LA MALDICION DE JEZABEL

"Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos" (Apocalipsis 2:20). Belial opera con el espíritu de Jezabel para seducir a quienes sirven al Señor y hacer que se dediquen a la fornicación y la idolatría. Jezabel puede manifestarse a través de falsas enseñanzas, es un espíritu seductor. Su intención es apartar a la gente de la verdad para que cometan errores, causando ataduras y maldiciones, y trayendo sobre sí el juicio de Dios. "Por eso la voy a postrar en un lecho de dolor, y a los que cometen adulterio con ella los haré sufrir terriblemente, a menos que se arrepientan de lo que aprendieron de ella. A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras" (Apocalipsis 2:22-23). La Palabra también dice en Hebreos 13:4: "Fue este el juicio del Señor sobre los que se dejaron seducir por las enseñanzas de Jezabel. La fornicación y el adulterio siempre serán juzgados por el Señor. 

Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales". Como nunca antes ha estado bajo ataque el matrimonio en los Estados Unidos. El divorcio ya no se considera algo inaceptable, sino que casi es esperable. Jezabel es un espíritu seductor que atrae a la gente a la prostitución y al adulterio, lo cual siempre será juzgado por el Señor. Prostitución significa prácticas o deseos de ser infiel, faltos de valor, inútiles o idólatras. 

Es un deseo de infidelidad, de idolatrar, un deseo lujurioso, de libertinaje. Hace poco, un ministro visitó nuestra iglesia y comenzó a identificar proféticamente los espíritus que operaban en nuestra región. Mientras profetizaba, mencionó en su profecía al espíritu de la lujuria. Tomé nota, y la palabra libertinaje me siguió durante meses, después de aquella reunión. 

Sabía que el Señor estaba identificando a través de ese profeta a un espíritu que teníamos que atar en nuestra región. La lujuria implica "seducir para apartar de la castidad, apartar de la virtud o la excelencia, corromper por medio de la intemperancia o la sensualidad". Eso es. Los espíritus de la prostitución y la lujuria operan bajo la fuerza de Belial. La lujuria es la "extrema indulgencia en lo sensual". Ser sensual significa "ser carnal, deficiente en intereses morales, espirituales o intelectuales, contrario a la religión". 

Es interesante observar que la única referencia a Belial en el Nuevo Testamento está en 2 Corintios 6:15 (RV60): "¿Y qué concordia [tiene] Cristo con Belial? ¿O qué parte [tiene] el creyente con el incrédulo?". Pablo aquí se refería a la carnalidad que proliferaba en la iglesia de Corinto. Jezabel no trabaja a solas. Belial opera con ella para atraer a las personas a pecados abominables que incluyen la sodomía, la homosexualidad, el incesto, la violación y todo tipo de perversiones. Los métodos de Jezabel son la manipulación y la intimidación. Si el espíritu de Jezabel no puede manipular a la persona para que peque, entonces se manifestará la intimidación. Jezabel amenazó con la muerte al profeta Elías. Ella odia a los verdaderos apóstoles y profetas de Dios. La mayor amenaza a la influencia de Jezabel han sido siempre los verdaderos siervos de Dios. 

Los que predican la verdad y mantienen los parámetros de la santidad son obstáculos para el avance de Jezabel. Por eso, ataca a los hombres y las mujeres de Dios, para quitarlos de en medio. Oración: Padre, el espíritu de Jezabel lleva a hombres y mujeres a cometer actos sexuales pecaminosos porque ese espíritu no se satisface nunca y llena a los hombres y mujeres de un insaciable apetito sexual (véase Ezequiel 16:23-31). 

Este espíritu de pecado ha causado que se levanten burdeles, donde se practica el mal hasta lo indecible. Ha creado el aumento de la promiscuidad en nuestra juventud, y pagado el precio del pecado de la prostitución, preparando el camino a la homosexualidad. En el santo nombre de Dios, atamos a este espíritu y lo echamos de nuestra nación. Destruye la atadura de Jezabel que nos mantiene cautivos, Señor. Liberta a los cautivos y regrésanos a la pureza.

