OBEDIENCIA


PESAJ




CRISTIANOS Y COVID 19

Resultado de imagen de PLAGAS BIBLICASComo el resto de la población, estamos sumidos en el natural miedo y zozobra causados por el avance aparentemente inexorable de un virus tan contagioso como cualquiera de las “plagas” históricas que azotaron Europa en el Medioevo o después, como la peste negra o la cólera, y esto, a pesar de todos los avances en las ciencias médicas y los cuidados sanitarios de los tiempos modernos.
Por nuestros televisores, radios y móviles, etc., hemos asistido y a veces todavía asistimos a escenas de auténtico pánico colectivo provocado por el miedo cerval a este enemigo invisible y silencioso que no respeta ni personas ni espacios ni fronteras, llevándonos a preguntar reiteradamente: “¿Quiénes van a ser los próximos que caerán en el contagio?”
Es natural que la mayoría de la población acepte, con la resignación fatalista de siempre, que desastres naturales como éste han pasado muchas veces en la historia de la humanidad; forma parte de la experiencia colectiva de ella, así que “¿Qué le vamos a hacer?”, preguntan.
Pero el pueblo evangélico no puede aceptar el fatalismo de los demás. Nosotros creemos firmemente que nuestro Dios sigue en el puesto de mando del universo, y que no acontece nada que Él desconoce, ni nada que escape a su control o que Él no manda o permite. Dice Isaías 55:8-9 que sus pensamientos no son los nuestros. Entonces, ¿por qué lo ha permitido en esta ocasión? ¿De qué manera puede tamaño desastre servir a sus propósitos?
No nos toca especular en estos momentos, sino aceptar que tales crisis nos han de recordar forzosamente cual ha de ser nuestra responsabilidad particular en medio de ésta, como ha hecho el pueblo de Dios en incontables ocasiones en el pasado. Cuando desastres naturales, guerras, o plagas que han amenazado naciones y hasta continentes enteros, han caído sobre pueblos o naciones, el pueblo de Dios ha sido movido a intervenir en súplica ferviente al Señor, nuestro gran Sumo sacerdote, Jesucristo, quien, como dice Hebreos 1:3 y 7:25 (DHH): “Después de limpiarnos de nuestros pecados se ha sentado en el Cielo, a la derecha del trono de Dios” desde donde “vive para siempre para interceder...por los que se acercan a Dios por medio de Él”.
Nuestro principal privilegio y responsabilidad e interceder para que la voluntad de Dios se cumpla en la tierra como en el cielo.
Hay varias ocasiones en la historia del pueblo de Dios que hablan de crisis suscitadas por plagas severas, y una de ellas me ha llamado poderosamente la atención en la situación actual que atravesamos. Me refiero a la plaga mortífera que amenazaba a todo el pueblo, que surge al final del capítulo 16 de Números, y que fue, cual fuego devorador, extinguido, por la acción resoluta y arriesgada del sumo sacerdote Aarón, que con su incensario en la mano, corrió para ponerse “entre los vivos y los muertos” a fin de salvar a su pueblo.
Así, esta narración dramática plantea un mensaje desafiante muy claro para el pueblo evangélico en la crisis actual del Coronavirus o Covid-19. Nuestro principal privilegio y responsabilidad, a la par con la adoración y el testimonio, es interceder, sintonizando, para así decirlo, con lo que Jesús está haciendo, para que la voluntad de Dios se cumpla en la tierra como en el cielo, como nos enseñó en la oración del Padrenuestro. Números capítulo 16 nos ilustra gráficamente que nuestra responsabilidad primordial en esta crisis inédita es colocarnos rápida y firmemente entre los vivos y los muertos, como hizo Aarón, en el Nombre del Señor, con nuestro “incensario” en la mano, para pedir:
1) que el Señor tenga misericordia de la humanidad y se digne mandar cesar esta plaga;
2) que los distintos equipos de investigadores que trabajan buscando algún fármaco o sustancia que frene o bloquea la expansión del virus, lo encuentren lo antes posible;
3) que las distintas empresas farmacéuticas se pongan de acuerdo para fabricar y distribuir dicha sustancia lo antes posible y en cantidades suficientes para aplicarlo a todos los contagiados habidos y por haber, hasta que el virus deje de estar operativo;
4) que toda la alarma, el miedo y la agitación global suscitado por esta crisis sirva para que las naciones reflexionen seriamente sobre los verdaderos valores humanitarios y de solidaridad y mutua ayuda, que a menudo somos tan propensos a soslayar o incluso olvidar, y nos lleven a buscar una renovada solidaridad y cooperación entre todas las naciones y pueblos de la tierra, aparcando tantas cosas que nos separan o distancian.
5) finalmente, en cuanto al pueblo de Dios, que sirva para darnos cuenta de una vez que tenemos una oportunidad de oro, de mostrar en qué consiste nuestra verdadera unidad y comunión en Cristo, por encima de diferencias denominacionales y eclesiales, uniéndonos en la oración intercesora movida por el Espíritu de Dios, de acuerdo con la nueva vida de servicio sacrificial por amor al prójimo, tal como nos enseñó a hacer con su vida y muerte nuestro común Maestro y Señor. Sobre todo, que nos sirva de aldabonazo divino a nuestras conciencias adormiladas acerca del verdadero “porqué” estamos en este mundo (1 Pedro 2:9- 10; notemos la colocación destacada de la frase “real sacerdocio” en el v. 9). El pueblo de Dios debe arrepentirse de su relajación en la llamada bíblica de la misión de Dios de rescate y salvación, mediante una reflexión seria en cuanto a sus prioridades tanto como está viviendo como su proclamación verbal del evangelio, que deben ir a la par.
Y para el descargo de esta sagrada responsabilidad, basta una sola de las numerosas y maravillosas promesas que el Señor otorga a sus sacerdotes, en Juan 14:12-13, RVR60: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también: y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi Nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. ¿Qué más queremos?
A la luz de todo lo visto, estoy convencido que la urgencia de movernos decididamente para ejercer el papel que nos ha tocado en la crisis actual se asemeja a la de la reina Ester (Ester 4:14b), una crisis que amenazaba con la muerte y destrucción de toda su familia y el resto del pueblo de Dios esparcidos por el imperio persa. Su primo Mardoqueo, que vio claramente la situación y que tanto dependía de Ester, como el último recurso que pudiera intervenir para salvar la situación, pregunta a la joven: “¿Quién sabe si no has llegado al trono para un momento como éste?”

CRISTIANISMO Y FEMINISMO


Resultado de imagen de MUJERES CRISTIANAS FEMINISTASMujeres protestantes fueron promotoras en el siglo XIX de la abolición de la esclavitud y un feminismo bíblico, aunque la deriva posterior se ha alejado de los principios de aquellas mujeres.

