LA BIBLIA DICE REALMENTE QUE NO PUEDO ENSEÑARLE A LOS HOMBRES?




¿Habrá ciertos dones que las mujeres no deben poner al servicio de la iglesia?

Jill Briscoe nos ayuda a reflexionar acerca de la posición que adoptamos con respecto a ciertas funciones de la mujer en la iglesia actual.

Crecí en Inglaterra con una reina en el trono, y mujeres muy inteligentes me educaron en una escuela para niñas y en una universidad para señoritas en Cambridge (también una doctora fue la que me guió hasta los pies de Cristo). Por eso, después de haber hecho una decisión, quedé consternada cuando empecé asistir a una iglesia donde no se le permitía a las mujeres desarrollarse en áreas en las que yo sabía podían tener mucho éxito.

Con el tiempo y por ser maestra de la Biblia, los líderes hombres de la iglesia me pidieron que le hablara a la mujeres jóvenes y a los hombres en un evento de alcance que nuestra congregación había organizado. Sin embargo, otros no estuvieron de acuerdo con la idea de que yo participara. Eso me dolió y me confundió. El asunto no era que los que no estaban de acuerdo con la idea pensaran que yo no debía utilizar mis dones, ¡sino que ellos pensaban que «Dios creía» que yo no debía! Esto iba totalmente en contra de las raíces de mi identidad y mi llamado.

Las posiciones que los cristianos adoptan con respecto a este tema se basan en la forma en que interpretan los escritos del apóstol Pablo. Pablo le dijo a Tito que las ancianas debían informalmente entrenar a las más jóvenes en la santidad práctica y en la vida cristiana diaria (Tito 2.3–4). Estas ancianas habían sido equipadas y Pablo las animó a enseñar.

Pero ¿qué ocurre con las mujeres que enseñan a los hombres? Pablo le escribió a Timoteo: «La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio» (1 Timoteo 2.11–12). Aquí el apóstol anima a las mujeres a que enseñen, a pesar de que tradicionalmente no tenían esta oportunidad. No obstante, Pablo no les permitía enseñar, en forma autoritaria, a los hombres.
Algunas personas dicen que esta prohibición significa que las mujeres nunca deben enseñar a los hombres en la iglesia. Creen que Pablo tenía este sentir porque debido a que Eva fue engañada, las mujeres son crédulas y, por lo tanto, no deben enseñar a los hombres.

Otros piensan que Pablo estaba abordando algunas circunstancias específicas en Éfeso, porque en otros pasajes, Pablo reconoce a aquellas mujeres que enseñaban y evangelizaban a su lado (Romanos 16.1–3; Filipenses 4.2–3). Durante ese tiempo en Éfeso, las mujeres no recibían ninguna educación y eran aisladas. Por eso, Pablo las estaba previniendo ya que los falsos maestros podían engañarlas y, de esta forma, alejar a los nuevos cristianos de la iglesia que Pablo quería establecer. Esas circunstancias no necesariamente existen hoy en día, porque muchas mujeres, cuando se les entrena, tienen dones que pueden ser de bendición tanto para hombres como para mujeres.

Hace varios años, cuando descubrí que tenía dones que la mitad de la iglesia pensaba que yo no debía tener, fue mi esposo, Stuart, quien me animó a usarlos. Una vez en un programa radial, un entrevistador le dijo: «Usted adopta la posición del papel de la mujer en la iglesia debido ¡al tipo de esposa que usted tiene!». Mi esposo le contestó: «¿Alguna vez se le ocurrió que tengo la esposa que tengo por la posición que adopto?».

Las mujeres deberían usar sus dones en formas que son aceptables para su comunidad de creyentes. Pídale a Dios que la guíe, y lea todo lo que pueda. Existen excelentes libros que la pueden ayudar: Men and Women in the Church [Hombres y mujeres en la iglesia]; Women in Ministry: Four Views [Mujeres en el ministerio: Cuatro perspectivas]; Women, Authority & the Bible [Mujeres, autoridad y la Biblia] (Todos de la casa editorial InterVarsity Press); y Split Image: Male and Female After God''''s Likeness [Imagen dividida: Hombres y mujeres a la imagen de Dios] (De la casa editorial Eerdmans).

