10 LEYES PARA NOVIOS


1. Abrir bien los ojos antes de casarse. Después de casado deberán cerrarlo y darle para delante

2. La novia debe saber perfectamente que clase de esposa quiere el novio El novio debe saber que clase de esposo espera la novia. Deben ponerse de acuerdo y si ven que no van a cumplir es mejor seguir siendo amigos que divorciados.

3. El tiempo del noviazgo debe ser una maravillosa experiencia social, no es solo el tiempo para los besitos y abrazos, sino para hacer juntos cosas para el Señor.

4. Lo que no hagan para el Señor durante el noviazgo no lo harán nunca de casados, ya que el diablo les hará creer cuando quieran servir al Señor que se quieren hacer los espirituales porque están casados.

5. Nunca deberán casarse porque, están cansados de los padres, ni porque se sienten solos, ni porque necesitan quien les cocine, lave, planche, etc. Ni siquiera deben casarse para SER felices, ya que quien se casa para SER feliz quiere que la otra persona este siempre pendiente de el, y trata de ser feliz a costa de la infelicidad de la otra persona. La razón para casarse debe ser para HACER feliz, ya que hacer feliz a la persona que se ama es una meta alcanzable y cuando se alcanza una meta entonces uno es feliz.

6. No dejar jamás que cualquiera de los dos le levante la mano. Si la persona amada es golpeada durante el noviazgo lo seguirá siendo durante el matrimonio. Los golpeadores nunca pierden su costumbre es una enfermedad de la cual no se dejan sanar ni aun dentro de la iglesia.

7. El novio como la novia deben saber esperar, es fundamental para un buen matrimonio que el novio sepa esperar a la novia el tiempo que sea necesario, Dios dice en su palabra que el amor todo lo espera. Así­ que si es un amor verdadero va a saber esperar lo suficiente.

8. El novio debe ser especial con la novia, tratarla con amor y cariño como se lo merece, el debe mostrarle cuanto la ama si es que en verdad la ama, debe hacerles regalos, las chicas se sienten muy feliz cuando reciben aunque sea un pequeño regalo, La novia igualmente con el novio, porque el también es muy feliz cuando ella lo hace. Es una muy bonita muestra de Amor.

9. Deben tener muchí­simo cuidado con las salidas que hacen, es mejor que no salgan nunca solos, que siempre haya un tercero en medio, esto los va a ayudar muchí­simo.

10. Pidan consejo primeramente al pastor, oren un tiempo, el tiempo es el que también ayuda a definir lo que Dios quiere, pero por sobre todo la oración es lo que los va a llevar a saber que es lo que Dios realmente quiere.

APRENDIENDO A VIVIR EN LIBERTAD

La liberación brinda la oportunidad para la libertad, y no el cumplimiento de la libertad.


La libertad es una responsabilidad que solo los maduros pueden aceptar y sobrellevar. Se da en nuestra mente cuando aceptamos nuestra responsabilidad de avanzar y permitir el reacondicionamiento de nuestro pensamiento opresivo. Quienes no avanzan viajan en interminable círculo porque nada cambia de verdad hasta tanto cambie la mente.

Leí un informe sobre un científico que estudia el poder del condicionamiento. El equipo de este científico ató a un perro a un poste. Luego pusieron su alimento justo fuera de su alcance. Cuando el perro intentaba llegar a la comida, se lastimaba, porque su correa no era lo suficientemente larga. Cada vez que tironeaba para llegar a la comida, sentía dolor. A la cuarta semana de este cruel experimento, el perro permanecía junto al poste. Ni siquiera intentaba llegar a la comida. Durante la quinta semana le quitaron la correa y lo ubicaron a sesenta centímetros del alimento. Pero el perro permanecía cerca del poste. El animal se negaba a acercarse a la comida. Había sido condicionado por el dolor que le impedía buscar el alimento que ahora era libre de comer, porque creía que no podría hacerlo.

Este experimento, cruel como es, demostró que cuando la mente del animal está condicionada, vivirá dentro de las limitaciones impuestas por el condicionamiento, aún después de ser librado del mismo. También ilustra con claridad el problema que Dios tuvo con los hijos de Israel. Estaban sometidos a la esclavitud, atados al poste de Faraón, como lo habían estado durante cuatrocientos treinta años. Luego, un día Dios envió a un hombre llamado Moisés para que quitara la correa y los dejara libres. Y este liberó a Israel de la mano de su opresor. Pero liberarlos de sus pensamientos de opresión fue algo totalmente diferente.

La razón por la que Dios se negó a llevar a los israelitas directamente a Canaán después de su liberación, fue porque seguían mentalmente siendo esclavos de Egipto.

Si bien habían sido liberados, todavía no eran libres. Así que Dios debió lidiar con sus mentes aunque sus cuerpos estaban ya libres de la opresión. Esta ilustración capta el principio que se aplica a las personas, las comunidades y las naciones: las condiciones determinan la conducta hasta que son interrumpidas por una fuerza externa.

El componente importante que falta en la vida de muchas creyentes y comunidades cristianas es la base del conocimiento sobre la administración. No hemos aprendido a dominar la irresponsabilidad que nos legó Adán, y hemos malinterpretado y administrado mal nuestro llamado a gobernar la Tierra.

Para muchos de nosotros el cielo es el objetivo y la opresión es nuestro modo de pensar. Como los hebreos en la antigüedad, marchamos en círculo sin ver la buena vida en la Tierra. Mientras tanto podremos hablar en lenguas, pero no sabemos hablar con el banquero. Podemos saltar y danzar “en el Espíritu”, pero no sabemos manejar nuestras propias vidas.

Hay cristianos supuestamente exitosos que tienen título y posición en grandes compañías, pero no pueden manejar a su propia familia. Ganan muchísimo dinero al año, pero siguen dando vueltas en el desierto cuando se trata de amar a sus esposas. Han aprendido a ganar y administrar el dinero, pero no saben manejar sus hogares. El Salmo 127:1 dice: “Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles”. Dios ha designado plenitud para cada uno de nosotros.

El fin de la creación


La libertad –lo que es y lo que no– es el principio central de la relación original de Adán. En el relato de Génesis, Dios el Creador puso al hombre en el Jardín y dijo: “Eres libre”.

“Y [Dios] le dio este mandato: ‘Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás’” (Génesis 2:16-17, énfasis añadido).

Dios declaró que el hombre era libre y le dio trabajo. La libertad es algo básico en la voluntad de Dios para el hombre. Adán era libre de producir, duplicar, multiplicar y fructificar todo lo que Dios le había dado para hacer, pero no era libre de violar la ley de Dios. Dios puso solo un elemento en el Jardín para mantener la obediencia del hombre: al árbol del conocimiento del bien y del mal. Imagine los millones de árboles que Dios había creado y, sin embargo, puso un cartel de “no pasar”, frente a uno solo. Esto era necesario para poder activar la voluntad del hombre por medio del poder de elección.

Quizá usted haya construido una linda casa al borde del desierto de Sinaí. Se siente cómodo en su opresión, pero sabe que Dios tiene mucho más reservado para usted. Ha dejado de creer en los milagros porque ya no los ve. No ha escuchado a los mentores que se le asignaron en la vida. Y no ha sido fiel a La Palabra de Dios. Ha sido liberado pero aún no es libre. Y sabe que hay más en la vida, más que esto.