Marianne Weber y otras mujeres protestantes fueron promotoras en el siglo XIX de la abolición de la esclavitud, formando un conjunto de mujeres luchadoras. Fue un movimiento rompedor abriendo brechas para que el feminismo surgiera, aunque desgraciadamente la deriva posterior hacia un feminismo radical se ha alejado de los principios que movieron a aquellas mujeres.



Como mujeres evangélicas nos proponemos que se mire a la mujer como Dios nos ve y nos creó. Llamados junto con los hombres a ser mayordomos de la creación. Por eso no nos podemos identificar con este tipo de feminismos, sino con el de Jesús, que fue el primer feminista al defender a la mujer y devolverle su lugar, en contra de lo que la sociedad de aquel tiempo valoraba a la mujer, que era un cero a la izquierda.

 Hay hombres y mujeres machistas, porque el machismo es una forma de ver al mundo, y a la mujer como un ser de segunda categoría.
Este machismo en el contexto cristiano considera esta frase de Dios como un castigo, pero al igual que le dice al hombre que ganará el pan con el sudor de su frente y que la tierra estará maldita por su culpa, no es una orden, sino la simple consecuencia de la separación de Dios.
Nosotros queremos volver a los principios bíblicos de igualdad en derechos y complementariedad. No enfrentando a hombre y mujer, sino trabajando juntos en la sociedad y en la iglesia.

BIBLIA Y MICROBIOLOGÍA

Actualmente se conoce como “cuarentena” el periodo de aislamiento preventivo al que se somete a una persona por razones sanitarias. Todavía hoy se le llama así porque en sus orígenes bíblicos ese período de tiempo correspondía a 40 días. 
Por ejemplo, en Levítico 12:1-4, a propósito de la purificación de la mujer judía después del parto, se dice: Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Estos días de la purificación femenina eran siete, por dar a luz, más 33, por la purificación de su sangre, lo cual suma en total 40 días (una cuarentena).
Actualmente, a la cuarentena se le llama médicamente “puerperio” y es el tiempo que pasa desde el parto hasta que el aparato genital femenino vuelve al estado anterior al embarazo. Suele durar entre seis y ocho semanas, es decir, alrededor de 40 días, tal como dice la Biblia. La cuarentena es un período duro para la madre por el trasiego hormonal que ésta sufre y por la influencia que esto tiene sobre su estado de ánimo. El útero empieza a reducirse y los pechos a segregar leche. Por un lado, se reducen unas hormonas (como los estrógenos y la progesterona), mientras que por otro sube la prolactina (hormona encargada de la producción láctea) así como la oxitocina (hormona que contrae el útero). De manera que la cuarentena postparto es un periodo delicado en la vida de la mujer, que la medicina moderna ha reconocido como tal y ha corroborado por completo.
Una vez más, resulta sorprendente cómo los hebreos de la antigüedad pudieron tener tal conocimiento de la fisiología femenina, a no ser por supuesto que les fuera revelado.

Prevención de infecciones bacterianas

En la Biblia aparecen ciertas disposiciones concretas, dentro de las reglamentaciones de impureza religiosa ritual, que también tuvieron aplicaciones sanitarias muy beneficiosas para el pueblo hebreo. En una época en la que se desconocían los microbios patógenos (bacterias, hongos, protozoos, etc.) o los virus y priones (o proteínas priónicas), que podían causar enfermedades mortales, las Escrituras previenen determinados comportamientos y ponen de manifiesto así la sabiduría infinita que subyace detrás de sus páginas.
Por ejemplo, en Lv. 13:45-46, se legisla contra la lepra: Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo! Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada. La lepra es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria (Mycobacterium leprae) que se caracteriza por provocar lesiones y heridas en la piel, las mucosas y el sistema nervioso periférico. Aunque es difícil, el contagio se puede producir de persona a persona a través de gotitas nasales y orales. Hoy es posible curarla y la Organización Mundial de la Salud (OMS) facilita un tratamiento con múltiples medicamentos (TMM) gratuitamente a todos los enfermos de lepra. Sin embargo, en la época bíblica, el hecho de hablar con un leproso o estar junto a él era peligroso, de ahí que la única medida efectiva para evitar los contagios fuera la segregación o separación de tales enfermos del resto de la sociedad. ¿Cómo sabía el autor del Pentateuco la causa del contagio de la lepra si aún no se conocían las bacterias?
De la misma manera, en Nm. 19:11 se dice: El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días. ¿Hay algún problema sanitario, aparte de las prescripciones de impureza religiosa, en el hecho de tocar los cadáveres? Si la persona fallecida presenta alguna enfermedad infecciosa, los microbios causantes de la misma pueden sobrevivir en el cadáver durante dos o más días. Enfermedades como la tuberculosis, la hepatitis B y C, ciertas afecciones diarreicas y otras muchas dolencias susceptibles de contagio, pueden transmitirse por el contacto con los cadáveres. El virus de VIH (SIDA), por ejemplo, puede sobrevivir hasta seis días en un cadáver. De ahí que exista cierto riesgo de contagio al manipular difuntos infectados y que, quienes se ven obligados a hacerlo, deban usar guantes y lavarse frecuentemente las manos.
Por tanto, la Biblia es coherente con las enseñanzas que transmite al ser humano y su sabiduría es anterior a los descubrimientos científicos recientes.

Esterilización y lavamientos frecuentes

La costumbre hebrea de lavarse el cuerpo, las manos y los pies frecuentemente en agua limpia o corriente (Lv. 15) se fundamenta también en la Biblia. Los judíos tenían dos tipos de lavamiento: uno para propósitos religiosos de purificación, que incluía todo el cuerpo, y otro, que era el lavado ordinario de manos y pies, que se practicaba a diario y se aplicaba también a vasos o recipientes utilizados en las comidas (Mt. 25:2; Mc. 7:3-4). Las seis tinajas de agua mencionadas en la boda de Caná servían precisamente para dicho propósito (Jn. 2:6). Sin embargo, los fariseos multiplicaron innecesariamente los actos por los que uno podía quedar contaminado, lo que requería frecuentes lavamientos ceremoniales, que Jesús criticó acusándoles de hipocresía (Mc. 7:2-3).
A pesar de todo, no cabe duda de que tales medidas higiénicas -tanto por motivos religiosos como sanitarios- contribuyeron a proteger la salud de los hebreos, en una época en la que no se sabía nada acerca de los microbios perjudiciales. Es, por tanto, razonable creer que la sabiduría divina estaba detrás de tales medidas sanitarias que se transmitieron de generación en generación.

Plantas medicinales

En Ezequiel (47:12) se hace alusión -dentro del marco general de la visión del profeta acerca del río que nace del templo de Jerusalén- de los frondosos árboles de sus riberas con frutos comestibles y de cuyas hojas podían obtenerse medicinas. Esto demuestra que los hebreos -como otros pueblos- conocían y usaban las plantas medicinales.

