CONFÍO EN DIOS

Una de las pruebas que podemos esperar encontrar en nuestro recorrido con Dios es la prueba de la confianza. Muchas veces le decimos a Dios: “¿Qué está pasando en mi vida? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué está sucediendo? No lo entiendo”. En ocasiones las cosas que nos suceden parecen llevarnos en dirección exactamente opuesta a lo que sentimos que Dios nos ha revelado. 
Aquí es donde muchos se dan por vencido, fracasan y buscan un camino que parece ser más rápido y más fácil para ellos. Si usted está ahora en un punto en el que nada en su vida tiene sentido, siga confiando en Dios. Una de las lecciones que he aprendido a través de los años es la siguiente: No existe tal cosa como confiar en Dios sin recibir respuestas. Mientras Dios nos esté capacitando para confiar, siempre nos encontraremos ante cosas que simplemente no entendemos. 
He aprendido que cuando el cielo está en silencio, debo mantenerme ocupada haciendo aquello que Dios me pidió que hiciera y simplemente seguir confiando en Él. Dios hace que todas las piezas de nuestras vidas trabajen conjuntamente para cumplir sus propósitos, aun cuando no vemos la provisión del mañana. Pero recordemos que las respuestas del mañana por lo general no llegan sino hasta mañana.
Debemos determinar confiar en Dios aun cuando no entendamos lo que está pasando en nuestras vidas. Medite en la Palabra de Dios para usted: “Porque nosotros [los cristianos] somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza [en lo que somos] en la carne” (Filipenses 3:3). “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en Él, este lleva mucho [abundante] fruto; porque separados de mí [de esa unión vital] nada podéis hacer” (Juan 15:5).