No hay forma de entrar en la libertad sin soportar el peso de su responsabilidad. Si quiere ascender al puesto de gerente, debe estar dispuesto a aceptar la responsabilidad de esta posición. El precio de la responsabilidad requiere de más tiempo, talento, energía, iniciativa y sustancia. El título es bueno; la paga, maravillosa; pero la carga laboral es siete veces mayor. Tiene que estar allí todos los días antes que todos los demás, y será el último en dejar la oficina. Si algo sale mal, lo llamarán a usted, de día o de noche. Si el caño de agua se rompe a las 03:00, recibirá una llamada de teléfono.

Es fácil ser encargado de limpieza, porque puede irse a las 17:00. Cuando trabaja como empleado, a veces podrá salir a almorzar y tardar mucho tiempo, porque casi nadie se dará cuenta. Pero si quiere progresar debe madurar a la responsabilidad de la libertad, porque hay un costo.

Liberarse del opresor no garantiza que nos liberemos de la opresión. Pero la responsabilidad sí nos da esta garantía. La responsabilidad hace que decidamos esforzarnos para levantarnos más temprano y trabajar todo el día hasta terminar con la tarea. Y esto es lo que nos permite hacer la libertad cuando sinceramente queremos ser libres de veras.

Hay mucha gente que desperdicia su vida como prisionero de su propia celda. Las palabras de libertad de Cristo quizá estén pegadas en las paredes de su sala. Pero muchos viven en su celda con la puerta abierta de par en par, esclavizados por el espíritu de opresión que los tenía atados antes de aceptar la liberación.

La palabra evangelio significa “buena nueva, buen informe, buen heraldo o buena información”. La buena nueva del reino es que Jesús convierte nuestra liberación en libertad.

Cuando una persona nace de nuevo, el Espíritu de Dios “re-crea” su ser interior y habita allí. Pero la libertad que nos llega a nuestra mente y nuestras acciones depende enteramente de nosotros. Somos libres de salir de nuestra celda, y somos libres de permanecer allí, porque de acuerdo al evangelio de Cristo nadie es puesto es libertad automáticamente.

El gran apóstol Pablo escribió: “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).

A medida que la Iglesia, las naciones y las personas viajan por el camino de la responsabilidad, es importante entender que muchos hemos sido condicionados por nuestra anterior opresión. Nuestro condicionamiento social, económico y religioso nos ata a un poste invisible, lo cual nos impide avanzar en los asuntos de Dios. La puerta de la cárcel está abierta, pero igualmente seguimos allí sentados, oprimidos y atados.

Es por esto que Pablo nos dice que estemos firmes en contra del condicionamiento, para renovar nuestras mentes al cambiar nuestro viejo modo de pensar.

¡Adiós, Egipto!

Ahora, aquí está el punto de la cuestión: cuando algunos se iban de Egipto, llevaban sus viejas tablas de lavar ropa con ellos. Cuando llegaban a Canaán, llevaban las tablas a lavar al lavadero automático, las ponían dentro de la máquina y comenzaban a lavar. Ni siquiera pensaban para qué servirían los botones y relojes de los comandos. Las maravillas electrónicas estaban frente a sus ojos, pero estaban tan condicionados a la esclavitud que ni siquiera se preguntaban qué será esto nuevo que hay delante de sus narices.

Esta es una buena ilustración de lo que significa estar libre pero no ser libre. Las máquinas de lavar la ropa hacen todo el trabajo con solo apretar un botón. Los dedos arruinados por el agua y el jabón, los brazos dolidos por refregar, son cosa del pasado. Pero cuando el pasado consume nuestro presente, da lo mismo. El lavadero automático es un nuevo lugar donde podemos hacer lo mismo que hacíamos en el río. Es el tipo de pensamientos opresivo que Dios quiere que dejemos atrás. Claro que es difícil cambiar; sin transformación mental, todo lo que hagamos para “cambiar” quizá solo produzca un nuevo lugar donde haremos lo que hacíamos antes.

Hay millones de personas hoy que siguen atadas al poste, o que friegan la ropa en el lavadero automático, a causa del opresivo condicionamiento pasado que aún controla su presente. Muchos han sido condicionados para decir: “No puedo ser santo; soy un gusano que espera por el cielo. Espero poder entrar, porque por cierto no puedo ser justo en la Tierra. ¿Qué comeremos esta noche en la prisión? No puedo ser yo mismo. No puedo ser liberado. No puedo ser sanado. No puedo ser libre”.

Están tan acostumbrados a creen en esas mentiras, que cuando Dios les dice que son libres no pueden creerlo. Siguen sentados en su celda, oyendo la buena nueva de la libertad del evangelio, pero sin creer lo que oyen.

Millones de personas están atadas por su pasado. Aunque se les han quitado las cadenas, siguen atadas por las mentiras del condicionamiento egipcio de que jamás podrán salir a caminar en libertad para disfrutar del fruto de su destino. La comodidad de que otros controlen su vida en la esclavitud es demasiado atractiva para muchas personas. Así que se quedan cerca del poste, muriendo de hambre. No ejercitan sus mentes y jamás llegan a conocer lo que hay más allá de las puertas de su cómoda prisión.

El mensaje del Creador en este siglo XXI es: la obediencia exige la responsabilidad de salir de nuestra prisión. Hemos andado sin rumbo en el desierto, nombrando y clamando por las cosas durante ya mucho tiempo. Nuestro viaje gratis ha terminado. ¡Es hora de comenzar a trabajar!


Renueve su mente

Suena asombroso, pero lo único que Dios no podía hacer con los hebreos en el desierto era que cambiaran de mentalidad. Tampoco puede cambiar la nuestra. Nos inspirará con deseos justos y santos, pero Él no nos cambiará. Porque el único que puede cambiar mi mente soy yo mismo, el único que puede renovar su mente es usted mismo. Es por esto que Pablo escribió en su carta a la iglesia cristiana de Roma: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

La palabra “transformados” que utiliza Pablo en este versículo es “cambien”. Pero esto no tiene nada que ver con nuestro espíritu. La transformación espiritual sucede cuando nacemos de nuevo. Cuando cambiamos de reino renovamos nuestro espíritu. Es la mente lo que debe renovarse antes de que podamos despojarnos de nuestras cadenas de opresión.

El problema es que cuando nacemos de nuevo en el espíritu, seguimos con las viejas tablas de lavar en la mano. Seguimos cargando todo este peso. Seguimos con nuestros viejos patrones de pensamiento. Debemos renovar nuestra mente.

El alma consiste de mente, voluntad y emociones. Nada cambia si no cambia el alma. Es la ley de Dios. Su verdad escrita y activa, su ley, es la que cambia y convierte el alma. ¿Alguna vez oyó decir que “el hombre es lo que come”? ¿Y “alimento para el alma”? Estas dos frases llevan la sabiduría y la clave al cambio y la libertad. Lo que usted dé de comer a su alma determinará su calidad de vida y su grado de libertad.

“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo” (Salmo 19:7).

El libro de Hebreos nos dice: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón” (4:12). El alma está aparte del espíritu del hombre, “re-creada” en el nuevo nacimiento. La palabra “alma” en griego bíblico es psuche, y se refiere al “asiento de los sentimientos, deseos, afectos y aversiones”.

El apóstol Santiago escribe: “Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida” (1:21).