El vino como terapia

En la parábola del buen samaritano (Lc. 10:34), Jesús explica que a las heridas se les echaba “aceite y vino” antes de vendarlas. En mi libro: Parábolas de Jesús en el mundo postmoderno (Clie, 1998) puede leerse:
“El aceite es conocido ya en el Antiguo Testamento como un líquido capaz de disminuir el dolor de las heridas (Is. 1:5-6); mientras que la acidez del vino, con sus efectos antisépticos, sustituía a nuestro actual alcohol. La farmacia ha aprovechado el aceite desde siempre para disolver en él principios activos de la más diversa condición. Se ha utilizado como disolvente de otras grasas, ceras, colofonia, etc., para preparar numerosos ungüentos y pomadas. El famoso farmacéutico español, Font Quer, escribe en su Dioscórides: “Para otras heridas y llagas, se agitan asimismo en una botella, a partes iguales, aceite y vino tinto. Dícese que esta mezcla es un cicatrizante maravilloso” (Font Quer, 1976: 744). De manera que el vino desinfectaba y el aceite calmaba.”
De la misma manera, el apóstol Pablo recomienda a Timoteo (1 Ti. 5:23) que no beba agua sino que la sustituya por “un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades”. El agua en aquella época podía contaminarse fácilmente y contener microbios peligrosos, mientras que el vino no, ya que el alcohol del vino era un buen desinfectante. Por supuesto, hay que hacerlo con moderación para no embriagarse. De ahí que el apóstol hable de “un poco de vino”. Hoy se ha puesto de moda la “vinoterapia” para referirse al uso terapéutico del vino con el fin de mejorar la salud de las personas. Sabemos que el vino contiene alcoholes como los polifenoles (resveratrol y flavonoides) y que tiene capacidad antioxidante. Mejora el sistema cardiovascular y la circulación sanguínea, retrasando el envejecimiento de la piel al neutralizar los radicales libres.
La sabiduría que hay detrás de estos remedios domésticos de los hebreos y de otros pueblos de la antigüedad ha sido corroborada por la ciencia moderna.

Alimentos peligrosos

El libro de Levítico (11:30) se refiere a los cocodrilos y los incluye en la lista de animales impuros que los hebreos no podían consumir. Es sabido que algunos de estos animales eran divinizados por las culturas periféricas al pueblo hebreo y que dicho rechazo seguramente tenía motivaciones religiosas. No obstante, además de esto, hoy sabemos que también eran importantes los motivos puramente sanitarios. En aquella época, no se podía saber por qué era peligroso comer la carne de los reptiles, sin embargo actualmente conocemos bien su posible toxicidad.
El consumo de la carne de los reptiles -como cocodrilos, tortugas, lagartos o serpientes- puede causar diversas enfermedades y problemas de salud (triquinosis, pentastomiasis, gnatostomiasis, esparganosis, etc.) por la presencia de bacterias patógenas en ella, especialmente bacterias de los géneros Salmonella, Shigella, Yersinia, Campylobacter, Clostridium y Staphylococcus. De ahí que las autoridades sanitarias recomienden hoy congelar la carne de estos animales antes del consumo humano y no comerla nunca cruda, con el fin de evitar los posibles riesgos para la salud. Las Sagradas Escrituras reflejan una sabiduría que supera con creces los conocimientos humanos de la época.

Notas
[1] Cruz, A. 1998, Parábolas de Jesús en el mundo postmoderno, CLIE, Terrassa, p. 333.

SALMO 91



“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo mío;  mi Dios, en quien confiaré.»

El Salmo 91, también llamado el “Himno triunfal de la confianza”, es una joya. Ha infundido aliento y paz a millones de creyentes en el fuego de la prueba. Según algunos comentaristas fue escrito en medio de una epidemia de peste (2 Samuel 24:13). Podrían ser circunstancias similares a las que estamos viviendo hoy. Su mensaje, por tanto, es muy relevante a nuestra situación actual de epidemia.
Vivimos días de ansiedad e incertidumbre. El mundo entero está con miedo. De pronto hemos tomado conciencia de la fragilidad de la vida. ¿Qué pasará mañana? La fortaleza en la que el hombre contemporáneo se creía seguro se ha tornado debilidad,  hay grietas en la roca y nos sentimos vulnerables. La gente busca un mensaje de serenidad y tranquilidad. ¿Dónde encontrarlo?
El mensaje del salmo 91 se resume en una frase: la confianza triunfa sobre el miedo. El salmista nos presenta tres frases clave que resumen el “trayecto” dese la ansiedad-miedo hasta la confianza:
  • “Mi Dios”:  lo que Dios es para mí
  • “Él te librará”: lo que Dios hace por mí
  • “Confiaré”: mi respuesta

1. “Mi Dios”: el carácter de Dios

El salmo empieza con una deslumbrante descripción del carácter de Dios. Hasta cuatro nombres distintos se mencionan en los dos versículos iniciales para explicar quién y cómo es Dios. ¡Formidable pórtico de entrada a la confianza! Para el salmista, Dios es el Altísimo, el Todopoderoso, el Señor (Yahweh) y el Dios Sublime.
La conciencia de la grandeza de Dios es el cimiento de nuestra confianza.  Podríamos parafrasear el refrán y afirmar  “dime cómo es tu Dios y te diré cómo es tu confianza”. En la hora del temor el primer paso es alzar los ojos al cielo, mirar a Dios y contemplar su grandeza y su soberanía.  Al hacerlo, el salmista experimenta que Dios es su Abrigo, su Sombra, su Esperanza y su Castillo. El retrato de Dios en “cuatro dimensiones” conlleva una bendición cuádruple. Conocer cómo es Dios realmente es un paso imprescindible en el trayecto hacia la confianza.
Notemos, sin embargo  que el salmista se refiere a Él como MI Dios. Esta pequeña palabra  “mi” nos abre una perspectiva singular y cambia muchas cosas: el Dios del salmista es un  Dios personal, cercano, que Interviene en su vida y se preocupa por sus temores y necesidades. Estamos ante uno de los rasgos más distintivos de la fe cristiana: Dios  no es sólo el Todopoderoso, el creador del Universo, sino también el Padre íntimo, el Abba (“papá”) que me ama y me guarda (Gal. 4:6). Éste es nuestro gran privilegio: Dios nos trata como un padre a su hijo porque en Cristo somos hechos hijos adoptivos de Dios. El salmista describe esta vivencia con una preciosa metáfora:
“Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro” (v. 4)

