LA BENDICION DE DAR


Dar un presente deja profundas huellas de gratitud. Atrévete a provocar el agradecimiento del Señor con tus ofrendas.

Los regalos que traje para Dios

Cosechar es una realización poderosa y es motivo de celebración. Te invito a que siembres algo, aunque sea en el jardín de tu casa y comprendas lo que significa ver crecer la semilla y recibir fruto de ella. Prepárate porque algo maravilloso viene para quienes siembran y cosechan en el mundo espiritual y material.

La generosidad es un lenguaje

Hay muchas formas y medios para expresarnos. Existen lenguajes escritos, orales, gestuales, numéricos, incluso códigos de color y símbolos. Dar también es una forma efectiva de comunicación. Compartir lo que tienes, transmite mensajes y provoca reacciones que se notan de inmediato. Un regalo habla tanto para el que da como para quien lo recibe. Cuando te obsequian algo, suceden varias cosas. Primero sientes curiosidad por saber qué es y luego de descubrirlo reaccionas con agrado o decepción según sea el caso. Me ha sucedido muchas veces. Algunas han sido un poco incómodas porque el regalo no es lo que esperaba, otras, han sido de total satisfacción.


Génesis 32:13-15 dice: Y durmió allí aquella noche, y tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esaú: doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos.
Los presentes también tienen la capacidad de resolver conflictos porque la generosidad ablanda el corazón. Jacob y Esaú estaban en pleito por al primogenitura. Entonces Jacob pensó en calmar la ira de su hermano obsequiándole generosamente. Si cuantificamos el monto del regalo, notamos que era un presente muy valioso. De hecho una camella ahora tiene el valor de un furgón y cada cabra equivale al costo de un pick up de doble cabina.

Los regalos también tienen la capacidad de abrir o cerrar puertas. De cada quien depende la reacción que desea provocar con sus obsequios. La iglesia y el altar del Señor son lugares para dar y recibir bendiciones. Dios habla ese lenguaje y quiere que lo comprendas. Él sabe que a las palabras se lleva el viento, por eso te atrajo a través del regalo más grande que fue la sangre de Jesús. Esa es la forma de demostrarte cuánto te ama. El lenguaje de dar y recibir activa la gratitud del Señor tanto como la nuestra. Cada vez que levantes tu mano para ofrendarle, déjala arriba porque el Espíritu Santo te retribuirá con Sus dones y regalos. Háblale a Dios con ese lenguaje de gratitud que tanto le agrada.

Ofrenda generosa

En 1ra. de Crónicas 21:24 leemos: Entonces el rey David dijo a Ornán: No, sino que efectivamente la compraré por su justo precio; porque no tomaré para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste.

David dijo que ofrendaría con esfuerzo porque anhelaba provocar a Dios con su regalo generoso. Imítalo y ofrenda con alegría porque el Señor dice que es más bienaventurado el que da que el que recibe. Cuando nos casamos, mi esposa le entregó todo lo que había ahorrado con mucho esfuerzo y su ofrenda fue multiplicada. De la misma forma hacemos ahora nuestras promesas de fe por la construcción de Su ciudad porque sabemos que Dios hace un pacto con cada uno y nuestro regalo quedará grabado en Su memoria. Cada vez que ofrendas verás el gesto de satisfacción en el rostro del Señor. No lo dudes, Él no dejará vacía ninguna mano generosa.

La ofrenda memorial

En el Salmo 20:1-3 leemos: Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, Y desde Sion te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto.

Dios tiene un libro de memorias donde guarda el recuerdo de las ofrendas que ha recibido. Actualmente vivimos una época de conflicto y guerra, nuestros países sufren hambre y violencia, hay dolor en las familias, así que es el momento para ofrendar y obtener la protección que Él da como escudo sobrenatural. El dinero también es escudo, pero tu protección debe ser la que el Señor te ofrece con Su mano poderosa al recordar tu holocausto ante Su altar.

Salmo 21: 2 dice: Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios.

