SANIDAD Y ENFERMEDAD

¿Quién puede sentirse hoy inmune al cáncer, el infarto cardiaco, la depresión u otras enfermedades potencialmente mortales? La ciencia documenta la influencia de ciertos hábitos en la comida, bebida y estilo de vida, tendentes a proteger contra esos y otros tipos de enfermedades, así como hábitos tóxicos y abusos que están directamente relacionados con el cáncer, la hipertensión, las enfermedades coronarias, la diabetes, etc. (con mucho, las causas de enfermedad y muerte más prevalentes en el mundo occidental).

Allá donde miremos, vemos personas ocupadas en su autodestrucción, algunas con más premura que otras. Contravienen la enseñanza bíblica, que declara llanamente: “No matarás”. Por supuesto, eso incluye matarse a sí mismo. Nadie tiene derecho a obrar de esa forma.Si pones fin a tu vida rápidamente mediante un disparo de bala en la cabeza, o si lo haces de forma lenta, mediante el hábito de fumar, tomar alcohol, seguir una dieta inadecuada o ceder al temor, el estrés o la envidia, no hace ninguna diferencia, desde el punto de vista moral. Se trata de un suicidio en cualquier caso. Todo aquello que atenta contra nuestra salud y felicidad es una forma de suicidio, y si atenta contra la de otros, asesinato.Más de una padre y madre hacen ambas cosas con respecto a sí mismos y a sus hijos. A menudo predisponen a su prole a la enfermedad moral y física, mediante hábitos perniciosos que ellos mismos aprendieron de sus padres. ¡No cabe un paradigma más exacto de círculo vicioso! Hay niños que comienzan su vida enfermos, expuestos al asma, alcoholismo, adicción a las drogas, estrés, enfermedades circulatorias y quizá hasta cáncer, debido a la falta de información de sus padres. Incluso si comprenden la situación, a menudo se sienten impotentes para romper ese círculo vicioso.

La muerte entró por el pecado (Romanos 5:12). Ambos están relacionados, y es imposible abrir la puerta a uno solo de los dos, dejando al otro fuera. La vida viene por Cristo (Juan 10:10). “Vida” no es un concepto limitado al futuro, después de la resurrección y venida de Cristo. Incluye la vida plena ahora y aquí, la felicidad, la libertad y la salud de la persona en su globalidad, como ser social, inteligente y emotivo en sus vertientes física, mental y espiritual.


Queremos indagar en la Palabra de Dios, en busca de claves que desenmascaren causas ocultas de enfermedad, raíces del mal que pueden estar escondidas allá donde menos cabría imaginar. Existe una cosa tal como el “toque de la fe”, pero es muy distinto a la exhibición de fanatismo sensacionalista que es común en los programas de magia televisiva. Aprende a ejercer la fe que enseña la Biblia, e inmediatamente operará el proceso de sanación. Aplícalo cuanto antes a tu vida, y tus días estarán colmados de plenitud y felicidad. No importa el grado de envejecimiento o enfermedad que puedan afectarte, nunca es demasiado tarde para beneficiarte, al menos en cierta medida, del proceso curativo.

Una causa oculta de enfermedad

Los estudiosos de la Biblia suelen estar de acuerdo en que se refiere a la muerte y enfermedad física. Aunque Pablo cita aquí la cena del Señor, el principio se aplica al alimento cotidiano ordinario. “Indignamente” significa con ligereza, “sin discernir el cuerpo de Cristo”, esto es, sin considerar que comemos y bebemos gracias a la sangre derramada y el cuerpo quebrantado de Cristo. La “fe” halla su mejor definición en el Nuevo Testamento, donde es presentada como una profunda apreciación del corazón, del amor de Cristo por nosotros tal como es revelado en la cruz sobre la cual murió para nuestra salvación. En otras palabras, “fe” implica “discernir el cuerpo de Cristo”.

Vivir “por la fe” es lo contrario a la forma en la que vive el hombre moderno: mediante el resorte del orgullo y satisfacción propia, tratando de triunfar y destacar sobre los demás, intentando impresionar y mantenerse en la cresta de la ola. Es la frenética escalada de una montaña cuya cima no aparece nunca. Eso impone un estrés que agota las fuentes de la vida y conduce a la depresión y la enfermedad.

2. ¿Existe evidencia científica de que el estrés, la ansiedad y la angustia preparen el camino para el cáncer y otras enfermedades graves?

RESPUESTA:

Estudios recientes implican factores psicosociales, incluyendo depresión, aislamiento social y estrés, como factores predictivos de padecimientos cardiacos... fueron factores significativos de riesgo de muerte o ataque cardíaco” (American Journal of Cardiology, 1 julio 1990).

Hay evidencia probatoria de la relación entre los episodios de estrés y el riesgo de enfermedad cardiovascular” (Journal of Psychosomatic Research, septiembre 1997).La depresión y ansiedad tienen un valor predictivo en el desarrollo de la hipertensión” (Psyhcosomatic Medicine, marzo-abril 2000).Las emociones negativas, como el enfado, la ansiedad y la depresión, han emergido como factores de riesgo potencialmente importantes de causar enfermedad coronaria... Evidencias probatorias cada vez mayores indican que las emociones negativas pueden influenciar en el desarrollo de la enfermedad coronaria” (Ibid. abril-mayo 2000).
Nuestros datos demuestran un efecto pronóstico... del ánimo deprimido sobre la mortalidad” (Journal of Psychosomatic Research junio 2001).

El ánimo deprimido es un factor de riesgo... para todas las causas de mortalidad en los pacientes” (Ibid. sept-oct 1988).

El estrés psicológico y la sobrecarga laboral están relacionados con la patogénesis del cáncer mediante la formación del 8-OH-dG, particularmente en las mujeres”. Esa investigación se realizó sólo con obreros que no fumaban ni consumían alcohol, para evitar la interferencia de esas causas ya bien conocidas de desarrollo del cáncer. (Int Arch Occup Environ Health, marzo 2001).

Cuanto peor fue la relación con sus padres en la infancia, más altos fueron los niveles de 8-OH-dG en los sujetos masculinos... La angustia psicológica puede estar relacionada con el riesgo de contraer cáncer... La incapacidad para enfrentarse a los problemas diarios, que resulta probablemente de una deficiente relación con los padres desde la infancia, así como la pérdida reciente de un familiar cercano, parecen también tener influencia en la patogénesis del cáncer” (Psychoter Psychosom, marzo-abril 2002).

Demostró una relación directa entre los niveles de 8-OH-dG y la ansiedad, depresión, enojo, fatiga y confusión... Estos hallazgos en una población de muestra de adultos sanos, no solamente proveen la evidencia del vínculo existente entre el estrés y el cáncer...” (Jpn J Cancer Res, marzo 2001).

Verdaderamente, el apoyo social mediante el matrimonio, el contacto frecuente con los demás, así como la presencia de un confidente, pueden tener valor protector contra la progresión del cáncer... Son bien conocidos los efectos negativos del estrés sobre la respuesta inmune, y se ha demostrado que esos efectos vienen modulados por el apoyo social. Por lo tanto, es razonable deducir que las acciones sociales de refuerzo pueden mejorar los efectos del estrés producido por el cáncer en el sistema inmune, y de ese modo facilitar la recuperación de los mecanismos de la inmunidad que pueden ser importantes en la lucha contra el cáncer” (Ann N Y Acad Sci, mayo 1998).

