SABIA INVERSION


De todos los temas que Cristo tocó durante su ministerio terrenal quizás ninguno ha sido menos comprendido por el hombre moderno que este. Rodeados de lujos y bienes materiales sin número, hemos preferido creer que Jesús era una especie de «santo patrono» del materialismo. Incluso hemos intentado elevar a virtudes algunas de las más detestables actitudes en el ser humano, tales como la codicia, el egoísmo y el desenfreno.

Las Escrituras, no obstante, advierten que el amor al dinero es la raíz de todos los males y que «los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición» (1 Ti 6.9). Estas son palabras radicales para un tema que requiere de una postura radical. No es lo que decimos con nuestros labios lo que define nuestra devoción, sino lo que ocupa nuestros pensamientos día y noche. No puede ser «aguado» el mensaje de Jesús, ni adaptado para que mengüe nuestra incomodidad. Sobre todo, no podemos darnos el lujo de creer que este no es un problema que nos afecta a nosotros. La mentira más obstinada y arraigada en la cultura moderna es que el dinero le destruye la vida a los demás, pero jamás lo hará con nosotros.

Jesús comenzó su enseñanza con una recomendación para todos aquellos interesados en hacer una buena inversión: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan.» La razón de esta recomendación es sencilla; toda inversión terrenal estará sujeta a las mismas realidades que acompañan el diario vivir del ser humano. En esta tierra simplemente no existe tal cosa como una inversión «segura». Incontables colapsos económicos, calamidades naturales, golpes de estado, guerras y caídas estrepitosas de los mejores planes económicos testifican de que hasta los más seguros pueden perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos.

Cristo aconseja acumular tesoros que están más allá del alcance de un mundo caído, guardados en los lugares celestes. Estas son la clase de inversión que no dejan solamente un retorno favorable para esta vida, sino para toda la eternidad. No se trata aquí de dinero sino de cosas más preciosas y valiosas que el oro, la plata y las joyas.

La razón principal de esta recomendación, sin embargo, no es lo seguro de la inversión, sino el efecto que tienen los tesoros sobre nuestra vida. Cristo no admitía argumento en este punto; «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Hemos intentado una y otra vez comprobar que en realidad es posible estar a gusto con Dios y con las riquezas de este mundo, pero la verdad es que nuestro corazón tiene lugar para un solo tesoro. No es lo que decimos con nuestros labios lo que define nuestra devoción, sino lo que ocupa nuestros pensamientos día y noche. ¡Allí donde está nuestro tesoro estará nuestro corazón!

NO AL MALTRATO, SI AL DESARROLLO INFANTIL


Imagínese esta escena. Usted va caminando por la calle y al doblar una esquina se encuentra a una señora con una niña de unos cinco años. La niña llora a gritos. La señora al verlo a usted le dice a la niña: «Si sigues llorando, este señor te va a llevar». Luego, se dirige a usted y le dice: «¿Verdad que se la va a llevar? Dígaselo, dígale que ya que está llorando tanto, usted se la va a llevar lejos de mí».

De repente, sin esperarlo ni desearlo, se ha visto involucrado en un incidente familiar: desde el punto de vista de la madre de esta historia, un incidente pedagógico para su hija, pero desde cualquier punto de vista, violento y maltratador.

A diario, muy cerca de nosotras y nosotros suceden incidentes violentos, aún en nuestras propias familias y en nuestras iglesias. Afectan a personas adultas y a niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Afectan a mujeres y hombres y, tristemente todavía, más a mujeres de todas las edades que a hombres. Pero tal vez algunos de estos incidentes se ven como algo natural, lo «normal», lo pertinente, lo correcto.

El maltrato infantil se vuelve algo tan común en la vida de todas las familias, en la vida cotidiana, en cualquier espacio, que ya no provoca ningún escándalo.

En sociedades como las nuestras, donde unas personas concentran y manejan el poder, mientras que a otras no se les concede acceso al mismo y en cambio se les imponen las decisiones, el terreno está perfectamente abonado para el ejercicio de la violencia. En sociedades de este tipo, en la escalera del poder las niñas y los niños ocupan el último escalón.

El maltrato contra las niñas y los niños es pues una semilla con abono suficiente y, por tanto, con fuerte arraigo. Forma parte del bagaje de una tradición cultural que se transmite de generación a generación. El maltrato infantil se vuelve algo tan común en la vida de todas las familias, en la vida cotidiana, en cualquier espacio, que ya no provoca ningún escándalo. Por el contrario, se lo ve como parte del paisaje, como algo necesario, requerido para educar a niñas y niños, hijas e hijos en el camino del bien.

Nuestros pueblos son ricos en dichos que justifican y recomiendan la violencia y el maltrato. Algunos botones de muestra: «Quien bien te quiere, te hará llorar»; «La letra con sangre entra»; «Estos golpes me duelen más a mí que a ti»; «Lo hago por tu bien»; «Te celo porque te quiero», o bien, «te pego porque te quiero». Uno puede tomar uno solo de estos dichos o refranes e ir entresacando las creencias y valores que hay detrás de ellos. Dichas creencias y valores fortalecen y perpetúan en nuestros pueblos, en las escuelas, en las iglesias, en las familias, en todo ámbito social, conductas agresivas, abusivas y letales. La violencia se encuentra inmersa en las personas e instituciones, y se ensaña con las niñas y los niños.

En nuestras iglesias es común también utilizar porciones o textos bíblicos para justificar estas prácticas arraigadas de violencia contra la niñez. Es más común de lo que quisiéramos encontrar que la Biblia es utilizada como herramienta ideológica para justificar el maltrato infantil. Requerimos iniciar una relectura de los textos bíblicos que ilumine nuestro caminar viendo a las niñas y los niños como personas dignas, a quienes podemos tratar de igual a igual en términos de pertenecer a la misma condición humana. Con ellas y ellos podemos dialogar sobre infinidad de temas, recuperar a través de su mirada y su percepción de las cosas la capacidad de asombro y aprender a descubrir lo nuevo en las cosas rutinarias. En pocas palabras, si se los permitimos, niñas y niños pueden convertirse en nuestros maestros. Nuestro referente es Jesús, quien dio cabida y espacio a la niñez.