El cambio viene a través del reacondicionamiento mental, después del nuevo nacimiento. Así que depende de cada persona la salvación de su alma después de que su espíritu ha nacido de nuevo. Si no lo hacemos, seguiremos junto al mismo viejo poste, en la misma vieja celda para la que nos condicionó nuestra mente carnal antes de que naciéramos de nuevo. Todos debemos renovar y re-entrenar nuestra mente para la libertad.

¿Alguna vez ha dicho usted “necesito un cambio”? En respuesta a esto, muchos personas cambiar de lugar, de país, de trabajo, de cónyuge… para descubrir que siguen frustrados. ¿Por qué? Porque el cambio no depende de dónde vayamos, sino de qué es lo que sabemos. La transformación comienza con la información. Si de veras quiere cambiar, cambie su biblioteca, sus amigos y sus influencias.

Lo que una persona piensa de sí misma es clave para determinar lo que pensará de los demás y de la vida en general. ¿Sabe usted cuál es el problema número uno de Dios en el planeta? Son los humanos con espíritus liberados pero con las mismas mentes oprimidas. Debe soportar mentes viejas y llenas de basura en un reino nuevo y santo, y nosotros somos los que desvalorizamos a Dios, con nuestras malas actitudes y con el modo en que tratamos a los demás y a nosotros mismos.

Dios sabía que no podía llevar a los israelitas directamente a la libertad cuando Moisés los liberó, porque habrían convertido a Canaán en Egipto. Así que se tomó el tiempo para trabajar en sus mentes. Aquellos cuyas mentes no pudo cambiar, fueron enterrados en el desierto.

Solo las personas maduras, dispuestas a pelear y a asumir la responsabilidad por el futuro, darán fruto para Dios en el nuevo milenio. Creo que enterraremos en el desierto a algunas personas porque no están listas para la enorme responsabilidad que nos espera. Seguirán clamando y gritando, o sentadas sin hacer nada, y cuando Dios deje de responder a sus oraciones de bebé, pensarán que Él se ha ido. Entonces murmurarán y morirán en el desierto como sucedió con los israelitas. Dios despertará a muchos de ellos, pero algunos tendrán oídos espiritualmente sordos.

Se necesitan mentes libres y mucho coraje para enfrentarse a Jericó. Se necesita una columna vertebral fuerte para mirar a los reyes amalecitas y declarar: “Los derrotaremos”. Se necesitan fortaleza interior para pararse y decirle a Josué: “Podemos tomar la tierra”. Es más fácil existir en la esclavitud que vivir en la libertad. Es por esto que muchas personas, comunidades y naciones que han sentido la excitación de la liberación, convierten su celebración en critica, y se enfrentan a la realidad de la responsabilidad.

Deje atrás el pasado

Cuando Dios liberó a los israelitas de Egipto, les dio la oportunidad de ser libres. Pero ellos rechazaron esta oportunidad. Así que Dios los enterró en el desierto y utilizó a sus hijos, no nacidos en Egipto, para que poseyeran la tierra prometida.

La liberación brinda la oportunidad para la libertad, y no el cumplimiento de la libertad. La puerta de la cárcel está abierta, pero debemos decidirnos a salir. Una vez que llegamos al desierto, miremos bien con quién nos juntamos. Si nos juntamos con gente que piensa en la esclavitud egipcia, nos contaminarán. Fue por esta razón que Dios no permitió que los padres circuncidaran a los hijos. Dios no quería que esta nueva generación llevara una marca efectuada por los padres con mentalidad de esclavos. No quería que ningún recuerdo de Egipto les hiciera pensar en su pasado de esclavitud. “Dios les había prometido a sus antepasados que les daría una tierra donde abundan la leche y la miel. Pero los israelitas que salieron de Egipto no obedecieron al Señor, y por ello él juró que no verían esa tierra. En consecuencia, deambularon por el desierto durante cuarenta años, hasta que murieron todos los varones en edad militar. A los hijos de éstos, a quienes Dios puso en lugar de ellos, los circuncidó Josué, pues no habían sido circuncidados durante el viaje” (Josué 5:6-7, énfasis añadido).

A veces me siento y converso con gente mayor, pero hay algunos con los que debo tomar cuidado. Hay quienes solo hablan de su opresión. Y pueden hablar durante horas, siempre de lo mismo. Si uno se queda allá, escuchando, puede llegar a sentir odio por la gente que ni siquiera conoce. Así que tome cuidado; el pasado opresivo de otros puede contaminar su espíritu e inhibir su verdadera libertad.

Nos preocupamos tanto por las realidades del pasado, que nuestro presente y futuro pueden consumirse. Algunas personas están ocupadas dejando atrás su pasado, que no tienen tiempo de vivir su futuro. Pablo nos dice: “Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).

A esto Dios agrega en Isaías 43: “Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados” (vv. 18-19). Esto no significa que debamos fingir que el pasado no existe. Sencillamente no debemos permitir que controle, inhiba o condene nuestro futuro.

Esta es la poderosa palabra para la Iglesia del siglo XXI. Hoy nos embarcamos en una era totalmente nueva para la iglesia. Pero para poder avanzar con la guía de Dios debemos mirar nuestras vidas y tomar una decisión responsable de “olvidar las cosas pasadas”. No podemos preocuparnos con el modo en que nos trataban o cómo éramos, porque esto solo produce amargura. Debemos considerar toda ofensa pasada como obra de alguien que ignoraba perdonar y seguir adelante. El pasado será tan fuerte como le permitamos serlo. Para los israelitas el olor a cebolla y ajo era más fuerte que su deseo de probar la dulce miel y la leche.

Este es un tema central para la salvación espiritual. Para ser salvo, debe uno volver la espalda al lugar al cual se dirigía y a la gente con quien uno andaba, y tomar la dirección apuesta.

No podemos mirar atrás al desierto ni a Egipto. Esos días de gloria del movimiento carismático han pasado. Saltamos, gritamos, bailamos y caemos por costumbre, porque la unción ya no está. Pero Dios no se ha ido. “Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Dios tiene un nivel de responsabilidad para poder avanzar con su llamado. Usted no puede aferrarse a lo nuevo si no deja atrás lo viejo.

Del mismo modo en que Dios llamó a los israelitas, lo llama a usted a ser libre. Es tiempo de madurar. Es tiempo de deshacerse del horrible olor egipcio. Póngase de pie, deje su celda, báñese en la sangre de Cristo una vez más. Deje los sándwiches de cebolla y puerro que comía en El Cairo y lávese con la verdad de La Palabra de Dios. Quítese el olor a ajo.

La iglesia mundial está hoy al borde del desierto. Podemos oír al Jordán que fluye, justo del otro lado de la colina. Estamos cerca del final de nuestra generación y avanzamos hacia la Tierra Prometida, así que es hora de aprender a caminar en nuestra libertad. Es hora de dejar de jugar y romper las cadenas que nos tienen amarrados al poste.

SIEMPRE HAY UNA SALIDA


Cuatro claves bíblicas para derrotar la tentación

“Huye de las cosas que suelen provocar malos pensamientos (…) y apégate a lo que provoque en ti
el deseo de hacer el bien” (2 Timoteo 2:22, BAD)

A veces puedes sentir que una tentación es demasiado insoportable, pero eso es mentira de Satanás. Dios ha prometido que nunca permitirá que haya más sobre ti que lo que te pone dentro para vencerla. Él no te permitirá ninguna tentación que no puedas superar.
Sin embargo, también debes hacer tu parte practicando cuatro claves bíblicas para derrotar la tentación.


