GUARDA TU CORAZON

La Biblia nos dice que el corazón es de dónde surgen los asuntos de la vida. Lo que permitimos entrar en nuestro corazón afectará nuestros pensamientos, acciones e incluso nuestro cuerpo. ¡En otras palabras, la condición del corazón determina el curso de la vida de uno! Por eso Jesús, quien nos heredó su paz, nos dice: “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. 
Así que si queremos andar en su paz y su reposo, necesitamos guardar nuestro corazón y no permitir que caiga en pensamientos negativos, preocupación y temor. 
 El libro de la sabiduría [Proverbios], también nos dice que un corazón apacible y alegre promueve la salud. Amado, van a haber muchas cosas en nuestra vida que vamos a querer “guardar”, como nuestra salud o nuestra carrera, pero Dios quiere que guardemos nuestro corazón sobre todo lo demás, ¡y Él guardará el resto! El corazón alegre es una buena medicina.... —Proverbios 17:22, NTV

BUSCANDO SABIDURIA

La Biblia dice que aquellos que están en Cristo tienen la mente de Cristo (1 Co. 2:16). En Él tenemos la capacidad de crecer en sabiduría si estamos dispuestas a pagar el precio para obtenerla. Uno de mis pasajes predilectos acerca de la sabiduría está en Proverbios, un libro sapiencial. Cuando lo leas, tal vez quieras tomar un lápiz o un bolígrafo y marcar los verbos que señalan lo que implica la búsqueda de la sabiduría. Así veremos lo que cuesta obtener sabiduría. “Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis manda­mientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la inteligencia, y a la pruden­cia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:1-6). Escudriña las Escrituras La sabiduría de Jesús acerca de la cual hablamos proviene de conocer su Palabra, la Biblia. 
Como afirmó el salmista en el Antiguo Testamento al exclamar: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo” (Sal. 119:97-98). Los eruditos judíos de la época de Jesús consagraban sus vidas al estudio de las Escrituras. No lo hacían para aprender acerca de Jesús como Mesías, sino para adquirir un conocimiento superior y entender las “tildes” de la ley (Jn. 5:39). Al tener el conocimiento como su meta, fallaron en comprender la verda­dera importancia de leer y estudiar la Biblia. Como les dijo Jesús: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39). Jesús reprendía a estos eruditos porque eran inca­paces de percibir el propósito de las Escrituras, las cuales revelan a la Persona, la obra y el carácter del Hijo de Dios. Las Escrituras revelan a Cristo. Y, cuando tú y yo leemos la Biblia, somos transformadas en la imagen de Jesús. Como las Escrituras mismas declaran: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Ti. 3:16-17). Hay poder transformador en la Palabra de Dios que nos capa­cita y transforma nuestra conducta en la semejanza de Cristo.
Examina tu corazón Llegar a conocer a Jesús leyendo la Biblia te dará el conocimiento que necesitas para tomar decisiones sabias, mejores decisiones, y para hablar la verdad con sabiduría. El Señor tiene un plan para tu vida, un gran plan. Y a medida que escudriñas las Escri­turas, te perfeccionas y te preparas para ese gran plan. Te impregnas del corazón de Jesús y de las cualidades que poseía, según te conformas a su imagen por medio de su Palabra. Y haces las obras de Cristo, el cual anduvo por doquier haciendo bie­nes (Hch. 10:38). En resumen, cuanto más crezcas en tu conocimiento de Cristo, más se revelará Él a ti, y más podrás reflejarlo en tu vida.

LO ESPIRITUAL ES PRIORIDAD

Lázaro y sus hermanas, María y Marta, eran muy buenos amigos de Jesús. Su hogar en Betania parecía ser un lugar de descanso para Él cuando viajaba a Jerusalén. Iba allí, comía, descansaba y compartía los íntimos pensamientos del corazón de su Padre. Vemos esto en Lucas 10, cuando Marta se molesta porque hay que servir la cena y es necesario lavar los platos, pero María se sienta y escucha lo que Jesús tiene que decir (vv. 38-42). 
 Usted incluso puede ver en este relato que Marta percibe el fin de la cena de manera diferente que María. Marta lo percibe como un lío que requiere un nuevo orden; María, ve el fin como una oportunidad de cosechar una nueva clase de comida que afectaría su futuro. Marta se distrae del fin de la comida. María come una gran cena, la palabra del Señor mismo, quien se sienta en medio. Marta recibe una reprimenda al final de la cena; María un elogio por su fe. Ambas reciben el amor del Señor, pero una recibe el corazón de Él y la revelación para el futuro. María había aprendido a vencer la urgencia de lo que se esperaba que hiciera en lo natural, y a buscar seguir la prioridad de lo espiritual, una relación más profunda e íntima con Jesús, y a recibir lo que Él tenía que enseñarle. Cuando por fin Jesús arribó a Betania tras la muerte de Lázaro, Marta se levantó para preguntarle al Señor por qué no estuvo allí cuando lo necesitaban. El Señor le dijo: “ . . . si crees verás la gloria de Dios” (Juan 11:40, énfasis añadido). La crisis iba en aumento. La enfermedad había ganado. Lázaro estaba muerto. 
Marta fue rápida para afirmar su fe en el futuro, pero estaba perpleja en ese momento. Finalmente Jesús pidió que su hermana, María, fuera a hablar con Él. María entonces se aproximó al Señor con la misma pregunta. ¿Por qué? Pero algo era distinto en María. Su postura era diferente. Marta estaba de pie, pero María exhibió una actitud diferente al final de esta terrible situación ¡cayendo a sus pies como señal de respeto, honor y sumisión! 
En otras palabras, María dijo: “Señor, me someteré a lo que sea que tú digas y a cualquier explicación que me des. Me he sentado antes a tus pies y recibido lo mejor que tenías para dar. Esperaré aquí ahora para recibir lo que tienes para darme, lo cual será lo mejor, en medio de esta crisis”. La petición de María al Señor tocó el centro de sus emociones: el propio corazón del Padre Dios. Esto causó que Jesús expresara una emoción pública rara vez descrita en las Escrituras: Jesús se conmovió profundamente. Lloró. 
Desató una gran compasión en la crisis. Luego ejerció una autoridad que cambió y dio forma a la historia de toda la humanidad. Él reveló su gloria y el poder de la resurrección de una manera que la historia y la humanidad no habían conocido. Llamó a Lázaro de la tumba para darle una segunda oportunidad de vida.*