Permítanos compartir con usted la reflexión sobre un episodio en la vida de Jesús y sus discípulos:

«En esa misma ocasión, los discípulos le preguntaron a Jesús:

— ¿Quién es el más importante en el reino de Dios?

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo:

—Les aseguro que para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños. Porque en el reino de Dios, las personas más importantes son humildes, como este niño. Si alguien acepta a un niño como éste, me acepta a mí.

Pero si alguno hace que uno de estos pequeños seguidores míos deje de confiar en mí, mejor le sería que le ataran al cuello una piedra enorme y lo tiraran al fondo del mar.

Muchas cosas en el mundo hacen que la gente desobedezca a Dios, y no hay manera de evitarlo. Pero ¡qué mal le irá a quien haga que otro desobedezca a Dios! (1)»

Las niñas y los niños son importantes para Jesús. Ante la pregunta sobre quién es el más importante, Jesús coloca a la vista de todos a un niño. En los tiempos de Jesús, niñas y niños formaban parte de la gente considerada «pequeña», aquellas y aquellos de los cuales no era importante tomar en cuenta su opinión. Es decir, su presencia no contaba en la sociedad. Traduciéndolo a términos modernos, eran las personas excluidas. En este contexto lo que menos esperaban los discípulos de Jesús y la gente que los rodeaba era que Jesús colocara en medio de ellos a un niñito y lo pusiera como el ejemplo a seguir.

En otro texto bíblico (Mt 19.13) se percibe la opinión y actitud cultural de los discípulos de Jesús hacia la niñez. Un niño no era digno de acercarse al Maestro, menos aún lo sería una niña si consideramos la condición de las mujeres en aquella época. En contraste con estas percepciones, Jesús dice que las niñas y los niños importan y son valiosos. Además, son dignos de ser imitados.

¿Qué podemos concluir de lo que Jesús dice y hace?

Las niñas y los niños no son estorbos, ni accesorios decorativos, ni artículos desechables. Son personas hechas a imagen y semejanza de Dios, con un rico potencial de crecimiento y desarrollo humano pero también con actitudes y formas de ser, a través de las cuales las personas adultas podemos encontrar el camino al reino de Dios.

Las niñas y los niños se dejan llevar de la mano, confían en las personas adultas, lo que ellas dicen y hacen los moldea. Si no, veamos a una niña o a un niño jugando y rápidamente podremos identificar quiénes son sus modelos.

Las niñas y los niños miran con ojos ávidos, están deseosos de aprender y de imitar. Los bebés conocen el mundo experimentándolo con todos sus sentidos. Contemplemos a un bebé cuando juega con sus manos, cuando sigue con detenimiento el vuelo de una pluma diminuta, cuando a los tres meses responde a nuestras palabras con gorjeos y así conversa con nosotras(os).

Tanto las niñas como los niños son seres abiertos a la vida y a Dios, amistosos, confiados, con una continua capacidad de asombro. No creen que lo saben todo, no se preocupan, no compiten (hasta que se lo enseñamos), son humildes y están dispuestos a perdonar. Jesús nos invita a aprender de ellas y ellos e imitarlos. Para esto, debemos estar dispuestas y dispuestos a escuchar lo que tienen que decirnos, en lugar de excluirlos de nuestras conversaciones. Es preciso tomar en serio sus expresiones, no decirles: ¿cómo te atreves a contradecir mi opinión? o creerle más al adulto. ¡Cuántas niñas y niños que han sufrido algún tipo de maltrato, o incluso abuso sexual, lo han contado a una persona adulta sólo para descubrir que no les cree o no le da importancia al hecho!

Jesús también dice que las personas adultas somos las responsables de las niñas y los niños. Su protección nos incumbe a todas y todos, no sólo a sus padres y parientes. Si las niñas y los niños aprenden por imitación, entonces, a las personas adultas nos corresponde ser referentes o modelos dignos de ser imitados. Si ejercemos violencia, también ejercerán violencia. Nuestros actos violentos niegan nuestra fe en un Dios de amor, paz, perdón y justicia. El camino de Dios no ha sido la violencia sino el amor. Jesús en la cruz nos ilustró gráficamente los dos caminos, y la cruz constituye un acto violento por excelencia: asesinar a un inocente. Al mismo tiempo, la cruz es símbolo del amor: Dios encarnado, dispuesto a dar su vida para la salvación de toda la humanidad. A la violencia, Jesús no respondió con venganza sino con amor. El Jesús resucitado invita a sus discípulos a caminar por senderos de perdón y de paz (Jn 20.19). Nuestros actos violentos niegan nuestra fe en un Dios de amor, paz, perdón y justicia. Peor aún, conducen a otras personas, incluyendo a las niñas y los niños, a negar la existencia de Dios o a no confiar en Él.

Jesús fue bastante ilustrativo sobre las consecuencias para aquellas y aquellos que provocan que niñas y niños dejen de confiar en él. Imaginemos, si no, a una persona que tiene atada al cuello una piedra y que se desplaza a lo más profundo del mar sin posibilidad de salir a la superficie. Esta ilustración es suficientemente fuerte como para indicarnos el grado de responsabilidad que Dios nos otorga en el cuidado y protección de la niñez, y el nivel de influencia que tenemos en sus vidas.