Vuelve a concentrar tu atención en algo diferente
Te sorprenderá saber que en ninguna parte de la Biblia se nos dice que debemos “resistir la tentación”. Se nos dice que “resistamos al diablo”, pero eso es muy distinto, como explicaré más adelante.
En cambio, se nos aconseja que volvamos a enfocar nuestra atención, porque resistir un pensamiento no resulta. Solo intensifica nuestro enfoque en lo malo y fortalece su fascinación. Permíteme explicarte.
Cada vez que intentas bloquear un pensamiento en tu mente, lo grabas más profundo en tu memoria. Cuando lo resistes, en realidad lo refu
erzas.
Esto resulta especialmente cierto en el caso de la tentación. No la derrotas si luchas contra los sentimientos que te produce. Cuanto más luchas contra un sentimiento, tanto más este te consume y controla. Realmente lo fortaleces cada vez que piensas en él.
Dado que la tentación siempre empieza con un pensamiento, la manera más rápida para neutralizar su fascinación es concentrarte en otra cosa.
No luches contra ese pensamiento, simplemente cambia el cauce de tu mente y procura interesarte en otra idea. Este es el primer paso para derrotar la tentación.
La batalla contra el pecado se gana o se pierde en la mente. Cualquier cosa que atrape tu atención te atrapará a ti. Por eso Job dijo: “Hice un pacto
con mis ojos para no mirar con lujuria a ninguna mujer joven” (Job 31:1, BAD). Y el salmista oró: “Guárdame de prestar atención a lo que no tiene valor” (Salmos 119:3a, PAR).

¿Alguna vez viste un anuncio comercial en la televisión que promocionaba una comida y de repente sentiste hambre? ¿Has oído toser a una persona alguna vez e inmediatamente sientes la necesidad de aclarar tu garganta? ¿Alguna vez viste a una persona que abre la boca en un gran bostezo, y enseguida sentiste ganas de bostezar también? (¡Es posible que estés bostezando ahora mismo mientras estás leyendo esto!) Ese es el poder de la sugestión. En forma natural nos acercamos a cualquier cosa en la que nos concentremos. Cuanto más pienses en algo, tanto más fuerte te retendrá.
La tentación empieza por captar tu atención. Lo que capta tu atención estimula tu deseo. Después tus deseos activan tu conducta, y actúas con base en lo que sentiste. Cuanto más te concentres en “No quiero hacer esto”, tanto más fuerte te atraerá hacia su red.
Hacer caso omiso de una tentación es más eficaz que luchar contra ella. En cuanto tu mente está en otra cosa, la tentación pierde su poder. Así que, cuando la tentación te llame por teléfono, no discutas con ella, ¡simplemente cuelga!

A veces esto significa dejar físicamente una situación tentadora. Hay ocasiones en que lo correcto es huir. Levántate y apaga la televisión. Aléjate de un grupo que cuenta chismes. Abandona el cine en medio de la película. Para que las abejas no te piquen, quédate lejos del enjambre. Haz lo que sea necesario para concentrarte en otra cosa.
Desde el punto de vista espiritual, nuestra mente es el órgano más vulnerable. Para reducir la tentación mantén tu mente ocupada con la Palabra de Dios y otros pensamientos buenos. Los pensamientos malos se derrotan al pensar en algo mejor. Este es el principio del reemplazo. Vence el mal con el bien. Satanás no puede llamarnos la atención cuando nuestra mente está preocupada con otra cosa.
Por eso la Biblia nos aconseja repetidas veces que mantengamos nuestras mentes enfocadas: “Consideren a Jesús” (Hebreos 3:1). “Siempre piensen en Jesucristo” (2 Timoteo 2:8 – PAR). “Llenen sus mentes de las cosas que son buenas y que merecen alabanza: cosas que son verdaderas, nobles, correctas, puras, encantadoras y honorables” (Filipenses 4:8 – PAR).
Si realmente quieres derrotar la tentación, debes organizar tu mente y monitorear tu consumo de los medios de información. No permitas que la basura entre a tu mente indiscriminadamente. Sé selectivo. Escoge con cuidado en qué cosas vas a pensar. Esto requiere una vida de práctica, pero con la ayuda del Espíritu Santo puedes reprogramar tu manera de pensar.

Revela tu lucha a un amigo consagrado o a un grupo de apoyo
No tienes que hacer pública tu tentación al mundo entero, pero necesitas contar con por lo menos una persona a quien expresarle con sinceridad tus luchas. La Biblia dice: “Es mejor que tengas un amigo, a que estés completamente solo (…) Si caes, tu amigo puede ayudarte. Pero si caes sin tener un amigo cercano, estás realmente en problemas” (Eclesiastés 4:9ó10 – PAR).
Aclaremos esto: Si estás perdiendo la batalla contra un persistente y mal hábito, una adicción o una tentación, y estás atrapado en un círculo vicioso de buenas intenciones, fracaso y culpa, ¡no te mejorarás por ti mismo! Necesitas ayuda de otras personas. Algunas tentaciones solo se superan con la ayuda de un compañero que ora por ti, te anima y te ayuda a asumir tu responsabilidad.
El plan de Dios para tu crecimiento y libertad incluye a otros cristianos. La comunión auténtica y sincera es el antídoto en la lucha solitaria contra los pecados difíciles de abandonar. Dios dice que esta es la única manera para lograr liberarse: “Confiésense unos a otros sus pecados y oren unos por otros, para que sean sanados” (Santiago 5:16).
¿Realmente quieres ser sanado de esa tentación que sigue derrotándote de continuo? La solución de Dios es muy clara: ¡No la reprimas, confiésala! ¡No la ocultes, manifiéstala! La revelación de tu sentimiento es el principio de la sanidad.

Resiste al diablo
Después de humillarnos y de ponernos en manos de Dios, debemos desafiar al diablo. El resto de Santiago 4:7 dice: “Resistid al diablo y huirá de vosotros”. No renunciamos pasivamente a sus ataques. Debemos enfrentarlo y luchar.
El Nuevo Testamento describe a menudo la vida cristiana como una batalla espiritual contra las fuerzas malignas, y usa términos de guerra como pelear, conquistar, luchar y vencer. A menudo los cristianos somos comparados con soldados que ocupan territorio enemigo.
¿Cómo podemos resistir al diablo? Pablo nos dice: “Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo” (Efesios 6:17, Dhh). El primer paso es recibir la salvación de Dios. No serás capaz de decirle nada al diablo a menos que le hayas dicho que sí a Cristo.
Sin Cristo estamos indefensos contra el diablo, pero Dios protege nuestras mentes con “el casco de la salvación”. Recuerda esto: si eres creyente Satanás no puede obligarte a hacer nada; solo puede darte sugerencias.