Provoca la gratitud de tu Padre celestial aunque tus bolsillos queden vacíos y tu mente humana no se explique cómo te sustentarás.

El impulso de dar

Mateo 26:13 recuerda: De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.

Dios dijo esto sobre la mujer que siguió su impulso y le dio todo cuanto tenía. Él no olvidó ese regalo como tampoco olvidará el tuyo. Recuerda que cosechas lo que siembras y nadie quiere recibir lo que le sobra a otro. Todos anhelamos recibir fruto abundante que debe surgir de la siembra generosa. Debes provocar Su provisión, tanto como lo hizo David con su tesoro personal, o como sucedió con Salomón y su descendencia. El Señor estaba tan agradecido con la morada edificada por ellos que permitió que fuera recordada como “el templo de Salomón”. Otro buen ejemplo es aquel centurión romano que pedía salud para su siervo y fue escuchado porque había construido una sinagoga que fue agradable delante de Dios.

Escribe una historia de gratitud que el Señor pueda recordar. Él tiene un regalo para cada nación y ciudad, te dice: “llena mi casa porque Yo llenaré la tuya”. Solamente necesita que le demuestres con tu generosidad cuánto deseas recibir Sus dones. Déjate llevar por el impulso de tu fe. Levanta tus manos y entrégale todo lo posees porque Nuestro Padre es Rey de justicia que te sustentará y defenderá en medio del conflicto.

UN HOMBRE EN CONSEJERIA?


«Y Dios creó al hombre a su imagen y a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó.» Génesis 1.27

... y la sociedad los distorsionó

Cuando una persona, sin importar su sexo, solicita consejería pastoral es importante reconocer que debe ser tratada como criatura de Dios, en el sentido de afirmar el valor que tiene ante Él. Sin embargo, existen algunas particularidades de ambos sexos que deben ser consideradas, porque tanto el varón como la mujer socializan de maneras diferentes, lo cual ha influido en la formación de sus respectivas personalidades.

Las Escrituras afirman que el varón y mujer comparten algunas características comunes por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Ambos son personas sociales, inteligentes, con capacidad de elegir, de crear, de hacer lo bueno. Por otro lado, nacer y crecer en una sociedad en una época determinada propicia que tanto el varón como la mujer adopten, por aprendizaje, una forma de vivir su sexualidad, es decir, lo que es ser masculino y ser femenino.

Estas características psico-sociales particulares de la feminidad y masculinidad deben considerarse en el curso de la consejería pastoral, pues conocerlas le provee al consejero sensibilidad frente a sus aconsejados masculinos. Es decir, las particularidades psicológicas y culturales del varón deben ser tomadas en cuenta sin dejar de considerar las características generales o comunes que comparte con la mujer.

Cuando un hombre llega a la terapia se encuentra en una posición de desventaja frente a la mujer, quien sí es consciente de sus emociones

Psicología social del varón

El varón se concibe a sí mismo y se comporta generalmente como una persona dominante, racional , agresiva y conquistadora. Por el contrario, en forma tradicional, la mujer se ha percibido y comportando como una persona sumisa, emocional e interesada en velar por los intereses de los demás. Estas características distintivas del varón propician que muchas veces se rehúse a participar en consejería pastoral y se sienta incómodo en las sesiones de terapia de pareja. Es más, en muchos casos el varón llega a participar en consejería pastoral y/o matrimonial no por propia elección sino por la presión de su esposa. Es común que el varón al llegar a consulta comente «que no sabe por qué resulta necesaria su participación, si para él todo está normal».

La postura desinteresada del varón de participar en terapia matrimonial responde a su formación desde pequeño. «El varón no llora», «el varón no pide ayuda», «el varón no juega con muñecas», todas estas sentencias han sido el mensaje que el varón latinoamericano ha recibido. Es un mensaje distorsionado que le impide entender su lado afectivo. Desde pequeño se le negó entender y explorar esta área de su vida, mucho menos expresarse. Por eso le resulta tan difícil que siendo adulto se le exija hablar de sus emociones y su mundo interior. Desde esta realidad, cuando él llega a la terapia se encuentra en una posición de desventaja frente a la mujer, quien sí es consciente de sus emociones. Entonces, es tarea del consejero iniciar, generalmente, un proceso psico educativo en el varón para ayudarlo a familiarizarse con su mundo interior.