Cuando las(os) ignoramos, somos violentas(os), o les exigimos responsabilidades que exceden las habilidades que tienen en esa etapa de desarrollo, destruimos su confianza y su fe en nosotros y en Dios, los hacemos caer, obstaculizamos su desarrollo e inhibimos el potencial que Dios les ha dado como personas. Molestarse porque un bebé llora es ignorar que uno de los lenguajes a esa edad es el llanto; el camino del amor nos desafía a comprender, incluso, sus llantos. Exigir a una niña o un niño que gatea o comienza a caminar que no toque, no jale, o no chupe objetos es ignorar que se relaciona con el mundo a través de sus sentidos. El camino del amor nos desafía a preparar un ambiente que le permita explorar con sus sentidos sin ningún peligro, y acompañarlo y guiarlo a distinguir lo que es peligroso de lo que no lo es, a medida que crece.

También, reprender a una niña o niño que inicia la escuela por los errores cometidos es ignorar que las niñas y niños que dejan el ambiente conocido del hogar para ir a la escuela requieren de ánimo, de afirmación y de reconocimiento a sus logros para adquirir seguridad y desarrollar las destrezas necesarias en un nuevo entorno. El camino del amor nos desafía a reconocer las cosas que hacen bien, a asegurarles que son capaces, y acompañarles a enfrentar aquellos desafíos u obstáculos que van encontrando en sus primeros pasos fuera del hogar y la familia.

Asimismo, tratar a una o un adolescente como niña o niño pequeño, exigir que sea como nosotros queremos y que haga todo lo que nosotros le decimos, es ignorar que está en la edad de definir su propia identidad. El camino del amor nos desafía a reconocerla(o) como una persona que no nos pertenece, acompañarlo en el descubrimiento de su vocación, mantener el equilibrio necesario entre darle la libertad que requiere para descubrirse y poner los límites para que se convierta en una persona socialmente responsable.

La confianza básica de las niñas y los niños se alimenta del afecto, el cuidado y el respeto que se les provee. Tanto ellas como ellos experimentan el amor de Dios a través del respeto y del cuidado que reciben de las personas adultas que los rodean. El encuentro con una niña o niño siempre es una oportunidad de sembrar para el Reino, puesto que el que la(o) recibe, recibe a Jesús. En un mundo violento como el nuestro, Jesús nos invita a unirnos a él en el camino del amor hacia niñas, niños y adolescentes, ciudadanos ejemplares de su reino.

Existen diversos espacios para el desarrollo de la niñez. En todos ellos podemos influir para eliminar la violencia y fomentar el amor. Recordemos que todas y todos somos responsables, no solamente sus padres.

Ciertamente la familia es el entorno social básico en el que se desarrollan las niñas y los niños, el escenario sociocultural destinado a cubrir las necesidades específicas (físicas, espirituales, emocionales y sociales) que necesitan en cada momento evolutivo, pero no es el único escenario. En la familia, cada miembro debe sentirse único y apreciado a fin de desarrollar de manera adecuada su autoestima y su persona. Las relaciones familiares tienen como objetivo la validación personal, lo cual se logra mediante cuidados físicos, muestras de afecto y el desarrollo de la creatividad e inteligencia. Existe, pues, el desafío de convertir el hogar y la familia en lo que están destinados a ser según el diseño de Dios.

En la familia, cada miembro debe sentirse único y apreciado a fin de desarrollar de manera adecuada su autoestima y su persona.

Sin embargo, existen también otros escenarios que contribuyen al desarrollo de la niñez: el vecindario, por ejemplo. En él aprenden a socializar con niñas y niños de su edad y con otras personas adultas que también les sirven de referente. Otros espacios de aprendizaje y socialización son la iglesia, el centro de desarrollo infantil (guardería), la escuela y, por supuesto, los medios de comunicación. Entre estos tiene un papel predominante la televisión, que es como otro miembro de la familia en la mayor parte de los hogares. Todos estos escenarios requieren ser revisados para descubrir qué tanto son maltratadores y qué tanto contribuyen al desarrollo integral de las niñas y los niños.

En consecuencia, usted junto con miembros de su iglesia, de su vecindario o amigos puede hacer un ejercicio para descubrir de qué manera esos espacios ejercen maltrato contra niñas y niños. Luego, de acuerdo con sus necesidades, opiniones y requerimientos de desarrollo, definir propuestas de cambio y un plan de acción para llevarlas a cabo. Pueden, así, establecerse comisiones de trabajo para cada uno de los espacios mencionados a fin de prevenir o eliminar el maltrato y proteger a las niñas, niños y adolescentes, desarrollando condiciones apropiadas para su desarrollo pleno. Incluso, pueden ser invitados a participar en estas comisiones.

Como personas y como pueblo de Dios, el Señor nos invita a considerar importantes a las niñas y a los niños, a ser como ellas y ellos, y a fomentar la confianza que tienen en él, no defraudando la confianza que depositan en nosotros. ¿Está usted dispuesta o dispuesto a ser fiel a Dios evitando el maltrato, fomentando el desarrollo integral de las niñas y los niños y haciendo crecer su confianza en Dios?

CUIDA TU SEMILLA


Ofrendar con generosidad y no por obligación es lo que desata la abundancia que el Señor te dará para que puedas bendecir a otros.

Hemos aprendido sobre el poder que tiene la ley de la siembra y la cosecha. Todos debemos sembrar y trabajar para recoger los frutos. Después de depositar tu semilla debes regarla, fertilizarla y cuidarla de las plagas. En la Biblia se habla de plagas que arruinan la cosecha. Joel dice que el Señor restituiría lo que se había comido la oruga, el saltón y el revoltón; en Malaquías dice que reprendería al devorador de nuestra tierra.

Cosechar es bíblico. La resurrección fue una cosecha, así como lo es recibir a Jesús en nuestro corazón, el rapto y nosotros mismos lo somos. Dios a través de Sus profetas llama a la ofrenda una siembra que obtiene cosecha.

También hemos aprendido sobre la ofrenda y los diezmos que alimentan nuestras bendiciones. Ahora descubriremos el fundamento bíblico del poder que reside en la generosidad.

