EL PODER DE LA SEMILLA

Debemos aprende a dar con la misma alegría con la recibimos, ambas actitudes son producto de la bendición y misericordia del Señor.

Juan 4: 35-36 dice: ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.

Proverbios también dice que quien no cosecha avergüenza al Padre. En Casa de Dios sembramos y recogemos fruto porque compartimos la Palabra de todas las formas que podemos: en discipulados, células, programas de televisión y a través del Internet. Los cosechadores honran al Señor quien a su vez les honra a ellos. En la semilla que recibes de Sus manos se encuentra el poder de la cosecha. Además, te da la tierra y condiciones climáticas favorables, pero sembrar y cosechar es tu trabajo. Todos debemos cumplir nuestra parte del pacto.

La Biblia también nos enseña que el cosechador, además del fruto, recibe salario. Dios es un padre generoso que no solo te provee para que siembres sino que también te recompensa por aprovechar la semilla. Es como si tuvieran un hijo que con mucho esfuerzo se gradúa de médico cosechando con su título lo que sembró con sus estudios, entonces, como recompensa por la honra que te da, le ayudas a instalar su clínica.

Fe más allá del entendimiento

Efesios 3:20 nos recuerda: Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.
Dios es poderoso y hace todas las cosas aunque nuestra mente tal vez no quiera aceptarlo. El Señor NO es un Dios de escases, de lo suficiente ni de la abundancia sino de la sobreabundancia y tú tienes el poder para que haga mucho más de lo que pides o entiendes.
Pedir es espiritual y el poder de la fe que llevas dentro te capacita para recibir. Dios es misterio y revelación. Hay muchas cosas que no comprendemos pero aceptamos; el poder de la unción y la ley de la siembra y cosecha son ejemplo de ellas. Intentar comprenderlo te limita porque Él quiere darte más de lo que entiendes y deseas.
El Señor me da unción y la comparto aunque no la comprendo. No pretendo que mi cerebro abarque al Creador de los cielos y la tierra que es capaz de resucitar a los muertos. Sería demasiada prepotencia y arrogancia intentarlo. De la misma forma como recibimos sin comprender, debemos dar, demostrando ser cristianos maduros que siembran generosamente aunque no entiendan todo sobre sembrar.

En Eclesiastés 11: 4-5 leemos: El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará. Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
Quien se concentra en comprender y no cosecha, muere de hambre porque no da fruto. Nuestro razonamiento es muy limitado, son más las cosas que ignoramos que las que conocemos. El milagro de la vida en el vientre materno y la creación del universo son misterios insondables que nos revelan la grandeza de Dios. Él hace todo, no sabemos cómo, pero lo hace, así que no te preocupes por las críticas de personas que no entienden nuestra fe, porque lo que nos diferencia de ellos es que obedecemos aún sin comprender. Caminar con los ojos puestos en el Señor no es ignorancia sino evidencia de que tenemos un razonamiento superior. Si nos afanamos por entender, terminaremos llenos de conocimiento pero sin revelación.

Siembra para cosechar

Eclesiastés 11:6 continúa: Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.

En la Biblia al Día dice: “persevera en la siembra porque no sabes cuál semilla germinará, quizá germinen todas.”

La ley más poderosa sobre la tierra es la de siembra y cosecha porque de ella depende nuestra subsistencia. Ofrendar es una siembra poderosa y más aún si el objetivo es construir el templo donde se adorará al Señor. Aunque no te des cuenta, tú siembras para construir otros templos a los deportes y al consumo, por ejemplo.

Cada vez que visitas un centro comercial o un estadio y gastas tu dinero, estás aportando para la construcción de otros lugares similares. Los judíos antes de salir de la esclavitud construyeron pirámides para los egipcios y aún no habían edificado para el Señor.

Pero tú ya fuiste liberado por la sangre de Cristo así que debes honrar a Dios por cuanto te ha dado.

Los sembradores trabajamos en todo tiempo. Muchos reciben bendición cuando ponen en práctica la Palabra que siembro en ellos.

Hay semilla que se pierde en espina y abrojos pero mucha cae en tierra fértil que produce fruto, eso me alegra porque significa que estoy cumpliendo con el trabajo que Dios me asignó. Como buen sembrador me preparo, busco revelación, oro, intercedo y camino en santidad para tener algo que darles, no algo que pedirles. El apóstol

Pablo decía en 1ra. de Corintios 9:11: “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material?”. Él se preguntaba porqué tanto escándalo por las ofrendas si hacerlo era practicar la ley de la siembra y cosecha. Debes ofrendar con las misma unción, preparación, ilusión, alegría y consagración que recibes Palabra y fruto. Si te gusta recibir bendición de parte de tus pastores ten por seguro que también a ellos les gustaría ver cómo ofrendas generosamente a Dios.

Motivando la generosidad

2da. de Corintios 9: 5 recuerda: Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra.
Aprendamos a ofrendar así como aprendemos a pedir. La generosidad se prepara y motiva. A los matrimonios les gustan las noches románticas pero los esposos saben que una esposa dispuesta necesita preparación cariñosa y atenta. A la fuerza ni la comida es buena. Pablo decía: “He enviado hermanos para que preparen su generosidad”. En la iglesia motivamos con Palabra antes de la ofrenda, no hacemos nada que no esté sustentado en la Biblia. Los apóstoles podían exigir pero era mejor motivar. Dios ama al dador alegre.
2da.de Corintios 9: 6 continúa: Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
Otra versión dice: “El que siembra constantemente, constantemente cosechará. Los que más cosechan son los que más siembran”. Pablo era como un padre amoroso que preparaba a los cristianos para ofrendar porque sabía que de ella dependía su cosecha. Los bendecía motivando su generosidad para que su cosecha no fuera escasa.
2da. de Corintios 9: 7 amplía: Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.

Alguien me enseñó que la billetera y el corazón están conectados. Nada sale de una sin afectar al otro porque allí donde está tu tesoro está tu corazón. Cuando recibes Palabra que demanda generosidad es tu corazón y no tu billetera el que se acongoja. Pablo decía que debemos motivar la capacidad de ofrendar porque no daremos nada que el corazón no esté dispuesto a entregar.

La generosidad es un desafío
2da. de Corintios 9: 8-11 culmina: Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.

El verso 10 en la Biblia al Día dice: “porque Dios, quien da las semillas al agricultor y las hace crecer para que el agricultor coseche y coma, les proporcionará semillas en abundancia y buenas cosechas para que cada vez puedan dar mayores ofrendas”.

El bienestar económico de los hijos de Dios depende de lo que ofrenden.

Así como creemos que por Su llaga fuimos salvos, debemos creer que la ofrenda es la razón por la que prosperamos. El Señor multiplica la semilla de aquel que cosecha para compartir. Pídele bendición que motive tu ofrenda, recuerda que recibes en la medida que das. Yo no tengo problema para pedir que siembren porque les doy el ejemplo en generosidad y comparto todo lo que el Señor me ha dado. Siembra y da lo mejor, confía en que Dios suplirá lo que te falte. El desafío es tener la fe para dar tanto como tengas. Nuestro Padre siempre cumple

Sus promesas, incluso en los tiempos difíciles. Agradécele la madurez que te da para recibir y compartir con la misma intensidad. Algo grande vendrá a tu vida y permites que Su espíritu de generosidad habite en ti.