Segundo, debes usar la Palabra de Dios como tu arma contra Satanás. Jesús nos dejó su ejemplo: el diablo lo tentó en el desierto. Cada vez que Satanás sugería una tentación, Jesús se oponía citando las Escrituras. Él no discutió con Satanás. No dijo: “Yo no tengo hambre”, cuando el diablo lo tentó para que usara su poder para satisfacer una necesidad personal. Simplemente citó las Escrituras de memoria. Nosotros debemos hacer lo mismo. Hay poder en la Palabra de Dios, y Satanás le tiene miedo.
Nunca trates de discutir con el diablo. Él discute mejor que tú, porque ha tenido miles de años para practicar. No puedes engañar a Satanás con la lógica o con tu opinión, pero sí puedes usar el arma que lo hace temblar: la verdad de Dios. Por eso la memorización de las Escrituras es absolutamente esencial para derrotar la tentación. Tienes acceso rápido a ella en cuanto eres tentado. Al igual que Jesús, tienes la verdad guardada en tu corazón, pronta para ser recordada.
¡Si no has memorizado ningún versículo de la Biblia, tu arma está descargada! Así que te desafío a memorizar un versículo por semana de ahora en adelante. Imagínate cuánto más fuerte llegarás a ser.

Percátate de tu vulnerabilidad
Dios nos advierte: Nunca debemos ser arrogantes ni confiados en exceso; esto es la receta para el desastre. Jeremías dijo: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio” (Jeremías 17:9). Eso significa que somos buenos para engañarnos a nosotros mismos. Dadas las circunstancias correctas, cualquiera es capaz de cometer pecado. Nunca debemos bajar la guardia ni pensar que la tentación no puede alcanzarnos.
No te coloques descuidadamente en situaciones tentadoras. Evítalas. Recuerda que es más fácil huir de la tentación que salir de ella.
La Biblia dice: “No sean tan ingenuos ni tengan tanta confianza en sí mismos. Ustedes no están eximidos. Podrían tropezar y caer de plano tan fácilmente como cualquier otra persona. Olvídense de la confianza en sí mismos; es inútil. Cultiven la confianza en Dios” (1 Corintios 10:12 – PAR).

Tomado del libro: “Una vida con propósito”, de Rick Warren, Editorial Vida.

CUANDO DIOS SE TOMA SU TIEMPO


Vale la pena esperar la llegada del milagro. Estamos acostumbrados a obtener las cosas con la mayor rapidez posible. Pero, ¿qué pasa cuando Dios nos hace esperar?

La presencia manifiesta de Dios sana lo que su Espíritu revela, pero esto rara vez sucede en cinco minutos. Es común que las personas, cuando presencian reuniones gloriosas, se sientan tan tocadas por la presencia de Dios que lloren o se arrepientan ante el altar. Es parte del proceso de sanidad de Dios, mientras el Espíritu libera con toda suavidad años de culpa, dolor y opresión que se han acumulado en el interior.

Sin embargo, ¡el proceso no debe detenerse allí! Debemos continuar nuestro movimiento hacia la sanación y la restauración total, en un área donde está prohibido estacionarse. Lo peor que podemos hacer es acortar a la fuerza el proceso de sanación en presencia de Dios, en nombre de algún compromiso.

¿Qué pensaría usted de un cirujano que abriera una herida o un bulto inusual, solo para volver a coserlo y decir: “Volveré a verlo en seis meses”? No lo ha curado. Solo lo expuso a la luz, y luego apresuradamente volvió a cubrirlo. Pero para Dios no hay nada difícil de limpiar, sanar o restaurar, si le damos el suficiente tiempo y la suficiente libertad para hacerlo.

Cuando Dios sujetó a Pablo a la polvorienta mesa de operaciones, conocida como “el camino a Damasco”, trasformó el corazón del fariseo y cegó sus ojos en un proceso de apenas décimas de segundo. Pero el proceso de conversión y transformación solo había comenzado.
Dios continuó con la tarea gradual de transformación espiritual después de que Saulo llegara a la casa de Ananías. Si Saulo hubiera acortado el proceso de Dios, la historia habría sido distinta.

¿Qué tiene que ver esto con el hecho de esperar y servir a Dios?
Primero, Dios confrontó a Saulo, y luego el fariseo se humilló a sí mismo y se arrepintió. Dios arrestó a Saulo y detuvo su empeñada búsqueda de compromisos religiosos, lo cegó físicamente para que iniciara su camino sobre la senda correcta de la visión espiritual verdadera.
Saulo fue conducido de la mano –aun estaba ciego– hasta la casa de alguien a quien no conocía, y allí debió esperar durante tres días (Hechos 9:8–9). Cuando finalmente recobró la vista y fue bautizado, comenzó a predicar la verdad acerca de Jesús el Mesías.

Dios salva por la fe en Cristo, pero nos sana y transforma a lo largo de un proceso que lleva su tiempo.
He observado a Dios comenzar un proceso en personas que asisten a las reuniones de avivamiento en Brownsville, pero luego he visto que esas personas se alejan antes de que la mayor parte del proceso de sanación de Dios se haya concentrado en ellos. Abrieron sus corazones para comenzar a liberar su dolor, su ira o su vergüenza; pero luego se alejaron cargando aún con ese peso. Dios deseaba que esperasen lo suficiente como para poder irse a casa sin llevar consigo esa carga.

Es difícil desarrollar sensibilidad hacia el Señor. Hay momentos en que hay que salir adelante, y otros en que hay que esperarlo. He notado que Dios visita más a menudo a quienes lo esperan con mayor paciencia. Es en ese tiempo de espera, en ese período de calma, después de que se han ido casi todos, que vemos más milagros, liberaciones y transformaciones sobrenaturales.

Dios quiere que esperemos por Él. Los que esperan son los que obtienen, en la casa de Dios. Si esperamos por el Señor y buscamos su presencia manifiesta, Él vendrá.
Fue casi como si Jesús estuviera advirtiendo: “Oigan, no se apuren por salir de aquí. No se impacienten porque yo no llego el primer día. Estén dispuestos a esperar hasta recibir el poder”.

Este concepto de la espera es totalmente desconocido para muchas personas. Hablando en términos generales, no me gusta esperar por nada y, sin embargo, hay algunas cosas –y una persona, Dios– por las que vale la pena esperar. Suceden cosas maravillosas cuando las personas comienzan a esperar por Dios, aunque sea una vez a la semana.
Estoy convencido de que se sorprenderá si usted y su grupo de amigos hambrientos de Dios comienzan a esperar por Él. Aun si comienzan siendo solo dos o tres personas, es posible que Dios los sorprenda y se presente de maneras milagrosas. Allí es cuando “la multitud hambrienta” comienza a crecer en número.

¿Le suena tentador? Únase a los que esperan con hambre de Dios, con los pacientes desesperados por Él. Si lo busca, lo encontrará. Si lo espera, Él vendrá a reunirse con usted.

EL PRIMER PASO HACIA EL PERDON



¿Cómo debemos entonces responder a quienes han pecado en contra nuestra? Primero, aunque en las Escrituras no lo dice específicamente, creo que un punto de partida acertado es el identificar a aquellos que nos han ofendido. Le animo a que tome una hoja en blanco y dibuje dos líneas verticales de manera que queden tres columnas: derecha, centro e izquierda. En la columna de la izquierda, escriba los nombres de las personas que han pecado en contra suya y cuyas ofensas usted aún guarda en su corazón. Luego, en la columna del centro escriba cómo lo ofendió esa persona. ¿Cuál fue esa ofensa?