Diferencia entre diezmo y ofrenda

Malaquías 3:10 dice: Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.

Diezmar y ofrendar son dos acciones diferentes que se complementan. Dios promete darnos una bendición que sobreabundará como un diluvio. El diezmo provoca esa bendición que se derrama pero debes sembrar con tu ofrenda para poder aprovecharla. Así lo enseñó Malaquías, Joel, Ageo, Abraham, Isaac y Jacob. La clave para caminar bajo bendición está en el diezmo y la clave para la abundancia está en la ofrenda. Por lo tanto, debes ofrendar más de lo que diezmas porque eso es lo que Dios multiplicará. Cuando diezmas te garantizas bendición y cuando ofrendas te garantizas abundancia.

El mundo critica el diezmo y la ofrenda, más que al despilfarro en cosas mundanas como vicios y lujos, porque el poder de las tinieblas quiere negarte la bendición que implica. No te dejes influenciar por esas críticas ya que estás sembrando en la obra del Señor.

2da. de Corintios 9:5 relata: Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra.

El apóstol Pablo envió una comitiva en avanzada para preparar la ofrenda porque era muy importante, de lo contrario no lo hubiera hecho. La ofrenda es vital, por eso hay que motivar la generosidad y no exigirla. Dios espera tu generosidad sin presiones así como tú esperas que tus hijos te den un beso por amor y no por obligación.

Pablo sabía que ofrendar representa un punto de adoración y vínculo de bendición. Dar a otra persona es un acto de bondad que la Biblia llama limosna, pero ofrendar y diezmar es un acto de honra al Señor. Dale a cada quien lo que le corresponde y no sustituyas o confundas la ayuda por la ofrenda.

Generosidad de corazón
2da. de Corintios 9:6-7 continúa: Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
Pablo decía que cada uno da conforme a su corazón. La generosidad de Dios se determina por la generosidad de tu ofrenda. Motiva al Señor a darte en abundancia y no por obligación. Ofrenda según propusiste en tu corazón y con el deseo de honrar a Dios, no con tristeza o por necesidad. La ofrenda habla de tu bondad y es un reflejo de tu corazón.

Cuando David dio para el templo dijo que sabía que Dios estaba probando a los corazones. De tal manera amó Dios al mundo que dio a Su hijo amado. Dar es producto del amor y una prueba para el corazón.

Generosidad que desata el poder de Dios

2da. de Corintios 9:8 afirma: Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
Cuando Elías se enfrentó a los falsos profetas pidió que se abriera una zanja donde había que echar agua. Esto era difícil porque estaban en medio de una gran sequía y el agua era lo más valioso que tenía. El pueblo obedeció, entonces Elías dijo que el Dios verdadero sería el que hiciera bajar fuego que consumiera el agua y así fue. Si quieres experimentar el poder de Dios en tu vida económica debes ofrendar aquello que valores. La abundancia para todo tiempo y en todas las cosas depende de Él, siempre y cuando sembremos en su reino. Dar, sembrar y ofrendar son actos espirituales que motivan la abundancia del Señor. El enemigo no quiere que lo hagas porque desea evitar que el poder de Dios se manifieste.

La ofrenda es una siembra y traerá buena cosecha que podrás compartir con tus hermanos. Dios te prosperará para que hagas buenas obras que te den galardones y recompensas cuando llegues al cielo. Él quiere que tengas en abundancia porque con escasez no puedes bendecir a otros. Así que la abundancia buena y se origina de nuestra ofrenda. Con tus obras generosas le demuestras al Señor que mereces la abundancia que pueda darte.

Cosechar para tener más semilla

2da. de Corintios 9:10 continúa: Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia.

Cuando coseches no te olvides de guardar semilla para continuar con el proceso y volver a sembrar. Cada vez que recojas fruto, siembra de nuevo con ofrenda porque Dios continuará multiplicando tu sementera, de lo contrario en algún momento te quedarás sin nada. En los negocios es igual, de las utilidades debes dejar una parte para volver a invertir o ya no podrás hacer crecer tu empresa.
Cuida tu semilla, no la dejes morir. Nuestro Señor nos da un evangelio completo de milagros, bendiciones, abundancia y también de ofrendas generosas. Solamente sembrando podrás cosechar. La economía es la que prueba que todo lo tenemos en Cristo que nos fortalece.

En Filipenses 4:14 leemos: Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.

La promesa de abundancia fue sólo para la iglesia que participó con Pablo en el proceso de dar y recibir. En ese momento comprendían que los beneficiados eran ellos, no solamente el apóstol. Si quieres que tu pastor predique como Pablo también tiene derecho a vivir como él.

Si tienes miedo porque lo que ofrendas te hará falta, estás en el justo momento de disfrutar de la riqueza en gloria. Solamente quien participa de la ofrenda experimenta la abundancia. No tengas miedo de ofrendar. Confía, porque solo aquello que nos hace falta es lo que Dios promete sustituir en gloria con ingresos sobrenaturales. Él sabe que por fe y con amor espontáneo ofrecemos todo cuanto tenemos. Dale gracias por Su poder y misericordia. Convéncete que con tu ofrenda lograrás cosecha abundante que te permitirá bendecir a otros. Desata tu generosidad para la honra y gloria de Su nombre.

LA BENDICION DE DAR


Dar un presente deja profundas huellas de gratitud. Atrévete a provocar el agradecimiento del Señor con tus ofrendas.

Los regalos que traje para Dios

Cosechar es una realización poderosa y es motivo de celebración. Te invito a que siembres algo, aunque sea en el jardín de tu casa y comprendas lo que significa ver crecer la semilla y recibir fruto de ella. Prepárate porque algo maravilloso viene para quienes siembran y cosechan en el mundo espiritual y material.

