VOCES CONTRARIAS


En 2 Crónicas 32 encontramos en la Biblia una historia en la que el rey Ezequías, luego de una gran muestra de fidelidad hacia Dios (instó al pueblo a buscar a Dios, mandó purificar el templo y quitar las cosas profanas; celebró la Pascua, reorganizó el culto, etc...), se vio amenazado por una inminente invasión de Senaquerib, rey de Asiria. Apenas se enteró Ezequías de que el rey asirio se acercaba a Jerusalén para atacarla, comenzó a tomar acciones concretas para hacer frente a la situación: se reunió con los jefes civiles y militares, propuso cegar arroyos y manantiales para que el enemigo no encontrara agua cuando llegara; se armó de valor y reconstruyó la muralla que había sido derribada; construyó un muro exterior, fortificó los terraplenes, mandó fabricar lanzas y escudos y puso jefes al frente del ejército (vs. 3-6). Cuando terminó esa etapa, reunió a todos en la plaza y les dijo: “¡Cobren ánimo y ármense de valor! No se asusten ni se acobarden ante el rey de Asiria y su numeroso ejército, porque nosotros contamos con alguien que es más poderoso. 

Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas”. Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó” . (2 Crónicas 32: 7-8, NVI).


Desde Laquis, el rey de Asiria mandó a sus oficiales a decirle a Ezequías y al pueblo: “... ¿En qué basan su confianza para permanecer dentro de Jerusalén, que ya es una ciudad sitiada? ¿No se dan cuenta de que Ezequías los va a hacer morir de hambre y de sed? Él los está engañando cuando les dice que el Señor su Dios los librará de mis manos. (...) ¿Es que no se han dado cuenta de lo que yo y mis antepasados les hemos hecho a todas las nacio nes de la tierra? ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron librarlas de mi mano? Pues así como ninguno de los dioses de esas naciones que mis antepasados destruyeron por completo pudo librarlas de mi mano, tampoco este dios de ustedes podrá librarlos de mí. ¡No se dejen engañar ni seducir por Ezequías! ¡No le crean! Si ningún dios de esas naciones y reinos pudo librarlos de mi poder y del poder de mis antepasados, ¡mucho menos el dios de ustedes podrá librarlos a ustedes de mi mano!” (2 Crónicas 32: 10-12; 14-15, NVI).

Además de esto, los oficiales del rey de Asiria le gritaban al pueblo para infundirles miedo, inclusive lo hacían en lengua hebrea; también se referían al Dios de Jerusalén como si fuera igual a los otros dioses, fabricados por manos humanas (vs. 18-19).

A causa de esto, Ezequías clamó al cielo en oración: “Señor, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has h echo los cielos y la tierra. Presta atención, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira; escucha las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente. (...) Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, Señor, eres Dios.” (2 Reyes: 15-16; 19, NVI).

Dios respondió la oración de Ezequías y lo salvó a él y al pueblo de la mano de Senaquerib, y de todos sus enemigos (2 Crónicas 32: 22).

Muchas veces como cristianos nos encontramos en situaciones parecidas a la descrita anteriormente, nos disponemos a buscar a Dios, nos preparamos cada día para vivir en santidad e integridad, nos comprometemos con el servicio en la iglesia y parecería como que esos fueran los motivos suficientes para comenzar a recibir voces contrarias, es decir, frases y dichos de personas que nos quieren desanimar en nuestra determinación de mantenernos fieles a Dios.
A veces esas voces suelen venir de nuestro entorno más íntimo, de personas a quienes amamos, que no aceptan nuestra fe y nuestra decisión de seguir a Cristo. Es posible que nuestras amistades intenten desanimarnos con argumentos que pretendan refutar la existencia de Dios o la verdad del evangelio.

Posiblemente ante un momento difícil de la vida tengamos que enfrentarnos a frases similares a las que Senaquerib le mandó a decir a Ezequías y al pueblo: “No creas”, “¿En qué se basa tu confianza?”, “Mira tu realidad”, “No te dejes engañar”, “¿No te das cuenta de que no tienes salida?”.

Aunque esas voces que se levantan en contra suenen sofisticadas, contundentes y realistas, nunca tendrán la fuerza y la vehemencia de las palabras simples de una oración elevada al cielo provenientes de un corazón sincero, confiado y fiel.

“Señor, líbrame de los labios mentirosos y de las lenguas embusteras” (Salmo 120:2, NVI).

LUCHANDO POR TUS HIJAS


¿Qué se necesita para convertirse en una guerrera de la oración?