Todo tiempo pasado fue mejor

América Latina ha estado marcada históricamente por sus sociedades agrícolas. En este tipo de sociedades el varón, la mujer y los hijos vivían en estrecha comunicación. Los hijos crecían cercanos a ambos padres, lo cual facilitaba que la identidad de los hijos varones se desarrollara apropiadamente por la presencia constante, física y emocional, del padre y de la madre. Sin embargo, la urbanización afirma la época industrial y posteriormente comercial, y exige que la madre se quede en casa y el padre se ausente por largas horas para involucrarse en trabajos no domésticos. En esta etapa los hijos varones, principalmente, crecen con ciertos sentimientos de inseguridad y con ciertos vacíos emocionales causados por la ausencia del padre.

El padre, como es forzado a quedarse fuera de casa más tiempo, se vuelve menos comunicativo, más encerrado en sí mismo, y así, poco a poco va perdiendo contacto con sus propios sentimientos y con los de sus hijos.

Los hijos a su vez crecen con un vacío relacional parental, lo cual provoca que por producto de la inseguridad que sienten se encubran tras posiciones machistas para evitar enfrentar el dolor psíquico que se siente al no poder acceder, emocional y físicamente, al padre del mismo sexo.

Esta pérdida provoca que inconscientemente el niño se obligue a sí mismo a asumir, mientras crece, una idea distorsionada de lo que significa ser varón. Se identifica como una persona fuerte, no emocional, y que reprime sus sentimientos de sentirse inadecuado.

A su vez, el niño lucha en su interior con una tensión entre dos fuerzas, por un lado, el deseo de encontrar en su madre protección y cariño, y, por el otro, la carga de negarse esa experiencia, porque si se separa consigue afirmar la identidad de varón que la sociedad le impone.

Ejercite paciencia. Cuando el aconsejado tome la postura de negar sus emociones, recuerde que esta es un área que ha estado reprimida por mucho tiempo.

 Cómo proceder en la consulta pastoral y/o matrimonial

Modele para su aconsejado una identidad y un comportamiento varonil integrado. Esta es una de las tareas iniciales que se le requiere al consejero pastoral y/o matrimonial. Como se ha dicho, los varones necesitan un ejemplo sano y restaurado de lo que significa ser varón.

Establezca una alianza con el aconsejado desde el comienzo, porque su posición inicial puede ser de desconfianza hacia el consejero o hacia la utilidad de la consejería. Esta puede llegar a ser una tarea difícil, porque parte de la socialización del varón se basa en desconfiar en los demás, particularmente de otros varones, pues los percibe poco sinceros y como rivales. Si el consejero comparte una experiencia propia sobre lo difícil que le resultó entender su mundo interior y sentirse cómodo con él, podría ayudar a desarrollar cierta confianza en el aconsejado.

Ejercite paciencia. Cuando el aconsejado no se involucre o tome la postura de negar sus emociones, recuerde que esta es un área que ha estado reprimida por mucho tiempo y que por lo tanto no se debe esperar que hable sobre sus sentimientos al mismo nivel de su pareja. En principio, solicítele que hable sobre su trabajo, sobre cómo se gana la vida, y afirme este rol, de ser quien contribuye significativamente con la economía del hogar.

Explíquele las razones históricas por las cuales al varón se le dificulta hablar sobre sus emociones, o expresar sus sentimientos tanto en público como en privado. Coméntele cómo ahora el hombre moderno reconoce que es normal ser afectivo y reconoce su lado femenino que ha sido reprimido por el machismo. En esto, procesa sólo si está seguro de que se ha iniciado la formación de un vínculo de confianza adecuado, y observa progreso en la capacidad de entender e involucrarse en el desarrollo de la terapia.

