SE BUSCA UN PADRE


DESCRIPCION DE TRABAJO: a largo plazo, que sea jugador de equipo, que este dispuesto a aceptar el desafío del trabajo permanentemente en un ambiente a menudo caótico. Los candidatos deben poseer comunicación excelente y habilidades de la organización y estar dispuesto a trabajar horas extras, incluyendo noches y fines de semana listo para recibir llamadas las 24 horas del día.

¡Algunos viajes por la noche pueden ser requeridos, inclusive viajes a campings los fines de semana lluviosos y torneos interminables de deporte en ciudades lejanas! Los viáticos no se reembolsaran. Los deberes extensos de mensajero se le solicitaran.

RESPONSABILIDADES: El resto de su vida. Debe estar dispuesto a ser odiado, por lo menos temporalmente, cuando alguien necesite $5. Debe estar dispuesto a morderse la lengua repetidas veces. También, debe poseer la energía física de un mulo y que sea capaz de ir del cero a 60 kph en tres segundos en caso de escuchar gritos en el patio de la casa.

Debe estar dispuesto a encarar los desafíos técnicos estimulantes, la reparación de pequeños aparatos, lavabos misteriosamente lentos y cremalleras atascadas. Debe investigar las llamadas telefónicas, mantener calendarios y coordinar la producción de múltiples proyectos y deberes. Debe tener la habilidad de planear y organizar las reuniones sociales para sus pequeños clientes .

Debe estar dispuesto a ser imprescindible en un minuto, e ignorado en el próximo. Siempre debe esperar lo mejor y estar preparado para lo peor. Debe asumir final, completa la responsabilidad para la calidad del producto final. Responsabilidades incluyen también la conservación de piso y trabajo de portero a través de las instalaciones.

POSIBILIDADES DE PROMOCION: Ninguna. Deberá estar en la misma posición durante años, sin quejarse, reestrenándose constantemente y para actualizar sus habilidades, y estar dispuesto a ser superado por aquellos a quienes sirve.

EXPERIENCIA PREVIA: Ningún requirió lamentablemente.

SUELDOS Y COMPENSACION: Cubiertos por si mismo sin posibilidad de aumento libre, ya que tendrá que invertir todo lo que recibe en la misma empresa.

BENEFICIOS: Ninguna en cuanto a salud , ninguna pensión, ningún reembolso de la enseñanza, ningunas vacaciones pagadas y ninguna opciones de acciones se ofrecen; este trabajo suministra las oportunidades ilimitadas para el crecimiento personal. Tiene derecho a reconocimiento una vez al año, en el día del Padre, pero tendrá que cubrir los gastos ocasionados en el día de ese reconocimiento.

Si está interesado déjelo saber.

Comuníquese a Inversiones Hogar .

En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo,y serás padre de multitud de naciones. Gen 17:4
Dolor es para su padre el hijo necio, Y gotera continua las contiendas de la mujer. Prov 19:13
Al que maldiga a su padre y a su madre,su lámpara se le apagará en la más densa oscuridad.Prov 20:20
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DE GUSANO A MARIPOZA


«Será como el cambio que sufre el gusano cuando se transforma en mariposa» —le expliqué a mi hijo Oscar, de veintisiete años de edad, quien, acostado en su cama, me observaba con ojos serios y con un atisbo de temor en ellos. Oscar, quien desde su llegada al mundo padeció de distrofia muscular progresiva y un leve retraso mental, había adquirido experiencia sobre limitaciones físicas y mentales.

Desde niño fue lento para caminar y correr, y nunca alcanzó su anhelo: dar una sola patada de karate, que, en su momento, lo frustró mucho. A los doce años empezó a usar una silla de ruedas, la cual pronto se integró a él. En casa, su padre, Michelle, su hermana mayor, y yo nos acostumbramos a e
lla, como un ama de casa se acostumbra a su delantal.


Sentar a Oscar en su silla se convirtió en una actividad natural, puesto que ya formaba parte de su diario vivir y en ella podía trasladarse a donde quisiera y llevar a cabo sus actividades.
Asombrada observé su rostro, pues días antes me había insistido que no quería que le hablara de la muerte. «No me hables de eso, mami, que yo no me voy a morir todavía»Sentada al lado de la ventana de su cuarto, miré con intensidad a mi hijo, mientras trataba de tragar el nudo que se había formado en mi garganta.