LA MUJER ASERTIVA Y EMOTIVA

Las mujeres que son agresivas, con frecuencia, tienen retos en sus relaciones; algunas veces, son mal entendidas; y que el grado de asertividad de una mujer puede variar de ligeramente agresiva a dominante y controladora. Pareciera que si una mujer no es callada o pasiva, entonces, se le etiqueta como dominante. Yo lo defino así: Una mujer asertiva dirá lo que piensa porque sabe que su aporte es importante y valioso. Una mujer agresiva dirá lo que piensa porque quiere efectuar el cambio y quiere ser parte del proceso. Una mujer dominante dirá lo que piensa porque cree que solamente sus puntos de vista son correctos y quiere controlar el resultado de la situación. El rango entre asertiva y dominante es muy amplio y variado, una mujer agresiva no puede ser agrupada en una misma categoría.
Los hombres podrían sentirse irrespetados al tratar con una mujer agresiva y podrían no estar dispuestos o ser capaces de interactuar con ella. Estos hombres podrían sentirse incómodos al tratar con las mujeres por las siguientes razones:
  • Pueden haber sido lastimados o constantemente ignorados por las mujeres.
  • Pueden haber tenido una madre o una figura de autoridad que era dominante o insensible a ellos.
  • Pueden haber tenido una novia que se aprovechó de ellos.
En respuesta al dolor y las heridas algunos hombres toman la decisión de no dejar nunca que una mujer obtenga ventajas de nuevo. La lista de razones es infinita, pero el resultado es que ellos están agotados de lidiar con mujeres agresivas y tienden a devaluar y a descontar a la mujer agresiva en una relación. Si un esposo tiene esta tendencia, él necesita descubrir el dolor del pasado que causó esta actitud y estar dispuesto a lidiar con ello para poder tener un compañerismo sano con su esposa.
Otra razón por la que muchos hombres se sienten incómodos al relacionarse con las mujeres es que las mujeres reaccionan a las situaciones de manera tan diferente a los hombres. Por ejemplo: las mujeres, muchas veces, se expresan más emotivamente que los hombres. Podemos alterarnos emocionalmente por diferentes situaciones y, algunas veces, hasta lloramos. El “factor del llanto” muchas veces hace a los hombres sentirse incómodos y hasta incapaces de lidiar con nosotras. Su naturaleza es hacerse cargo de las situaciones de manera lógica, pero cuando las mujeres se involucran en la discusión, es posible que las cosas cambien drásticamente por el elemento de las emociones.  Para algunos hombres, las emociones son ilógicas y retrasan las cosas; por lo tanto, concluyen que demanda mucha energía involucrar a las mujeres en sus discusiones. Es más, los hombres pueden sentirse confundidos y hasta enojados cuando piensan que ellos son la causa de nuestras lágrimas. El resultado es que algunos hombres han decidido excluir a las mujeres en lugar de aceptarlas y aprender a apreciar su contribución.
Las emociones pueden ser impredecibles e intensas. Los hombres y las mujeres podrían llorar por situaciones similares, pero seamos sinceros: las mujeres lloran por cosas por las que un hombre jamás se le hubiera ocurrido. No hay vergüenza en el llanto. Llorar es una forma de sacar nuestras emociones y es una liberación sana de las emociones. Llorar no hace a las mujeres raras o más débiles que los hombres.
En respuesta a esta percepción, algunas mujeres han aprendido a tragarse sus lágrimas, ya sea en el matrimonio, en una amistad o, sencillamente, en una reunión. Se siente como si las lágrimas fueran ineficientes y atrasan las cosas cuando uno está tratando de obtener una solución. Hasta avergüenza, ya que llorar en una válvula de alivio para uno, ¡nadie más recibe ayuda de sus lágrimas! Y pueden llevar a discusiones emocionales porque las lágrimas son emotivas. Además, uno se siente tan vulnerable cuando llora, y las lágrimas provocan desarreglo, arruinan el maquillaje y dan dolor de cabeza. Entonces, ¿por qué hacerlo?
Es porque, a veces, su corazón se abre repentinamente y sus ojos se llenan con un líquido que no puede contenerse. Como mujeres, es importante que aprendamos a manejar nuestras emociones para que no interfieran con la comunicación. Pero también se necesita un lugar de libertad para poder llorar en una conversación sin descarrilarse.
Puede poner nervioso y más que sensible a su esposo cuando respondemos a algo que él ha dicho o hecho, llorando. 
Algunas mujeres se han aprovechado de su esposo cuando lloran para detener una conversación cuando se vuelve muy difícil o incómoda para ellas. Este comportamiento no es comunicación justa o sincera, es manipuladora. Podría traer una suspensión temporal de la discusión, pero no alberga patrones sanos de comunicación. La manipulación siempre crea barreras.
Por otro lado, hay mujeres que necesitan ser animadas a darse cuenta que llorar no es una enfermedad terminal que deba evitarse a toda costa, sino que ellas pueden continuar con la conversación a pesar de estar llorando. Es difícil, provoca desarreglo, es emotivo y toma un poquito más de tiempo revisar las cosas, pero una conversación no tiene que terminar solo debido a las emociones y las lágrimas.
En lugar de apreciar y respetar la singularidad de nuestros géneros diferentes, muchos han menospreciado o denigrado las diferencias. Los juicios y los malos entendidos en relación a las diferencias de género solamente sirven para llevar más dolor y confusión a los matrimonios.  Creo que esta es una de las razones por las que el movimiento feminista tocó una fibra tan sensible en nuestro país. Surgió de una sensación de que las mujeres estaban siendo tratadas por los hombres de manera injusta, y el movimiento empezó para cambiar esa perspectiva. Aunque pudo haber empezado con intenciones nobles, se ha desintegrado en un movimiento contra los hombres y contra la familia. En el movimiento feminista, las necesidades y deseos de las mujeres se han vuelto más importantes que aquellos de los hombres o los niños. Al elevar a la mujer, las feministas han denigrado a los hombres y su singularidad; al decir que somos iguales, ellas dicen que no tenemos necesidad del hombre. Estas mujeres han eliminado las cualidades únicas que cada género aporta a la relación con el fin de hacernos iguales.
Debido a que el feminismo ha definido tanto quién debería ser una mujer y cómo debería verse, es difícil descubrir lo que significa ser femenina. Hay una gran diferencia entre ser una feminista y ser femenina. El feminismo no reconoce la feminidad en lo absoluto. De hecho, cuando hago una búsqueda de la palabra feminidad, ¿adivinen qué sale primero? ¡Feminismo! No feminidad. Debido a que hemos aprendido feminismo en lugar de feminidad, tenemos una generación de mujeres que no saben cómo ser fuertes, asertivas y, aun así, ser femeninas. El movimiento feminista nos enseñó a ser fuertes y capaces al tratar de pensar y actuar como hombres. Yo diría que, aun en su mejor día, un afeminado no puede pensar como una mujer, y en su mejor momento una mujer masculina no puede pensar como hombre. Estamos formados de manera completamente diferente.  Si usted no teme mirar la situación sinceramente, es fácil identificar las diferencias entre los hombres y las mujeres. Ambos son únicos y maravillosos, y deben ser respetados por sus fortalezas y diferencias.
En el intento de hacer a los hombres y a las mujeres iguales desde todo punto de vista, hemos perdido la capacidad de ver el regalo que es la feminidad, para ambos, tanto mujeres como hombres. El género femenino es un género dado por Dios con diferencias físicas, emocionales y hasta intelectuales únicas a las del género masculino. Cualquiera debería darse cuenta que hay diferencias mucho más profundas que las distinciones anatómicas. Estas diferencias son las que han sido malentendidas y que nos han llevado a una relación adversa con los hombres en lugar de a una sociedad con ellos, donde cada uno de nosotros use sus fortalezas para ayudar a otros. Ambos géneros necesitan ser valorados y estimados para poder crear matrimonios y familias exitosas y sanas. Necesitamos aceptar que no nos parecemos en nada, sino que somos hechos para complementarnos mutuamente, no para ser como la otra persona. Al comprender que somos diferentes, podemos celebrarnos mutuamente y tener compasión recíproca. Cuando entendemos que los hombres no están equivocados, que fuimos diseñadas para ser diferentes y que hay una buena razón por la que no somos iguales, eso nos coloca en un estado de asociación en lugar de que seamos adversarios.