2. “Él te librará”: la providencia de Dios

 “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora, escudo y protección es su verdad. No temerás…ni a la pestilencia que ande en la oscuridad, ni a mortandad que en medio del día destruya…. No te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada” (v. 3-6,10).
Llegamos al corazón del salmo: la protección de Dios en la práctica. La conciencia de la grandeza de Dios ha de ir acompañada de la conciencia de la providencia de Dios.  Estamos ante un punto crucial, decisivo en la experiencia de fe. Si lo entendemos bien, será una fuente insuperable  de paz y serenidad, pero si lo malinterpretamos podemos caer en errores y extremismos, o sentirnos frustrados con Dios.
La manipulación del diablo. Es muy significativo que el diablo tentó a Jesús (Mt. 4: 6, Lc.4) con una doble cita de este salmo: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden… En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra.” (v.11-12). Usar mal las promesas de la protección divina es una tentación vigente hoy. ¡Cuidado con la súper espiritualidad  y la súper fe! Puede ser una forma de tentar a Dios como nos enseña la contundente  respuesta de Jesús a Satanás: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mt. 4:7). Confiar en Dios no nos exime de actuar de forma responsable y sabia.
Dicho esto, no podemos minimizar la potente acción protectora de Dios sobre los que en Él confían:
«Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia, lo libraré y lo glorificaré” (v. 14-15).
¿Una póliza a todo riesgo? La palabra clave es “librar”. ¿Qué significa “Dios te librará”?  La misma expresión se aplica a José -“Dios le libró de todas sus tribulaciones” (Hc. 7:10), y sin embargo el patriarca tuvo que pasar por muchos valles de sombra y de muerte. Dios no le evitó la prueba, pero  le rescató de ella. Como dijo Spurgeon, “es imposible que ningún mal acontezca a los que son amados por Dios”. La fe no garantiza la ausencia de la prueba, pero sí la victoria sobre la prueba. El apóstol Pablo desarrolla esta idea de forma majestuosa en el cántico de Romanos 8:28-39: “en todas estas cosas (pruebas) somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó, Cristo”.
Así pues, la fe en Cristo no es una vacuna contra todo mal, sino una garantía de total seguridad, la seguridad de que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rom. 8:31).  Este salmo no es una promesa de completa inmunidad, sino una declaración de plena confianza. Confianza en la protección de Dios expresada de tres maneras.
La triple “C” de la protección de Dios. En toda situación de prueba,    
  • Dios conoce   
  • Dios controla
  • Dios cuida (de mí)
En la vida de los hijos de Dios nada ocurre sin su conocimiento y su consentimiento. El azar no existe en la vida del creyente. La providencia majestuosa del Dios personal resplandece en los momentos más oscuros: “Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegarán”. Nada sucede si Él no lo permite, como vemos tan vívidamente en la experiencia de Job. Esta promesa viene ratificada por el Señor Jesús mismo:   
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 6:15-16, Lucas 12:6-7).

3. Mi respuesta: “Confiaré”

Después de contemplar el carácter de Dios -lo que Él es para mí- y su providencia  -lo que Él hace en mi vida - el salmista exclama con firmeza: “Mi Dios en quien confiaré”.
Es una secuencia lógica. La confianza es la respuesta a unas evidencias. El salmista ha conocido a Dios de forma personal, íntima -“por cuanto ha conocido mi nombre” (v. 14). Tal conocimiento le lleva a enamorarse de Él -“en mí ha puesto su amor” (v.14) y se establece una relación estrecha. Ahí tenemos, por cierto, el meollo de la fe cristiana: es la confianza que nace de una relación de amor, la certeza de que el amado no me va a fallar porque “Él (Dios) es fiel”.
Nuestra vida no está a merced de un virus, sino en manos del Dios todopoderoso.  Ahí radica la certidumbre de nuestra fe y el cimiento de la confianza que vence todo temor. No hay lugar para el triunfalismo, pero ciertamente hay triunfo. Es el triunfo que Cristo nos aseguró con su victoria sobre el mal y el maligno en la Cruz. Es el mismo Cristo cuyas últimas palabras fueron:
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20)

LOS 7 DÍAS CONMEMORATIVOS

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ENTRE LA FE Y EL MIEDO

Hay muchos virus, y bacterias, y parásitos, que se están propagando por todo el planeta. La emergencia que estamos viviendo, en estas últimas semanas, no solamente tiene un carácter, meramente, sanitario; sino, también, económico y social (y, sobre todo, espiritual); y pronto podría desatar una conmoción, inesperada, de intranquilidad, y de turbación, y de pánico, a nivel universal.

Un sinnúmero de hombres, y de mujeres, se están llenando de fobias, y de trastornos emocionales, y psicológicos, de todo tipo, por causa de los últimos ataques, despiadados, de las tinieblas (lo que está afectando, seriamente, su salud emocional, y hasta su relación con el Omnipotente). Miles de personas, en todas partes del mundo, tienen miedo a contagiarse, y a sufrir los estragos de una enfermedad mortal. Un temor, intenso, y demasiado agresivo, y desproporcionado, los está invadiendo, sin piedad.
El miedo, y la cobardía, no son asintomáticos; y pueden paralizar, por completo, inclusive, a los mismos hijos de Dios, cuando las emociones, y la razón, en vez de la fe, y la esperanza, empiezan a gobernar el alma.

Es imposible, e inevitable, por ahora, que dejemos de sufrir, y que no padezcamos, en este mundo; o que vivamos situaciones, y eventos, bastante complicados, y desgraciados (y hasta que tengamos algunos enemigos); sin embargo, es necesario, y vital, que recordemos que el poder, y la protección, de nuestro Creador, está a nuestra entera disposición, eternamente.
Cuando nos encontremos entre la espada, y la pared, y tengamos un montón de problemas, y muchas dificultades (y aunque lleguemos a ser infectados por algún coronavirus, asesino), tengamos en cuenta, sobre todo, que el Eterno está con nosotros siempre, continuamente, a nuestro lado), en todo momento, y en cualquier lugar donde nos encontremos. Jesús es más poderoso, y superior, a todo lo que existe.

La fe, y la confianza, en el Hijo de Dios, sin lugar a duda, es la única vacuna real, y efectiva, en contra del miedo, y el temor.

8 FORMAS DE PERDER LA PAZ

Elizabeth Elliot describe 8 formas de perder la paz:

1. Resentirse de los caminos de Dios. (Salmo 119:165)

2. Preocuparte todo lo que puedas. (Fil. 4:6)

3. Únicamente orar por las cosas que no puedes manejar en tus fuerzas. (Fil. 4:6-7)

4. Rehusar aceptar lo que Dios permite. (Mat. 11:29)

5. Buscar la paz en otra cosa que no sea Él. (Juan 14:27)

6. Tratar de gobernar tu propia vida. (Col. 3:15)

7. Dudar la palabra de Dios. (Rom. 15:13)

8. Cargar todas tus preocupaciones. (1 Ped. 5:7)

MUJER PASTORA

Podemos contrastar el “como fue hecho al principio” con cómo fueron las cosas tras la caída, hallando que la mujer siempre ha sido considerada inferior al hombre.