Usted puede estar pensando así: “Creí que debía enterrar lo sucedido”. El perdón no significa tratar de enterrar el dolor o pretender que jamás hubo algo mal hecho. Dios quiere encontrarse con usted justo en medio de su dolor. Quiere que lo enfrente cara a cara y que a través de la esclavitud de esas ofensas encuentre paz y libertad. No estoy sugiriendo que saque a relucir cosas de las cuales y

a ni se acuerda. Creo que esa es una tontería de la psicoterapia moderna. Dios es capaz, a través de su poder divino, de eliminar de su memoria cosas que Él no quiere que usted recuerde, así que sea agradecido y no luche contra Dios si hay cosas que Él ya retiró de su memoria. Me refiero a heridas y dolores de su pasado o su presente que usted ya olvidó.

Después de haber identificado a aquellos que le han ofendido, asegúrese de que su conciencia esté limpia con respecto a dichos individuos. Cuando piense en cada uno de ellos pregúntese a sí mismo: “¿Cómo les he respondido?”. Escriba su respuesta en la tercera columna. ¿Los ha bendecido, amado, perdonado y orado por ellos? O por el contrario, ¿los ha despreciado y sentido resentimiento hacia ellos? ¿Ha calumniado a su antigua pareja ante sus hijos, se ha vengado de ella

o ha sentido odio y rabia en su contra? Usted no puede avanzar en el proceso del perdón hasta que su conciencia no esté limpia con respecto a aquellas personas que le han ofendido.

Dios le pide que tome responsabilidad no por las ofensas de ellos, sino por las suyas. Si sus respuestas no han sido malas entonces no se invente algo de lo cual deba pedir perdón. Usted no es responsable de lo que le han hecho (columna del medio), sino de su respuesta a aquellos que le han ofendido (columna de la derecha). Puede que piense lo siguiente: “¡Me equivoqué tan solo en un cinco por ciento, él tuvo la culpa en un noventa y cinco por ciento!”. Me pregunto si la otra persona contestaría de la misma manera si le pidiéramos que dijese lo mismo. Dios le pide que se haga cien por cien respons

able de su cinco, diez o cincuenta por ciento. Las Escrituras dicen que cada hombre es bueno según su propio criterio, pero el Señor juzga y valora el espíritu.

Nuestro orgullo nos hace pensar inmediatamente que nosotros somos los ofendidos, que somos las víctimas, y en muchos casos es cierto. Sin embargo, es muy difícil ser humildes y reconocer que hemos hecho mal a otros o que hemos contribuido a aumentar la contienda en una relación. Dios nos pide que asumamos la responsabilidad que nos corresponde y que busquemos el perdón de los pecados que hemos cometido en contra de esos individuos. Pero, cuando busque ser perdonado no se dirija a su antigua pareja diciéndole: “¡Siento mucho no haber sido la esposa que he debido ser, pero creo que hubiera sido una mejor esposa si tu no hubieras sido tan mal marido!”. Necesit

amos asumir la responsabilidad por las ofensas que hemos cometido en contra de otros y buscar su perdón.

Por último, busque perdonar por completo a cada persona que haya pecado en contra suya. Escucho a muchas mujeres decir: “Soy consciente de que necesito perdonar a mi madre o a mi suegra, a mi hijo o a mi hija, a mi pareja o a mi amiga”. Esto no es suficiente. El Enemigo lo único que desea es que usted jamás llegue verdaderamente a perdonar. He oído a personas orar “Señor, por favor, ayúdame a perdonar a tal persona”. Eso está bien, pero no es suficiente. Debe llegar al punto en el cual diga: “Decido perdonar a esta persona por lo que me ha hecho. Limpio todas sus ofensas y oprimo la tecla de borrar”. Podemos dar el perdón. No es natural, es sobrena

tural. Solo por la gracia de Dios y por el poder de su Espíritu podemos verdaderamente perdonar. Perdonamos mediante la fe, como un acto de voluntad y de obediencia a Dios.

Les narro algunos testimonios que me enviaron unas mujeres que tomaron la decisión de perdonar. Una de ellas dijo: “Decidí perdonar a mi marido por la relación sexual que tuvo con su novia anterior antes de que nos conociéramos. He guardado este dolor en mi corazón durante cuatro años. Me ilusiona abrazarlo y decirle que lo he liberado”. Otra mujer dijo: “Dios me ha hecho caer en cuenta de la semilla de amargura que tenía en mi corazón hacia mi marido porque no cumplía con mis expectativas. ¡Finalmente he podido liberarlo de esa prisión!”.

Otra me escribió: “En mis peticiones de oración había pedido que oraran por mi problema de espalda. Después de haber tomado la decisión de perdonar a mi madre y a mi hermana, noté que el dolor de espalda desaparecía. Había padecido este dolor durante varios meses. Creo que mi corazón así como mi cuerpo sanaron después de haberme decidido a dar el paso hacia el perdón”.

No le prometo que sus dolores desaparezcan cuando usted tome la decisión de perdonar. Sin embargo, creo que nos ahorraríamos mucho dinero en médicos, consejeros, terapeutas y libros de autoayuda si nos decidiéramos a perdonar.

–Extracto tomado del libro La gratitud / El perdón de Nancy Leigh DeMoss

ORACION POR TU SIMIENTE


Ore con ellos antes de que se acuesten por la noche y antes de que salgan de la casa. Enséñeles a ponerse toda la armadura de Dios y a que no ignoren las artimañas del enemigo. Lo suelto para ir y quebrar los poderes del enemigo para declarar el destino de sus hijos, en el nombre de Jesús.