Antes de hablar con Oscar, había orado pidiéndole a Dios
que me diera las palabras adecuadas para que él me entendiera, así que elevé una rápida oración mental para pedirle de nuevo ayuda. «¿Recuerdas el proceso de la metamorfosis del gusano?, ¿cuando deja el capullo y se convierte en mariposa, y por fin consigue volar? Es parecido a lo que te sucederá. Dejarás este cuerpo y, entonces, cuando estés con el Señor Jesús, lograrás volar con un cuerpo diferente. Allá podrás caminar y correr, pero lo más importante es que estarás con él y podrás verlo, para siempre. Yo también, cuando él lo decida, partiré y estaré con él y contigo. Tú solamente te adelantarás.» «Será como si te quedaras dormido, sólo que, en esta ocasión, cuando te despiertes, verás el rostro del Señor Jesús. Sé que todos sentimos miedo a lo desconocido, pero Jesús te estará esperando. ¿Te imaginas, Oscar? ¡Qué alegría!, ¡qué bendición!, ¡verás a Jesús!» «No tengo miedo, mami» —me respondió él. Seguía sentada en la misma posición, frente a su cama. El murmullo que hacía el motor del colchón de aire nos acompañaba. Asombrada observé su rostro, pues días antes me había insistido que no quería que le hablara de la muerte. «No me hables de eso, mami, que yo no me voy a morir todavía» —me había indicado con ansiedad. Pero ahora, con total seguridad, me había respondido que no sentía miedo. Permanecía sereno y lúcido y me miraba con ojos limpios y tranquilos; el temor se había retirado de ellos.


Entonces
agradecí en mi corazón a Dios por aquella paz en mi hijo y me maravillé en ese momento tan especial con la certidumbre de que Él estaba allí con nosotros. «Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús». Trataba de preparar a Oscar para su partida hacia su Creador, ya que, en verdad, su cuerpo estaba exhausto y al borde de la inanición. Por la dificultad de respirar y el esfuerzo por lograrlo, los médicos le habían recetado morfina para ayudarlo a relajarse para que consiguiera respirar con más tranquilidad. 


Le administrábamos oxígeno, porque sus pulmones ya habían colapsado, por lo que el concentrador de oxígeno estaba conectado casi siempre produciendo un sonido molesto, al cual nos resultó difícil acostumbrarnos. Yo lo había apagado para este momento íntimo. «Sólo es cuestión de tiempo» —me advirtió la amable doctora que vino a visitarlo a casa. Oscar era tan amable y generoso que cuando, con dedos torpes, le puse la primera inyección de morfina y lo lastimé, me observó e inmediatamente me tranquilizó: «No te preocupes, mami, yo sé que no lo hiciste a propósito, la próxima vez lo harás mejor». Michelle y yo siempre supimos que Oscar, a pesar de su debilidad física, era el más fuerte de los tres. Ambas conocíamos su franqueza y cuán directo era para opinar sin ofender. Sabíamos que podíamos acudir a él si deseábamos una opinión sincera y hasta se disculpaba si entendía que su sentir en el asunto no nos agradaba. Sus respuestas no estaban llenas de muchas palabras, pero sí eran objetivas y sensatas. Oscar asumió un papel de protector de su hermana y mío. Sentíamos su protección incluso el último año cuando ya permanecía la mayor parte del tiempo en cama. Esa actitud salía a relucir cuando se molestaba por algún incidente desagradable que nos hubiera sucedido a Michelle o a mí y protestaba indignado haciéndonos sentir su solidaridad incondicional hacia nosotras.

Aun cuando a veces me impacienté debido al cansancio físico de cuidarlo día y noche, mi amado hijo sabía y me manifestaba que podía contar conmigo, pues siempre estaría allí para él. Suspirando, extendí mi mirada hacia la calle. «Oremos, Oscar». —le pedí. Él cerró sus ojos y yo oré entregando la vida de mi hijo a Aquel que lo amó y dio su vida por él. Besé la frente de Oscar y encendí el concentrador de oxígeno. Dios me dio este hijo, quien permaneció enfermo toda su vida, pero fue a través de él y por el largo trecho que recorrimos juntos que aprendí del Señor que, sólo aceptando Su voluntad como la mía, podría experimentar la paz que sólo Él da y el gozo que resulta de dejar que Él viva a través de uno. Aprendí de Él que con un corazón rebelde hacia Dios no conseguiré construir nada para la eternidad, pero sí, si dejo que Él alcance su propósito en mi vida y en la vida de aquellos a quienes amo. La aceptación de Oscar de la voluntad de Dios lo ayudó a afrontar la vida con serenidad y a vivir buscando lo que sí era capaz de lograr y no lo que jamás alcanzaría a hacer, lo llevó a dejar la frustración a un lado y a seguir avanzando hacia adelante, viviendo cada día a la vez, sin preocuparse por el mañana.

