CAMBIOS


Todos hemos pasado por algún cambio en nuestra vida. Cambio de trabajo, de lugar o de estado civil; cambios en la familia, en las finanzas o la salud. Cambios externos que inciden en algún aspecto de nuestra vida o cambios internos que lo modifiquen todo. Cambios pequeños o radicales. Cambios esperados, ansiados, buscados, provocados o espontáneos, sorpresivos. Buenos, malos o regulares. Beneficiosos o aplastantes. Sin duda todos hemos sufrido alguno.

Sea de cualquiera que se trate, siempre nos sacude de nuestro lugar, es algo así como un movimiento en un tablero de ajedrez que nos obliga a rever la estrategia inicial…y eso muchas veces nos molesta, nos sacude, nos perturba. Pensemos en algún cambio que hayamos pasado y tratemos de recordar las circunstancias que lo rodearon. Cómo modificó nuestro pensamie nto o nuestras acciones. Cuando los cambios son grandes siempre trazan una línea: la del antes y el después.

Siempre hemos oído que una crisis es un cambio necesario y constructivo. Y las pruebas en la vida cristiana suelen ser cambios difíciles de afrontar pero que debemos hacerlo siempre sin sacar nuestros ojos de lo que realmente significa: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas” (1° Pedro 1: 6) , porque sabemos que nuestra fe crece en las pruebas.

Yo he pasado por muchos (e interesantes) cambios en mi vida porque he tenido que mudarme a lugares extraños a mi procedencia. Este traslado sin duda acarrea miles de transformaciones desde la vida diaria, el ánimo, la casa, la salud, hasta el paisaje, los amigos. No puedo decir que no hayan sido provechosos y constructivos, como tampoco puedo decir que hayan dejado, por eso, de ser difíciles.

Recuerdo siempre que un amigo de la adolescencia me decía que yo era una persona estructurada y me resistía a los cambios; yo lo negaba y le decía que me consideraba una persona fuerte y abierta… ¡pero hasta eso he tenido que cambiar! La opinión de mi misma.

Personalmente las transformaciones perturban mi comodidad, mi seguridad. Muchos los ven como una posibilidad de desafío, un lienzo en blanco para empezar algo diferente o mejor. Muchas veces he logrado planteármelo así y muchas otras he fracasado.

Sin dudas el problema está en mi manera de pensar.

Yo no he podido. Dios sí.

Cansada de luchar buscando mi destino, simplemente abandoné mi juego, mis estrategias y dejé de pensar en tácticas. No quería seguir frustrando jugadas. Enojada, agotada, le dije a Dios: “ganaste”. Y Él me respondió que ahora que había abandonado mi juego Él iba a mostrarse en mi vida.

Lo que me está llevando años de lograr decir son estas dos simple s palabras:
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (…) “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”

Dos palabras : He aquí.

Todo el despojo de egocentrismo está resumida en estas palabras de total disposición. Miles de cambios le esperaban a María, empezando por tratar de explicar lo inexplicable. Sin embargo no hubo un “pero” o “yo había planeado otra cosa”, “lo que pasa es que”, “no podría ser después” o “ahora qué hago”.


Escuchó y obedeció. Un inmenso cambio de planes


y dos palabras para eso.


Será hora de patear mi tablero, entregar las fichas a Dios


y dejar que Él prepare mi próxima jugada…

LUCHA HASTA EL FINAL


No te confíes del camino que ya recorriste. Las promesas del Señor son eternas y Él siempre merece una atención especial


Cuídate que aún hay más para ti
Hay momentos en la vida cuando parece que ya no queda nada por hacer. Tal vez porque sientes que lo has logrado todo o porque piensas que estás derrotado pero aún tienes tu espada empuñada listo para continuar en la batalla. Pero te aseguro que aún hay más y tus ojos todavía no han visto todo lo que Dios tiene para ti.

Lucha hasta en final

1ra. Corintios 9:26-27 dice: Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

Pablo logró muchas cosas, prácticamente llevó la Palabra a toda Asia. Aunque no conoció personalmente a Jesús, se levantó a predicar con una pasión que pocos demostraron. Estas palabras no las escribió al principio de su ministerio, sino al final, cuando ya casi concluía su tarea. Imagina el impulso que aún le quedaba después de trabajar tanto y tan arduamente. Lo mismo debe suceder con nuestro ánimo. Es necesario que cuidemos y aprovechemos lo que Dios nos ha dado para desarrollarlo hasta el final. Muchas personas no están conscientes de su potencial y las grandes promesas que hay para sus vidas, por eso se descuidan y se desperdician. Dios es eterno, como tu ánimo y esfuerzo debe ser.