La generosidad es un lenguaje

Hay muchas formas y medios para expresarnos. Existen lenguajes escritos, orales, gestuales, numéricos, incluso códigos de color y símbolos. Dar también es una forma efectiva de comunicación. Compartir lo que tienes, transmite mensajes y provoca reacciones que se notan de inmediato. Un regalo habla tanto para el que da como para quien lo recibe. Cuando te obsequian algo, suceden varias cosas. Primero sientes curiosidad por saber qué es y luego de descubrirlo reaccionas con agrado o decepción según sea el caso. Me ha sucedido muchas veces. Algunas han sido un poco incómodas porque el regalo no es lo que esperaba, otras, han sido de total satisfacción.


Génesis 32:13-15 dice: Y durmió allí aquella noche, y tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esaú: doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos.
Los presentes también tienen la capacidad de resolver conflictos porque la generosidad ablanda el corazón. Jacob y Esaú estaban en pleito por al primogenitura. Entonces Jacob pensó en calmar la ira de su hermano obsequiándole generosamente. Si cuantificamos el monto del regalo, notamos que era un presente muy valioso. De hecho una camella ahora tiene el valor de un furgón y cada cabra equivale al costo de un pick up de doble cabina.

Los regalos también tienen la capacidad de abrir o cerrar puertas. De cada quien depende la reacción que desea provocar con sus obsequios. La iglesia y el altar del Señor son lugares para dar y recibir bendiciones. Dios habla ese lenguaje y quiere que lo comprendas. Él sabe que a las palabras se lleva el viento, por eso te atrajo a través del regalo más grande que fue la sangre de Jesús. Esa es la forma de demostrarte cuánto te ama. El lenguaje de dar y recibir activa la gratitud del Señor tanto como la nuestra. Cada vez que levantes tu mano para ofrendarle, déjala arriba porque el Espíritu Santo te retribuirá con Sus dones y regalos. Háblale a Dios con ese lenguaje de gratitud que tanto le agrada.

Ofrenda generosa

En 1ra. de Crónicas 21:24 leemos: Entonces el rey David dijo a Ornán: No, sino que efectivamente la compraré por su justo precio; porque no tomaré para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste.

David dijo que ofrendaría con esfuerzo porque anhelaba provocar a Dios con su regalo generoso. Imítalo y ofrenda con alegría porque el Señor dice que es más bienaventurado el que da que el que recibe. Cuando nos casamos, mi esposa le entregó todo lo que había ahorrado con mucho esfuerzo y su ofrenda fue multiplicada. De la misma forma hacemos ahora nuestras promesas de fe por la construcción de Su ciudad porque sabemos que Dios hace un pacto con cada uno y nuestro regalo quedará grabado en Su memoria. Cada vez que ofrendas verás el gesto de satisfacción en el rostro del Señor. No lo dudes, Él no dejará vacía ninguna mano generosa.

La ofrenda memorial

En el Salmo 20:1-3 leemos: Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, Y desde Sion te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto.

Dios tiene un libro de memorias donde guarda el recuerdo de las ofrendas que ha recibido. Actualmente vivimos una época de conflicto y guerra, nuestros países sufren hambre y violencia, hay dolor en las familias, así que es el momento para ofrendar y obtener la protección que Él da como escudo sobrenatural. El dinero también es escudo, pero tu protección debe ser la que el Señor te ofrece con Su mano poderosa al recordar tu holocausto ante Su altar.

Salmo 21: 2 dice: Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios.

Provoca la gratitud de tu Padre celestial aunque tus bolsillos queden vacíos y tu mente humana no se explique cómo te sustentarás.

El impulso de dar

Mateo 26:13 recuerda: De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.

Dios dijo esto sobre la mujer que siguió su impulso y le dio todo cuanto tenía. Él no olvidó ese regalo como tampoco olvidará el tuyo. Recuerda que cosechas lo que siembras y nadie quiere recibir lo que le sobra a otro. Todos anhelamos recibir fruto abundante que debe surgir de la siembra generosa. Debes provocar Su provisión, tanto como lo hizo David con su tesoro personal, o como sucedió con Salomón y su descendencia. El Señor estaba tan agradecido con la morada edificada por ellos que permitió que fuera recordada como “el templo de Salomón”. Otro buen ejemplo es aquel centurión romano que pedía salud para su siervo y fue escuchado porque había construido una sinagoga que fue agradable delante de Dios.

Escribe una historia de gratitud que el Señor pueda recordar. Él tiene un regalo para cada nación y ciudad, te dice: “llena mi casa porque Yo llenaré la tuya”. Solamente necesita que le demuestres con tu generosidad cuánto deseas recibir Sus dones. Déjate llevar por el impulso de tu fe. Levanta tus manos y entrégale todo lo posees porque Nuestro Padre es Rey de justicia que te sustentará y defenderá en medio del conflicto.

UN HOMBRE EN CONSEJERIA?


«Y Dios creó al hombre a su imagen y a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó.» Génesis 1.27

... y la sociedad los distorsionó

Cuando una persona, sin importar su sexo, solicita consejería pastoral es importante reconocer que debe ser tratada como criatura de Dios, en el sentido de afirmar el valor que tiene ante Él. Sin embargo, existen algunas particularidades de ambos sexos que deben ser consideradas, porque tanto el varón como la mujer socializan de maneras diferentes, lo cual ha influido en la formación de sus respectivas personalidades.

Las Escrituras afirman que el varón y mujer comparten algunas características comunes por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Ambos son personas sociales, inteligentes, con capacidad de elegir, de crear, de hacer lo bueno. Por otro lado, nacer y crecer en una sociedad en una época determinada propicia que tanto el varón como la mujer adopten, por aprendizaje, una forma de vivir su sexualidad, es decir, lo que es ser masculino y ser femenino.