La ciencia de la psicoinmunología estudia el papel de la mente en la génesis de la enfermedad. Numerosos estudios han demostrado que el estrés incrementa el riesgo de contraer infección vírica... Datos preliminares sugieren que el pronóstico del cáncer puede mejorar al reforzar la inmunidad, como resultado de una disminución en el estrés”. (Aust Fam Physician, noviembre 1997).

La evidencia probatoria de la relación del estrés con la enfermedad, con particular referencia a las causas principales de morbilidad y mortalidad en el mundo occidental: enfermedad cardiovascular, cáncer y depresión... Hay pruebas de la relación entre el estrés y el desarrollo de la depresión grave, así como del mal pronóstico en la enfermedad cardiovascular y el cáncer” (Epidemiol Pschiatr Soc, julio-septiembre 2001).

¿Qué experiencia sanadora proporciona Jesús a todo aquel que acude a él? Mateo 11:28-30

Ese descanso libera tu vida de la raíz misma del mortífero estrés. Esa raíz tiene relación con nuestro deseo natural de supremacía del “yo”. El yugo “fácil” que Jesús nos ofrece es la cruz que llevamos gustosos, cuando apreciamos de corazón la cruz que él llevó toda su vida por nuestra salvación. Nuestro “yo” queda “juntamente crucificado” con él.


Nota: El “reposo” de Hebreos 9:4, en el original griego es Sabbathismos (reposo del sábado). Si observamos el sábado de la forma en que el Señor lo dispuso, entramos en su escuela de la vida, donde aprendemos a experimentar el gozo de Jesús. ¡No hay mejor medicina!

¿Qué puede ayudar más al enfermo que muchas de las medicinas? Proverbios 17:22

RESPUESTA: “El _________ ________ es una buena medicina, pero el espíritu ________ seca los huesos.”

¿Qué dice la Biblia que puede ser una causa oculta de enfermedades relacionadas con la angustia, y cuál es el remedio? Proverbios 15:17

RESPUESTA: “Mejor es comida de legumbres donde hay _____, que buey engordado donde hay _____.”

7. ¿Qué experiencia expulsará con seguridad la angustia y temor causantes de enfermedad? ¿Cómo puedes vivir esa experiencia? 1 Juan 4:18 y 19

RESPUESTA: “El perfecto _____ echa fuera al ______...” Aprendemos a amar cuando apreciamos la forma en la que “él nos ____ primero.”

La alimentación: causa y prevención de enfermedades

Fue después que el diluvio hubo destruido toda la vegetación. Cuando el hombre comenzó a consumir carne, se produjo una drástica reducción en su longevidad. Antes del diluvio el hombre solía vivir cerca de mil años. Si bien es cierto que desde hace tiempo se ha venido permitiendo al hombre el consumo de carne animal, ha habido un importante cambio desde una fecha reciente. Desde 1844, el Señor está por la labor de preparar un pueblo para la segunda venida de Cristo. En la víspera de ese momento culminante, nos llama a un cambio en nuestros hábitos dietéticos, en el sentido de volver a la dieta primitiva, según su plan original.

Los que comen carne y sus derivados no saben lo que ingieren. Muchas veces si hubieran visto los animales vivos y conocieran la calidad de su carne, la rechazarían con repugnancia. La gente está continuamente comiendo carne que está saturada de gérmenes de tuberculosis y cáncer. La tuberculosis, el cáncer y otras enfermedades fatales resultan así contagiadas... La carne daña la salud; y todo lo que afecta al cuerpo ejerce también sobre la mente y el alma un efecto correspondiente”.

Lo perjudicial para la salud, no sólo reduce el vigor físico, sino que tiende a debilitar las facultades intelectuales y morales. Al ceder a cualquier práctica antihigiénica dificultamos la tarea de discernir entre el bien y el mal, y nos inhabilitamos para resistir el mal” (El ministerio de curación, p. 241, 243, 90).

10. ¿Qué error es muy común en la dieta del mundo occidental? Proverbios 25:27

RESPUESTA: “Comer mucha _____ no es bueno...”

“Miel” incluye al azúcar y los dulces, aunque nuestros productos refinados eran desconocidos para el sabio Salomón.

11. ¿Qué nos aconseja el Nuevo Testamento a propósito de un cambio en nuestra dieta? 2 Corintios 6:17

RESPUESTA: “...no toquéis lo ________...”

Nota: Lo impuro puede ser una comida o bebida perniciosas. Eso incluye las carnes impuras referidas en Levítico 11:1-24, el tabaco en todas sus formas, así como toda otra droga nociva; el te, café y bebidas de cola que contienen cafeína, y también bebidas alcohólicas de toda clase. Incluye, desde luego, toda práctica insana. Aquellos que se aferran a Cristo, su Sumo Sacerdote que oficia en el santuario celestial, desechan gustosamente todo hábito pernicioso, y reconocen que sus cuerpos son morada del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19 y 20).

¿Qué puede hacer el Señor, y qué está ansioso por hacer en favor de todos los que desarrollen la auténtica fe? Éxodo 15:26

RESPUESTA: “...ninguna ____________ de las que envié sobre los egipcios traeré sobre ti, porque yo soy Jehová, tu _________.”

Nota: La Biblia no nos autoriza a extralimitar ese principio, cayendo en el error de pensar que toda enfermedad conlleva una responsabilidad en el propio enfermo. En Éxodo 15:23-25 leemos cómo el árbol trajo sanación a las aguas amargas. Cuando las aguas de nuestra vida se vuelven amargas, resultamos debilitados, y caemos fácilmente presa de la enfermedad.

Aprópiate de ese árbol, la cruz del Calvario, y permítele que endulce tus aguas. Comprueba la fidelidad de las promesas de Dios. Sé humilde en la comprensión de que necesitarás esa medicina cada día de tu vida, hasta que Jesús regrese por segunda vez.

13. Es una verdad bíblica conocida el que Jesús llevó nuestros pecados en su cuerpo, sobre el madero (1 Pedro 2:24). Es gracias a ello que somos perdonados. ¿Llevó también nuestras enfermedades? Mateo 8:16 y 17

RESPUESTA: “Él mismo tomó nuestras ______________ y llevó nuestras ____________.”

Nota: Muy íntima es la relación entre la mente y el cuerpo... La condición de la mente influye en la salud mucho más de lo que generalmente se cree. Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental. Las penas, la ansiedad, el descontento, remordimiento, sentimiento de culpabilidad y desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte

Las palabras de nuestro Salvador: ‘Venid a mí... que yo os haré descansar’ (Mateo 11:28), son una receta para curar las enfermedades físicas, mentales y espirituales. A pesar de que por su mal proceder los hombres han atraído el dolor sobre sí mismos, Cristo se compadece de ellos. En él pueden encontrar ayuda. Hará cosas grandes en beneficio de quienes en él confíen”.

El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida” (El ministerio de curación, p. 185, 78).