DECISIONES ERRONEAS

A veces las profecías parece que no llegan a ocurrir por las decisiones erróneas de los que oyen o reciben la profecía. Nuestras malas decisiones pueden cambiar nuestro destino, aunque Dios quisiera otra cosa diferente para nosotros. Las malas decisiones pueden abortar una profecía. 

Moisés tomó una mala decisión que comprometió su destino, ya que se suponía que debía guiar al pueblo no sólo sacándolo de Egipto, sino también adentrándolo en la Tierra Prometida. Sin embargo, golpeó a la roca en vez de hablarle, como Dios le había ordenado: "Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado." (Números 20:11-12) Esta costosa decisión hizo que Moisés abortara una parte de su destino. El momento de ira de Moisés le hizo perder lo mejor de Dios. Ignoró las instrucciones y pautas que le fueron dadas. A veces, lo que Dios habla o planifica proféticamente no sucede por las decisiones que toma la gente. Muchas veces la gente puede recibir una palabra profética, pero como sus decisiones no están en línea ni apoyan la palabra profetizada, la profecía queda abortada. Cuando hacemos algo diferente de lo que Dios dice, respondiendo en la carne, la operación de lo profético puede verse afectada de una forma negativa. 

Incluso naciones pueden abortar la palabra del Señor cuando no obedecen lo que Dios habla. Eso ocurrió con la nación de Israel. Dios profetizó muchas veces a través de sus profetas cuál era su plan para Israel. Era un plan profético de bendición, pero debido a las decisiones del pueblo, las palabras profetizadas fueron cortadas. Esto nos sucede también a nosotros en lo personal. Cuando recibimos una profecía, tenemos que alinear nuestros hábitos, nuestras decisiones y nuestros planes para ayudar a que la palabra profética se manifieste. 

Si no lo hacemos, corremos el riesgo de abortar la profecía. No significa que la profecía no sea certera, sino que no obedecimos la profecía y, por tanto, tuvo que ser abortada. Apocalipsis 22:18-19 nos advierte de no añadir a la palabra profética de Dios ni quitar nada de Otra razón por la que las profecías parece que no se cumplen es simplemente porque no las entendimos o las interpretamos mal. A veces añadimos a la profecía sin darnos cuenta. Creo que por eso ella. A veces lo hacemos al oír sólo de la profecía las cosas que nos gustan o queremos oír. En otras palabras, nos gusta la parte que nos dice que vamos a prosperar y ser bendecidos, pero no nos gusta oír palabras que nos avisan de que cambiemos. ¡En este caso, es fácil poner de nuestra propia cosecha en la profecía! A veces, cuando oímos una palabra, simplemente no escuchamos con atención, y sólo oímos una porción de lo que se dijo, corriendo así el riesgo de no manejarla bien porque solamente respondemos a parte de ella. 

Por ejemplo, Dios profetiza que va a bendecirnos si oramos diligentemente. Puede que sólo oigamos su idea de bendecirnos, pero si fallamos en sintonizar con la parte sobre la oración, puede que terminemos sin orar por ello y luego nos preguntemos dónde fue a parar su bendición. Sería fácil suponer que la profecía era errónea cuando, de hecho, probablemente era correcta. Interpretar mal la profecía ha hecho que mucha gente suponga erróneamente que una profecía no sucedió. 

A veces interpretamos mal porque no oímos sobre ella cuando ésta se cumple. Yo he dado ciertas profecías sobre eventos mundiales, pero como la gente no ha oído de ese acontecimiento en las noticias o en algún otro reportaje, automáticamente suponen que no era cierto. Si queremos juzgar bien la palabra, necesitamos estar muy seguros de oírla bien, asegurarnos de que entendemos totalmente el mensaje y luego orar por ello.