Con esta imagen mental de la mujer y mamá de Proverbios 31, lee las palabras de Efesios 6:12 que aparecen al comienzo de este capítulo. Es importante conocer a tu enemigo ¡y el de tu hija! La oración no es algo bonito que haces solo porque eres mamá. Su propósito no es que te sientas algo cálido y alegre. No, se trata de un enfrentamiento bélico contra los poderes de las tinieblas y del mal. De modo que permíteme preguntarte: ¿Qué harías, o darías o resignarías para convertirte en una guerrera de la oración eficaz para el beneficio de tu hija? Para ser una luchadora valiente por la vida y el alma de tu hija, se requieren, de entrada, dos cosas de ti.

Protege tu caminar con Dios

En primer lugar, es necesario que cuides tu caminar con Dios. Lo que quiero decir con esto es que una mamá conforme al corazón de Dios debe estar dispuesta a dejar atrás todo aquello que no le agrade a Dios, cualquier cosa que esté en contra de su Palabra y su voluntad, cualquier pecado, sea de la clase o de la magnitud que sea. Ya sea minúsculo o gigante en la escala humana, en la economía de Dios, un pecado es un pecado. Punto. Interrumpe tu caminar con Dios, tu comunicación con Él, tu comunión con Él y tu habilidad de orar eficazmente por tu hija. Dios pide que lo amemos y que lo obedezcamos a Él, en primer lugar, y luego que le pidamos en oración lo importante.

Nunca olvidaré el día cuando comprendí que no podía simplemente correr a Dios y entrar bruscamente en su presencia si las cosas no estaban correctas en mi caminar con Él. Quedó absolutamente claro que no podía pedirle nada hasta que le pidiera, en primer lugar, su perdón. Luego, podía elevar mi plegaria con respecto a mis hijas.

De principio a fin, observamos en la Biblia cuán crucial es nuestro caminar con Dios. Él nos dice en Santiago 4:8 que eliminemos el pecado, que limpiemos nuestras manos y nuestras vidas del pecado, y que purifiquemos nuestros corazones. En resumen, Él nos dice que no podemos orar hasta que obedezcamos. El salmista conocía este principio, pues escribió: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18). Y Salomón lo dijo de la siguiente manera: “El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable” (Pr. 28:9).

A este respecto, un erudito dijo: “Si nos negamos a arrepentirnos, si albergamos ciertos pecados, entonces se crea una pared entre nosotros y Dios… Nuestra actitud hacia la vida debería consistir en confesión y en obediencia”.

Pero, ¡he aquí las buenas noticias! Si el deseo de nuestro corazón consiste en seguir a Dios, al cuidar nuestro caminar con Él, se complace en escuchar nuestras oraciones. El apóstol Pedro nos asegura que “los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 P. 3:12).

Y aquí hay otra enseñanza que me impactó profundamente (¡estoy agradecida por ello!). Fue algo que uno de mis anteriores pastores recordaba constantemente a la congregación: “Dejen de lado sus pecados favoritos. Están en juego cosas más importantes”. ¡Vaya! Cosas más grandes —¡como la salvación de mis hijas y las decisiones que toman!— dependen de la oración. Cuando nosotras, las mamás, no mantenemos una relación correcta con el Señor, la relación de nuestras hijas con Él puede verse afectada, simplemente porque no podemos orar con eficacia por ellas. Nuestros propios pecados nos descalifican y nos impiden convertirnos en guerreras de la oración eficaces para nuestras hijas. El pecado silencia nuestra voz y anula nuestras peticiones elevadas a Dios en nombre de nuestra hija. Por eso, el mensaje de Dios para nosotras es que cuidemos nuestro caminar con Él: que eliminemos el pecado y que nos pongamos de rodillas. ¡Cosas más importantes están en juego!

Dedica tiempo

En segundo lugar, para ser una luchadora valiente por el bien de tu hija, tendrás que dedicar tiempo. Desde luego es verdad que todo lo importante para nosotros requiere de nuestro tiempo y de nuestra atención. Y orar por tu hija es, sin duda, una prioridad. Ella es tu carne y hueso, más cerca de ser tu clon que cualquier otra cosa o persona. De modo que será necesario que dediques una parte del tiempo que usas para actividades secundarias, a lo que es prioritario, es decir, orar por tu hija. De alguna manera, tienes que encontrar el tiempo. La Biblia se refiere a este cambio de actividades, de menor importancia a mayor, como el acto de aprovechar “bien el tiempo” (Ef. 5:16). En cuanto a ti y tu hija, Dios te ha concedido una “temporada” especial con ella, bajo tu techo y bajo tus alas, ¡y te aseguro que pasará rápido! Por lo tanto, aprovecha al máximo el tiempo que tienes ahora con ella. Y eso incluye reservar tiempo para orar por ella.