En cada mandamiento y en cada promesa de la Palabra de Dios se halla el poder, la vida misma de Dios, por medio de los cuales pueden cumplirse el mandamiento y la promesa. Aquel que por la fe recibe la palabra, está recibiendo la misma vida y carácter de Dios...
Recibid en el alma por la fe la incorruptible simiente de la Palabra, y producirá un carácter y una vida a la semejanza del carácter y la vida de Dios” (Palabras de Vida del gran Maestro, p. 20).

“Así dice Jehová, Hacedor tuyo y el que te formó desde el vientre...”

“A mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he amado... No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 44:2; 43:4 y 5).

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

“Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3).

“¡Mirad a mí y sed salvos todos los términos de la tierra...!” (Isaías 45:22).

“Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17).

“Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos paz, c-ayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

LO QUE ESCASEA, ADQUIERE VALOR...


Cuando en el camino (por una misericordia divina, luego de tanto caminar, de tanto llorar, de tanto pedir) te sorprenda ver a lo lejos en una esquina del mismo, una pequeña semilla, que es casi tan diminuta como una de mostaza; y te inclines débilmente a tomarla, la examines y te des cuenta de que realmente es una semilla de mostaza, es probable que comiences a preguntarte: “¿Podrá ser cierto? ¿Acaso no es esta la semilla con la cual comparaban a la fe? ¿Será posible que por fin haya encontrado mi semilla?”

En ese momento se detiene el tiempo. Ese minuto queda registrado no tan solo en tu reloj físico sino en tu reloj del alma. Porque cuando algo así sucede, todo se detiene, deseas gritar, reír, saltar, llorar, compartir tu hallazgo, pero es solo tu mente la que comienza activarse, todo lo demás queda detenido, y vuelves a preguntarte: “¿A quién se le habrá caído esta semilla? ¿Será mía realmente? ¿Vendrán a quitármela? ¿Debo compartir lo que encontré?”

¡Claro que vendrán a quitártela! Sí escasean en esta época las semillas de fe, es más, NO es su temporada. Así que todo lo que escasea adquiere valor. Ten cuidado . . . Cuando logres encontrar eso que da motor a tu intelecto y activa las ganas de ejercitar tu mente, que aumenta el valor a tu vida . . . aguántalo, no lo dejes ir. Si tienes que tomar medidas extremas, ¡hazlo! Porque perderlo es morir, es secarse en vida. Perderlo es borrar literalmente tu sonrisa del rostro, es vivir respirando amargura sulfúrica que no te liquida de cantazo, sino que alarga tu agonía existencial a una perpetua condena.

“Entonces, ¿qué debo hacer?”

Disfruta tu milagro, escoge bien con quién vas a compartir tu alegría, y cuidado que no actives en otros ese veneno mortífero llamado envidia; cuídate y cuida tu milagro. Y espera. No vayas a cometer el “error común”. El error por el cual otros han perdido en algún momento su semilla. Error que comienza a cegar tu mente y tu alma solo a minutos de haberla encontrado.

El “error común” está compuesto de líquidos de orgullo que se mezclan con elementos de soberbia, logrando así una condición mental ególatra —podríamos decir, “de auto yo”—, el cual es casi imposible de combatir. Comienzas a felicitarte por tu hallazgo, empiezas a darun recorrido mental en el cual destacas tu persona en todo momento, dejando a un lado cualquier posibilidad de haber sido ayudado por alguna intervención divina. El “error común” es un ácido destinado a disolver cualquier pensamiento dedicado a Dios, su función es exterminar cualquier lazo o vínculo entre el hombre y su Creador.

Una vez identificadas esas precauciones, ¡adelante!, continúa tu camino con confianza, fortalecido porque la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. La convicción de que si hay alguien que puede ayudarte en medio de las situaciones adversas, ese es el Creador del universo, el Dios de tu semilla, el Dios de tu milagro . . . ¡solo ten fe!

SEÑALES EN EL CAMINO


Hay señales que nos permiten reconocer cuán fuerte y vibrante está nuestra pasión. En nuestro caminar, veremos el fruto de una vida que disfruta de comunión. Lo difícil es identificar cuándo la pasión comienza debilitarse.

Podemos ver las señales en nuestro diario vivir. Nos hemos acostumbrado a ellas. Tal vez hemos visto debilitarse la frescura y el entusiasmo que nos caracterizaba. Ninguno de los que han renunciado a la vida llena de pasión y fe lo hicieron de la noche a la mañana. A todos les pasó poco a poco. Hubo cambios que empezaron a ocurrir, pero los ignoraron. Prefirieron no prestarles atención. Muchos nos damos cuenta tarde. Un tiempo después, comenzamos a ver debilitado nuestro corazón, y no sabemos qué hacer. Es allí cuando empezamos a despertar a la realidad de que algo nos ha sido robado.

El enemigo vino a matar, robar y destruir. Su agenda es clara. Él desea matar aquello que un día te dio un nuevo comienzo. Quiere robar la pasión que te ha sostenido y destruir la fe que en el valle de sombra avivó y puede volver a avivar tu alma.

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).

Nuestra pasión y nuestra fe se cultivan en el corazón. Cuando hablo del corazón, no me refiero al órgano físico, sino al centro de nuestras motivaciones e intenciones. Es el lugar donde se cruzan los pensamientos y las emociones. En nuestro corazón se determina nuestra voluntad. Es donde se ejercen nuestras decisiones. Es allí donde cultivamos nuestra pasión. Los pensamientos que cultivemos van a darle dirección a nuestra fe y pasión.

El corazón es como el huerto que debemos cultivar. Todos sabemos bien que ningún jardín muere de un instante a otro. Si descuidamos la actitud de velar y cuidar nuestro jardín, no nos percataremos de las señales de debilidad que nos va dando. No soy jardinero, pero he aprendido la perseverancia que se requiere para cultivar la vida en el corazón. Sin embargo, hoy Dios quiere despertar tu corazón una vez más. Desea regresarte la intención y el entusiasmo perdidos.

DIOS ES LA UNICA ESPERANZA


Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. —Romanos 8:25

En su libro El puente sobre el Río Kwai, Ernest Gordon escribió sobre sus años como prisionero de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Este hombre, de alrededor de 1,90 metros de altura padeció malaria, difteria, fiebre tifoidea, beriberi, disentería y úlceras tropicales. Además, el trabajo forzado y la escasez de comida lo hicieron adelgazar rápidamente, hasta llegar a pesar menos de 45 kilos.

La mugre del hospital de la prisión impulsó al desesperado Ernest a pedir que lo trasladaran a un lugar más limpio… la morgue. Acostado en la suciedad de la casa de la muerte, esperaba morir. Sin embargo, todos los días, un compañero de prisión le lavaba las heridas y le insistía para que comiera parte de sus raciones. Mientras el tranquilo y sencillo Dusty Miller atendía a Ernest hasta que este recuperó la salud, le hablaba al agnóstico escocés sobre su fe en Dios y le mostró que, aun en medio del sufrimiento, hay esperanza.

La esperanza de la que leemos en las Escrituras no es un optimismo vacío y endeble, sino una expectativa firme y segura de que Dios hará lo que prometió. La tribulación suele ser el catalizador que produce constancia, temple y, finalmente, esperanza (Romanos 5:3-4).

Hace más de 70 años, en un brutal campo de prisioneros de guerra, Ernest Gordon aprendió, por experiencia, esta verdad, y dijo: «La fe aumenta cuando la única esperanza que queda es Dios» (ver Romanos 8:24-25).