Padre Dios, en el nombre de Jesús, te agradezco por la salvación, sanidad, liberación y prosperidad de mis hijos.
Me arrepiento de los pecados y maldades de mi pasado o presente que puedan obrar sobre las vidas de mis hijos en un modo negativo. Llamo a mis hijos por sus nombres (nombrar a cada hijo).
¡Cada enemigo oculto y secreto que opera entre bastidores en sus vidas está bajo el reflector del Espíritu Santo, descubierto para siempre! Mando que cada pecado generacional de mi vida y de las vidas de mis antepasados sea desconectado de su herencia ahora, en el nombre de Jesús.
Clamo la sangre de Jesús sobre el ombligo de mi hijo. Las bendiciones, no las maldiciones, fluirán sobre mis hijos. Cada cordón umbilical demoníaco es cortado. Todas las herencias que circulan con rebeldía a través de mi línea de sangre son cortadas de ellos para siempre. Todo espíritu devorador de destino es reemplazado por el ángel del destino del Señor.
Camino en la autoridad que Jesús me ha dado sobre mi simiente.
Quiebro los poderes de la presión de grupo y de asociaciones impías. Mis hijos irán delante y no atrás. Ellos no están atados e influenciados por el "espíritu del mundo". Cada círculo vicioso que está gobernando sobre la cabeza de mis hijos mediante asociación, encantamiento o influencia generacional es destruido por
el torbellino del Señor. Las maldiciones autoinfligidas mediante la confesión negativa son quebradas. Todas las palabras negativas habladas sobre mis hijos por ignorancia o con intención son borradas. Hago que las puertas que, legal o ilegalmente, han abierto un camino para que la actividad demoníaca opere en
las vidas de mis hijos estén cerradas para siempre. Toda semilla negativa que ha sido sembrada en las vidas de mis hijos mientras estaban dormidos son desarraigadas. Las tierras en barbecho son quebrantadas, y las semillas del Señor las desplazan. Cada punto de entrada por una pesadilla o visión oscura a través de la actividad astral está continuamente cerrado.
Aplico la sangre de Jesús sobre mis hijos cuando duermen por la noche. Mando un dulce sueño y el reposo divino sobre ellos. ¡Íncubos y súcubos y toda otra forma de perversión, son atados en el nombre de Jesús! Tomo autoridad sobre los terrores que vienen de noche y declaro que cuando el sol se levante brillarásobre mi simiente. La voluntad de Dios ha capturado el día de mis hijos. ¡Cumplirán el llamado del Señor y serán llamados benditos!
Principados, poderes y huestes espirituales de maldad en lugares altos no tienen dominio sobre mis hijos. Las rutas aéreas espirituales son prósperas sobre las cabezas de mis hijos, y vivirán vidas plenas. Las estadísticas de los hijos del mundo no los superarán, porque son hijos de la luz. Los semblantes de mis hijos brillarán sobre los hijos del mundo. No comerán de la porción del rey, sino que serán continuamente transformados a la imagen de Cristo.
Mis hijos están en el mundo entero, pero no son del mundo.
Las riquezas del impío van en camino de ser de ellos. Los paganos serán su herencia. Poseerán las puertas de sus enemigos y los desplazarán. El dios del cosmos es atado y no puede prosperar contra ellos.
Mis hijos pueden discernir la diferencia entre lo que es santo y lo que es común. No serán emboscados o engañados por fetiches encubiertos (personas, lugares o cosas con demonios
adjuntos). Las fronteras están siendo extendidas para mis hijos; ¡ellos se levantarán y exigirán espacio para vivir! La rebelión, la desobediencia y la incredulidad no tienen ningún dominio sobre mi simiente. Circuncido a mis hijos con un cuchillo afilado (la Palabra del Señor) y los arrebato fuera de los caminos del incircunciso.
Mis hijos son acaudalados, sabios y están en posición de recibir de Dios. Hablarán sobre su simiente las palabras que hablo sobre ellos. Mis hijos no serán sacados prematuramente de este mundo por la enfermedad, los accidentes, los incidenteso las preocupaciones. Vivirán vidas largas, prósperas y servirán a Dios eternamente. Esta es la herencia de mi simiente durante mil generaciones. Permite que estas palabras sean programadas para siempre en los cielos.


Amén

ORACION DE GUERRA PARA LAS AMAS DE CASA


Gracias porque toda mi familia es salva y está cubierta con la sangre de Jesús. Como sierva del Señor, te presento mi cuerpo como sacrificio vivo, santo y aceptable, que es mi culto racional a ti.
Gracias porque la unción de Jael es fuerte
sobre mi vida. La misma unción que estuvo sobre Rut como mujer virtuosa de Dios está sobre mi vida.
Me baso en el legado espiritual
de la mujer de Proverbios 31. Este legado dice que soy una mujer de guerra. Soy una mujer acaudalada, de fortuna y riquezas, y una fuerza para ser tenida en cuenta, porque mi fortaleza está en mi Dios. No tendré miedo de los enemigos que cruzan el umbral de mi casa. Doy la bienvenida a cada desafío que se ha manifestado en mi familia para que pueda ser convenientemente tratado.
Los
espíritus ya no se quedarán alrededor de mi casa o sobre mi cabeza. ¡Mi familia es efectivamente libre! No tengo temor de enfrentar los secretos ocultos y enemigos que me asechan. Poseo una estaca y un martillo en el espíritu, y el enemigo será muertoen mi casa. No hay posibilidad de transigir entre mis enemigos y yo. Expulsé de mi casa al espíritu acomodaticio. Cuando el enemigo entra en mi casa, lo cubro con el manto de la sangre de Jesús para prepararlo para la destrucción. Cada enemigo de mi familia será juzgado y destruido. El espíritu de Débora en mi vida ya lo ha declarado. Los ángeles están alineados sobre mi situación, y ya tengo la victoria. Cuando el enemigo me pida agua, le daré leche. Cuando el enemigo me pida que dé falso testimonio, hablaré la verdad. Estoy ungida para matar a mi enemigo sin hacer ruido.
Como manda 2 Corintios 10, estoy
lista para castigar cada espíritu insubordinado que quiera exaltarse por sobre el conocimiento de mi Dios. Estoy firme ante mi Dios con un clavo en una mano y un martillo en la otra. Estoy firme bajo la autoridad apostólica de mi liderazgo espiritual y mi esposo. (Damas solas, Jesús es su esposo.) Ato el poder de cada Sísara que trate de esconderse en mi casa. Mi confesión es que cada intruso está sujeto a la autoridad que Jesús me ha dado sobre su cabeza. Renuncio a cada espíritu que está asignado territorialmente a mí como mujer.
Del espíritu
de Atalía al espíritu de Vasti, renuncio a su misma presencia. Renuncio al residuo del cráneo, las manos y los pies de Jezabel, y digo que todas las puertas para la manipulación y el control están cerradas en mi vida. Tengo autoridad en mis manos (yawd) para aplastar al enemigo y su simiente (zera). Me baso en la unción de la enemistad que Dios ha puesto en mí. Soy una mujer de Dios lista para el combate, y mi espíritu está en alerta contra las artimañas del diablo. Cada flecha de díay terror nocturno debe someterse a la autoridad de Jesucristo. Soy llamada a hablar en nuevas lenguas, echar fuera demonios, colocar mis manos sobre los enfermos y tomar en mis manos serpientes y pisoteadas. Pisotear serpientes abre un sendero para que los dones del Espíritu fluyan libremente en la tierra para que el reino de Dios pueda venir. Padre, ¡declaro que ese reino ha venido y que tu voluntad será hecha!
En cuanto a mí y mi
casa, serviremos al Señor. Gracias por enseñarme que mis manos hacen guerra.
Amén.

MUJERES EN LA IGLESIA



Se ha faltado mucho a la VERDAD en cuanto al papel de la mujer en la iglesia y su relación con Dios. Hoy día, en pleno siglo XXI, aún continúan realizándose malvadas desviaciones (sean hechas a propósito o no) e interpretaciones (traducciones) desafortunadas que han degradado a la mujer a un segundo plano.
Hoy día muchos hombres y muchas iglesias todavía se mantienen en su postura torcida acerca del trato a la mujer, la hembra. (Muchos lo niegan con la boca pero, inequívocamente, lo apoyan con sus actos).