Permítale a su aconsejado tomarse el tiempo necesario para atreverse a dialogar sobre sus sentimientos más íntimos y profundos o sobre su relación de pareja. No presione, a no ser que en algunos casos sea lo requerido o se haya acordado previamente la necesidad de una confrontación como parte de la estrategia terapéutica.

Modele para su aconsejado cómo podría enfrentar los conflictos de pareja. Use explicaciones y argumentos lógicos antes de dar el ejemplo sobre cómo negociar con la pareja u otros, en diferencias de opinión. Resalte cómo el encuentro con Dios obra cambios y restauraciones en nuestra personalidad. Invítelo a mirar el presente con esperanza sin fijarse o estancarse en el pasado.

Guíelo a ver el futuro como una oportunidad de cambio. Reoriente la conversación acerca del conflicto de pareja a revisar las bases con las que él ha construido su propia identidad y comportamiento de varón para alcanzar corregir ciertos aspectos en favor de sus hijos. Enfoque el diálogo sobre cómo podría mejorar su aporte en la formación de sus hijos si corrigiera ciertas actitudes en su relación con ellos. Estas reformas podrían ayudar a que los hijos construyan su propia identidad varonil en una forma más integral, en la que lo emocional y racional se conecten íntimamente. Resalte cómo un encuentro con Dios obra cambios y restauraciones en nuestra personalidad. Conclusión

Proveer consejería pastoral o matrimonial a varones requiere ciertas consideraciones de género previas. Es posible que antes de trabajar con el problema en cuestión se requiera orientar la consejería a entender y reparar el aspecto de la identidad del varón. Esta es un área muy sensible que él mantiene bajo un sistema de protección muy fuerte, y que por lo tanto despertará resistencias. Sin embargo, cuando el varón ha permitido la restauración de su identidad, como tal, estará en mejores condiciones para trabajar cualquier dificultad o preocupación que guarde sobre su persona, sus emociones, o su relación conyugal.

Las consideraciones a priori que se deben mantener en la consejería con varones es que ellos, así como las mujeres, al ser creación de Dios les urge establecer esta relación con el Padre para entender el propósito y las normas de su vida. En segundo lugar, las consideraciones particulares de los sexos, son importantes cuando se procura entender y ofrecer consejería pastoral o matrimonial a varones.

MATRIMONIO EN CRISIS


Sabemos que instituciones como el matrimonio estan en crisis, pero... como debe actuar un cristiano ?


La nueva cohabitación civil


Desde 1999 se aprobó en Francia la ley que concede status legal a la «unión civil», es decir, a las parejas que se unen «de hecho», al margen de los requisitos exigidos a los matrimonios institucionales. Este reconocimiento favorece a parejas normales o no —heterosexuales como homosexuales.

Más allá de Francia se han creado leyes similares, en Holanda, Suecia, Noruega y Dinamarca. En la práctica, el fenómeno de cohabitación por consentimiento mutuo también se observa en América Latina, aunque —en general— no encuentra sustento en la legislación actual. La pareja se pone de acuerdo para convivir, sin prejuicios ni ceremonias. Para ellos, las tradiciones cristianas no tienen valor. Por ejemplo, las estadísticas revelan que en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, las uniones informales representaban, en 2001, veintiuno por ciento del total de parejas, legales o no. No debe confundirse la llamada «unión civil» con el matrimonio civil, una institución consagrada por la legislación de muchos países del mundo. Los defensores de esta modalidad se apoyan en «la ley de la libertad» y «la ley del amor». La llamada «ley de la libertad» declara que uno es dueño de elegir o cambiar su pareja, siempre que el consenso sea recíproco, sin someterse a tutelas institucionales. Y la supuesta «ley del amor» afirma que la pareja vive unida tan solo mientras conserva el amor recíproco. Si el amor es permanente, los vínculos son indisolubles. Si el amor muere, la unión civil desaparece.