LA SOBERANIA DE DIOS Y EL LIBRE ALBEDRIO


¿Dios nos haría responsables de algo para lo que no nos ha capacitado?

Tal vez, los israelitas se preguntaron lo mismo cuando Moisés, en su discurso de despedida, les dijo: «Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír» (Deuteronomio 29:4).

Estas palabras probablemente les resultaron ofensivas, especialmente porque su líder les estaba advirtiendo sobre las consecuencias de no cumplir con su parte del pacto que Dios había hecho con ellos (Deuteronomio 28). ¿Cómo podrían evitar ese problema si Dios no les daba lo que necesitaban para agradarlo?

Parte de la respuesta parece residir en el capítulo siguiente. Posteriormente, Moisés vislumbró el día en que Dios dotaría a Su pueblo con un corazón comprensivo, después de que reconocieran sus errores y se volvieran a Él (30:1-6).

Este texto indica que solo cuando los israelitas finalmente entraran en razón, Dios les daría un corazón nuevo. Sin embargo, después, el Nuevo Testamento nos dice que incluso el arrepentimiento es un regalo de Dios (2 Timoteo 2:25). Entonces, si Dios sabía de antemano que con el tiempo Israel volvería a Él por un nuevo corazón, ¿de quién sería la decisión para que eso sucediese?

Los teólogos no se ponen de acuerdo en este punto. Los calvinistas dicen que los seres humanos caídos están muertos en pecado y que no pueden pedirle a Dios que los salve, a menos que Él genere ese arrepentimiento. Los arminianos dicen que, aunque los seres humanos caídos estén separados de Dios debido al pecado y a la muerte espiritual, les queda suficiente conciencia y capacidad de elección para reclamar Su misericordia.

Las conclusiones de ambos grupos tienen sustento bíblico. Los calvinistas citan declaraciones que afirman que Dios llama para que sean Sus hijos a aquellos que Él, en base a Su propia voluntad, tiene a bien elegir para la salvación (Efesios 1:4-5). Los arminianos se oponen basándose en textos que dicen que Dios llama a todos para que elijan personalmente recibir las buenas noticias de lo que Cristo hizo por nosotros (Apocalipsis 22:17).

Ambos relacionan el conocimiento anticipado o presciencia de Dios con la elección (Romanos 8:29-30; 1 Pedro 1:2), pero discrepan sobre el sentido bíblico de dicho conocimiento previo. Hasta cierto punto, los calvinistas vinculan la presciencia de Dios con lo que Él determina de antemano. Los arminianos son más propensos a decir que Dios ve lo que sucederá y les da a los seres humanos la libertad de elegir en respuesta a Su llamado.

Desde los días de Juan Calvino (1509–1564) y Jacobo Arminio (1560–1609), muchos han considerado este debate teológico, aún vigente, como un tema decisivo para comprender la gloria y bondad de Dios.

El aspecto positivo es que la naturaleza controversial de este asunto ha instado a muchos a estudiar con cuidado las Escrituras en un intento de comprender quién tiene la razón.

Pero hubo víctimas en el proceso. Más de uno quedó atrapado en el fuego cruzado entre personas bien intencionadas que han catalogado al otro bando de herejes y de enemigos.

Otros, casi involuntariamente, han confiado en aseveraciones y razonamientos humanos, en un intento de resolver el misterio de una Biblia que enfatiza tanto el conocimiento divino anticipado como la responsabilidad humana.

El resultado de esta especulación teológica ha sido muy costoso para los miembros de ambos grupos. Al presionar la lógica de la elección soberana o del libre albedrío humano, muchos terminaron perdiendo la seguridad de su salvación. Enfatizar la elección soberana de Dios o la elección humana ha hecho que innumerables personas se preguntaran si han visto suficientes cambios en sí mismos como para considerar que su elección era segura.

¿Significa esto que es mejor ni siquiera investigar lo que dicen las Escrituras sobre la elección divina y la voluntad humana? No; significa que, cuando comenzamos a decir más o menos que lo que expresa la Palabra de Dios, necesitamos tener en mente los fundamentos de nuestra relación con Dios y con el prójimo.

Fe: Debemos recordar que la única autoridad reside solamente en lo que Dios reveló sobre Su gracia soberana y las elecciones de las que nos hace responsables, no se puede añadir ni quitar nada (1 Corintios 4:6).

Esperanza: Centrarnos en lo que tenemos que hacer para probar la elección divina o en si hemos confiado suficientemente en Él enfatiza de manera errónea nuestros esfuerzos personales. No podremos tener la seguridad de nuestra salvación hasta que no descansemos completamente en lo que Cristo hizo por nosotros.

Amor: Si Dios no pone en nuestro corazón amor hacia los que disienten de nosotros, toda la teología y la lógica del mundo creará un obstáculo que nos alejará a unos y otros de Cristo en lugar de acercarnos a Él.

Podemos considerarnos calvinistas o arminianos, pero eso no tiene por qué dividirnos en espíritu. Mediante la fe común en el sufrimiento y la muerte de Cristo por nosotros podemos compartir una gracia que nos une en una salvación que ninguno merece.

Podemos unirnos para orar: Padre celestial, danos un corazón que acepte el grado de comprensión que deseas que tengamos, suficiente humildad para reconocer lo que solo tú comprendes y mucho amor para respetar a los hermanos que han llegado a conclusiones diferentes a las nuestras sobre por qué debemos darte siempre nuestro agradecido amor y adoración

EN QUIEN CONFIAS?


En noviembre de 1947, Harry S. Truman, el trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos, instó a las Naciones Unidas a dictar una resolución que dividiera Palestina entre los estados judío y árabe.

Posteriormente, Truman expresó su confianza en el renacido estado de Israel, diciendo: «Creo que tiene un glorioso futuro como otra nación soberana, pero también como una encarnación de los grandes ideales de nuestra civilización».

Resulta interesante que uno de los líderes espirituales de esa nación manifestara desde entonces menos confianza en su propio pueblo. El difunto rabino Meir Kahane (1932-1990) indicó que temía que sus compatriotas tendieran a apoyarse más en sus aliados que en Dios, que es su verdadera fuente de grandeza.

El rabino Kahane, que también fundó la Liga de Defensa Judía en los Estados Unidos, escribió: «Mientras los judíos tengan al menos un aliado, estarán convencidos […] de que su salvación vendrá de esa alianza. Únicamente cuando estén solos, aun en contra de sus esfuerzos e intentos desesperados, tendrán que recurrir, sin otra alternativa, a Dios».

Si los comentarios del rabino permiten una comprensión profunda, lo que expresó sobre Israel también debería decirnos algo sobre nosotros. ¿Quién de nosotros no tiende a poner su esperanza y confianza en prácticamente cualquier cosa que no sea el Dios que nos hizo para sí mismo?

Vernos reflejados en la historia de Israel es una experiencia que nos obliga a pensar, pero que también puede inspirarnos. Si estudiamos bastante los hechos del pueblo elegido, veremos que Dios eligió a esa nación para beneficio de todos.

Por ejemplo, es valioso que todos sepamos que Dios no eligió a Israel porque era importante (Deuteronomio 7:6-8). Escogió un pueblo pequeño y débil, que no era mejor que ningún otro, para demostrar lo que podía hacer por aquellos que confían en Él.

