SIEMPRE HAY UNA SALIDA


Cuatro claves bíblicas para derrotar la tentación

“Huye de las cosas que suelen provocar malos pensamientos (…) y apégate a lo que provoque en ti
el deseo de hacer el bien” (2 Timoteo 2:22, BAD)

A veces puedes sentir que una tentación es demasiado insoportable, pero eso es mentira de Satanás. Dios ha prometido que nunca permitirá que haya más sobre ti que lo que te pone dentro para vencerla. Él no te permitirá ninguna tentación que no puedas superar.
Sin embargo, también debes hacer tu parte practicando cuatro claves bíblicas para derrotar la tentación.


Vuelve a concentrar tu atención en algo diferente
Te sorprenderá saber que en ninguna parte de la Biblia se nos dice que debemos “resistir la tentación”. Se nos dice que “resistamos al diablo”, pero eso es muy distinto, como explicaré más adelante.
En cambio, se nos aconseja que volvamos a enfocar nuestra atención, porque resistir un pensamiento no resulta. Solo intensifica nuestro enfoque en lo malo y fortalece su fascinación. Permíteme explicarte.
Cada vez que intentas bloquear un pensamiento en tu mente, lo grabas más profundo en tu memoria. Cuando lo resistes, en realidad lo refu
erzas.
Esto resulta especialmente cierto en el caso de la tentación. No la derrotas si luchas contra los sentimientos que te produce. Cuanto más luchas contra un sentimiento, tanto más este te consume y controla. Realmente lo fortaleces cada vez que piensas en él.
Dado que la tentación siempre empieza con un pensamiento, la manera más rápida para neutralizar su fascinación es concentrarte en otra cosa.
No luches contra ese pensamiento, simplemente cambia el cauce de tu mente y procura interesarte en otra idea. Este es el primer paso para derrotar la tentación.
La batalla contra el pecado se gana o se pierde en la mente. Cualquier cosa que atrape tu atención te atrapará a ti. Por eso Job dijo: “Hice un pacto
con mis ojos para no mirar con lujuria a ninguna mujer joven” (Job 31:1, BAD). Y el salmista oró: “Guárdame de prestar atención a lo que no tiene valor” (Salmos 119:3a, PAR).

¿Alguna vez viste un anuncio comercial en la televisión que promocionaba una comida y de repente sentiste hambre? ¿Has oído toser a una persona alguna vez e inmediatamente sientes la necesidad de aclarar tu garganta? ¿Alguna vez viste a una persona que abre la boca en un gran bostezo, y enseguida sentiste ganas de bostezar también? (¡Es posible que estés bostezando ahora mismo mientras estás leyendo esto!) Ese es el poder de la sugestión. En forma natural nos acercamos a cualquier cosa en la que nos concentremos. Cuanto más pienses en algo, tanto más fuerte te retendrá.
La tentación empieza por captar tu atención. Lo que capta tu atención estimula tu deseo. Después tus deseos activan tu conducta, y actúas con base en lo que sentiste. Cuanto más te concentres en “No quiero hacer esto”, tanto más fuerte te atraerá hacia su red.
Hacer caso omiso de una tentación es más eficaz que luchar contra ella. En cuanto tu mente está en otra cosa, la tentación pierde su poder. Así que, cuando la tentación te llame por teléfono, no discutas con ella, ¡simplemente cuelga!

A veces esto significa dejar físicamente una situación tentadora. Hay ocasiones en que lo correcto es huir. Levántate y apaga la televisión. Aléjate de un grupo que cuenta chismes. Abandona el cine en medio de la película. Para que las abejas no te piquen, quédate lejos del enjambre. Haz lo que sea necesario para concentrarte en otra cosa.
Desde el punto de vista espiritual, nuestra mente es el órgano más vulnerable. Para reducir la tentación mantén tu mente ocupada con la Palabra de Dios y otros pensamientos buenos. Los pensamientos malos se derrotan al pensar en algo mejor. Este es el principio del reemplazo. Vence el mal con el bien. Satanás no puede llamarnos la atención cuando nuestra mente está preocupada con otra cosa.
Por eso la Biblia nos aconseja repetidas veces que mantengamos nuestras mentes enfocadas: “Consideren a Jesús” (Hebreos 3:1). “Siempre piensen en Jesucristo” (2 Timoteo 2:8 – PAR). “Llenen sus mentes de las cosas que son buenas y que merecen alabanza: cosas que son verdaderas, nobles, correctas, puras, encantadoras y honorables” (Filipenses 4:8 – PAR).
Si realmente quieres derrotar la tentación, debes organizar tu mente y monitorear tu consumo de los medios de información. No permitas que la basura entre a tu mente indiscriminadamente. Sé selectivo. Escoge con cuidado en qué cosas vas a pensar. Esto requiere una vida de práctica, pero con la ayuda del Espíritu Santo puedes reprogramar tu manera de pensar.