En el verso 27 Pablo confiesa que puede ser eliminado. Nunca da las cosas por hecho, sabe que debe continuar su carrera y ganarla. No importa que bien hayas corrido si al final te dejas vencer. Muchas veces la victoria y el éxito se definen en segundos. Puedes haber hecho un gran trabajo pero si te descuidas en el último momento, todo puede desmoronarse. Un buen ejemplo es el jugador francés Zinedine Zidane. Era el mejor de su época, tanto que incluso le decían “el mago”. Era intachable pero se equivocó en el último minuto, durante la final Francia-Italia del Mundial 2006, cuando le dio un cabezazo a otro jugador. Ahora no es recordado por sus goles y brillante carrera sino por el error que cometió.

No se cuidó hasta el final y sus últimos segundos frente al mundo lo marcaron para siempre. Fuimos llamados para obtener algo brillante pero debemos cuidarnos para alcanzarlo. Toma la vida como una pelea o una carrera, tú escoges pero descubre que es una competencia que debes iniciar y terminar exitosamente.

Este éxito debemos alcanzarlo tanto en nuestra vida terrenal como espiritual. Cuida tu desempeño en todas las áreas, de igual forma en tu trabajo como en tu familia y con Dios. Cuando el fariseo Nicodemo le preguntó a Jesús qué debía hacer para nacer de nuevo, la respuesta fue que debería nacer en el agua y el espíritu. Estás vivos en la carne y también en el espíritu porque eres un cristiano que trabaja en la obra del Señor.

Entonces, recuerda esa maravillosa época del primer encuentro con Cristo y renueva tus fuerzas en Él. Yo valoro tanto esos momentos que conservo mi primera biblia, incluso los cassetes que me regalaron cuando salí del Encuentro, nunca olvidaré aquella canción que decía “renuévame Señor Jesús…”. Recuerda el tiempo cuando conociste al Señor, cuida lo que tienes, debes crecer y levantarte espiritualmente.

ADORAD AL SEÑOR


El autor y teólogo del siglo IV, San Agustín de Hipona, llegó a la conclusión de que Dios había hecho al ser humano con un gran vacío dentro que solo Dios podía llenar. Y nuestra experiencia también ilustra que, tarde o temprano, todos llegamos a la conclusión de que sin Dios en la vida no llegaremos a ningún lado. Es decir, si expresamos esto en términos positivos, afirmaríamos que con Dios la vida cobra sentido y obtiene proyección. Aunque es cierto que nuestra pasada manera de vivir estaba marcada por la frustración, la confusión y la insatisfacción, hemos encontrado en Cristo el perdón, la felicidad y la razón de ser. Bien afirma el autor de Proverbios: «El comienzo de la sabiduría es el temor del SEÑOR; conocer al Santo es tener discernimiento» (Pro 9.10).La palabra admiración lleva, también, otra connotación: me refiero al estupor, la sorpresa, la sensación de maravillarme ante él.

Inclinarse ante él

Cuando me pregunto qué significa adorar a Dios, la primera respuesta que salta a mi mente es la forma en que comienza, con el temor a Dios. Me refiero, con esto, a una santa reverencia, un sentido de asombro y admiración delante de él. Fuimos formados del barro por la mano diestra del soberano creador y sustentador del universo. Siempre nos conviene inclinarnos en humillación y sumisión delante de él. ¿Qué podemos lograr sin su asistencia y bendición?

Desde la antigüedad, los seres humanos expresaron temor, temblor y admiración ante la revelación de la presencia de Dios. El significado básico de la palabra adorar es inclinarse con el rostro en el suelo. La palabra admiración lleva, también, otra connotación: me refiero al estupor, la sorpresa, la sensación de maravillarme ante él. Me quedo sin palabras, atónito; no sé qué hacer, cómo ponerme o dónde esconderme, pues me siento fuera de mi marco acostumbrado. No me resulta fácil presentarme ante la augusta majestad de mi creador y juez.

No obstante, se me entremezclan la sensación de gratitud, de honor, el deseo de absorber todo lo que pueda de su gracia y su gloria. No quiero perderme ni un solo instante de ese momento, tan especial, de estar en su presencia.

Sobrados motivos

El Salmo 100 identifica algunas verdades que bien haremos si las tenemos presentes cuando nos acerquemos a Dios en adoración:

1 Aclamen alegres al SEÑOR, habitantes de toda la tierra;

2 adoren al SEÑOR con regocijo. Preséntense ante él con cánticos de júbilo.

3 Reconozcan que el SEÑOR es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado.

4 Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre.

5 Porque el SEÑOR es bueno y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre.

Analicemos, brevemente, las tres pautas básicas que este salmo señala como elementos clave de nuestro culto a Dios. Primero, exhorta a que «aclamemos, alegres, al SEÑOR». Luego, amplía el concepto al afirmar: «Adoren al SEÑOR con regocijo. Preséntense ante él con cánticos de júbilo». Resulta claro, entonces, que debemos llegar ante Dios con entusiasmo, con alegría y regocijo. Es imposible dar culto a Dios cuando estamos resentidos, disgustados o enojados. Recordémosle a nuestro rostro, como también a nuestro corazón, que existen muchos motivos para estar contentos en la presencia de Dios. El mismo salmo indica algunos de esos motivos.

