por la eternidad.
Muchas veces, –como a la mujer de flujo de sangre–, es un toque lo que te saca a la luz, lo que hace que seas expuesto. A veces, es una limpieza en tu corazón, el corregir algo incorrecto en nuestro carácter –como pasó con la mujer samaritana–; pero, en otras ocasiones, lo que hace la diferencia es entregar lo que tenemos a nuestro Señor; son nuestras ofrendas las que nos ponen delante de nuestro Señor.

UNA VIDA DE INFLUENCIA

En Isaías 40:3, dice: Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.
Este verso es una profecía que hiciera Isaías, hablando específicamente de alguno que le allanaría el camino a nuestro Señor Jesucristo, que se encargaría de preparar el camino para nuestro Señor; estos versos nos hablan de Juan el bautista. Él preparó el camino para nuestro Señor, conforme a lo que dice también en Mateo 3:3: Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.
En nuestra vida se produce una transformación, cuando entendemos que, igual que todos tenemos un llamado, todos tenemos también una responsabilidad de desatar el destino de otras personas.
No es que tú tengas el destino de otros en tus manos. Dios tiene nuestras vidas en sus manos, pero todos formamos una parte importante, integral, en la vida de otras personas, donde influimos en el destino de esas personas.
Cuando tenemos hijos, por ejemplo, muchos somos transformados, nuestras prioridades cambian. En muchas ocasiones, recibimos una palabra que cambia nuestras vidas. El cambiar la vida de una persona no está reservado para los pastores, para los ministros, sino que está al alcance de todo el que pueda entender que sus acciones, sus decisiones, su vida, tienen significado para otras personas.
Tu vida puede hacer la diferencia en la vida de otra persona. Pero esto ocurre cuando realizamos que el futuro de otro puede ser bendecido o puede ser dañado por nuestras acciones.

HA LLEGADO EL MOMENTO

Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, Moisés envía doce espías que fueran a reconocer la tierra prometida; lo que resultó ser una idea inteligente, pero con resultados no tan inteligentes.
Cuando regresaron, dos de los espías dieron el reporte correcto: Ellos entrarían a aquella tierra y devorarían lo que encontraran de frente. Pero hubo diez espías que dijeron las palabras incorrectas, regresaron con un reporte negativo, con miedo, dándose por vencidos sin ni siquiera haber dado comienzo a la batalla, no tomando en consideración el esfuerzo que aquel pueblo había hecho para salir de Egipto. Sucumbieron ante sus temores, y con ellos sumieron a todo el pueblo en cuarenta años de vagar en un desierto, dando vueltas en el mismo lugar.
Nosotros tenemos la responsabilidad de desatar el destino de los que están a nuestro alrededor y, como cristianos, debemos procurar que, cuando entremos en contacto con alguna persona, su vida sea mejor. Procura que el lugar al que vayas, quede mejor después que tú hayas estado allí. Todo lugar donde trabajes, cuando salgas, ese lugar tiene que quedar mejor que como estaba antes de que tú estuvieras allí. Es una responsabilidad que nos ha sido puesta y que es necesario que acatemos para que haya transformación.
Si hay algo en tu vida que es necesario cambiar para que la vida de tus hijos sea mejor, o para que tu matrimonio sea mejor, entonces, ha llegado el momento de sufrir una transformación, porque es tu responsabilidad.
En ocasiones, sin darnos cuenta, con nuestras palabras y con nuestras acciones, atamos y paralizamos el destino de nuestros hijos, de nuestras familias, de nuestras generaciones. Pero, si tú hoy entiendes que, como cristiano, tienes la responsabilidad de desatar el destino de aquellos que Dios ha asignado a tu vida, seguramente, estarás hoy en la mayor disposición de sufrir el cambio necesario y asumir la responsabilidad que te compete.