Estas características psico-sociales particulares de la feminidad y masculinidad deben considerarse en el curso de la consejería pastoral, pues conocerlas le provee al consejero sensibilidad frente a sus aconsejados masculinos. Es decir, las particularidades psicológicas y culturales del varón deben ser tomadas en cuenta sin dejar de considerar las características generales o comunes que comparte con la mujer.

Cuando un hombre llega a la terapia se encuentra en una posición de desventaja frente a la mujer, quien sí es consciente de sus emociones

Psicología social del varón

El varón se concibe a sí mismo y se comporta generalmente como una persona dominante, racional , agresiva y conquistadora. Por el contrario, en forma tradicional, la mujer se ha percibido y comportando como una persona sumisa, emocional e interesada en velar por los intereses de los demás. Estas características distintivas del varón propician que muchas veces se rehúse a participar en consejería pastoral y se sienta incómodo en las sesiones de terapia de pareja. Es más, en muchos casos el varón llega a participar en consejería pastoral y/o matrimonial no por propia elección sino por la presión de su esposa. Es común que el varón al llegar a consulta comente «que no sabe por qué resulta necesaria su participación, si para él todo está normal».

La postura desinteresada del varón de participar en terapia matrimonial responde a su formación desde pequeño. «El varón no llora», «el varón no pide ayuda», «el varón no juega con muñecas», todas estas sentencias han sido el mensaje que el varón latinoamericano ha recibido. Es un mensaje distorsionado que le impide entender su lado afectivo. Desde pequeño se le negó entender y explorar esta área de su vida, mucho menos expresarse. Por eso le resulta tan difícil que siendo adulto se le exija hablar de sus emociones y su mundo interior. Desde esta realidad, cuando él llega a la terapia se encuentra en una posición de desventaja frente a la mujer, quien sí es consciente de sus emociones. Entonces, es tarea del consejero iniciar, generalmente, un proceso psico educativo en el varón para ayudarlo a familiarizarse con su mundo interior.

Todo tiempo pasado fue mejor

América Latina ha estado marcada históricamente por sus sociedades agrícolas. En este tipo de sociedades el varón, la mujer y los hijos vivían en estrecha comunicación. Los hijos crecían cercanos a ambos padres, lo cual facilitaba que la identidad de los hijos varones se desarrollara apropiadamente por la presencia constante, física y emocional, del padre y de la madre. Sin embargo, la urbanización afirma la época industrial y posteriormente comercial, y exige que la madre se quede en casa y el padre se ausente por largas horas para involucrarse en trabajos no domésticos. En esta etapa los hijos varones, principalmente, crecen con ciertos sentimientos de inseguridad y con ciertos vacíos emocionales causados por la ausencia del padre.

El padre, como es forzado a quedarse fuera de casa más tiempo, se vuelve menos comunicativo, más encerrado en sí mismo, y así, poco a poco va perdiendo contacto con sus propios sentimientos y con los de sus hijos.

Los hijos a su vez crecen con un vacío relacional parental, lo cual provoca que por producto de la inseguridad que sienten se encubran tras posiciones machistas para evitar enfrentar el dolor psíquico que se siente al no poder acceder, emocional y físicamente, al padre del mismo sexo.

Esta pérdida provoca que inconscientemente el niño se obligue a sí mismo a asumir, mientras crece, una idea distorsionada de lo que significa ser varón. Se identifica como una persona fuerte, no emocional, y que reprime sus sentimientos de sentirse inadecuado.

A su vez, el niño lucha en su interior con una tensión entre dos fuerzas, por un lado, el deseo de encontrar en su madre protección y cariño, y, por el otro, la carga de negarse esa experiencia, porque si se separa consigue afirmar la identidad de varón que la sociedad le impone.

Ejercite paciencia. Cuando el aconsejado tome la postura de negar sus emociones, recuerde que esta es un área que ha estado reprimida por mucho tiempo.

 Cómo proceder en la consulta pastoral y/o matrimonial

Modele para su aconsejado una identidad y un comportamiento varonil integrado. Esta es una de las tareas iniciales que se le requiere al consejero pastoral y/o matrimonial. Como se ha dicho, los varones necesitan un ejemplo sano y restaurado de lo que significa ser varón.

Establezca una alianza con el aconsejado desde el comienzo, porque su posición inicial puede ser de desconfianza hacia el consejero o hacia la utilidad de la consejería. Esta puede llegar a ser una tarea difícil, porque parte de la socialización del varón se basa en desconfiar en los demás, particularmente de otros varones, pues los percibe poco sinceros y como rivales. Si el consejero comparte una experiencia propia sobre lo difícil que le resultó entender su mundo interior y sentirse cómodo con él, podría ayudar a desarrollar cierta confianza en el aconsejado.

Ejercite paciencia. Cuando el aconsejado no se involucre o tome la postura de negar sus emociones, recuerde que esta es un área que ha estado reprimida por mucho tiempo y que por lo tanto no se debe esperar que hable sobre sus sentimientos al mismo nivel de su pareja. En principio, solicítele que hable sobre su trabajo, sobre cómo se gana la vida, y afirme este rol, de ser quien contribuye significativamente con la economía del hogar.

Explíquele las razones históricas por las cuales al varón se le dificulta hablar sobre sus emociones, o expresar sus sentimientos tanto en público como en privado. Coméntele cómo ahora el hombre moderno reconoce que es normal ser afectivo y reconoce su lado femenino que ha sido reprimido por el machismo. En esto, procesa sólo si está seguro de que se ha iniciado la formación de un vínculo de confianza adecuado, y observa progreso en la capacidad de entender e involucrarse en el desarrollo de la terapia.

Permítale a su aconsejado tomarse el tiempo necesario para atreverse a dialogar sobre sus sentimientos más íntimos y profundos o sobre su relación de pareja. No presione, a no ser que en algunos casos sea lo requerido o se haya acordado previamente la necesidad de una confrontación como parte de la estrategia terapéutica.