Pueblo suyo

En segundo lugar, el salmista declara: «Reconozcan que el SEÑOR es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado». No nos presentamos ante él como extraños, ni como vecinos o simples admiradores. Reconocemos que él es nuestro Dios y nuestro dueño. Somos su pueblo, su familia; estamos en su casa como hijos amados. ¡Qué privilegio inefable! Al reconocer su señorío sobre nosotros, al rendirnos ante la maravilla del sacrificio de Cristo en el Calvario a nuestro favor, somos aceptos en el Amado, adoptados en la familia de Dios.

Finalmente, el salmista señala otro elemento que caracteriza la verdadera adoración: «Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre». No llegamos al momento del culto con las manos vacías, pues entramos con acción de gracias y con himnos de alabanza. La palabra alabanza significa elogios; alabar quiere decir hablar bien de alguien, en este caso, de Dios. Con nuestras palabras, con himnos y canciones, expresamos a Dios nuestra profunda gratitud.

Luego el salmista subraya la razón de nuestra alegría y acción de gracias: «Porque el SEÑOR es bueno y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre». No solamente sabemos que el Señor es bueno; también podemos afirmar que su gran amor es eterno y su fidelidad permanece para siempre. No se acabará nunca.

¡Alegrémonos en el Señor!

MI MAMA


De cierto modo perdí a mi mamá hace algún tiempo, aunque no estoy segura de cuándo.

No se ha ido como cuando alguien sufre un grave accidente de tránsito, con daños severos, y queda en estado vegetal.

El proceso de la pérdida ha sido lento… gradual… frustrante… incesante… Primero, perdí algo de todo, y luego, todo de algo… de alguna época, o… todo de un solo golpe.

Las carreteras de su cerebro están bloqueadas con desvíos que la conducen a donde ella no quiere ir. El embrague del motor de sus pensamientos, que se niega a funcionar adecuadamente, provoca que ella comience a hablar, tartamudee, y luego se detenga confundida.Yo solía avergonzarme porque mi mamá le hablaba a cualquier cosa que estuviera en movimiento. Ella escucha mis palabras, pero la traducción para darle el sentido correcto es errónea. La información que más quiero que escuche se pierde.

¿Qué es lo que hago yo? Se lo repito de nuevo, una y otra vez… quizá algo se le quede. Está bien, no necesito hablar. Solo tengo que estar ahí. Tocarla. Sostener su mano. La música —comentan algunos— es lo último que se olvida. Le encanta la música. Puedo darle el regalo de la música, como una canción exclusiva para ella.

Mis recuerdos...

Siempre me han fascinado sus manos.

Recuerdo que, cuando era niña y me sentaba a su lado en la iglesia, yo solía trazar con mi dedo las venas de su mano.

Ella toca el piano. Solía tocar para los niños de cinco años en la escuela dominical «Cristo me ama», «Cristo ama a los niñitos».

Le encantan las buenas bromas, o aún mejor una historia chistosa. Solíamos hacerla reír hasta que las lágrimas le bajaran por las mejillas. Siempre era durante la cena y por eso ella siempre era la última en terminar de comer. Le encanta comer, de hecho, le encanta vivir. A ella los paisajes, sonidos, sabores, olores, colores… todos… le parecen igualmente maravillosos.

Pero, antes de cualquier otra cosa está la gente.

Para mi mamá la gente es muy importante, la familia, los amigos, los conocidos… aun los extraños son importantes. Yo solía avergonzarme porque mi mamá le hablaba a cualquier cosa que estuviera en movimiento.

Si alguien en el pasillo del supermercado elegía la misma clase de sopa que ella, ¡lo convertía en un motivo de celebración!

Ahora extraño ese lado de mamá, porque a través de su persona he aprendido a apreciar y a confiar en otros por lo que son.

Sus propios recuerdos...

Desde afuera, pareciera que tienen poca vida. Pero… ¿será realmente así?

Ella vive en el presente, y lo disfruta a cada momento, y con gracia para olvidar cada decepción.

Cada vez que le hablo por teléfono, tengo que aprender a vivir con ella ese encuentro. Después de cada conversación, debo estar consciente de que lo importante no es lo que ella recuerde, sino que el evento y lugar olvidados fueron reales y con mucho significado en aquella situación específica.

Es posible que sus recuerdos se hayan reducido a los sentimientos esenciales de sentir amor y reconocer la comodidad, el apoyo y la esperanza.

Quizás… esta enfermedad, que yo veo como una cruel ladrona, sea en realidad un bello regalo.

Sujeta al proceso

Algunos comentan que ciertos pacientes se comportan violentos por la confusión que sienten, y lastiman a aquellos que se preocupan por ellos. Me pregunto si su enfermedad llegará tan lejos. No lo sé.

