DIOS NUNCA FALLA


Para trabajar con esos pensamientos que alimentan las raíces de amargura en tu vida, lo primero que tú tienes que preguntarte es dónde está cimentada tu confianza. ¿Está puesta en Dios? ¿O estás echando raíces junto a la corriente de lo que los hombres han hecho en tu vida?
Todos tenemos personas que nos han fallado. La pregunta es: ¿Dónde estás echando raíces? ¿Estás dejando que las raíces que broten en tu vida estén basadas en lo que el hombre ha hecho, o en tu confianza en Dios? No es Dios quien te hace bienaventurado, sino que es tú decisión de en quién tú pones tu confianza la que provoca la bendición o la maldición en tu vida. Esto, según Salmos 1.
Si sigues confiando en los hombres, si sigues poniendo tu confianza en los hombres, y no te das cuenta de que los hombres van a fallar, que van a cometer errores, que va a haber problemas, esas raíces seguirán en tu interior.
Aún en la iglesia, los mismos líderes fallan. Cristo escogió doce discípulos; uno de ellos lo entregó y se ahorcó, y con los otros once también tuvo problemas. ¿Nos creemos nosotros mejores que Cristo? Nuestra confianza no debe estar puesta en el hombre, sino en el Dios Todopoderoso que, aunque fallemos, y aunque el mundo falle, Dios nunca falla, Dios nunca abandona.
 Lamentablemente, en vez de echar raíces en la confianza de Jehová, permitimos que nuestras raíces se profundicen en los errores que los hombres han cometido. Esto va minando nuestros deseos de prosperar, de progresar, de confiar en otros, de tener vidas de éxito. Vivimos con corajes y raíces de amargura en nuestros corazones, pudiendo experimentar la gloria de Dios, la libertad de la gracia de Dios, pero permitimos que esas raíces de amargura limiten la manifestación en nuestra vida del poder de lo que Dios hizo por nosotros en la cruz del Calvario.
Tu decisión tiene que ser clara y precisa. ¿En quién vas a depositar tu confianza? ¿En lo que el mundo puede hacer? ¿O en lo que Dios puede hacer contigo?