Por el contrario, vemos que el Señor eligió a una nación para mostrarnos que nadie encarna los grandes ideales de nuestro Creador mientras dependa de cualquier persona o cosa que no sea Él, que nos creó para sí.

No hay otro evento en el que ambos aspectos adquieran más importancia que en las circunstancias que rodean el nacimiento y la muerte del Mesías esperado de Israel.

Según el autor de Mateo, en los días del rey Herodes llegaron a Jerusalén sabios de oriente que preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle» (Mateo 2:2).

Mateo sigue diciendo que Herodes no fue el único que se alarmó ante aquellas noticias. Escribió: «Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él» (2:3).

Al compartir los sentimientos del rey, el pueblo de Jerusalén demostró que no estaba preparado para la aparición del Mesías.

Treinta años después, un profeta llamado Juan el Bautista confirmó que Israel no estaba listo para su Salvador. Instó a sus compatriotas a reconocer los pecados que les impedían abrazar los grandes ideales del reino de Dios.

Sin embargo, esa vez fueron los líderes de la nación los que se sintieron amenazados, no solo por Juan, sino también por Aquel a quien él llamó «el Cordero de Dios» (Juan 1:36).

Después de tres años de oír sobre el Rabino de Israel que hacía milagros, e incluso de verlo, los envidiosos líderes le pidieron ayuda a Roma para deshacerse de Jesús.

En ese momento, la estrategia divina de uno para todos se cumplió de manera inesperada. En el momento más deplorable de la historia judía, Dios usó los insultos, los latigazos y los clavos de Sus enemigos para encarnar el mayor episodio de justicia, misericordia y amor divino que el mundo ha conocido.

En el supremo rescate de uno para todos, el Hijo de Dios, hecho carne en un judío perfecto, voluntariamente pagó el precio por los pecados de todo el mundo. Después de tres días en una tumba prestada, se levantó de los muertos para ofrecer perdón e inmortalidad a todo el que confiara en Él.

Tal ironía solo podía provenir de Dios. ¿Quién más podría usar nuestros peores pecados como una oportunidad para atraernos a sí mismo? ¿Quién, sino Dios, podría usar la muerte de Uno para ofrecer vida a todos? ¿Quién, sino nuestro Creador, podría emplear para beneficio de la humanidad entera a una nación que refleja nuestras peores inclinaciones? ¿Quién, sino nuestro Dios, podría darnos un Hijo y Salvador que realmente personifica la justicia, la misericordia y la inmortalidad para la que fuimos creados?

Padre celestial, gracias por usar un «pueblo elegido» para contarnos nuestra propia historia. Sobre todo, gracias por usar esa nación para que nos naciera un Rey que estuvo dispuesto a morir sufriendo de manera indecible, para compartir los grandes ideales de Su reino con nosotros.

EL DIA QUE DIOS MURIO


El 8 de abril de 1966, la tapa de la revista Time preguntaba en letras en negrita: «¿Dios está muerto?». El artículo principal describía el trabajo de varios teólogos que ya no se adherían a los conceptos tradicionales de Dios. Coincidían al concluir que el Dios de nuestros padres no había sobrevivido a la aparición de los conceptos de la evolución y del control de la natalidad.

El debate que seguía no se relacionaba tanto con Dios, sino con nosotros. Estábamos atravesando una década turbulenta; nuestro mundo cambiaba. Una guerra poco popular en Vietnam incitaba el uso de adhesivos en los automóviles, que decían: «Cuestionemos la autoridad». La ciencia y la tecnología mejoraban nuestra vida y nos hacían perder conciencia de la necesidad de un Dios sobrenatural.

Otras razones para pensar que Dios está muerto. Los cuestionamientos a la imagen tradicional de Dios se multiplicaron en las décadas subsiguientes. No todos eran seculares. Las estafas a los consumidores en los programas religiosos por televisión expusieron al Dios de la Biblia al ridículo público. Las promesas de «bendiciones a cambio de dinero» asociaron el nombre de Cristo con fraudes que sugerían: «sea rico ya» o «adelgace de inmediato». Últimamente, en los medios públicos aparecieron pruebas de abusos por parte del clero. Con esos informes, surgieron historias de víctimas que, por esos abusos, ya no consideraban al Dios de la iglesia una opción real.

Sin embargo, los iluminados por la ciencia o los desilusionados por los líderes religiosos no son los únicos que hablan de la muerte de Dios.

La Biblia también habla de la muerte de Dios. El Dios de la Biblia estaba tan conmovido por el daño que las personas se hacen a sí mismas, que ciertamente eligió morir por eso. En un determinado momento de la historia, el Dios eterno cerró Sus ojos y dejó de respirar. Bajo el peso de los pecados del mundo, Su cuerpo cayó agotado y sin vida. En aquel instante, Dios estaba muerto, no sólo según la percepción de otros, sino en un tiempo y en un lugar reales.

Al afirmarlo, la Biblia va mucho más allá de las portadas y las páginas de la revista Time. En vez de preguntar: «¿Dios está muerto?», la teología bíblica nos deja un misterio que sobrepasa la comprensión humana (1 Timoteo 3:16). La segunda Persona de un Dios que es tres en uno se transformó en un hombre real para morir de verdad por nosotros (Juan 1:1-3,14; Filipenses 2:5-11).

A medida que se revela este incomparable drama, vemos que la muerte física no fue el mayor sacrificio de nuestro Señor. Aun antes de soltar Su último aliento en una cruz romana, soportó la oscuridad infernal de la separación espiritual de Su Padre celestial. Cuando los cielos se oscurecieron a mediodía, Su gemido angustiado hizo eco en las cámaras del cielo y de la historia: «¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46).

Según la Biblia, nuestro Creador soportó esa muerte agonizante para venir a rescatarnos.

Lo que la muerte de Dios nos dice sobre nosotros mismos. Los que tendemos a considerarnos víctimas más que infractores podríamos inferir que la muerte de Cristo probablemente diga más de la maldad de otros que de nosotros mismos. Siempre podemos señalar a alguien que pensamos que nos dio una excusa para reaccionar sin amor.

Pero, si nos detenemos en el sufrimiento de Cristo, obtenemos un cuadro diferente. Si la Biblia está en lo cierto, Él no murió solamente por los pecados de cualquier otra persona. Él murió por nosotros (Juan 3:16; Romanos 5:8). El dolor que soportó dice muchísimo sobre la extrema naturaleza de nuestra necesidad (Romanos 3:10-20).

Cualquiera que quiera ser incluido en la muerte de Cristo debe admitir que, a los ojos de Dios, nuestros propios pecados están a la altura de quienes violan las leyes federales con delitos penados con la muerte. La magnitud de Su sacrificio dice que, sin Su intervención, seguiríamos siendo delincuentes condenados, sin esperanza y aguardando en el «pabellón de la muerte» lo que la Biblia denomina «la muerte segunda» (Romanos 6:23; Apocalipsis 20:14).