Todo lo que puedo lograr es que las dos vivamos a plenitud día a día, gozando lo que tenemos y somos ahora mismo, para que cada una le exprese a la otra quién es. Para ella… eso ya es suficiente. Yo estoy procurando aprender que eso para mí también sea suficiente.

La semana pasada hablamos por teléfono.

A veces le temo a esas conversaciones. Pero esa resultó ser una buena llamada. Ella me escuchó, y me hizo una pregunta esforzándose por entenderme. Y, lo mejor de todo, logré hacerla reír. No solo una, sino ¡tres veces!

Aún puedo conseguir que se divierta, que disfrute el momento.

Hoy hablé con ella por teléfono. Me comentó que me escuchaba feliz y contenta.

Ha olvidado que vivo en Australia, y que Dave y yo somos misioneros acá.

Me preguntó cuántos hijos tenía.

En noviembre nos tomaremos fotos para un retrato familiar. Le mandaré una copia con nuestros nombres impresos en ella, así mamá nos podrá ver continuamente.

Todavía me llama «cariño». Eso me tranquiliza.

Junio y julio de 2006

Viajamos a los Estados Unidos para visitar a nuestra gente.

Vi a mi mamá. La mayoría de sus cabellos grises ahora eran mechones blancos. Sus dientes estaban amarillentos por tantas tazas de té que había bebido en todos estos años.

Nos sonrió y saludó, pero en sus ojos no apareció ni una sola chispa de reconocimiento. Me descubrí a mí misma alejándome de ella, como si fuera una extraña.

Ni siquiera me sentía cómoda diciéndole mamá porque ella no sabía quién era yo.

Le traje un CD que le grabé con algunos de sus himnos favoritos interpretados por mí con la guitarra.

Me sentía muy satisfecha de haberlo hecho. Me escuchó y empezó a tararear junto a mí, después de cantar un par de versos ella empezó a cantar la letra conmigo. La música conectaba una parte mía con una parte de ella. Así logré mi cometido. Le doy gracias a Dios por la idea de haberlo grabado.

Noviembre de 2006

Han pasado cinco meses desde que visité a Mamá.

La llamé esta semana y sostuvimos una pequeña plática.

Ella me preguntó: «¿Qué has estado haciendo?»

La puse al tanto de todo lo que pasaba, cómo estaban los niños, en la casa y en la escuela.

Y luego, cuando ya había terminado me preguntó otra vez «¿Qué has estado haciendo últimamente?»

Así que le conté un poco más, detalles que se me habían escapado antes. La tercera vez que preguntó yo ya no tenía más historias. Pero ella sonaba contenta y pensé que por lo menos me había escuchado y se había reído por un rato.

Cuando dijo «adiós, cariño», me hizo sonreír.

Febrero de 2007

Archie me confirmó que Mamá está, oficialmente, en la segunda etapa de Alzheimer. Para mí, estas fueron buenas noticias, porque, de hecho, yo había pensado que ella estaba mucho más avanzada en la enfermedad. Me alegró escuchar que ella aún podía estar estancada. Mamá ya cumplió 80 años. Es difícil de creer, en serio. Me resulta duro aceptar su envejecimiento porque no me encuentro allá, viviendo con ella, para observar los cambios graduales que se van dando. Ella sonaba muy contenta cuando me saludó, a pesar de que no sabía cuál sería la voz que escucharía. Ya no me preocupa si ella reconoce o no mi voz cuando le hablo por teléfono. Solo la saludo. «Hola mamá». Y parece que ella acepta que yo soy su hija sin importar si le encuentra sentido o no a este hecho. Repetidas veces me mencionó qué bueno era que la hubiera llamado y qué bueno era saber de mí. Cuando me despedí diciéndole: «Te amo», ella dijo con el mismo tono de siempre «yo también te amo, cariño».

Mientras leía uno de los libros devocionales de Jerry Bridges, me encontré con unos versículos en el Salmo 16 que, aunque suene un poco cruel, los quiero recordar en el funeral de mamá. Salmo 16.2, 5, 6, 9, 11.

Septiembre de 2009

Últimamente me ha resultado difícil contactar a mamá por teléfono, así que le mandé un largo correo de feliz Día de las Madres. Nunca me respondió. Así que decidí llamarla por Skype. Archie me dijo que todo andaba bien y me preguntó si quería hablar con ella. Él tuvo que recordarle quién era yo. Ahora mamá ya no me reconoce. Ella sonaba muy contenta cuando me saludó, a pesar de que no sabía cuál sería la voz que escucharía. Archie tuvo que convencerla de colocar el teléfono en su oído para que me escuchara. Cuando le pregunté cómo estaba, hizo un enredo entre cosas buenas y malas, que yo entendí como que ella tiene sus días buenos y sus días malos. Le dije: «Pero tú sabes que Dios está contigo en los días buenos y en los días malos, ¿verdad?» Me respondió que sí. Hablamos un poco más y le comenté: «¿No te parece bueno saber que aunque olvides todo lo demás siempre recuerdas a Jesús?» Ella respondió: «Eso es cierto».