Los resultados que dejan estas prácticas de cohabitación son alarmantes. Ya en 2000 los nacimientos extramatrimoniales totalizaron en la ciudad de Buenos Aires nada menos que cuarenta y ocho por ciento del total (diario Clarín, 23.1.2003). Así, pues, el nuevo comportamiento reduce la cantidad anual de matrimonios institucionales y aumenta el número de hijos inseguros. Además, la crisis social también afecta a las familias ya constituidas, pues hay cónyuges que se ven tentados a divorciarse y seguir el camino de la unión civil, para luego formar una nueva pareja menos comprometida.

La nueva práctica favorece la convivencia «a prueba», la aventura ocasional, la reincidencia en la separación y nuevas uniones, y todo lo que no garantiza un genuino matrimonio perdurable. Fenómenos de esta índole, y sus expresiones legales, preocupan a nuestras iglesias y constituyen un grave problema, que sus pastores deben aprender a atender.

Señales de posible crisis social en las iglesias

La disolución de vínculos matrimoniales no es un problema nuevo. Lo nuevo es el aparato legal que posibilita y apoya la llamada «unión civil». No debe confundirse la llamada «unión civil» con el matrimonio civil, una institución consagrada por la legislación de muchos países del mundo.

En cuanto a nuestra posición, a la luz de la Biblia sabemos que el matrimonio cristiano es equivalente a los esponsales entre Cristo y la Iglesia. (Ef 5.21–33). Por eso, aunque aceptamos la validez del matrimonio civil —no de la «unión civil»—, sostenemos que —en última instancia— el legítimo y verdadero matrimonio cristiano debe fundarse en el seno de la Iglesia (—en el Señor— según 1Co 7.39), pues ambos contrayentes son miembros del cuerpo de Cristo. Si bien nosotros no restamos mérito al matrimonio civil, nada puede sustituir al consentimiento divino. En el Génesis, la creación del hombre y la institución del matrimonio constituyen una unidad decidida por el supremo Hacedor. A su vez, el matrimonio cristiano se consagra en nombre de Dios, con las normas de convivencia enseñadas en el Nuevo Testamento.

La crisis social se hace notar en las iglesias cuando existen parejas irregulares en la congregación o en torno a ella, o cuando los creyentes ceden a la tentación del nuevo fenómeno de la «unión civil», contagiados por las ideas profanas. Es imposible olvidar que el matrimonio cristiano es el fiel reflejo de la unión entre el Señor y su pueblo, como afirmamos en el párrafo anterior. El Señor se transforma así en el testigo de una alianza que no se limita al plano horizontal. Es una alianza que posee una proyección vertical, porque Cristo mismo la protagoniza. Esto tiene suma importancia, pues la infidelidad matrimonial también es infidelidad a Dios según la doctrina neotestamentaria del matrimonio, aunque no exista el hecho específico del adulterio, como veremos después.

La prevención debe comenzar en los primeros años de vida, para que desde el principio los niños aprendan la importancia de la fidelidad matrimonial, como una evidencia de la fidelidad a Dios.

Por ello, al referirnos a la «unión civil» que amenaza a las iglesias, es necesario observar que, además del adulterio, hay «infidelidades matrimoniales» que —sin caracterizarse por la relación específicamente sexual— también deben ser reconocidas como un temible peligro.

Infidelidades sin relaciones sexuales extraconyugales

Según el diccionario, adulterio es la «acción de sostener una persona casada relaciones sexuales con otra persona distinta de su cónyuge».

Pero existen conductas de infidelidad que, sin que ocurra el adulterio, ofenden a Dios y a la institución matrimonial porque constituyen una ruptura del solemne pacto que es la piedra angular de la familia. Como ilustración, presentamos los tres casos siguientes:

  1. Infidelidad injuriosa: no se caracteriza por el acto del adulterio, sino por la embestida sistemática contra la institución matrimonial en sí, cuyo origen puede ser psicopatológico o no. Por ejemplo, el desprecio hacia el cónyuge, persecución, difamación, ridiculización y otros vejámenes. También las expresiones contra el matrimonio civil y sus responsabilidades.