Revela tu lucha a un amigo consagrado o a un grupo de apoyo
No tienes que hacer pública tu tentación al mundo entero, pero necesitas contar con por lo menos una persona a quien expresarle con sinceridad tus luchas. La Biblia dice: “Es mejor que tengas un amigo, a que estés completamente solo (…) Si caes, tu amigo puede ayudarte. Pero si caes sin tener un amigo cercano, estás realmente en problemas” (Eclesiastés 4:9ó10 – PAR).
Aclaremos esto: Si estás perdiendo la batalla contra un persistente y mal hábito, una adicción o una tentación, y estás atrapado en un círculo vicioso de buenas intenciones, fracaso y culpa, ¡no te mejorarás por ti mismo! Necesitas ayuda de otras personas. Algunas tentaciones solo se superan con la ayuda de un compañero que ora por ti, te anima y te ayuda a asumir tu responsabilidad.
El plan de Dios para tu crecimiento y libertad incluye a otros cristianos. La comunión auténtica y sincera es el antídoto en la lucha solitaria contra los pecados difíciles de abandonar. Dios dice que esta es la única manera para lograr liberarse: “Confiésense unos a otros sus pecados y oren unos por otros, para que sean sanados” (Santiago 5:16).
¿Realmente quieres ser sanado de esa tentación que sigue derrotándote de continuo? La solución de Dios es muy clara: ¡No la reprimas, confiésala! ¡No la ocultes, manifiéstala! La revelación de tu sentimiento es el principio de la sanidad.

Resiste al diablo
Después de humillarnos y de ponernos en manos de Dios, debemos desafiar al diablo. El resto de Santiago 4:7 dice: “Resistid al diablo y huirá de vosotros”. No renunciamos pasivamente a sus ataques. Debemos enfrentarlo y luchar.
El Nuevo Testamento describe a menudo la vida cristiana como una batalla espiritual contra las fuerzas malignas, y usa términos de guerra como pelear, conquistar, luchar y vencer. A menudo los cristianos somos comparados con soldados que ocupan territorio enemigo.
¿Cómo podemos resistir al diablo? Pablo nos dice: “Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo” (Efesios 6:17, Dhh). El primer paso es recibir la salvación de Dios. No serás capaz de decirle nada al diablo a menos que le hayas dicho que sí a Cristo.
Sin Cristo estamos indefensos contra el diablo, pero Dios protege nuestras mentes con “el casco de la salvación”. Recuerda esto: si eres creyente Satanás no puede obligarte a hacer nada; solo puede darte sugerencias.

Segundo, debes usar la Palabra de Dios como tu arma contra Satanás. Jesús nos dejó su ejemplo: el diablo lo tentó en el desierto. Cada vez que Satanás sugería una tentación, Jesús se oponía citando las Escrituras. Él no discutió con Satanás. No dijo: “Yo no tengo hambre”, cuando el diablo lo tentó para que usara su poder para satisfacer una necesidad personal. Simplemente citó las Escrituras de memoria. Nosotros debemos hacer lo mismo. Hay poder en la Palabra de Dios, y Satanás le tiene miedo.
Nunca trates de discutir con el diablo. Él discute mejor que tú, porque ha tenido miles de años para practicar. No puedes engañar a Satanás con la lógica o con tu opinión, pero sí puedes usar el arma que lo hace temblar: la verdad de Dios. Por eso la memorización de las Escrituras es absolutamente esencial para derrotar la tentación. Tienes acceso rápido a ella en cuanto eres tentado. Al igual que Jesús, tienes la verdad guardada en tu corazón, pronta para ser recordada.
¡Si no has memorizado ningún versículo de la Biblia, tu arma está descargada! Así que te desafío a memorizar un versículo por semana de ahora en adelante. Imagínate cuánto más fuerte llegarás a ser.

Percátate de tu vulnerabilidad
Dios nos advierte: Nunca debemos ser arrogantes ni confiados en exceso; esto es la receta para el desastre. Jeremías dijo: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio” (Jeremías 17:9). Eso significa que somos buenos para engañarnos a nosotros mismos. Dadas las circunstancias correctas, cualquiera es capaz de cometer pecado. Nunca debemos bajar la guardia ni pensar que la tentación no puede alcanzarnos.
No te coloques descuidadamente en situaciones tentadoras. Evítalas. Recuerda que es más fácil huir de la tentación que salir de ella.
La Biblia dice: “No sean tan ingenuos ni tengan tanta confianza en sí mismos. Ustedes no están eximidos. Podrían tropezar y caer de plano tan fácilmente como cualquier otra persona. Olvídense de la confianza en sí mismos; es inútil. Cultiven la confianza en Dios” (1 Corintios 10:12 – PAR).

Tomado del libro: “Una vida con propósito”, de Rick Warren, Editorial Vida.

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