Ahora puedo ver con más profundidad el significado de la frase «no hay para mí bien fuera de ti» (Salmo 16.2).

«Así sucederá también con la resurrección de los muertos.

Lo que se siembra en corrupción, resucita en incorrupción;

lo que se siembra en oprobio, resucita en gloria;

lo que se siembra en debilidad, resucita en poder;

se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.

1 Corintios 15.42–44ª » - NVI

EL AFAN


Jesús vino a darnos vida en abundancia. Es impresionante cómo muchos cristianos tienen su mente y corazón en la vida eterna y no aprenden a vivir la existencia que Dios nos regaló en la tierra.

Debemos aprender a vivir. Para pensar en recibir un cuerpo glorificado, aprende primero a cuidar el de carne y hueso que ya te dio. Antes de desear caminar por las calles de oro del cielo, aprende a caminar bien y con dignidad en las calles de tu ciudad. No pidas una morada celestial sin construir y cuidar bien la que tienes ahora. Demuéstrale al Señor que puede darte galardones, que también eres capaz de ganar medallas y reconocimientos con las capacidades que te ha dado. No te dejará ver Su rostro si antes no aprendes a convivir con tus semejantes que son Sus criaturas. No te dejes adormecer por un pensamiento religioso equivocado que te impide vivir correctamente.

Deja de hablar de la segunda venida de nuestro Señor sin antes declarar a cuantos puedas que Él ya vino una vez y que deben entregarle su vida.

Orar para liberarnos del afán
Filipenses 4: 6 nos aconseja:Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

No te afanes. Repítelo cuantas veces sea necesario para que lo aprendas y apliques a tu vida. La Palabra nos enseña a vivir, por eso debes dedicarte a estudiarla y ponerla en práctica. Acércate a la iglesia para conocer más de Dios y descubrir cómo obedecerle, no para llenarte de conocimiento que luego no pondrás en práctica. Debemos “saber” para “hacer”.

Nota que el Padre desea que le busquemos en oración que le pida y le agradezca. Eso significa que nuestra oración debe ser confiada. Sólo así superamos el afán. Aprendamos a orar y pedir correctamente. No debes pedir que te quite el afán, sino que te ayude a enfrentar las situaciones y encontrarle soluciones. Un padre sin trabajo no le pedirá tolerancia para poder ver morir de hambre a sus hijos, le pedirá trabajo para proveerles y le dará gracias porque ese trabajo que le dará, será un medio de honrarlo con su doble esfuerzo y dedicación. El padre de un adicto a las drogas, no le pedirá que le de paciencia para ver cómo su hijo e hunde, sino que le pedirá consejo y ayuda para sacarlo de esa terrible situación.
Pedir bien y estar confiados en recibir del Señor es la clave para olvidar el afán. Abre tu corazón para comprender la Palabra y aplicarla correctamente a tu vida porque Dios nos la dejó para eso.


Orar, pensar y hacer

Filipenses 4: 7-9 continúa con el consejo para aprender a vivir: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.

Luego de expresar nuestra fe en oración, debemos pensar y hacer bien. Somos lo que hacemos, en base a lo que pensamos y oramos. Este es un círculo que hay que aprender a manejar. Pensar bien no sólo significa dejar de lado los pensamientos sucios o morbosos. El buen pensamiento se refiere a todo lo positivo y optimista que nos ayude a superar obstáculos y ser exitosos. Deja de lado el pesimismo, las difamaciones, mentiras e ideas corruptas.

Aprende a utilizar lo que Dios te dio. Así como no te dio los pulmones para intoxicarlos con el cigarro y no te regaló el hígado para envenenarlo con licor, no te dejó el cerebro para llenarlo de basura sino para utilizarlo productivamente en lo bueno y santo.
Al leer este pasaje completo, vemos que se extiende más en describir lo que debemos pensar que lo que debemos orar, porque el pensamiento domina nuestra forma de actuar y lo utilizamos en todo momento. La oración nos ayuda pero con ella no sacarás buenas notas si no piensas y te esfuerzas.

Me refiero a que orar bien es necesario, pero pensar bien es imprescindible. Todo se combina para ser buenos hacedores en el Señor. La paz viene a tu vida cuando aprender a pensar y confías en Dios.
Aléjate de los malos pensadores. Rodéate de gente que piensa bien y obra mejor. La mala situación ya todos la conocemos y no necesitamos más gente que nos la recuerde. Es tu enemigo aquel que intente llenarte de pensamientos pesimistas y poco constructivos. Un mal pensamiento es peor que una copa de licor. Ambas son malas pero el pensamiento te influye y afecta más.
Amor verdadero

Lucas 10:27 nos manda: Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Debes amar con tus pensamientos y sentimientos. Dios y tu prójimo deben estar en tu corazón pero también en tu mente. Mi esposa y yo hicimos ese pacto de amor inteligente que no se deja llevar por las emociones. En una relación el amor no basta, hacen falta los pensamientos de bien, las buenas decisiones y el juicio correcto. Las jovencitas deben buscar a su futuro esposo con la cabeza, deben escuchar consejos porque un hombre vicioso y haragán no las hará felices. Por más que tu corazón quiera, debes dejarte guiar por tu mente.