ARREPENTIMIENTO: UNA CUESTION ESPIRITUAL

Considere la misión preponderante de Juan el Bautista. Llamaba a los hombres al arrepentimiento porque el reino de los cielos se había acercado. En otras palabras, si las personas querían formar parte del reino que venía al mundo por medio de Jesús -el cual era el reino de los cielos-lo primero que tenían que hacer era cambiar su modo de pensar respecto a quién estaba al mando. El arrepentimiento no es complicado. 

Ni siquiera es especialmente emocional, aunque muchas personas lo interpretan emocionalmente, suponiendo que significa llorar incontrolablemente a causa de haber cometido algún pecado. Pero aunque la gente responda emocionalmente, el arrepentimiento no es una cuestión emocional; es una cuestión espiritual. Arrepentirse simplemente significa cambiar de mentalidad, cambiar radicalmente de postura, o darse vuelta para ir en una dirección diferente. El joven rico gobernante provee un ejemplo negativo de arrepentimiento. Podemos leer el relato en Lucas 18:18-27. 

Su problema no era la inmoralidad, el asesinato, el robo, el deshonrar a los padres, o difamar a las personas. Su dilema era que él amaba más al dinero que a Dios. No obstante, quería heredar la vida eterna. Para eso, Jesús le dijo al rico gobernante que debía dar su dinero a los pobres. El joven rico no podía hacerlo. No podía arrepentirse o cambiar de mentalidad. Prefería mantener el control de sus riquezas. Como resultado, Jesús respondió que es muy difícil para las personas ricas entrar en el Reino de Dios. Ellos viven en el reino de sus propias riquezas. Mantienen su sentido de control propio por medio de la riqueza. Son autoindependientes. Los discípulos le preguntaron a Jesús: "¿Quién, pues, podrá ser salvo?" (v.26). 

Imagino que se identificaron con el joven rico, ¿no? Jesús respondió que para el hombre eso es imposible, sin duda, como pasar un camello por el ojo de una aguja. Pero dijo que con Dios, todas las cosas son posibles. Dios puede capacitarnos para arrepentirnos. Pablo dijo que es la bondad de Dios la que nos guía al arrepentimiento (Ro 2:4). La palabra bondad en el griego tiene una raíz que significa "suministrar lo necesario" o "dar con". Dios, por medio de su Espíritu Santo, nos provee a usted y a mí todo lo que es necesario, la convicción necesaria para llegar al arrepentimiento. También da con nosotros, cae sobre nosotros, nos vence, para que podamos arrepentirnos. 

Todo vuelve a Dios. ¿Por qué Juan les decía a las personas que se arrepintieran para preparar el camino del Señor? Porque no podían tener ambos caminos: el camino de ellos y el de Dios. Tenían que rendirse a Dios. Tenían que renunciar a sus propios caminos. El arrepentimiento es una cuestión de control o de "trono". Cuando me arrepiento renuncio al derecho de gobernar mi vida. ¿Quién gobernará mi vida? Por defecto, lo hará el pecado. 

El pecado en cualquiera de sus formas es simplemente el incumplimiento en seguir a Dios y su Palabra, en someterse a su señorío, y así llegar a convertirse en parte de su Reino. El arrepentimiento es el punto de entrada, el pasaje para el Reino de Dios. Pero una vez que somos residentes del reino de Dios, el asunto pasa a ser la propiedad. ¿Para quién y para qué lucharemos ahora? Acostumbrábamos luchar por nuestros propios derechos. Ahora debemos estar dispuestos a luchar por los del Reino de Dios.