En relación con el tema que encabeza el título de este artículo, cada vez que me han preguntado si yo estoy de acuerdo con que una mujer sea “pastora” siempre he contestado lo mismo: “No. No estoy de acuerdo”. A esa respuesta casi siempre le sigue otra pregunta: “¿Por qué?”. “Pues por la misma razón por la que no estoy de acuerdo con que un hombre sea el pastor de una iglesia”.

A continuación, siempre tengo que explicar que el modelo de gobierno moderno (entre otras modalidades) que establece que “un pastor” debe ser el líder máximo para gobernar la iglesia, no nos parece que sea el bíblico. Basta leer el libro de Hechos y las llamadas “epístolas pastorales” para ver que eso no era así. (Hch.14.23; 20.17,28; 1ªTi.3.1-7; Tito 1.1-9).

Por tanto, aquellos hombres denominados “pastores” que ejercen su ministerio  fuera del orden que marca la Escritura, pero se permiten criticar e invalidar el ministerio pastoral de la mujer en la iglesia, deberían juzgarse a sí mismos primero y ajustar su situación a la luz de la Palabra. De otra forma su juicio carecería de valor alguno.



El tema de la cultura –o culturas- en la Biblia
Uno de los condicionamientos que nos encontramos a la hora de interpretar las Sagradas Escrituras es el de la cultura tanto de la Biblia como del intérprete. Esto ha hecho que, en algunos casos, a la hora de interpretar ciertos temas de las Escrituras sin tener en cuenta la cultura que envuelve la revelación divina, se  sacaran conclusiones prácticas equivocadas.

De ahí que en la historia de la iglesia se hayan dado casos en los que la seguridad respecto a la claridad de una “enseñanza” concreta, pasado el tiempo (¡siglos, en algunos casos!), se ha diluido al quedar demostrado que dicha enseñanza no tenía una aplicación universal y atemporal, sino que estaba limitada a un tiempo y contexto concretos. Lo cual ha causado muchos daños y dolores innecesarios a terceras personas.



El caso de la esclavitud
Uno de los casos que nos pueden servir de ejemplo fue el de la esclavitud. Esta era una práctica legalizada en el Imperio Romano y en otros muchos pueblos. Por tanto se aceptaba como “normal” llegando a formar parte del paisaje del día a día, de la propia cultura y sociedad.

Pero vemos que los Apóstoles no enfrentaron el problema de la esclavitud denunciándola o atacándola, sino asumiéndola como una realidad social de su tiempo, establecida, administrada y tutelada por el gobierno romano.

Por otra parte, ellos enseñaron que las autoridades estaban puestas por Dios y, por tanto, había que reconocerlas y obedecer las leyes. (Ro.13.1-7; 1ªTi.2.1-4; 1ªP.2.13-14).

Pero aún hay más, Pablo usará la obra redentora de Dios en Cristo-Jesús con la finalidad de que, tanto amos como esclavos creyentes, se tratasen con reconocimiento y respeto mutuos. A los esclavos se les exhortaba a que hicieran bien su trabajo “como para el Señor” (Ef.6.5-8; Col.4.22-23); mientras que a los amos les pedían que trataran bien a los esclavos, dado que tanto unos como otros tenían “un amo en los cielos” (Col.4.1; Ef.6.9; Filemón, 15-16).

Por tanto, la conclusión en este caso de la esclavitud  es que la actuación de los apóstoles no fue una solución universal y definitiva. Tuvieron que surgir hombres y mujeres con una visión antropológica, bíblica, que no tuvieran en cuenta el contexto cultural de su tiempo y que fijaran su atención en “como fue hecho al principio de la creación”, como indicó Jesús: Que todos los hombres y mujeres fueron hechos iguales a la imagen y semejanza de Dios y que nadie tenía derecho a esclavizar a otros.

Pero los hermanos que lucharon por abolir la esclavitud -así como otras esclavitudes- tuvieron que enfrentarse a la oposición de otros cristianos que no tenían su misma visión. El literalismo bíblico de sus oponentes, así como la cultura en medio de la cual se dio la revelación divina, les cegaban y no veían más allá de lo que estaba escrito en algunos textos particulares. Por muchos siglos no se supo diferenciar entre lo que era la cultura y la costumbre, de lo que era una verdad esencial. 



La cuestión del uso del velo en la mujer
Lo mismo ocurrió en relación con el uso del velo en la mujer. Durante muchos siglos, -¡incluso en el día de hoy!-, se obligó a las mujeres a usar el velo en las iglesias, guiados por la enseñanza del Apóstol Pablo en 1ªCorintios 11.2-12. El uso del velo por las mujeres indicaba que ellas estaban bajo la autoridad de sus maridos. Sin embargo, hoy día muy pocos teólogos y enseñadores de las Escrituras piensan que esa enseñanza fuera para todos los tiempos, y no una práctica común aceptada en aquellas culturas.

Pero lo que ha creado un problema de interpretación ha sido el hecho de que el mismo Apóstol Pablo otorgaba más valor al testimonio que el cristiano debía dar dentro de su propio marco cultural, que al uso de su libertad para romper con una costumbre bien arraigada en su sociedad.

Y para defender su argumento, Pablo usó de ciertos principios creacionales. Eso hizo que la mayoría de teólogos interpretara que dicha costumbre debía reconocerse, en la iglesia, en términos universales. Pero si eso fuera así, todavía  tendríamos que defender la esclavitud como algo ordenado por Dios, dado que Pablo también usó la obra redentora de Cristo en relación con el comportamiento de los esclavos para con sus amos y viceversa, aceptando la sociedad esclavista, pero sin denunciarla. Lo cual desde nuestra perspectiva nos parece inaceptable (ver Tito 2.9-14).

Hoy en día en nuestra propia cultura, el uso del velo por parte de las  mujeres en las iglesias, se ve como algo “raro” e inusual, dando una imagen descontextualizada del medio en el cual vivimos.


El testimonio de la mujer en la cultura judía y grecorromana
Otra de las cosas que caracterizaba a las sociedades tanto judía como grecorromana, era que la mujer no podía testificar en un juicio. Su testimonio no tenía valor alguno. Por tanto, el permitir que las mujeres fueran los primeros testigos de su resurrección, enviándolas posteriormente a testificar de ello a sus desanimados y entristecidos discípulos, fue un acto de reivindicación de Jesús en relación con la mujer (Mt.28.1-10; Mr.16.1-11; Juan 20.11-18).

No nos cabe duda de que su testimonio no se limitó a sus condiscípulos solamente, sino que se extendió a otras muchas personas y durante el resto de sus días. Ante un hecho como aquel, nosotros hubiéramos hecho lo mismo.