También es importante amar al prójimo como a nosotros mismos. No puedes decir que amas a Dios si no amas a Sus criaturas, pero primero debes amarte tú, de lo contrario es mentira decir que amas a alguien más. Si una persona descuidada y desarreglada te dice que te ama, desconfías y le pides que no lo haga. Nadie quiere el amor de alguien así porque no demuestra amor a su persona. Por el contrario, es agradable y da seguridad sentirse amado por alguien que se quiere y cuida a sí mismo.
Romanos 12: 2 afirma: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Piensa en grande para obrar tan perfecto como Dios lo hace. La Biblia te pide que pienses enfocado en todo lo bueno. Debes ser transformado por la renovación de tu pensamiento, no sólo por la de tu forma de orar.

Dios es sinónimo de perfección y grandeza. Todo lo que hizo y hace es maravilloso. Lo vemos en el universo y en nosotros mismos. No escatima en nada para Su obra. Cuando vino a redimirnos, derramó TODA Su sangre para perdonar TODOS nuestros pecados, no fue una gota o un vaso por dos o tres faltas. No hizo ni hará nada a medias. Debemos imitarlo. En casa de Dios trabajamos así, según Su pensamiento, por eso nuestras obras son grandes, como Él.

Una vez visité un país hermoso, con un mar impresionante que me hizo pensar en la flora y fauna que lo habitaba. Cuando íbamos en la carretera, de un lado tenía ese mar espectacular y del otro unas construcciones que me entristecieron porque el contraste entre una obra y la otra era demasiada.

Cómo podían hacer una cosa tan fea viendo las cosas bellas que Dios hace. Aprendamos a pensar y hacer conforme el pensamiento de Dios. Reeduquémonos en el proceso de vencer pensamientos negativos.

Renueva tu mente y ámate para poder amar a otros. Si no te amas a ti mismo, que eres con quien vives y duermes, no podrás amar a tu prójimo. Piensa bien de ti para pensar bien de otros. Quienes piensan mal del prójimo están revelando que piensan mal de ellos también. Maridos, amen a sus mujeres como a su propio cuerpo. Nadie que no se tenga consideración y cuidado podrá cuidar de otro. Tú eres Su hijo y Él quiere que primero pienses en tu bien para poder pensar en el de los demás.
El pensamiento de Dios

Efesios 4:22-24 dice: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Cuando inicies algo, piensa si es conforme a la voluntad perfecta de Dios.

Libera tu mente de pensamientos que te hacen retroceder. Él te hizo perfecto y lleno de virtudes para tener una vida feliz y de bien. Bendice
Su nombre, pídele que te ayude a renovar tus pensamientos para poder pensar como Él.

Frases:

El Señor te hizo perfecto y lleno de virtudes. Bendice Su nombre, pídele que te ayude a renovar tus pensamientos para poder pensar como Él.
Renueva tu mente y ámate para poder amar a otros. Piensa bien de ti para pensar bien de otros. Quienes piensan mal del prójimo están revelando que piensan mal de ellos también.

Aprendamos a pensar y hacer conforme el pensamiento de Dios. Reeduquémonos en el proceso de vencer pensamientos negativos.
Piensa en grande para obrar tan perfecto como Dios lo hace. Debes ser transformado por la renovación de tu pensamiento, no sólo por la de tu forma de orar.

La oración nos ayuda pero con ella no sacarás buenas notas si no piensas y te esfuerzas. Orar bien es necesario, pero pensar bien es imprescindible. Todo se combina para ser buenos hacedores en el Señor. La paz viene a tu vida cuando aprender a pensar y confías en Dios.

Luego de expresar nuestra fe en oración, debemos pensar y hacer bien. Somos lo que hacemos, en base a lo que pensamos y oramos. Este es un círculo que hay que aprender a manejar.

Pensar bien no sólo significa dejar de lado los pensamientos sucios o morbosos. El buen pensamiento se refiere a todo lo positivo y optimista que nos ayude a superar obstáculos y ser exitosos.

Deja de lado el pesimismo, las difamaciones, mentiras e ideas corruptas. Aprende a utilizar lo que Dios te dio. Así como no te dio los pulmones para intoxicarlos con el cigarro y no te regaló el hígado para envenenarlo con licor, no te dejó el cerebro para llenarlo de basura sino para utilizarlo productivamente en lo bueno y santo.