Aquí tienes un ejercicio rápido que te ayudará con eso, yo lo hago casi todos los días. Piensa en la cantidad de tiempo que pasas mirando el noticiario, tu programa favorito o el canal del tiempo. ¿Qué me dices del tiempo que dedicas al ejercicio físico, a las compras por Internet, al envío de mensajes por Twitter, a Facebook y a la correspondencia por correo electrónico con tu familia, amigos y conocidos? Cuando sumes todo este gasto de minutos y horas preciados, te darás cuenta de que, definitivamente, tienes tiempo para la oración; en especial, por la vida y el alma de tu hija. Cuando comparas cómo utilizas la mayor parte de tu tiempo con el tiempo que oras por tu hija, el panorama se esclarece sorprendentemente.

Por supuesto, no hay nada necesariamente malo en dedicar tiempo a estas cosas. Estas actividades nos mantienen en contacto con otras personas, nos proporcionan información, nos ayudan a cuidar de otros y de nuestras finanzas; hasta nos educan y nos brindan un momento agradable o un lindo descanso. Pero piensa en sumar una actividad más a tu tiempo; algo mucho más importante.

Considera agregar momentos de oración por ti, tu familia, tus ministerios, tu congregación y, en especial, por tu hija preciada. Y da un paso más y haz que la oración sea lo primero en tu lista de prioridades. Luego, espera y ¡observa cómo Dios derrama sus bendiciones! En primer lugar, tú eres bendecida porque, cuando oras, pones al Señor en primer lugar. Te transformas y creces a medida que hablas con Dios. Y, bendición sobre bendición, cuando oras por tu hija, ella también se beneficia. Ella es bendecida. Adaptemos esta famosa cita para aplicarla a nuestra hija: “No hay nada que nos haga amar más a una hija que orar por ella”.

INSEGURIDAD E INFERIORIDAD


La inseguridad y la inferioridad han apartado a muchos grandes hombres de Dios de su posición de honor y de su unción. Comienzan fuertes y humildes ante Dios, pero su vida termina en destrucción. Lo hemos visto a lo largo de la historia. Muchos siervos ungidos y escogidos de Dios terminan comiendo del árbol y provocan su propio fin. 

Probablemente uno de los mejores ejemplos en las Escrituras es la historia de Saúl y de David. Saúl había sido ungido rey de Israel y el Espíritu de Dios estaba sobre él (1 Samuel 9:15–16; 10:1). Pero Saúl era gobernado por la inseguridad y la inferioridad. Él se sentía tan inseguro acerca de su posición en el corazón de la gente, que se convirtió en esclavo del temor del hombre. Finalmente, eso lo llevó a la destrucción. En 1 Samuel 15, Dios le ordenó a Saúl atacar a los amalecitas y destruir todo: a todos los hombres, mujeres, niños y animales. Pero Saúl no obedeció la orden de Dios.

Saúl destruyó por completo a los amalecitas excepto a uno: a Agag, su rey. Y asesinó a todos los animales débiles y sin valor, pero salvó a los mejores. Saúl no tuvo el valor de destruir todo, no cuando el pueblo lo admiraría por traer a casa esos deseables botines. De manera que ignoró la orden de Dios. Cuando Saúl le reportó a Samuel los resultados de la batalla, él le dijo al profeta que había “cumplido la palabra de Jehová” (1 Samuel 15:13). Pero no engañaría a Samuel. Dios ya le había mostrado que Saúl no había obedecido sus órdenes (v. 10). Cuando Samuel confrontó a Saúl, Saúl intentó poner excusas y justificar su desobediencia.

Después de que Samuel presionara a Saúl una tercera vez y le diera la palabra del Señor, Saúl finalmente admitió su culpa e incluso la razón de su desobediencia. Saúl le dijo a Samuel: “Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos.” (1 Samuel 15:24, énfasis añadido).

Este fue el comienzo del final del rey Saúl. Saúl le dio un punto de apoyo a Satanás cuando escuchó sus mentiras y no confió en que, debido a que Dios lo había colocado en la posición de rey, él podía mantenerlo ahí. En cambio, Saúl tomó el fruto del temor del hombre y más tarde de la desobediencia. Cayó en la presión política y terminó perdiendo su lugar con Dios.