Cómo la muerte de Dios puede ayudarnos a encontrar vida nueva. Las Escrituras no dan esperanza para los que no creen que Cristo sufrió por ellos. Sin embargo, ofrece una vida completamente nueva para los que creen que Él vivió y murió en lugar de ellos. Tal como los que son incluidos en un programa de protección para testigos, aquellos que encuentran refugio en el Hijo obtienen una nueva identidad. En Él, se esconden los pasados problemáticos (Colosenses 3:3). Adoptan Su nombre, reciben Su Espíritu y se convierten en templos del Dios viviente (1 Corintios 3:16; 6:19).

Los que permiten que el Espíritu de Cristo se manifieste en ellos son un antídoto contra el concepto de que «Dios está muerto». Su felicidad y sus lágrimas se transforman en una muestra silenciosa del amor, el gozo y la paz de un Dios que está vivo y que extiende Su mano a la humanidad a través de Sus hijos. Nadie lo hace a la perfección, pero lo que más se necesita son personas imperfectas, angustiadas y agradecidas que cada vez tienen más deseos de permitir que Cristo viva Su vida a través de ellos (Romanos 8:11).

¿Cómo podemos lograr este compromiso? Comencemos mirando a Jesús nuestro Señor andando por el huerto de Getsemaní hacia la página central de la historia humana. En el camino, gime: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Luego, en medio de una multitud que gritaba, en una colina fuera de los muros de Jerusalén, voluntariamente soportó el peso eterno de nuestro pecado y de nuestra muerte; lo hizo por nosotros.

Padre celestial, no queremos dejar de agradecerte nunca el precio que pagaste por nosotros. Sin embargo, nos distraemos tan fácilmente. Ayúdanos en este día a renovar nuestra gratitud por la muerte de tu Hijo. Usa la consagración de este momento para dejar que tu vida se manifieste en nosotros hoy.

DIOS EN EL BANQUILLO?


Tras sobrevivir a los horrores de los campos de concentración nazis, Elie Wiesel escribió una novela titulada El juicio de Dios. El autor, dejando entrever su propia crisis de fe, creó un personaje que acusa a Dios de «hostilidad, crueldad e indiferencia» por haberle dado silenciosamente las espaldas a Su pueblo en momentos de necesidad. En la trama, el único que acude a defender a Dios es un extraño que resulta ser el demonio.

El falso juicio de Wiesel está escrito en la tradición de un drama mucho más serio, contenido en una de las historias más antiguas de la Biblia. En el libro de Job, en el Antiguo Testamento, Dios es acusado de agravios no solo por Su peor enemigo, sino también por uno de Sus mejores amigos.

En la narrativa bíblica, Satanás acusa a Dios de comprar la lealtad de un hombre llamado Job. Según la opinión del adversario, ese hombre sigue siendo fiel al Señor a cambio de la disposición de Él de prosperar y proteger a su familia, su dinero y su salud.

En respuesta a esa acusación, el Creador le permite al diablo probar las motivaciones y la lealtad de Job mediante una serie de pérdidas personales. Los infortunios son tan trascendentales que tres de los amigos del protagonista dejan sus hogares para sentarse con él durante siete días en un silencioso sufrimiento.

Al principio, ante el repentino cambio de suerte, Job reacciona con dominio propio y reverencia, pero su dolor y amargura son tan grandes que, al final, se derrumba y acusa al Todopoderoso por los agravios. Sus tres consoladores se ponen tan nerviosos cuando oyen lo que dice Job, que se proclaman defensores de Dios y le dicen al patriarca que merece el sufrimiento que padece.

¿Qué están pensando sus amigos? Después de oír que Job se vuelve en contra de Dios, sus consoladores creen que saben la causa de sus pesares. Están convencidos de que, en la vida, «cosechamos lo que sembramos», y se respaldan mutuamente argumentando que existe una relación directa entre las pérdidas del patriarca y algún traspié moral secreto que se niega a admitir (Job 4:7-8). Insisten una y otra vez sobre la misma lógica. Dios no comete errores; cuando sufrimos, obtenemos el fruto que produjeron las malas semillas que plantamos.

En realidad, los amigos tienen razón desde el punto de vista teológico. Están en lo cierto al decir que Dios no castiga el bien ni premia la maldad. Pero, al tratar de defender a Dios de la injusticia de la que lo acusa Job, desvirtúan tanto al patriarca como al Señor.

Como resultado, nos encontramos con una extensa lista de argumentos entre Job y sus amigos donde el patriarca defiende su inocencia y sus visitantes lo acusan de encubrimiento.

¿Qué está pensando Job? Los pensamientos de Job sobre Dios podrían sorprendernos. En lugar de decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», en realidad, expresa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué no me dejas tranquilo?». En vez de pensar que el cielo ignora su agonía, suspira y jadea, declarando: «¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas, para que te preocupes por él, para que lo examines cada mañana, y a cada momento lo pongas a prueba? ¿Nunca apartarás de mí tu mirada, ni me dejarás solo hasta que trague mi saliva? ¿He pecado? ¿Qué te he hecho a ti, oh guardián de los hombres? ¿Por qué has hecho de mí tu blanco, de modo que soy una carga para mí mismo?» (Job 7:17 LBLA).

Lo que Job no entiende es que el tribunal celestial había declarado como prueba inadmisible la conversación anterior entre Dios y Satanás, la cual explicaría su sufrimiento.

Un final inesperado. Cuando Dios habla en último lugar, no le explica a Job por qué lo dejó sufrir. Tampoco culpa al diablo por lo sucedido. El Señor del cielo ni siquiera les agradece a los tres amigos por tratar de defender el honor del Todopoderoso.

En cambio, en una jugada inesperada, habla desde una tormenta. En efecto, llama a Job al estrado de los testigos y le hace preguntas como: «¿Dónde estabas cuando yo hice el mundo? ¿Puedes comprender cómo lo hice? ¿Puedes hacer lo que hice yo?». Luego, Dios habla sobre el clima, el viento que cambia todo el tiempo y las nubes que acumulan agua y la liberan cuando se les ordena. Con argumentos finales que parecen no proceder de ninguna parte y a la vez de todos lados, el gran Juez del universo presenta una serie convincente de pruebas físicas.

La lógica es clara: «Si soy suficientemente poderoso y sabio para crear Orión en el cielo nocturno, un buey salvaje y un avestruz, ¿puedes confiar en mí mientras atraviesas el problema que permití en tu vida?».

Las quejas de Job son silenciadas. El argumento de sus acusadores queda invalidado. El mundo natural como testigo de la sabiduría y el poder ilimitados de Dios es suficiente para poner al patriarca de rodillas y hacerlo volver a sus cabales.

Y ahora, mientras nosotros somos probados, un águila se eleva en el cielo, un árbol hunde sus raíces profundamente en la rica tierra y despliega sus ramas al sol, un lobo aúlla, las ovejas merodean en busca de pasto, la luna llena ilumina la noche… mientras Dios espera que se recuerde el verdadero juicio de Su Hijo a nuestro favor.

Padre celestial, reconocemos con Job que las evidencias de tu poder y sabiduría que vemos en la creación que nos rodea son suficientes para poner en duda cualquier acusación en tu contra.