EL CAMINO


La manera en que Jesús ama y salva al mundo es personal: nada incorpóreo, nada abstracto, nada impersonal. Encarnado, carne y hueso, relacional, particular, local. Los medios utilizados en nuestra cultura son visiblemente impersonales: programas, organizaciones, técnicas, lineamientos generales, información separada del lugar. En cuestiones de caminos y medios se prefiere más el vocabulario de los números que el de nombres. Las ideologías desplazan a las ideas. La densa niebla de lo abstracto absorbe las agudas particularidades del rostro familiar y la calle conocida.Jesús es una alternativa a los caminos dominantes del mundo, no su suplemento. Mi preocupación surge de la observación de que muchos que se consideran seguidores de Jesús, sin vacilaciones y, aparentemente sin pensar, adoptan los caminos y medios de la cultura mientras viven su vida cotidiana «en el nombre de Jesús». Pero los caminos que dominan nuestra cultura han sido desarrollados en ignorancia o en desafío a los caminos que utiliza Jesús para guiarnos cuando caminamos por las calles y callejones, trepamos por los senderos y manejamos por las carreteras de este mundo creado por Dios, salvado por Dios, bendecido por Dios, gobernado por Dios. Parecen suponer que «tener éxito en el mundo» significa tener éxito en el mundo según los términos del mundo y que los caminos de Jesús son únicamente útiles en aquella área fraccionada de la vida calificada como «religiosa».

Esta forma de pensar es equivocada y constituye una manera de vivir equivocada también. Jesús es una alternativa a los caminos dominantes del mundo, no su suplemento. No podemos usar maneras impersonales de hacer o decir algo personal, y el evangelio es personal o no es nada.

El camino de Jesús

En este asunto de caminos, el cómo seguimos a Jesús y respondemos al mundo no puede ser despersonalizado mediante la reducción a una fórmula que nos explique cómo hacerlo. Estamos involucrados en una forma de vida altamente personal, interrelacional y dinámica que posee varios elementos: emociones e ideas, clima y trabajo, amigos y enemigos, seducciones e ilusiones, legislación y elecciones que cambian constantemente, siempre fluyendo y siempre en relación con nuestro Dios, muy personal y santo y nuestros hermanos y hermanas, muy personales (¡pero no tan santos!).

Los caminos y medios impregnan todo lo que somos en adoración y comunidad. Pero ninguno de los caminos y medios se pueden compartimentar en funciones o aislar como conceptos aparte de este mundo ampliamente bíblico y trinitario en el que seguimos a Jesús. Impregnan todo lo que somos y hacemos. Si algunos de los medios que utilizamos para seguir a Jesús son ajenos a quienes somos en Jesús («cosas» o «modelos» a imitar separados), esto le quita mérito al fin por el que lo seguimos. ¿Acaso derivan nuestros caminos de «el mundo, la carne y el diablo»? Durante muchísimo tiempo se nos ha alertado acerca de ello. ¿O sirven a la vida en el reino de Dios y al seguir a Jesús, algo que histórica y litúrgicamente nos han enseñado extensamente? La congregación local es el lugar y la comunidad donde se puede escuchar y obedecer los mandamientos de Cristo. Aquí tenemos un texto, palabras que ha dicho Jesús, que enfocan esto con claridad: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14.6). El camino de Jesús, unido a la verdad de Jesús, produce la vida de Jesús. No podemos proclamar la verdad de Jesús y luego hacer las cosas de la manera en que mejor nos plazca. Ni tampoco podemos seguir el camino de Jesús sin pronunciar la verdad de Jesús.

Jesús, el Camino

Pero Jesús como verdad atrae mucho más atención que Jesús como el camino. Jesús como camino es la metáfora más evadida entre los cristianos con los que he trabajado durante cincuenta años como pastor en América del Norte. En el texto que coloca Jesús delante de nosotros con tanta claridad y definición, el camino viene primero. Cuando lo adoramos y proclamamos, no podemos saltear el camino de Jesús en nuestro apuro por alcanzar la verdad de Jesús. El camino de Jesús es el camino que practicamos y la manera en que logramos comprender su verdad: es vivir como Jesús en nuestros hogares y lugares de trabajo, con nuestros amigos y familiares.

La congregación local

La congregación cristiana, la iglesia en nuestro vecindario, ha sido siempre el lugar donde obtenemos este camino y verdad y vida de Jesús, creído y encarnado en los lugares y en medio de la gente con la que más nos codeamos día tras día. La iglesia es más que esta congregación local. Existe la iglesia que continúa a través de los siglos: nuestras madres y nuestros padres que continúan influyéndonos y enseñándonos. Existe una iglesia desparramada por todo el mundo: las comunidades con las que estamos en contacto mediante la oración y el sufrimiento y la misión. Existe la iglesia invisible: dimensiones e instancias de la obra del Espíritu sobre los que no sabemos nada. Existe la iglesia triunfante: esa «multitud tan grande de testigos» que continúa rodeándonos (Hebreos 12.1).