Sin embargo a la hora de presentar a los testigos de la resurrección de Jesucristo, el Apóstol Pablo ignora a las mujeres como primeros testigos de ese gran hecho histórico. Esta actuación del Apóstol de los gentiles no se entiende a menos que él ignorara ese hecho, cosa del todo improbable. Lo más probable es que estuviera aceptando el hecho de que, para la sociedad de su tiempo, el testimonio de las mujeres no era creíble y, por tanto, no sería bien recibido. ¡Y mucho menos que las mujeres fueran puestas en el primer lugar de la lista! De ahí que Pablo no mencionara a las mujeres al referirse a los testigos de la resurrección de Jesús.(1ªCo.15.3-8).

Hoy día, nosotros hubiéramos actuado de diferente manera, atribuyendo el mismo crédito tanto a mujeres como a hombres, dado que ambos tenemos la misma capacidad jurídica y los mismos derechos reconocidos. Por tanto, las formas de actuar de los apóstoles del Señor en determinadas situaciones no pueden ser aplicadas en nuestro tiempo.


El ministerio público de la mujer ¿cuestión de cultura?
Ahora estamos ante un tema muy parecido. Podemos contrastar el “como fue hecho al principio” a cómo llegaron a ser las cosas después de la caída y vamos a encontrar que a la mujer siempre se la ha considerado inferior al hombre, en todos los sentidos.

No es cuestión de que el hombre haya sido el malo y la mujer la buena, sino que el fuerte –el hombre- se ha enseñoreado del débil –la mujer- para someterla bajo su dominio. Pero en todo caso el pecado alcanzó a todos, hombres y mujeres, por igual. No obstante, esa situación de superioridad por parte del hombre respecto de la mujer ha formado parte del “paisaje social” a lo largo de toda la historia y todas las culturas de todos los pueblos.

Sin embargo, al referirnos al hecho de que tanto el hombre como la mujer fueron creados a imagen de Dios, vemos que a ambos se les dio la responsabilidad de cumplir con la gran encomienda cultural (Gé.1.26-28). Así, el ser humano como tal, hombre y mujer, tenía la autoridad de parte de Dios para ejercer el gobierno sobre la creación. Gobierno, en el sentido más amplio del término.

Pero con la caída en el pecado, es evidente que el hombre tomó para sí todo lo referente al gobierno y la  autoridad, privando a la mujer de ejercerla de forma conjunta en todas las esferas de la creación, tal y cómo la habían recibido del Creador. Esas limitaciones y condicionamientos también los encontramos en tiempos de Jesús, del Apóstol Pablo y a lo largo de toda la historia.

Por eso el mundo de Jesús y de Pablo era un mundo de hombres y para hombres. En el caso de Jesús él no habría elegido a ninguna mujer como apóstol. Eso no hubiera sido sabio ni práctico en un mundo en el que a la mujer le estaba vedado salir a los lugares públicos y donde su testimonio no era considerado válido. Además hay que añadir los peligros que entrañaba el que una mujer –o grupo de ellas- anduvieran viajando de ciudad en ciudad.

Jesús hizo lo que tenía que hacer en su tiempo. De igual manera vemos actuar a Pablo, no solo en relación con el tema de la esclavitud, adaptándose a su sociedad como hemos visto, sino también en relación al uso del velo que usaban las mujeres (1ªCo.11.2-8); y de igual manera vemos cómo trató el asunto del testimonio en relación con la resurrección de Jesús, usando, en principio, solo el testimonio de hombres, dejando de lado el de las mujeres.

Pero ahora entramos en una gran contradicción y es que, cuando por influencia de los principios cristianos nuestra cultura occidental ha llegado a una comprensión  clara y amplia del papel de la mujer, reconociendo su igualdad con el hombre en todos los aspectos,  desde ciertos sectores del propio cristianismo hay sin embargo una fuerte oposición al desempeño de la mujer en el ministerio público en la iglesia: “La mujer podrá ocupar cargos en las empresas, en la política, en el campo científico, jurídico, de la medicina; en la docencia: las universidades, institutos, escuelas, etc., pero en la Iglesia hemos de seguir el orden bíblico”. Así se expresan muchos ahora. Pero con esa sesgada y dualista visión, se incurre en lo mismo que se incurrió en relación con la esclavitud. El literalismo bíblico no solo ahoga y ciega todo progreso hacia una concepción más clara de lo que es el plan de Dios para la humanidad como fue concebida “desde el principio”,  sino también desde el plan redentor, liberador y restaurador de Dios.

Pero desde la perspectiva que nos proporciona el “como fue hecho al principio de la creación”, es decir, el hombre y la mujer llevando a cabo la gran encomienda universal, mostrando la imagen de Dios a través del gobierno sobre la creación que Dios puso en sus manos, es que hago una sincera y honesta propuesta acerca del ministerio “pastoral” de la mujer en la Iglesia.

Propuesta de una renovada comprensión del tema, basada no solo en Génesis 1.26-28, sino en la gran declaración universal de Pablo, en Gálatas 3.28, así como en el hecho histórico de Pentecostés, donde con la venida del Espíritu Santo, la obra redentora de Cristo se hace efectiva rompiendo las barreras en razón del sexo, la nacionalidad, la edad, la posición ola condición social.

No se trataría tanto de negar, usurpar o cambiar el orden divino en relación con el tema de la autoridad. Se trataría más bien de que, la autoridad que durante milenios ha ejercido el hombre se extienda y reconozca también en la mujer, para que en compañerismo y verdadera comunión, sin competencias, se ejerza en pluralidad en la iglesia. La autoridad, entonces, no descansaría en “el pastor” o “la pastora”, sino en el consejo pastoral, compuesto por hombres y mujeres, según el llamado y la capacitación divina de cada uno/a.

En una cultura como la nuestra, donde se reconocen los mismos derechos tanto a hombres como a mujeres de manera efectiva, no se vería extraño que una mujer formara parte del liderazgo (consejo) pastoral, de una iglesia. Lo raro, extraño y anticultural sería lo contrario. Esa sería la razón por la cual la Iglesia, descontextualizada culturalmente quedaría desfasada y propensa, con el tiempo, a debilitarse si no a desaparecer. Sin embargo, en muchas ocasiones las iglesias han llevado dicha descontextualización muy a gala, presumiendo de esa manera estar “separadas del mundo”.

Pero “el mundo”, del cual se habla de manera tan  despectiva, nunca será impresionado por aquellos cristianos que dan la espalda a ciertos principios creacionales, que aquellos “del mundo” ponen en práctica aun sin saberlo.