Modele para su aconsejado cómo podría enfrentar los conflictos de pareja. Use explicaciones y argumentos lógicos antes de dar el ejemplo sobre cómo negociar con la pareja u otros, en diferencias de opinión. Resalte cómo el encuentro con Dios obra cambios y restauraciones en nuestra personalidad. Invítelo a mirar el presente con esperanza sin fijarse o estancarse en el pasado.

Guíelo a ver el futuro como una oportunidad de cambio. Reoriente la conversación acerca del conflicto de pareja a revisar las bases con las que él ha construido su propia identidad y comportamiento de varón para alcanzar corregir ciertos aspectos en favor de sus hijos. Enfoque el diálogo sobre cómo podría mejorar su aporte en la formación de sus hijos si corrigiera ciertas actitudes en su relación con ellos. Estas reformas podrían ayudar a que los hijos construyan su propia identidad varonil en una forma más integral, en la que lo emocional y racional se conecten íntimamente. Resalte cómo un encuentro con Dios obra cambios y restauraciones en nuestra personalidad. Conclusión

Proveer consejería pastoral o matrimonial a varones requiere ciertas consideraciones de género previas. Es posible que antes de trabajar con el problema en cuestión se requiera orientar la consejería a entender y reparar el aspecto de la identidad del varón. Esta es un área muy sensible que él mantiene bajo un sistema de protección muy fuerte, y que por lo tanto despertará resistencias. Sin embargo, cuando el varón ha permitido la restauración de su identidad, como tal, estará en mejores condiciones para trabajar cualquier dificultad o preocupación que guarde sobre su persona, sus emociones, o su relación conyugal.

Las consideraciones a priori que se deben mantener en la consejería con varones es que ellos, así como las mujeres, al ser creación de Dios les urge establecer esta relación con el Padre para entender el propósito y las normas de su vida. En segundo lugar, las consideraciones particulares de los sexos, son importantes cuando se procura entender y ofrecer consejería pastoral o matrimonial a varones.

MATRIMONIO EN CRISIS


Sabemos que instituciones como el matrimonio estan en crisis, pero... como debe actuar un cristiano ?


La nueva cohabitación civil


Desde 1999 se aprobó en Francia la ley que concede status legal a la «unión civil», es decir, a las parejas que se unen «de hecho», al margen de los requisitos exigidos a los matrimonios institucionales. Este reconocimiento favorece a parejas normales o no —heterosexuales como homosexuales.

Más allá de Francia se han creado leyes similares, en Holanda, Suecia, Noruega y Dinamarca. En la práctica, el fenómeno de cohabitación por consentimiento mutuo también se observa en América Latina, aunque —en general— no encuentra sustento en la legislación actual. La pareja se pone de acuerdo para convivir, sin prejuicios ni ceremonias. Para ellos, las tradiciones cristianas no tienen valor. Por ejemplo, las estadísticas revelan que en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, las uniones informales representaban, en 2001, veintiuno por ciento del total de parejas, legales o no. No debe confundirse la llamada «unión civil» con el matrimonio civil, una institución consagrada por la legislación de muchos países del mundo. Los defensores de esta modalidad se apoyan en «la ley de la libertad» y «la ley del amor». La llamada «ley de la libertad» declara que uno es dueño de elegir o cambiar su pareja, siempre que el consenso sea recíproco, sin someterse a tutelas institucionales. Y la supuesta «ley del amor» afirma que la pareja vive unida tan solo mientras conserva el amor recíproco. Si el amor es permanente, los vínculos son indisolubles. Si el amor muere, la unión civil desaparece.

Los resultados que dejan estas prácticas de cohabitación son alarmantes. Ya en 2000 los nacimientos extramatrimoniales totalizaron en la ciudad de Buenos Aires nada menos que cuarenta y ocho por ciento del total (diario Clarín, 23.1.2003). Así, pues, el nuevo comportamiento reduce la cantidad anual de matrimonios institucionales y aumenta el número de hijos inseguros. Además, la crisis social también afecta a las familias ya constituidas, pues hay cónyuges que se ven tentados a divorciarse y seguir el camino de la unión civil, para luego formar una nueva pareja menos comprometida.

La nueva práctica favorece la convivencia «a prueba», la aventura ocasional, la reincidencia en la separación y nuevas uniones, y todo lo que no garantiza un genuino matrimonio perdurable. Fenómenos de esta índole, y sus expresiones legales, preocupan a nuestras iglesias y constituyen un grave problema, que sus pastores deben aprender a atender.

Señales de posible crisis social en las iglesias

La disolución de vínculos matrimoniales no es un problema nuevo. Lo nuevo es el aparato legal que posibilita y apoya la llamada «unión civil». No debe confundirse la llamada «unión civil» con el matrimonio civil, una institución consagrada por la legislación de muchos países del mundo.

En cuanto a nuestra posición, a la luz de la Biblia sabemos que el matrimonio cristiano es equivalente a los esponsales entre Cristo y la Iglesia. (Ef 5.21–33). Por eso, aunque aceptamos la validez del matrimonio civil —no de la «unión civil»—, sostenemos que —en última instancia— el legítimo y verdadero matrimonio cristiano debe fundarse en el seno de la Iglesia (—en el Señor— según 1Co 7.39), pues ambos contrayentes son miembros del cuerpo de Cristo. Si bien nosotros no restamos mérito al matrimonio civil, nada puede sustituir al consentimiento divino. En el Génesis, la creación del hombre y la institución del matrimonio constituyen una unidad decidida por el supremo Hacedor. A su vez, el matrimonio cristiano se consagra en nombre de Dios, con las normas de convivencia enseñadas en el Nuevo Testamento.