Cuidé a Oscar estando atenta a sus necesidades, cuanto más Él, que es la perfección absoluta, me cuidará a mí.Su confianza en mí me ha motivado a desear construir esa misma confianza hacia mi Padre celestial, porque si yo, que soy una mujer imperfecta, todavía en construcción, cuidé a Oscar estando atenta a sus necesidades, cuanto más Él, que es la perfección absoluta, me cuidará a mí. Me tienen sin cuidado las circunstancias por las que atraviese, Él siempre está conmigo, siempre delante de mí, siempre mirándome con amor, siempre perdonándome cuando arrepentida le pido perdón, siempre recibiéndome de nuevo, siempre alentándome a continuar en Su camino, siempre atrayéndome hacia Él. Días después de esa conversación, Oscar partió hacia su Creador. Ahora está libre del cuerpo que lo aprisionaba, libre para siempre con su Señor y Salvador. Hoy goza de vida en abundancia y, por fin, mi hijo de grandes y dulces ojos está sano. Ahora está delante de Aquel que lo esperaba con los brazos abiertos y junto a Él, puede volar. Sólo espera la resurrección.

La autora es salvadoreña, residente en Costa Rica. Vive con su hija Michelle en Cartago, y se congrega en la iglesia Cristo Viene, en esa ciudad. Perteneció a la Asociación Nacional de Distrofia Muscular, y después de la muerte de Oscar, colaboró, por algún tiempo, con Uno en Cristo (para familias de niños con discapacidades), un ministerio del Foro CAPAZ, de VIVA. Se publicó en Apuntes Pastorales XXVII-5, edición de mayo/ junio de ©2010.

DEPENDIENTE O INDEPENDIENTE


En nuestras así llamadas “sociedades modernas”, no hay acuerdo sobre cuáles son las causas del terrorismo y modos de contrarrestarlo; sobre la guerra y las formas de convertirla en innecesaria; sobre el papel que las religiones deben jugar en la vida pública; sobre cuáles serían los límites legítimos de llevar las cosas al extremo.

Tampoco hay acuerdo sobre el papel que debe ejercer la televisión en divulgar, sostener o condicional el fútbol y otros deportes populares; sobre los parámetros y sobre los canales para adquirir o, simplemente, bajar música vía Internet; y mucho menos sobre cuál sería un uso plenamente humano de las perspectivas abiertas por la genética y la biotecnología.

No hay acuerdo sobre el tipo de Estado óptimo o menos malo, sobre los tiempos y modos de luchar contra la violencia imperante en nuestro entorno.
Es dable admitir que existe todo menos un verdadero acuerdo en los modos de introducir correctivos políticos y económicos que sean capaces de reducir los fenómenos del mercado salvaje y distribuyan los efectos benéficos que puede acarrear la globalización (sí, seguro). Y notablemente, falta un acuerdo sobre los modos de vivir en la globalización sin perder las raíces propias ni transformarse en adoradores de tales raíces que, para algunos, sólo ocultan el deseo de defender los propios intereses y la resistencia a tener una mirada más amplia.

Sin embargo, hay algo en lo que todos parecen estar de acuerdo en el mundo occidental: en que no hay que depender de nadie en absoluto. Es una convicción, un estribillo que comienza en casa desde pequeños. Es un instinto cultivado y reafirmado constantemente en nuestra vida cotidiana. Depender es malo, depender de los otros es malo. Es más que una afirmación “políticamente correcta”: es quizás la única religión que reúne tantos adeptos de manera universal. Creyentes y no creyentes, pero todos fieles a la única verdadera religión de la modernidad en el mundo de las grandes democracias que, gracias al cristianismo, han descubierto en la época moderna el gran valor de la persona y del individuo. Es una religión que tiene sus ritos y que ya es lenguaje.

No hacerse influenciar por los demás, pensar solo, arreglárselas solo, tratar de no pedir ayuda en ningún caso, no mostrarse necesitado, no dar nunca el primer paso. Y, en el modo de construcción de las casas, cerrar la puerta y dejar fuera los problemas de los otros que nos llegan aun sin quererlo. Volverse rico de la nada por el propio esfuerzo, mostrar a los demás la propia capacidad contra todo escepticismo, desconfiar antes que confiar en el desconocido, pensar primero en uno mismo antes que en los demás.