Pero la congregación local es el lugar donde recibimos todo esto, integrado y practicado en las circunstancias inmediatas y entre los hombres y mujeres y niños con los que vivimos. Aquí es donde se convierte en algo local y personal. La congregación local es el lugar y la comunidad donde se puede escuchar y obedecer los mandamientos de Cristo, donde se invita a la gente a considerar y responder a la invitación de Jesús: «Síganme». Es un lugar y comunidad donde adorar a Dios. Es el lugar y la comunidad donde se nos bautiza en una identidad trinitaria y donde maduramos «conforme a la plena estatura de Cristo» (Efesios 4.13), donde nos enseñan las Escrituras y aprendemos a discernir la manera en que seguimos a Jesús, el Camino.

Una dimensión personal

La congregación local es el lugar primordial donde nos ocupamos de los asuntos particulares y las personas con las que vivimos. Como ente creado y sustentado por el Espíritu Santo, es insistentemente local y personal. Por desgracia, las estrategias más populares de las iglesias americanas con respecto a la congregación no son amigables a lo local y personal. El estilo americano, con su afición por los eslogan pegadizos y visiones conmovedoras, denigran lo local, y su estilo programático de tratar con la gente erosiona lo personal, y así reemplazan las intimidades con funciones. Al presente, la iglesia de América del Norte se destaca por reemplazar el camino de Jesús con el camino americano. Para los cristianos que siguen a Jesús con seriedad, comprendiendo y yendo tras los caminos de Jesús, esta desconstrucción de la congregación cristiana es particularmente alarmante, una enorme distracción.

La congregación cristiana es una compañía de hombres y mujeres que oran y que se reúnen, generalmente los domingos, para el culto y que luego van al mundo como sal y luz. El Espíritu Santo de Dios llama y forma a este pueblo. Dios tiene la intención de hacer algo con nosotros y desea hacerlo en comunidad. Nosotros participamos en lo que Dios está haciendo, y participamos todos juntos.

Y ésta es la manera en que participamos: estamos presentes a lo que Dios desea hacer con nosotros y por nosotros mediante la adoración. Estamos presentes al Dios que está ahora presente con nosotros. La metáfora bíblica operante relacionada con la adoración es el sacrificio. Nos llevamos a nosotros mismos al altar y permitimos que Dios haga con nosotros lo que desee. Nos llevamos a nosotros mismos a la mesa eucarística e ingresamos en esa forma cuádruple de la liturgia que nos da forma: tomar, bendecir, partir y dar, la vida de Jesús tomada y bendecida, partida y distribuida. Ahora bien, esa vida eucarística le da forma a nuestra vida al entregarnos a nosotros mismos, Cristo en nosotros, para que se nos tome, bendiga, parta y distribuya en vidas de testimonio y servicio, justicia y sanación.

La cultura de consumo

Pero ese no es el camino americano. La gran innovación americana en la congregación es convertirla en una empresa para consumidores. Nosotros los americanos hemos desarrollado una cultura de adquisición, una economía que depende del desear y exigir cada vez más. Tenemos una enorme industria de publicidad diseñada para despertar apetitos que ni siquiera sabíamos que teníamos. Somos insaciables. Nuestros hermanos y hermanas cristianos no tardaron en desarrollar congregaciones para consumidores.Únicamente cuando el camino de Jesús está orgánicamente unido a su verdad, podemos tener su vida. Si tenemos una nación de consumidores, obviamente la manera más rápida y efectiva de sumarlos a nuestra congregación es identificando qué es lo que desean y ofreciéndoselo, satisfaciendo sus fantasías, prometiéndoles la luna, transformando el evangelio en términos del consumidor: entretenimiento, satisfacción, pasión, aventura, solución de problemas, lo que sea. Este es el lenguaje en el que nosotros, los americanos, nos hemos criado. Este es el lenguaje que comprendemos. Somos los mejores consumidores del mundo, de modo que, ¿no tendríamos que tener acaso las iglesias más novedosas?

Dadas las condiciones que prevalecen en nuestra cultura, esta es la manera más adecuada y efectiva jamás concebida para reunir a congregaciones prósperas y abultadas. Los americanos lideran al mundo mostrando a todos cómo hacerlo. Pero hay sólo una cosa que está mal: esta no es la manera en que Dios nos conforma a la vida de Jesús y nos coloca en el camino de su salvación. Esta no es la manera en que decrecemos para que Jesús se engrandezca. Esta no es la manera en la que nuestra vida sacrificada queda a disposición de los demás en justicia y servicio. El cultivo de una espiritualidad para consumidores es la antítesis de la congregación que se sacrifica y se niega a sí misma. La iglesia de consumidores es la iglesia del anticristo.

No podemos reunir una congregación que tema a Dios y lo adore mediante el cultivo de una congregación que complazca a los consumidores y esté orientada a lo material. Cuando lo hacemos, se le comienzan a caer las ruedas al carro. Y se están cayendo las ruedas del carro. No podemos suprimir el camino de Jesús para vender su verdad. El camino de Jesús y su verdad tienen que ser congruentes. Únicamente cuando el camino de Jesús está orgánicamente unido a su verdad, podemos tener su vida.