NUESTRA NECESIDAD MAS GRANDE


Contrario a la opinión pública, la necesidad más grande del ser humano no es el sexo, sino el compañerismo. Tener al lado alguien con quien compartir la vida. Para que los primeros dos seres humanos se juntaran y así reflejar la unidad que existe entre las tres personas de la Trinidad, Dios creó en Adán un hueco que sólo se podría llenar con el compañerismo de otro ser humano. Dios

no pretendía que Adán fuese un hombre dependiente, incapaz de velar por sí mismo, ni independiente, indispuesto o incapaz de admitir la influencia de otros, sino interdependiente (1 Co. 11:11), una persona con algo que ofrecer a los demás y a la vez capacitada y dispuesta a admitir la influencia y la ayuda de otros.

Cuando Dios dice que la soledad de Adán no es buena (Gn. 2:18), de ninguna manera deberíamos entender que esta situación lo tomó por sorpresa. La soledad de Adán representaba la estrategia divina para empujarlo a establecer una relación con Eva, con el propósito de

que los dos reflejaran la unidad que existe entre las personas de la Trinidad. Tampoco deberíamos entender que la soledad de Adán equivalía a un defecto. Aunque creado de forma perfecta, Adán no dejaba de ser incompleto. El hecho de crear a Adán incompleto no es menoscabo de su perfección. Lo que Dios hizo era perfecto.

La importancia de las palabras «no es bueno», es subrayada en el hecho de que toda el resto de la creación era buena en el sentido de terminada y completa. Había sólo una excepción: la soledad de Adán. Mirando hacia arriba podía adorar a Dios. Mirando hacia abajo podía dominar a los animales. Pero al mirar a su alrededor no encontraba a nadie con quien compartir su vida. Es im

portante recordar que las palabras «no es bueno» fueron dichas antes de la caída. Según la opinión de Dios, la relación tan íntima y directa que Adán tenía con Él no era suficiente. Dios creó a Adán con una necesidad que la presencia divina no podía suplir. Si el hombre necesitaba una «ayuda idónea» antes de caer en el pecado, ¡cuánto más ahora con todos los estragos que el pecado ha causado en su vida!

El compañerismo que resulta cuando dos cónyuges cultivan y persiguen la unidad en su matrimonio, resuelve tres de los grandes problemas que tienen sociedades altamente industrializadas y urbanizadas. En primer lu

gar, hay un énfasis en las posesiones en vez de en las personas. La gente se afana por comprar cosas que no necesita, con dinero que no tiene, al tragar la publicidad que insiste en que no puede vivir sin la velocidad o el lujo de cierto coche, la atracción de cierta prenda, o el placer que la última tecnología le proveerá para sus gustos musicales y visuales. La pareja que cultiva la unidad en su matrimonio sabe que no se trata de posesiones sino de personas.

En segundo lugar, el ser humano se ha despersonalizado y ha llegado a ser u

n simple número. El trabajo de muchos empleos se realiza en cadena. Luego, el producto que el hombre fabrica adquiere una importancia que supera a su creador. Y para colmo, sus mismos logros se convierten en el centro de su vida, y él, su creador, les sirve como un esclavo. ¿Cuántos hombres se han divorciado de manera figurada de su esposa para casarse con su computadora? El cónyuge que cultiva la unidad en su matrimonio descubrirá que la persona de su pareja adquiere una importancia cada día mayor.

Por último, existen pocas relaciones íntimas y personales. En la gran ciudad, en contraste con el pueblo, no conocemos a nuestros ve

cinos. Vivimos rodeados de centenares de personas, pero nos sentimos tremendamente solos. Y en realidad estamos solos. El ritmo de la vida ha aumentado de tal modo que es casi imposible establecer relaciones significativas. ¡No hay tiempo! Y las pocas amistades que se hacen parecen ser «sin depósito», como una lata de Coca Cola. Hay poco compromiso. Cuando la persona cree que su matrimonio deja de serle útil o conveniente, no le cuesta nada abandonarlo, echándolo a la basura como si fuese una lata de refresco.

Después de pronunciar en el versículo 18 las palabra

s «no es bueno», era de esperar que Dios procediese de forma directa a la creación de Eva. Sin embargo, siguió otra estrategia. En primer lugar, requirió que Adán diese nombres a todos los animales, probablemente con el propósito de convencer a Adán de su necesidad de compañerismo con otro ser humano (vv. 19, 20). Después proveyó una compañera para Adán (vv. 21, 24).

Hay dos posibles razones por las que Dios no permitió que Adán participara o estuviese consciente mientras creaba a Eva. En primer lugar, quería mostrar a Adán que no era superior a Eva. Si Adán hubiese tenido la más mínima parte en crear a Eva, se habría enfrentado con la tentación de considerarse superior a ella y propietario suyo. Empleando una interpretación alegórica de las Escrituras, Agustín refleja esta idea al decir que «la mujer fue creada de la costilla del hombre: no de la

cabeza para dominarla, ni de sus pies para ser pisoteada por él, sino de su costado, para ser igual a él, bajo su brazo para ser protegida, y cerca de su corazón para ser amada». Eva también fue creada a la imagen de Dios. Aunque de temperamento diferente, poseía todo lo que tenía el primer hombre, precisamente para serle una ayuda idónea. La mujer no es inferior al hombre, sino igual en cuanto a su valor intrínseco como ser humano.

Una segunda posible razón para no dejar que Adán participara en la creación de Eva era demostrar a las generaciones siguientes que una esposa es un regalo excepcional de Dios, alguien q

ue sólo Dios es capaz de dar (Pr. 18:22). Es muy romántico pensar que hay una sola persona en todo el mundo capaz de suplir nuestra necesidad de compañerismo. Aunque no quieras decírselo a tu prometido o pareja, la realidad es que hay muchas personas que por sus características y personalidad encajarían perfectamente con nuestra forma de ser. Pero aun siendo éste el caso, nos quedamos con la tarea difícil de encontrar a una de esas personas. Necesitamos la dirección de Dios para encontrar a la persona que será la ayuda idónea para nosotros como compañera.

En este día de tanto énfasis sobre

el sexo, es importante recordar que la necesidad más grande del ser humano no es el sexo, sino el compañerismo. Tan importante y fuerte es esta necesidad que cuando

comienza a suplirse, una persona es ca

paz de cometer verdaderas locuras con tal de conservarlo. ¡Cuántas personas

han tirado por la ventana un futuro prometedor, rechazando el consejo sabio de am

igos y familiares, para casarse con alguien que no les merecía ni les convenía, sino que les trajo una vida repleta de problemas, sólo porque ese alguien les mostró un poco de atención y empezó a suplir su necesidad de compañerismo!

Durante la Revolución Francesa, en el siglo XVIII, muchos prisioneros políticos fueron encarcelados en la famosa prisión llamada La Vieja Bastilla. Fueron encarcelados en celdas, aislados de cualquier cont

acto con otras personas. Al final de la guerra, muchos de estos prisioneros se encontraban en un estado de idiotez. No es natural que un hombre viva solo; necesita el compañerismo de otras personas.

DISEÑO EXCLUSIVO DE DIOS


Para una mujer sentirse contenta, feliz y en paz, necesita sentirse valorada y querida por aquellos que la rodean. Cuando la mujer no recibe esa retroalimentación de parte de su entorno, su valor propio se ve afectado, lo cual le puede causar mucho daño. Para tratar de salir de esos estados mentales y emocionales de sentirse con poco valor, la mujer necesita distinguir de forma objetiva, con un alto toque de realidad, aquello que Dios depositó en su vida en el momento de su manifestación.