LA NOCHE SE ACERCA

El Maestro desarrolló Su ministerio, victorioso, en medio, y a pesar, de la furia, asesina, de Sus adversarios (Juan 10:31,33a,39a). La permanente oposición de los líderes religiosos, y de los doctores de la ley, en contra del Príncipe de paz, era continua. Nada impedía, sin embargo, que Jesús Se interesara en curar a los enfermos, y en socorrer a los débiles.

Era necesario, y esencial, para el Señor, hacer las obras que Le había encomendado Aquel que Lo envió, mientras estaba en este mundo; puesto que llegaría el momento en que no Lo dejarían hacer nada (Juan 9:4). Lo más importante, para el Hijo de Dios, es obedecer a Su Padre, y completar el trabajo que Le envió a realizar (Juan 4:34).

Con una tranquilidad, y una seguridad, sorprendentes, el Buen pastor atendía a todas las personas que se acercaban a Él. Jesús buscaba, continuamente, una ocasión, diferente, para demostrar Su amor, y Su misericordia, a favor de los desdichados, y agobiados. Es fundamental, para todos nosotros, Sus discípulos, seguir las huellas de nuestro Salvador. Cuando imitamos Su carácter, y Su manera se ser, a lo largo de nuestro peregrinaje, en este mundo, no vamos a desperdiciar, ni a dejar pasar, ni una sola oportunidad, para ayudar, y hacer el bien, a los pobres, y a los necesitados.

Lo que el Bendito hizo, y hace, por los enfermos, y por los que sufren, nadie más lo puede hacer (y, ni siquiera, la ciencia, ni la religión). Aunque alguien padezca una penosa, insoportable y desgraciada, enfermedad, Yahweh puede cambiar, en un segundo, esta triste, y patética, situación.

El Espíritu Santo había determinado que Su ministerio, terrenal, no duraría mucho más de tres años.

El Mesías sabía que Su corta permanencia, en este mundo, debía aprovecharla, intensamente, para trabajar a favor del Reino de los cielos. Nosotros debemos actuar de la misma manera; y dedicar nuestras vidas, especialmente, para propagar la gloria, y la honra, del Santísimo, entre tanto que el día dura. Una vez que lleguemos a la tumba, tétrica, y fría, a la que iremos todos, no hay tareas que cumplir a favor de nuestros familiares, y amigos.

La noche se acerca, presurosa. Nadie podrá recuperar ni una sola oportunidad desperdiciada. Dejemos, a un lado, y para siempre, el conformismo, y la tibieza espiritual, y la vergüenza, que nos seduce, y pongamos todo nuestro interés, y dedicación, para predicar el Evangelio, glorioso, del Eterno. Este es el momento, y no más tarde (hoy es el día, y no mañana), para testificar, a los que nos rodean, sobre lo que el Cordero de Dios ha realizado por nuestros.

El Altísimo era consciente de que Su vida, bendita, sería bastante corta; así que aprovechó, a lo máximo, todas las ocasiones para manifestar la gracia, y la bondad, del Omnipotente. Antes de retornar, a Su Hogar, Él declaró que había glorificado, y honrado, continuamente, en la tierra, a Su Padre, santo; y que terminó, con éxito, la obra que Él Le encomendó que realizará (Juan 17:4).

MUJER Y DIOS

El Príncipe de paz ha perdonado, y ha salvado, a cientos de miles, de millones, de mujeres, en estos últimos tiempos, para que brillen, continuamente, y por todas partes, con la gracia, y el amor, deslumbrante, y fuera de serie, que desciende del Cielo. 

Las hijas de Dios han sido llamadas, y seleccionadas, cuidadosamente, para que transmitan, a todos aquellos que las rodean, y en el lugar donde el Señor las ha colocado, el gozo, y la bondad, y la misericordia, que el Espíritu de Cristo ha derramado en sus corazones.

Ni la belleza física, ni la ropa lujosa, ni los maquillajes, deslumbrantes, tienen poder para transformar las lágrimas en sonrisas, ni las tinieblas en luz. La apariencia, y la postura, exterior (forzada, y ensayada, muchas veces), no conducen, realmente, a nada bueno, favorable e interesante. La sencillez, y la humildad, impactan, tremendamente, a los corazones sinceros.

Las imagines, y las posturas, promovidas por los medios de comunicación (y que la mayoría acepta como patrones, y modelos, de conducta, y de virtud), que son contrarias a lo que la Biblia enseña, deben ser erradicadas, por completo, de las mentes, y de las actitudes, de las alumnas del Maestro. 

La belleza que refleja la mansedumbre, y la paciencia, de una mujer perdonada, y enamorada del Omnipotente, es la que fluye, naturalmente, de un espíritu, y de un alma, contrita, y humillada, que ha sido redimida, y santificada, por el Cordero de Dios.

Las mujeres que alegran el corazón del Eterno, son las que revelan, en el día a día, el carácter radiante, humilde y optimista, del Buen pastor. Yahweh desea, intensamente, que las guerreras, valientes, que integran el ejército, invencible, de Su Hijo, inmaculado, manifiesten la personalidad, sublime, de Su Espíritu.

Los rasgos, y las cualidades, de las mujeres que aman, y que honran, a su Creador, sobre todas las cosas, son muy fáciles de percibir, con absoluta claridad, ya que ellas buscan, continuamente, y a como dé lugar, la dirección, y la presencia, gloriosa, del Inmutable (y aunque tengan mil problemas, y un millón de dificultades).

La mujer creyente reconoce, en teoría, y en práctica, su incapacidad, espiritual, y su necesidad, moral (y, por lo tanto, depende, permanente, del Soberano). La prioridad más importante, para una princesa del Imperio de los cielos, es pasar tiempo, de calidad, delante del Trono de paz, y de poder, del Bendito.


Las cristianas, de nuestros días, son las guerreras más valientes, y nobles, y solidarias, de todos los tiempos.

Las princesas del Rey de gloria son muy amadas, y muy valiosas (y enormemente superiores, y sobresalientes), para el Espíritu Santo, que todas las perlas preciosas, y que todos los diamantes, juntos. Las herederas del Reino tienen un valor, y una importancia, inmensas, e incalculables; por esto, precisamente, el Eterno ha tenido que entregar -nada menos- la vida, santa, y perfecta, de Su propio Hijo, con tal de tenerlas, eternamente, a Su lado. 

JESÚS Y LA RELIGIÓN EN SU TRATO CON LAS MUJERES

Solamente las esposas de los rabinos eran instruidas, de vez en cuando, en las leyes del Eterno. 

En el judaísmo, del primer siglo, ninguna mujer tenía liderazgo. En un país, donde la élite religiosa estaba constituida, únicamente, por hombres (que subestimaban, colectivamente, a las mujeres), es correcto suponer, sin que nos cueste mucho esfuerzo, que ellas eran consideradas, literalmente, como incapaces, e inútiles, e imperceptibles, ya que no se las tomaba en cuenta, para nada; ni tenían autoridad, ni participación, de ningún tipo, en la vida espiritual, de la gente (excepto para Jesús, Quien manifestó, abiertamente, un afecto muy especial, y natural, por aquellos que eran menospreciados, y humillados, por otros).