Cuando una mujer conoce a Dios descubre que es amada sin límites.
Dios la hace saber que para él es importante. Tan importante, que sin ella, su creación jamás sería completa. Su Hijo murió por ella. Dios le dedica su tiempo, tiene planes para ella, habla con ella y también la escucha. La unge con su Espíritu Santo capacitándola para traerle gloria: habla a otros a través de ella, enseña a través de ella… derrama todos sus dones sobre ella. Jesús dio a la mujer la autoridad para obrar en Su Nombre y la incluye en su “real sacerdocio”.
Dios da valor a la mujer.
Sin embargo…

Las iglesias han mantenido durante siglos una serie de mentiras con respecto a la mujer. Entre otras barbaridades, se ha dicho que:
  1. El hombre (macho) fue creado a imagen de Dios, para Dios.
  2. La mujer fue creada a imagen del hombre, para el hombre.
  3. La mujer es inferior al hombre, por eso no puede pastorear, enseñar, dirigir, bautizar, casar etc. Algunos incluso dicen que no tiene autoridad, ni puede usar el “nombre de Jesús”.
Pero todo eso es MENTIRA.
Es importante entender que Dios jamás quiso que las cosas fueran así. Para relacionarse adecuadamente con Dios, la mujer debe saber la VERDAD acerca de sus orígenes y acerca del plan de Dios para su vida. Las mujeres deben ir al origen, al cuándo/cómo/porqué fueron creadas. Cuando la mujer toma conciencia de su verdadero valor, las heridas que la dominación masculina le ha causado serán sanas, y así será libre para ser quien Dios siempre quiso que fuera.
Empecemos por el origen:
LA MUJER, SEGÚN GÉNESIS:
  1. Dios, en primer lugar, creó al ser humano. La criatura humana: ADÁN. Adán no solamente es macho. También es hembra. O mejor dicho, no es ni una cosa ni la otra, aunque es ambas. Hechos a imagen y semejanza de Dios: Varón y Hembra, los creó (contenida en una sola persona, el primer ADÁN).
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    Y creó Dios al humano a su imagen,
    A imagen de Dios lo creó:
    Varón y hembra los creó.

    (Génesis 1:27)
  2. El hombre (macho) no es la imagen completa de Dios.
    La mujer (hembra) no es la imagen completa de Dios.
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    Es la combinación de ambos (macho+hembra) la que se asemeja al Creador.
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    Asumir que Dios es varón es faltar a la verdad. A pesar de que casi siempre nos referimos a un Dios masculino (y claro, Jesús fue varón –y además nos enseñó a tratar a Dios como “padre”), lo cierto es que si queremos ajustarnos a la VERDAD, deberíamos pensar en Dios como el conjunto de una perfecta masculinidad y feminidad, aunque Dios es mucho más. El problema es que para nuestros limitados cerebros esto es difícil de asimilar.
  3. La mujer no fue hecha para el hombre, o después del hombre, o ni siquiera del hombre.
    Dios separa lo masculino de lo femenino cuando ambos eran UNO, y de repente, en lugar de una criatura humana, aparecen dos. Ahora, esos dos tendrán que unirse para volver a ser uno. (Y de ahí lo sagrado de esta unión).
  4. La mujer no fue creada a partir de una intrascendente costilla del hombre (¡como si tan sólo ese ridículo hueso del macho fuera necesario para crear a la hembra!).
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    La Biblia literalmente dice que Dios tomó un costado (una mitad) de la criatura humana. La dividió.
    Separó las dos esencias, y cuando hizo eso Adán se convirtió en Adán-hombre y Adán-mujer.
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    Entonces Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán (la criatura humana), y mientras éste dormía Él tomó uno de sus costados y cerró la carne en su lugar. Y del costado que Dios tomó de Adam, formó una mujer, y la trajo al hombre. (Génesis 2:21).
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    Dios no creó a la mujer en ese preciso momento, pues ella ya había sido creada. Dios simplemente dividió al Adán original (la criatura humana) en dos. Los traductores han empleado la ridícula e insignificante palabreja “costilla” para traducir lo que en realidad se refiere a su costado, su mitad.
  5. La mujer no fue creada para “ayudar” al hombre.
    Esa aseveración da a entender que el hombre tiene derecho a existir por sí mismo, pero que la mujer tiene que justificar su existencia: existe porque el hombre tiene necesidad de ella. .
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    “No es bueno que Adán esté solo. Le haré una ayuda idónea.”
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    Recordemos que cuando aquí dice “Adán” no se está refiriendo al varón. Se refiere a la criatura humana. Es incorrecto pensar que Dios dice: no es bueno que el macho esté solo por tanto inventaré a una hembra. Lo que en realidad dice es: no es bueno que mi “humano” esté solo. Separaré a la hembra del macho.
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    El término “ayuda” da a entender una igualdad, una compatibilidad, pero jamás una subordinación como durante siglos han dado a entender los hombres (como si el macho fuera el protagonista y la mujer sólo existiera para ser su apoyo).
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    De hecho, la misma palabra que se traduce como “ayuda” hace referencia a Dios en muchas otras ocasiones (y nadie puede decir que Dios, por ser nuestro ayudador, sea inferior o un subordinado): Dios, sé tú mi ayudador (salmo 30:10)/He aquí Dios es mi ayudador (Salmo 54:4).
  6. Muchos dicen que el destino de la mujer es permanecer “por debajo” del hombre, pues ese es su castigo por pecar.

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    “… y Él se enseñoreará sobre ti.”
    Génesis 3:16
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    Pero esto que Dios pronuncia no tiene que ver con Su propósito o voluntad para las mujeres. Queda claro que en el ORIGEN esto NO era así: el hombre y la mujer se relacionaban como iguales-opuestos-complementarios: primero habían sido una misma persona y más tarde fueron separados. Dios no creó a la mujer con la intención de someterla al hombre. No la creó inferior. Les creó UNO, iguales en valor, aunque con diferentes características.
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    El pecado trajo la MALDICIÓN y esta es una de ellas. Desde entonces la mujer ha sido pisoteada por el hombre. En muchas culturas la mujer no es superior a los animales, un mero objeto que pasa de hombre (padre) a hombre (marido). Satanás ha mantenido su zarpa sobre el cuello de la mujer, postrándola en el suelo, desamparada, indefensa, sin esperanza. Violando la voluntad de Dios para con ellas. Mancillando el plan del Creador.
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    Pero Cristo YA vino al mundo y YA rompió la maldición: gracias a su obra redentora en la cruz, los hombres y las mujeres son libres para tratarse como iguales, como opuestos compatibles, como semejantes. Las mujeres y los hombres pueden mirarse a los ojos y descubrir en el otro esa otra mitad que les hace UNO, semejantes (¡o, maravilla!) a su Creador.
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    Algunos hombres se niegan a liberar a sus mujeres de esa maldición, felices de su ventaja, realmente creyéndose superiores. En la iglesia predican que Cristo rompió con la maldición de la muerte y que viviremos para siempre. Que Cristo rompió con la maldición de la enfermedad y ahora somos sanos en Su Nombre. Que Cristo rompió con la maldición de la pobreza y ahora prosperamos en Él. Pero pocos se acuerdan de que Cristo rompió con la maldición del señorío del hombre sobre la mujer y que ahora ambos pueden relacionarse como iguales.
Una iglesia siempre será más bendecida, mejor gobernada, más ungida y tendrá más revelación y sabiduría cuando se valore a sus mujeres como la “otra mitad” que hace que se asemejen al Creador. Cuando las mujeres sabias y conocedoras de Dios puedan sentarse a la misma mesa que los varones y, juntos, puedan buscar la dirección del Espíritu Santo para sus iglesias. Es de lógica pensar que la perfección se hallará en el conjunto hombre-mujer, y que un gobierno exclusivamente masculino tendrá muchas carencias. Es de presuntuosos pensar que es mejor que solamente los varones se encarguen de las cosas “importantes” de la iglesia.

El feminismo está fuera de lugar en un ambiente de respeto y mutua valoración. Cuando la mujer no siente que debe defender su lugar, cuando el varón deja de herirla con su supuesta supremacía, cuando se miran como iguales, la mujer se sentirá libre para ser femenina, madre, esposa* y mujer.