Personalmente, creo que primero debo darle cuentas a Dios por los dones y el llamado en mi vida. No quiero llegar al cielo y escucharlo decir: «Sierva mala y negligente». Devotamente, uso mis dones para la bendición de los creyentes cuando así me lo piden y busco utilizar mis fuerzas sin ser un obstáculo obstinado para los demás.
No creo que las mujeres deban enterrar sus dones o dejar que alguien más los entierre. Hay un mundo perdido (de hombres y mujeres) que espera escuchar lo que las mujeres dotadas de Dios tienen que decir. El destino eterno de estas almas podrían depender de eso.

Jill Briscoe es la editora ejecutiva de Just Between Us, una revista para esposas de pastores y mujeres en el liderazgo, y sirve como pastora en la iglesia Elmbrook Church en Milwaukee.

QUE ES SER MUJER Y LIDER ACTUALMENTE?


Ser mujer y ser líder en tiempos post-modernos es:

Elegir escuchar la voz de Dios, aun en medio de otras miles estridentes que invitan al consumo, la apatía y la banalidad.

Cultivar el oír esa voz interna apacible como un precioso tesoro secreto, no permitiendo que la rutina diaria o la preocupación ensordezcan el alma.

Beber cada día del Espíritu, ese río profundo que Jesús promete todavía hoy a todo aquel que padece sed. «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba...»

Soñar sueños para el reino de los Cielos y conducir a otros hacia ellos, aunque al comienzo todo parezca indicar que no vale la pena sostener ideales ni proyectos a largo plazo.

Militar activamente no solamente en la acción sino, sobre todo, en la oración, toda vez que el sórdido paisaje de los medios masivos sugiere impotencia por estar tan lejos, tan sola, o con tan escasos recursos.

Recordar día tras día que «cuando abundó el pecado —corrupción, injusticia, soledad, abandono, egoísmo, necedad, abuso, pobreza de cuerpo, alma o espíritu— sobreabundó la gracia».

Contemplar esos terribles dolores globales desde la mirada de una madre —aunque nunca lo hayas sido— que se pone en la brecha para clamar al Padre y, mientras tanto, como Jesús, consolar los pequeños y grandes dolores cercanos, personales y concretos sabiendo que, aunque parezca insuficiente, vale la pena dar «un vaso de agua en su nombre».

Utilizar sabiamente el tiempo y los recursos que te han sido entregados, no importa cuántos sean, para ser un agente de cambio en el lugar donde Dios te colocó. Él nunca nos ubica en el lugar equivocado... el mejor lugar es siempre un espacio interior de gratitud, contentamiento y aceptación de su sabia y soberana voluntad en nuestra vida.

Encontrarte día tras día con la angustia y la ansiedad que viven tanto fuera como dentro tuyo, y brotan ante el desafío de afuera y la pequeñez de adentro, para cantar con dulce calma alguno de los salmos de David, quien sabía gobernar sus sentimientos ordenándose a sí mismo: «Alma mía, en Dios solamente reposa».

Asumir frente a ti misma, a Dios y a los demás, el compromiso de vivir conforme a lo que dices, sabiendo que, definitivamente, «el mensajero es el mensaje».

En suma, reeleer en tiempos postmodernos:

El coraje de las hijas de Zelofehad, que hicieron consultar a Moisés y cambiar a Dios la jurisprudencia de su tiempo.

La compasión y autoestima de la sierva de Naamán, que no perdió ni identidad ni corazón cuando le quitaron su patria y su libertad.

La grandeza de la reina Esther, que no desestimó su inteligencia ni su fe por pertenecer al círculo de las más bellas, y supo aprovechar esa influencia para librar del exterminio a su nación.

El espíritu dulce y prudente de María, la joven madre a quien Dios pudo confiar el niño más importante de la historia humana; una mujer que había aprendido desde temprano a «guardar cosas en su corazón».

Hay muchos ejemplos en la Biblia para revivir hoy día. Sus voces resuenan todavía y tienen más poder que la sordera posmoderna…

…porque la gente sigue clamando por modelos verdaderos y coherentes, por vidas que valgan la pena vivirse;

…porque Dios todavía continua hablándole al mundo a través de las historias de mujeres, incluyendo también la historia que tú y yo, en elocuente silencio, vamos construyendo cada día.