SABIENDO DISFRUTAR

Dale gracias al Señor por lo que te ha dado. Si disfrutas en lo poco, demuestras que estás listo para recibir mucho más.

Pablo fue un apóstol muy productivo. Llenó Asia del Evangelio y nos dejó grandes enseñanzas. Una de ellas está en 2da. de Corintios 12:15: Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.

Esta Palabra tiene que ver con dos tipos de gastos. El que se hace económicamente para obtener algo. En griego esta acción se dice “dapanao”. Y también hay un gasto al que se somete aquello que hemos adquirido. En griego se dice “ecdapanao”. Por ejemplo, cuando compras un par de zapatos haces un gasto, o sea, “dapanao” y esos zapatos se desgastan o sufren “ecdapanao”, conforme los usas.

Desgaste y renovación

Todos nos desgastamos en la vida, es decir que nos sometemos a un “ecdapanao”. Por mucho o poco que se haga, igual nos cansamos y envejecemos. Tal vez unos más rápido que otros, pero es inevitable, nos gastamos hasta terminarnos. Entonces, si el desgaste es inevitable, lo mejor es enfrentarlo con la mejor actitud y placer. Aunque sea difícil, debemos aprender a darnos con alegría en la familia, la iglesia y el trabajo. Debemos ser personas desgastadas pero renovadas día a día por nuestro ánimo y actitud de servicio.

Respecto al gastar y darnos con plac
er, podemos identificar dos tipos de personas. El que da con alegría lo poco que tiene y el que no da, aunque tenga. Yo he enfrentado ambos tipos. Me dio mucho gusto recibir la invitación a comer de una persona que conozco y sé que no tiene recursos económicos. Me dijo: “Pastor, quiero honrarlo invitándolo a comer, por favor, permítame hacerlo”. Una actitud semejante conmueve y llena de satisfacción, aunque la invitación sea a un hot dog en la carreta de la esquina.

En otra oportunidad, cuando estaba de visita en el extranjero, una persona me llamó para invitarme a cenar a un lugar muy famoso. La situación fue incómoda porque comimos a gusto, las hamburguesas realmente eran muy buenas, pero luego de dos horas de haber terminado con el postre, la persona que nos invitó no pedía la cuenta. Finalmente y después de mucho tiempo, me decidí a pedirla y me sorprendí mucho cuando ¡tuve que pagarla! Aunque yo sabía que nuestro anfitrión tenía la capacidad económica para hacerlo. Tuvo una actitud tacaña y descortés porque nunca se invita y no se paga. Personas como ésta, son más “agarradas” que una abuelita en transporte público, no se sueltan por más que el camion se mueva violentamente. Esa noche comprendí perfectamente cuando la Palabra dice: “Con los avaros ni comáis”. Hermanos, por favor, seamos de los que comparten lo poco que tienen y no de los que se guardan lo mucho que Dios les ha dado.

Aprender a disfrutar

Eclesiastés 6:1-2 advierte: Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.

Dios es el proveedor de todas las riquezas, bienes y honra que posees. ¿Qué pasaría si Él viene ante ti y te dice que desea darte abundantes bendiciones? Seguro que los aceptas. La sopa que el Señor nos tiene preparada es perfecta, no podemos pedir más porque incluye todo lo que nuestra alma desea. Sin embargo, está incompleta sin el último ingrediente que es nuestra facultad de disfrutar todo lo que nos ha dado.