Cuando escuchamos hablar de un “diseño exclusivo”, quizás pensamos en un vestido especialmente creado para alguien, con detalles únicos, no repetidos. El diseñador sólo creó uno, para una sola persona, con un estilo que nadie tiene. Como luce ese vestido, no luce ningún otro.

Obviamente el valor de algo exclusivo es más elevado. Por ejemplo, vivir en un lugar “exclusivo” añade valor a esas propiedades. Un auto con diseños “exclusivos” siempre es más costoso. En un sentido mucho más espiritual y significativo, eso somos las mujeres en manos de nuestro Creador: su diseño exclusivo. Ningún ser humano es igual a otro. Todos hemos sido creados diferentes. También, todos hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios. Nuestra exclusividad se basa en el hecho de que cada uno de nosotros se encarga de enseñar algo diferente del Dios que nos hizo a su imagen y semejanza. Todos tenemos características divinas, pero exclusivas en cada uno de nosotros.

La manifestación de la mujer completó la creación y entonces se hizo posible el mandato divino de multiplicación y fructificación. Sólo su manifestación plena culmina la obra de Dios. Su manifestación va amarrada de la conciencia de aquellas cualidades que son únicas en las mujeres. Miles de libros hablan de las diferencias entre los hombres y las mujeres. Todas esas aseveraciones son muy buenas, pero desafortunadamente mucha gente le presta atención solamente a quién es mejor que quién, cuando en realidad, cualquier diferencia que tenga el hombre de la mujer es sencillamente normal y no necesariamente significa que hay uno de ellos que esté por encima del otro.

Si Dios hubiese querido dos seres iguales, ciertamente tiene la capacidad de haberlo hecho así. Pero Dios decidió hacer diferentes al hombre y a la mujer. Ninguno es mejor que el otro. Simplemente son diferentes y no debe ser novedad para nadie; ha sido de esa manera desde el principio. El hombre tiene unas cualidades que la mujer no posee y no entiende, de la misma forma que la mujer posee cualidades que el hombre no posee ni entiende. Esto no debe ser motivo de separación, como sucede en tantas ocasiones. Debería en realidad ser motivo de unidad. Dios lo hizo así para que cada uno fuera complemento del otro.

DIOS PONE EN TI LOS DESEOS


Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. —Salmos 37:4

En hebreo, la palabra deléitate puede referirse a ser flexible o disfrutar algo. Cuando comenzamos a disfrutar nuestra relación con Dios, Él satisfará los deseos de nuestro corazón. Este pasaje puede entenderse de dos maneras. El significado principal es la palabra deseos, que en hebreo simplemente significa “la petición o solicitud de nuestro corazón”. El significado simple es que nuestras oraciones y peticiones serán respondidas.

Un segundo significado implícito es que Dios nos da esos deseos, es decir, lo que sentimos en nuestro corazón y espíritu fue puesto ahí por el Señor. El deseo del que estoy hablando otra palabra hebrea, ta’avah, que significa “añorar algo o deleitarse en ello”. Esta palabra se encuentra en los siguientes pasajes:

Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean. —Proverbios 10:24

El deseo de los justos es solamente el bien; mas la esperanza de los impíos es el enojo. —Proverbios 11:23

La esperanza que se demora es el tormento del corazón, pero árbol de vida es el deseo cumplido. —Proverbios 13:12

El deseo cumplido regocija el alma; pero apartarse del mal es abominación a los necios. —Proverbios 13:19

Una visión o sueño positivo puede en efecto motivar y avivar el deseo de que se realice. Sin embargo, puede requerir de una temporada de paciencia y de guardar cuidadosamente nuestros corazones para evitar que el sueño se muera dentro de nosotros. Piénselo, el lugar donde han muerto más sueños es el cementerio local. Muchas personas han muerto sin haber visto cumplirse aquellos deseos que fueron forjados en su mente o que surgieron en su espíritu. Tal vez decían: “Posiblemente cuando tenga más tiempo”, “Cuando tenga el dinero”, o: “Cuando se abra la puerta”, y nunca persiguieron sus sueños.

LA BENDICION DE SHALOM

Activar las bendiciones de Dios involucra habitar en la paz o la shalom de Dios; la cual es una palabra que incluye prosperidad, seguridad, salud, protección, fertilidad y abundancia. De acuerdo con la definición hebrea, podemos sustituir la palabra prosperidad por shalom (paz).

La religión nos ha condicionado a creer que la vida debe estar llena de problemas y que un día, tarde o temprano, iremos al cielo y entonces tendremos paz. La paz no es solamente para el cielo, sino también para este momento en la tierra. Sus días no deben estar llenos de problemas; eso no quiere decir que no tendrá problemas, pero podemos decirle a los problemas que se vayan. No debe vivir una vida de preocupación y angustia. La paz es suya. La prosperidad es suya. Incluso en medio de problemas, todo ello no le quitará su paz.

Todo el mundo está buscando paz. Pero solamente hay un camino hacia la paz y es por medio de Jesús. Él dice: “Yo soy el camino . . . ” (Juan 14:6).

Dios es Jehová–shalom (el SEÑOR es paz) (Jueces 6:24). Tener a Jesús en su corazón es el camino hacia la paz. Sin Jesús, no hay paz. Es entonces que viene la prosperidad, es entonces que viene la bendición. La paz es lo que usted posee como santo de Dios. Usted también es un pacificador y de acuerdo con Mateo 5:9, es bienaventurado. Usted llevashalom adondequiera que va, porque Jesús está en su interior. Usted puede cambiar completamente la atmósfera de un lugar, porque el Príncipe de Paz vive en su interior. Este es su pacto.

¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! --Romanos 10:15

El evangelio es que Jesús vino y murió para que pudiéramos experimentar la shalom de Dios. El castigo (el precio) de nuestra paz fue cargado sobre Él. Él fue azotado y crucificado para que pudiéramos tener paz. Todo aquel que cree en el Mesías y se somete a Él, puede tener paz.

Podemos tener prosperidad y vivir seguros, y todas las malas bestias serán echadas de nuestra vida. No seremos atormentados por demonios. Tendremos la bendición de Dios. Es la garantía de su pacto de paz. Le pertenece a los santos de Dios. Así que no importa qué tan mal estén las cosas, no permita que el enemigo se robe su paz y su shalom.

No importa lo que suceda, diga: “Jehová–shalom, Tú eres mi paz. Tú eres mi prosperidad. Tú eres quien me da shalom. Me niego a ser atormentado por el enemigo, engañado, agobiado, oprimido, pobre o arruinado. Me niego a no tener la paz de Dios, porque Jesús fue castigado por mi paz. Soy un santo de Dios. Estoy bajo el pacto. Tengo el derecho a la paz. Puedo caminar en ese pacto. Podrán caer mil a mi lado y diez mil a mi diestra, pero a mí no llegará, porque tengo un pacto de shalom”.

Comprenda que esto no es algo que vendrá un día. Está aquí y es suyo. Jesús es el Príncipe de Paz. ¿Tiene a Jesús en su interior? Su paz es sobrenatural. Ya está hecho. Todo lo que debe hacer es caminar en fe y será suyo. Esta es la razón por la que vino Jesús.