Esto que estamos describiendo no es una pesadilla, sino el normal bullicio de nuestra vida, esa sabiduría contraria a la de Dios, depositada en el corazón y en la vida de todos nosotros, y que no necesita ser explicada o teorizada para ser verdadera. Es así. Y se desprende de las páginas de los grandes semanarios a color. En la publicidad, que recoge el deseo de no homologación en una sociedad y en una vida que homologa a todos, y que invita a aislarse, a ser únicos, a sentirse únicos, a transgredir para ser, pero siempre como si sólo nosotros, sólo yo pudiera verdaderamente tener acceso a ese secreto. Y es ley ética en las respuestas de las secciones sicológicas y de las letras, donde se teoriza, allí sí, que para defenderse de la complejidad y de las desilusiones de la vida es importante apasionarse, atarse a experiencias fuertes con mucha moderación, con el mínimo de pasión indispensable, para evitar, precisamente, depender. Ultimadamente, todo para evitar que el ego se vea agredido. Sacando algún provecho, pero sin exponer demasiado el cuello.

Es uno de los motivos por los cuales resulta exageradamente difícil aceptar la ancianidad propia y ajena. Porque en la vejez las cosas se muestran más en su esencia y se depende de los demás de manera evidente: para caminar, para hacer las compras, para cobrar la jubilación, para alimentarse, para muchas actividades de la vida cotidiana y personal, incluso las más íntimas.

Es una paradoja: nuestra sociedad se basa en el no depender y a la vez fomenta la dependencia, que lleguemos a ser iguales, hasta el punto de convertirla en el aire que se respira, sin que ya se pueda reconocer. Contrario a ella, y por toda respuesta, el Libro de los libros es una exhortación a la dependencia.

Pero, en un mundo homologado, donde para existir y tener derecho a una mirada de los propios compañeros de clase es necesario parecerse a los demás, corresponder a la gramática del uniformismo, tener la mochila de las dos marcas líderes para existir; en un mundo en que hay que evitar ser demasiado incorrecto, aunque los símbolos de la homologación deben verse de lejos, para crear tribu, familia, aun donde se habla y se comunicar poco, es fácil pensar en no depender de nada ni de nadie y convertirse, poco a poco en toxicodependientes. Y en algunos casos, dependientes de un nuevo modo. Las hay clásicas, tan antiguas como el hombre mismo.

Luego existen otras adicciones que hubieran sido inimaginables en el pasado, como al Internet, a los videojuegos, a la pornografía. Internet juega un papel importante en todo esto. No es ni buena ni mala, ha abierto y abre posibilidades extraordinarias. Los motores de búsqueda nos ponen en contacto con lo mejor que la humanidad ha producido y expresado desde sus orígenes. Internet acorta los tiempos de la investigación pura y alarga los tiempos durante los cuales podemos reelaborar los conocimientos, apropiárnoslos, ampliarlos con asociaciones que de otra manera requerirían un viaje, a veces una generación. Es la atmósfera en la que vivimos, es un dato de nuestra vida. Pero Internet ha amplificado, también, de manera exponencial, la posibilidad de estar en contacto, mediante un clic, con los aspectos más extraños, incluso bizarros y perversos del alma humana. Convirtió en repetible aquello que era ocasional, difícil de encontrar, y no parece tener límites.

¿Es que hay alguna solución para esto? Porque quien siente que ya no domina su propia vida, piensa que ya no hay nada que hacer.
Lo paradójico es esto: empeñados en no depender de nada ni de nadie, terminamos dependiendo de toda suerte de cosas que bien haríamos en rechazar. Es como el slogan que reza: “Solo hazlo.” ¿Hacer qué? ¿Y quién me dice que lo haga? He escuchado muchas veces que se me dice, “he decidido que soy el dueño de mi destino y que no tengo porqué considerar autoridad alguna.” A lo que respondo: “Me parece interesante pero, ¿de dónde sacaste eso?” A lo que se me responde: “Mi profesor tal de la universidad me lo dijo.”
Ah.

Todo esto me permite explicar un poquito acerca de otra paradoja, empero, mucho más dulce que la anterior. Es la aparente contradicción de que solamente dependiendo, es que se puede ser verdaderamente libre. El ser humano es dependiente por naturaleza, y bien haríamos en cuidar de qué estamos dependiendo. Dios no nos deja mucho espacio para maniobrar en lo que se refiere a las elecciones, porque todos terminaremos dependiendo de algo, y el terreno neutro es inexistente. Con eso en mente, los invito a leer el siguiente pasaje de la carta del apóstol Pablo a la iglesia en Roma, allá por el siglo I.
Romanos 2
1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre…
5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia;
9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego,
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego;
11 porque no hay acepción de personas para con Dios…
14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,
16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.