TRAER EL CIELO A LA TIERRA

Hay un clamor que resuena profundamente dentro del espíritu de todos los que empiezan a darse cuenta del poder y las posibilidades de la oración bíblica. Es el mismo clamor que expresaron los discípulos de Jesús cuando comenzaron a asociar la vida de oración de Jesús con el poder y la autoridad de su vida pública y su ministerio. Ese clamor es: “Señor, enséñanos a orar”.
Cuando Jesús comenzó a responder a su deseo de aprender a orar, les enseñó principios, y no solo una fórmula para memorizar y repetir sin pensar. Les enseñó un modelo de oración; un bosquejo que los guiaría a medida que fueran desarrollando su propio estilo de oración personal. Esta “oración de arranque” resaltaba la importancia de reconocer en adoración a Dios como el suplidor de sus necesidades; de perdonar a otros como a sí mismos, y de pedir fuerzas para vencer las tentaciones mientras representaban a Cristo en su día a día.
Pero antes de que los discípulos oraran por cualquiera de estas cosas, la primera petición que debían hacer era: “Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10, itálicas añadidas). Así es. Con estas palabras, Jesús nos quiere dar a entender que la oración es el vehículo que trae la voluntad de Dios a la tierra. Es fundamental que entendamos esto. Si en verdad queremos aprender a orar, todo comienza aquí.
El tipo de oración que allanará el camino para que nuestros amados hijos vivan victoriosamente en Cristo, no se caracteriza por una ambigüedad nebulosa o un fatalismo carente de fe. La oración bíblica y cristocéntrica no consiste únicamente en pedir que por favor alguien en algún lugar haga algo por algún problema. No es solo una forma en que podemos anestesiarnos mientras sufrimos las injusticias y los ataques de una cultura que está radicalmente fuera de sintonía con la voluntad de Dios.
Dios quiere que aprendamos a orar de una manera que libere su Reino y su voluntad en nuestras vidas aquí y ahora. Él quiere que nuestras oraciones sean las puertas que abran este mundo a la misericordia, la gracia, el amor y el orden de Dios. La voluntad de Dios es que cada uno de los miembros de nuestra familia se convierta en seguidores fieles de Cristo, que vivan vidas rectas, significativas, y de servicio abnegado a Dios y al prójimo. Es su voluntad que cumplan cada propósito que Él ha diseñado para ellos. No debemos conformarnos con menos en cuanto a nuestras oraciones.
Debemos ser proactivos e intencionales en la oración. Independientemente de la personalidad que tengamos, debemos reconocer lo que está en juego y despojarnos de cada limitación que la vida haya puesto sobre nosotros. No es momento de ser pasivos o de mostrar una fe frágil al orar. Es momento de asumir la guerra espiritual. Los estudiantes, los niños, y el destino penden de un hilo.
Al mirar la hostilidad existente actualmente hacia Dios en nuestras escuelas, podríamos pensar: “¿Y qué se puede hacer?”. Se puede hacer mucho. Usted puede marcar una verdadera diferencia. Existe una gran esperanza para esta generación, y siento que Dios está reuniendo a su pueblo para prepararlo y movilizarlo a través de la oración.
Somos un ejército popular reclutado por el Espíritu de Dios. Juntos estamos produciendo un tsunami de oraciones que tiene el potencial de producir toda una generación de Danieles. Juntos reescribiremos la historia, haciendo retroceder a los enemigos de nuestros hijos para que no puedan destruir la promesa y el propósito de Dios para sus vidas.
¡Somos todo un ejército! Ante el ojo inexperto, nuestros uniformes podrían parecer no indicar que estamos en el mismo equipo. Algunos asumimos la oración (nos vamos a la guerra) cada mañana aún en pijamas o con la bata de dormir, otros en ropa de ejercicios, y otros en traje y corbata o su uniforme de trabajo. Tal vez nuestros uniformes no combinan tanto como los de algunos equipos, o no son tan extravagantes como los de la lucha libre, pero no podemos dejarnos engañar por lo que ven nuestros ojos. Unidad y uniformidad no son la misma cosa. Este ejército está conectado por una profunda unidad en el Espíritu y una pasión por esta generación. No debemos subestimar el armamento invisible de Dios que se ajusta a nuestro hombre interior.
Nuestra armadura es espiritual, como explicó el apóstol Pablo:
“Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos” (Efesios 6:10–18).
Mi deseo es que usted comience a aprender a orar de adentro hacia afuera. Nuestra apariencia, la edad que tengamos, o lo terrible que haya sido nuestro pasado, no debe limitar nuestra vida de oración. Algunos de los más grandes guerreros de Dios fueron muchas veces ignorados y subestimados. Dios tuvo que recordarle al profeta Samuel que no mirara la apariencia externa de David cuando llegó el momento de ungir a un nuevo rey como sucesor de Saúl.
“Pero el Señor le dijo a Samuel: No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Samuel 16:7).
Mientras escribo esto, siento en mi espíritu que Dios le está llamando a renovar su confianza en la oración. Puedo ver a alguien que ha sido golpeado por la vida levantarse para unirse a este ejército de oración. Puedo ver caras desconocidas en la tierra sentarse al frente de la mesa en el cielo, cerca de Cristo, honradas eternamente porque sus oraciones moldearon el destino de una generación. Usted ha sido elegido por Dios para ser un guerrero poderoso en la oración, ¡aunque usted no crea que puede llegar a serlo!