Las mujeres no gozaban, socialmente, de buena reputación. Ellas eran discriminadas, sin piedad, por la mayoría de los hombres. Las escuelas eran sólo para los muchachos; la instrucción de las mujeres se limitaba, básicamente, a aprender trabajos de índole doméstico (como cocinar, coser y tejer). 

A las damas adultas se las consideraba, inclusive, como menores de edad. Cuando eran solteras, el padre era el responsable de sus actos, y de sus vidas; y si ya estaban casadas, los esposos.
Ellas eran vistas, por lo general, como inferiores a los hombres. Cuando llegaba algún invitado, a casa, la esposa comía en un lugar aparte, alejada de todos. Las mujeres no participaban en la vida pública, ni comunal, del pueblo; y salían poco de casa. A las hijas de Eva se las podía vender, como esclavas, para pagar alguna deuda.

El Príncipe de paz, en cambio, acogió, y estableció, a las mujeres, como parte del selecto grupo de Sus seguidores. Cuando Él Se trasladaba, caminando, de una ciudad a otra, predicando, y anunciando, el evangelio, Lo acompañaban Sus apóstoles, y muchas mujeres. 

Ellas contribuían, activamente, en la satisfacción de las necesidades, básicas, del grupo. Estas señoras, devotas, sostenían, económicamente, a los viajeros; proveyendo, y ayudando, con sus propios bienes, y dinero, al Mesías, y a Sus discípulos. El Buen pastor había sanado, a alguna de estas princesas, piadosas, de diferentes enfermedades, y llegó a expulsar, de sus cuerpos, a los espíritus, inmundos, que las perturbaban, antes de que empezaran a seguirLo. 

Entre este peculiar, y glorioso, ejército de guerreras, estaban María, a la que llamaban Magdalena, quien había tenido siete demonios. También se encontraba Juana, la esposa de Cuza, el administrador del rey Herodes Antipas, y Susana, una mujer muy generosa, y solidaria (Lucas 8:1-3).

Jesús recibió, muy gozoso, a todas las mujeres que venían a Él, para escuchar Sus enseñanzas, magistrales, sobre el Reino de Dios, y las convirtió en Sus discípulas, junto a los varones que Él había llamado. La conducta del Maestro, realmente, no era habitual, ni frecuente, ya que las mujeres, comúnmente, no podían conversa, con los hombres, en público (ni, mucho menos, caminar con ellos, por todas partes)... 

MENTIRAS QUE LAS JÓVENES CREEN Y LA VERDAD QUE LAS HACE LIBRES

Mentiras que las jóvenes creen proporcionará a las jóvenes entre 13 y 19 años las herramientas que necesitan para identificar dónde se han descarriado en su vida y sus creencias como resultado de creer las mentiras de Satanás acerca de Dios, los chicos, los medios de comunicación, y más.


SEA AGRADECIDO

¿Deprimida? 
¿Desanimada? 
¿Cansada? 
¿Ansiosa? 
¿Aburrida? 

Si respondiste ¡Sí! a cualquiera de estas preguntas, este libro es para ti. Quizás cuestiones, ¿cómo puede ayudarme este libro a superar esas condiciones? la respuesta es que ¡en todo!

Pues tal como señala su título, cultivar un corazón agradecido es nuestro “camino al gozo”.  ¡Gozo, gozo, gozo!

SANTIDAD: EL CORAZÓN PURIFICADO POR DIOS

Muchas veces se piensa que santidad es un concepto muy abstracto y sin nada que ver con nuestra vida diaria. 

El pensamiento de ser "santo" evoca imágenes de una persona pesimista y cerrada que vive como si fuera un monje. Al contrario, santidad no es algo agobiante, el pecado es la verdadera carga pesada de la vida. 

La autora nos guía en nuestro viaje para que sea una experiencia llena de Dios, que únicamente viene cuando nuestra vida es santa y nuestro corazón es puro.


RENDICIÓN: EL CORAZÓN EN PAZ CON DIOS

Para un cristiano, ondear la bandera blanca no significa: "Me rindo". Significa: "¡Al fin la victoria!" El primer paso hacia una vida espiritual más profunda, más rica y victoriosa es la rendición. 
Cuando un cristiano rinde su corazón, su alma, su cuerpo y sus ambiciones, deja la puerta abierta para que Dios pueda ayudarle plenamente a triunfar.

MUJER VERDADERA: UN ESTUDIO DE 8 SEMANAS SOBRE LA FEMENIDAD BÍBLICA

Hace algunas décadas, el movimiento feminista se propuso difundir su mensaje y su visión radical a través de grupos pequeños, que se reunieron y multiplicaron hasta que finalmente encendieron una revolución. 

Nuestro deseo es que se origine una nueva revolución en nuestros días.

MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN Y LA VERDAD QUE LOS HACE LIBRES

Como un cazador experimentado, nuestro enemigo usa mentiras para atraparnos. Cada mentira que creemos nos hace sentir dolor, perder o herir las relaciones, y perdernos la vida abundante que Dios quiere que tengamos. 

Mentiras que los hombres creen expone las mentiras que los hombres creen comúnmente, y te muestra cómo combatir esas mentiras con la verdad.

MENTIRAS QUE LAS MUJERES CREEN, Y LA VERDAD QUE LAS HACE LIBRES


Somos como Eva. Hemos enfrentado derrotas y fracasos, dificultades y confusión. Hemos dado lugar a un corazón egoísta, a un espíritu malhumorado, a la ira, la envidia y la amargura.

Y ansiamos corregirlo todo y vivir en armonía y paz.

LA ESPOSA QUE ORA: 30 DÍAS ORANDO POR TU ESPOSO

¿Cómo ha cambiado este reto tu corazón y tu vida, querida amiga? 
¿Te animó Dios a ti mientras planeabas las formas de animar a tu esposo?
¿Hubo acaso días difíciles cuando solo tuviste que confiar que Dios estaba trabajando? 
¿Hubo días en que te fue difícil dejarle los resultados a Él? 
Recuerda que Dios es fiel y Él te bendecirá por tu disposición a obedecerle.


ESOJA PERDONAR: SU CAMINO A LA LIBERTAD

Aprenda como liberarse de la amargura y el dolor: Escoja perdonar. No hay palabras mágicas o fórmulas secretas para el perdón. Sin embargo, hay principios bíblicos que pueden ayudar a los cristianos a librarse del dolor. 

La distinguida maestra Nancy Leigh DeMoss ahonda en la Palabra de Dios para descubrir las promesas y exponer los mitos acerca del perdón.