La raíz de la inseguridad ahora se encontraba firmemente establecida en Saúl y él tuvo que pagar una dolorosa consecuencia: el Espíritu de Dios se fue de Saúl, quien deseaba desesperadamente conservar su reino.

La vida de Saúl refleja a muchos en la actualidad. Comienzan bajo la unción, pero terminan creyendo una mentira. Caen presas, porque su corazón era una puerta abierta a la inseguridad y la inferioridad. Debemos ir a lo profundo del espíritu hasta la raíz de la causa, si deseamos de verdad ser libres.

ALEGRIA POR TRISTEZA


Los actuales periódicos y las redes de noticias que informan las veinticuatro horas con frecuencia informan de noticias, como amenazas de guerra y terrorismo, que causan que las personas se vuelvan deprimidas y ansiosas.


Y lo que muchos estadounidenses están experimentando de primera mano es incluso más estresante que lo que ven en las noticias. Debido a la espiral descendente en la economía, muchos están perdiendo sus empleos, sus casas debido a las ejecuciones hipotecarias, o han perdido una gran cantidad de sus ahorros en el mercado de valores. Muchas personas que aún tienen un empleo trabajan más y más duro en los mismos puestos; algunos por menos salario y con menos beneficios para el trabajador.

También está el estrés familiar, no tener suficientes horas en el día para hacerlo todo. Además, muchas familias han sido destruidas por el divorcio o mezcladas mediante varios matrimonios, creando incluso más estrés. Muchos adolescentes se rebelan o abusan de las drogas. Incluso los niños se preocupan por cosas por las que nunca solían tener que preocuparse, como violencia callejera, tiroteos en las escuelas y secuestros de niños.

Situaciones como estas pueden causar que incluso los más optimistas de nosotros nos volvamos estresados, ansiosos, preocupados, temerosos o un poco abatidos. Pero para algunos, estos sentimientos no pasan con rapidez; en cambio, se quedan y se convierten en depresión y ansiedad.

La depresión y la ansiedad pueden conducir a grave dolor emocional juntamente con síntomas físicos, matrimonios y relaciones destruidas, abuso de sustancias o pérdida del empleo como resultado de las ausencias habituales. La depresión y la ansiedad pueden llegar hasta el punto de evitar que usted viva una vida productiva y satisfactoria. Si esto le describe a usted o a algún ser querido, es probablemente el resultado de la depresión o la ansiedad; o ambas. Por ahora nos enfocaremos en la depresión.

Es normal que las personas se sientan “bajas” o estén “desanimadas” cuando experimentan una circunstancia triste, como la muerte de un ser querido o un amigo, la pérdida de un empleo, un divorcio, separación o alguna otra pérdida importante. Sin embargo, cualquiera que experimente depresión continua sin una causa reconocible debería saber que puede que eso sea una señal de advertencia de importante depresión, una aflicción que afecta a millones de personas en todo el mundo.

La buena noticia es que usted puede vencer esos estados. Dios le ha proporcionado recursos en las esferas tanto natural como espiritual para derrotar la depresión y la ansiedad. A medida que usted dé los pasos positivos, la esperanza debería comenzar a sustituir a la depresión y la paz interior vencerá la ansiedad. (Nota: si su depresión persiste o empeora, consulte con un médico, pastor, psicólogo, consejero de salud mental o consejero cristiano. A veces incluso los más fuertes entre nosotros necesitan una mano que les ayude a vencer un obstáculo).

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. —Filipenses 4:6-7

Factores espirituales de la depresión

Todos los tipos de depresión tienen un hilo espiritual común: la falta del gozo de Dios en nuestra vida. Sin gozo en nuestro corazón, nos quedamos sin la energía necesaria para lograr el propósito de Dios para nuestra vida. Pero cuando somos llenos del Espíritu Santo, nuestro pensamiento se vuelve cada vez más como el pensamiento de Dios, y somos llenos de la creencia de que todo es posible mediante la fe.

Dios nos promete hacer pleno nuestro gozo. “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). Yo creo que el mejor antidepresivo en su vida es la Palabra de Dios. Confíe en las promesas de Él y busque su gozo abundante por medio de:

La lectura de la Biblia diariamente y la meditación en su Palabra
Ser lleno diariamente del Espíritu Santo de Dios
Memorizar escrituras
Practicar el pensar según la Palabra de Dios (Filipenses 4:8), hablar palabras dignas de fe, desechar pensamientos que sean contrarios a la Palabra de Dios y practicar la gratitud.
No se desaliente. Ya está usted dando pasos de gigante hacia ser lleno del gozo de Él y ser libre del espíritu de depresión y tristeza.