CONSEJOS PARA ELEVAR LA AUTOESTIMA

Gozar de una buena autoestima significa que estás contenta contigo misma y que crees que mereces disfrutar de todas las bendiciones otorgadas por Dios.  Tener una autoestima saludable es vital porque ejerce una gran influencia en casi todos los aspectos de la vida.  Esto incluye tus relaciones con los demás, tu grado de confianza en ti misma, tu felicidad, tu paz interior, el establecimiento de metas, tus sueños y tus éxitos. 
            El proceso de elevar la autoestima se fundamenta en modificar la opinión que tienes de ti y aprender a contrarrestar el efecto de falsas creencias sobre tu mente y tu cuerpo. Al lograrlo, tendrás una mayor seguridad, satisfacción, una autoimagen renovada y te convertirás en una versión de ti misma infinitamente mejorada y más gozosa. 
            Te invito a reflexionar y poner en acción estos consejos para elevar tu autoestima:
1.      Acéptate tal como eres.  Si comienzas a sentirte bien con la persona que eres hoy te validarás y te valorarás.  Esto implica que evites la crítica a ti misma y disfrutes de todo lo que posees a nivel mental, físico y espiritual, que te encanta.
2.      Mejora el concepto acerca de lo que mereces. Esta es la principal razón por la que las personas que poseen un alto concepto de sí mismas reciben respeto, colaboración, amistad, buen trato y amistad de los demás. Y de ahí que personas con bajo nivel de autoestima suelen verse envueltas en situaciones incómodas, desagradables y hasta sufriendo abusos y maltratos. Te exhorto a que te hables a ti misma y te digas: “Mi valía como hija amada de Dios me da derecho a disfrutar de lo mejor”.
3.      Antepón tu opinión de ti misma, a la de los demás. Por lo general, tendemos a sobrevalorar la opinión de otras personas.  Mucha gente cree que las afirmaciones de otros fueran muy certeras y bien importantes.  Debe quedarte claro que, en la mayoría de los casos, las ideas que se hagan los demás sobre ti, serán inexactas o incompletas. Otros, usualmente critican y juzgan en la medida en que se criticarían y se juzgarían a sí mismos en similares circunstancias.
4.       No te compares con nadie. Recuerda que Dios te ha creado única y especial.  Tus destrezas, habilidades y fortalezas no tienen comparación.
5.      Centra tu atención en las cualidades positivas. Si te acostumbras a dirigir tu atención hacia tus cualidades, por encima de tus áreas de oportunidad, podrás comprobar la forma en que cada vez de forma más contundente irán ganando terreno.  Mientras más pienses en los aspectos fabulosos de tu ser, mas irán cobrando importancia.

VUÉLVETE A MÍ

Isaías 44:22
Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí.”

            Una de las cosas maravillosas de Dios es que nunca se cansa de llamarnos para que volvamos a Él. Estés donde estés, no importa cuán lejos o cuán abajo, el Señor te sigue llamando...

            ...“Vuelve a mí

            Dios te ve, es más, en ningún momento te ha perdido de vista. Su corazón nunca se ha apartado de ti. ¿Y tu corazón? ¿Se ha apartado tu corazón de Dios? ¿Has dejado que el pecado no confesado cree una capa impermeable alrededor de tu corazón evitando que sea movido por la voz del Señor?

            Quizás has dejado Su presencia por un amor que nunca podrá llenarte.
            Quizás has preferido buscar cosas materiales.
            Quizás estás muy ocupada, o muy cargada, o muy distraída para acordarte de Dios.
            Quizás está herida y haces al Señor responsable de tu dolor.
            O quizás simplemente no tienes ninguna razón, no sabes por qué... pero sí sabes que estás lejos de la preciosa presencia de Dios y de la dulce comunión de la que disfrutabas en otro tiempo.
          La buena noticia es que Dios es bueno y perdonador (Salmo 86:5), hace llegar Su misericordia a todo aquel que confiesa su pecado (Proverbios 28:13), echa en lo profundo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7:19).

            Hoy, mi querida, te está llamando para que regreses. Sin importar cuál ha sido la falta, sin tener en cuenta la magnitud del pecado, Dios quiere dispersarlo como la niebla, hacer borrón y cuenta nueva contigo. Como sucedió con el hijo pródigo, tu Padre Celestial está listo para correr hacia ti con los brazos bien abiertos.

            Sólo debes decidirte a volver.
            El te mostrará el camino a casa.
           “Vuelve a mí”. El está ahí, esperándote con los brazos abiertos.

          Pero eres tú quien debe dar el primer paso. Tan solo recuerda que no hay absolutamente nada que sea mejor, que te complete, te satisfaga, dé sentido a tu vida como el Señor.

Juan 6:68

“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”

            Quizás no seas tú quien está lejos de Dios, pero conoces a alguien que está vagando en el desierto de sus propios deseos. También a ti quiero animarte a que sigas orando por el pronto regreso de esta persona al Señor. Persiste en la oración hasta que corra a los brazos de Su Padre.

          Si te encuentras lejos de Dios y no sabes cómo dar el primer paso, quiero orar por ti. Si tienes a alguien lejos de Dios por el que estás orando, quiero apoyarte en oración.