LEA: DEL ULTIMO AL PRIMER LUGAR

Desde el principio, esta persona fue una perdedora. El destino, al parecer, la había dejado en último lugar. Aunque era la hija mayor de Labán, el tío de Jacob, siempre estaba en "segundo lugar" después de su hermana menor. Estamos hablando de Lea, una de las dos hijas de Labán, el hermano de Rebeca. Raquel, la hija menor de Labán, cautivó a Jacob. La Biblia dice que era de lindo semblante y de hermoso parecer. Jacob amaba a Raquel y le dijo a su padre: "Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor" (Vea Génesis 29:18). Labán aceptó la oferta y Jacob se puso a trabajar. Los siete años pasaron como unos cuantos días, porque Jacob amaba a Raquel. Al término de los siete años de servicio, Jacob le pidió a Labán su esposa. Labán reunió a todos los hombres y les hizo un banquete. Aquella noche, le entregó a Jacob a Lea, en vez de Raquel. Al llegar la mañana, Jacob se dio cuenta que no había sido Raquel con la que había pasado la noche de bodas, sino su hermana mayor, Lea. Jacob se fue a quejar con su suegro y a reclamarle por el engaño que se había cometido, Labán con mucha calma le explicó que no era la costumbre entregar a la hija menor antes que a la mayor. 

Labán se aprovechó del amor que Jacob tenía por Raquel para conseguir que trabajara otros siete años para él. Jacob acordó trabajar otros siete años y le dieron a Raquel por esposa. Lea estaba situada bastante atrás en el curso hacia el círculo de ganadores, pero Dios entró en la escena por ver que era menospreciada. El Señor abrió el vientre de Lea, pero Raquel se quedó estéril. Toda esta escena provoca un deseo de consolar a Lea en estas pruebas tan duras. Nosotros no podemos hacerlo, ¡pero Dios sí! Lea buscaba la aceptación y el amor de su esposo. Deseaba su amor y esperaba que al darle hijos, él sí la llegaría a amar. Cuando concibió su cuarto hijo, ella dijo: "Esta vez alabaré a Jehová" (Génesis 29:35). Así que llamó el nombre del niño "Judá" que significa "alabaré" o "alabanza". 

La fe había nacido en su ser teniendo a Judá en su vientre y un sentimiento de esperanza, de plenitud y de aceptación nacieron en lo profundo de su ser. Lea sabía que algo grande estaba sucediendo. "Ahora alabaré a Jehová", dijo. Sentía que ahora sí recibiría la aceptación y el amor de Jacob. Sentía que ya no estaría en segundo lugar después de su hermana. Sentía que todo había quedado en el pasado y la gran emoción que brotaba en su espíritu la hacía saber que un día muy especial acababa de llegar a su vida. Llamó Judá a su cuarto hijo, que significa "alabanza". 

Lea no sabía era que había recibido entrada en algo mucho más grande que la aceptación y el amor de Jacob. Dios la hizo entrar en su amor y aceptación, ya que nunca los recibió de su marido. Sin saberlo, ella había hecho entrar una esperanza que sería para el mundo entero. No hay cosa que le fascine más a Dios que encontrar a algún perdedor que tomará su Palabra y sus promesas. Le encanta encontrar a aquellos que no tienen muchas posibilidades ni un futuro muy brillante y hacerlos entrar en el círculo de ganadores. La alabanza que comenzó a ofrecer Lea a su Dios fue un acto de mucha fe. Fue un acto de fe que se extendió hasta tocar a Dios. 

Nunca sabremos si Lea recibió el amor que deseaba obtener de Jacob, pero al nacer Judá, ¡era obvio que sí se había ganado el amor y la aceptación de Dios mismo! A través de su hijo, Dios la colocó en el linaje de Cristo. ¡Dio un salto, entró en el círculo de ganadores y tomó el primer lugar! Si ha recibido rechazo y no ha recibido amor, abrace las promesas y el plan de Dios, y Él le colocará en el círculo de ganadores también.

DEJALA (MUJERES EN LA ESCRITURA)

Déjala» (Juan 12.7): el mandato del Maestro a Judas revela que la acción de María al ungir los pies de Jesús ha sido perfectamente advertida y respaldada. María ha visto y comprendido más y mejor que los restantes discípulos. 

Gracias a su destreza en el uso de los relatos bíblicos, Megan McKenna ofrece una imagen inusual de Ana, Ester, Raquel, Lía, María Magdalena y muchas otras mujeres bíblicas, destacando sus excepcionales cualidades y su relación con Dios, y haciéndonos reflexionar de una nueva manera acerca de nuestras antepasadas en la fe.