La crisis social se hace notar en las iglesias cuando existen parejas irregulares en la congregación o en torno a ella, o cuando los creyentes ceden a la tentación del nuevo fenómeno de la «unión civil», contagiados por las ideas profanas. Es imposible olvidar que el matrimonio cristiano es el fiel reflejo de la unión entre el Señor y su pueblo, como afirmamos en el párrafo anterior. El Señor se transforma así en el testigo de una alianza que no se limita al plano horizontal. Es una alianza que posee una proyección vertical, porque Cristo mismo la protagoniza. Esto tiene suma importancia, pues la infidelidad matrimonial también es infidelidad a Dios según la doctrina neotestamentaria del matrimonio, aunque no exista el hecho específico del adulterio, como veremos después.

La prevención debe comenzar en los primeros años de vida, para que desde el principio los niños aprendan la importancia de la fidelidad matrimonial, como una evidencia de la fidelidad a Dios.

Por ello, al referirnos a la «unión civil» que amenaza a las iglesias, es necesario observar que, además del adulterio, hay «infidelidades matrimoniales» que —sin caracterizarse por la relación específicamente sexual— también deben ser reconocidas como un temible peligro.

Infidelidades sin relaciones sexuales extraconyugales

Según el diccionario, adulterio es la «acción de sostener una persona casada relaciones sexuales con otra persona distinta de su cónyuge».

Pero existen conductas de infidelidad que, sin que ocurra el adulterio, ofenden a Dios y a la institución matrimonial porque constituyen una ruptura del solemne pacto que es la piedra angular de la familia. Como ilustración, presentamos los tres casos siguientes:

  1. Infidelidad injuriosa: no se caracteriza por el acto del adulterio, sino por la embestida sistemática contra la institución matrimonial en sí, cuyo origen puede ser psicopatológico o no. Por ejemplo, el desprecio hacia el cónyuge, persecución, difamación, ridiculización y otros vejámenes. También las expresiones contra el matrimonio civil y sus responsabilidades.

  2. Infidelidad técnica: cónyuge que, en vez de preferir a su pareja, prefiere más a su empresa, su club, su profesión, su hobby, su entorno social, sus ídolos deportivos, sus padres, sus hijos, etcétera, y deja en segundo o tercer lugar a su esposa o esposo, aunque no tiene aventuras extramatrimoniales.

  3. Infidelidad mística: cónyuge que, por delirios místicos, abandona o descuida gravemente a su pareja, buscando supuestas «experiencias espirituales». En estos casos el cónyuge-víctima ha sido reemplazado por agentes que entorpecen, deterioran y, aún, destruyen los vínculos matrimoniales. El cónyuge-culpable es el responsable de la infidelidad, aunque —eventualmente-— hay casos es los que ambos contribuyen al estallido del conflicto.


Cuando Job defiende su integridad (cap. 31), considera como adulterio mirar a una virgen, o dejar que su corazón vaya tras sus ojos (vv. y 7). En Mateo 5.27–28, Jesús dice: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón». El Señor, pues, denuncia y reprende también la infidelidad del ojo o del pensamiento, sin que se haya incurrido en la relación sexual.

Otras causas de diversos tipos de infidelidad conyugal

En el terreno concreto de la relación adúltera suelen mencionarse tres clases de posibles causas:

  1. En el plano psicológico: patologías varias (por ej., por antecedentes familiares): obsesivos sexuales, sicópatas, sicóticos, drogadictos, alcohólicos, etcétera.

  2. En el plano social: soledad, deslumbramiento, necesidad de seguir sintiéndose «atractivo» o «atractiva», etcétera.

  3. En el plano espiritual: tentaciones varias, seducción, degeneración moral, etcétera.


Para Dios el pecado siempre es pecado

Por supuesto, pese a la psicopatología, para Dios el pecado siempre es pecado. Si existe desequilibrio mental se necesitará aplicar también la terapia adecuada, junto con el ministerio espiritual.

Años atrás la revista evangélica The Baptist Standard (mayo 25, 1994) sugirió tener en cuenta las siguientes señales —entre otras— como causas o síntomas de violencia familiar que pueden acompañar o producir la infidelidad conyugal:

- Celos obsesivos

- Excesivo control sobre su cónyuge

- Expectativas irreales en cuanto a que el esposo/esposa cumpla cada deseo del cónyuge agresor

- Intento de aislar al cónyuge, procurando separarlo de sus amistades / relaciones / familia.

- Acusar a los demás por los problemas y sentimientos hostiles del propio agresor

- Abuso verbal, atacando incluso el carácter y las habilidades de su cónyuge

- Rígidos estereotipos en cuanto al rol de cada uno (Discusiones por distintos criterios en cuanto al dinero)

- Cambios de actitud repentinos / temporales, tipo «Dr. Jeckyll y Mr. Hyde»

Es de esperar que el pastor sea sensible ante las evidencias externas de conflictos matrimoniales secretos. Hay síntomas precursores que pueden presentarse con una gran anticipación al visible estallido de la crisis que había estado oculta.

Prevención de crisis matrimoniales

«No daréis vuestras hijas a los hijos de ellos, ni sus hijas tomaréis para vuestros hijos» (Es 9.12). Ese era el mandamiento que Dios había dado a Esdras para evitar los conflictos matrimoniales en parejas de distinta religión. El consejo era preventivo.

Debían casarse con jóvenes de su misma fe. Y eso resultaba necesario recordarlo antes de contraer matrimonio. Si bien es cierto que también existen otras causas de crisis matrimoniales y que engendran infidelidades, muchas parejas llegan a padecer gravísimos conflictos por no haber respetado esta exhortación divina.

La prevención debe comenzar en los primeros años de vida, para que desde el principio los niños aprendan la importancia de la fidelidad matrimonial, como una evidencia de la fidelidad a Dios. En el hogar y la iglesia la enseñanza de ese tema tiene que ocupar un lugar sobresaliente, de modo que, cuando llegue el día de las bodas, los cónyuges sepan que se unen para siempre. «Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla» (He 13.4).