  2. Infidelidad técnica: cónyuge que, en vez de preferir a su pareja, prefiere más a su empresa, su club, su profesión, su hobby, su entorno social, sus ídolos deportivos, sus padres, sus hijos, etcétera, y deja en segundo o tercer lugar a su esposa o esposo, aunque no tiene aventuras extramatrimoniales.

  3. Infidelidad mística: cónyuge que, por delirios místicos, abandona o descuida gravemente a su pareja, buscando supuestas «experiencias espirituales». En estos casos el cónyuge-víctima ha sido reemplazado por agentes que entorpecen, deterioran y, aún, destruyen los vínculos matrimoniales. El cónyuge-culpable es el responsable de la infidelidad, aunque —eventualmente-— hay casos es los que ambos contribuyen al estallido del conflicto.


Cuando Job defiende su integridad (cap. 31), considera como adulterio mirar a una virgen, o dejar que su corazón vaya tras sus ojos (vv. y 7). En Mateo 5.27–28, Jesús dice: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón». El Señor, pues, denuncia y reprende también la infidelidad del ojo o del pensamiento, sin que se haya incurrido en la relación sexual.

Otras causas de diversos tipos de infidelidad conyugal

En el terreno concreto de la relación adúltera suelen mencionarse tres clases de posibles causas:

  1. En el plano psicológico: patologías varias (por ej., por antecedentes familiares): obsesivos sexuales, sicópatas, sicóticos, drogadictos, alcohólicos, etcétera.

  2. En el plano social: soledad, deslumbramiento, necesidad de seguir sintiéndose «atractivo» o «atractiva», etcétera.

  3. En el plano espiritual: tentaciones varias, seducción, degeneración moral, etcétera.


Para Dios el pecado siempre es pecado

Por supuesto, pese a la psicopatología, para Dios el pecado siempre es pecado. Si existe desequilibrio mental se necesitará aplicar también la terapia adecuada, junto con el ministerio espiritual.

Años atrás la revista evangélica The Baptist Standard (mayo 25, 1994) sugirió tener en cuenta las siguientes señales —entre otras— como causas o síntomas de violencia familiar que pueden acompañar o producir la infidelidad conyugal:

- Celos obsesivos

- Excesivo control sobre su cónyuge

- Expectativas irreales en cuanto a que el esposo/esposa cumpla cada deseo del cónyuge agresor

- Intento de aislar al cónyuge, procurando separarlo de sus amistades / relaciones / familia.

- Acusar a los demás por los problemas y sentimientos hostiles del propio agresor

- Abuso verbal, atacando incluso el carácter y las habilidades de su cónyuge

- Rígidos estereotipos en cuanto al rol de cada uno (Discusiones por distintos criterios en cuanto al dinero)

- Cambios de actitud repentinos / temporales, tipo «Dr. Jeckyll y Mr. Hyde»

Es de esperar que el pastor sea sensible ante las evidencias externas de conflictos matrimoniales secretos. Hay síntomas precursores que pueden presentarse con una gran anticipación al visible estallido de la crisis que había estado oculta.

Prevención de crisis matrimoniales

«No daréis vuestras hijas a los hijos de ellos, ni sus hijas tomaréis para vuestros hijos» (Es 9.12). Ese era el mandamiento que Dios había dado a Esdras para evitar los conflictos matrimoniales en parejas de distinta religión. El consejo era preventivo.

Debían casarse con jóvenes de su misma fe. Y eso resultaba necesario recordarlo antes de contraer matrimonio. Si bien es cierto que también existen otras causas de crisis matrimoniales y que engendran infidelidades, muchas parejas llegan a padecer gravísimos conflictos por no haber respetado esta exhortación divina.

La prevención debe comenzar en los primeros años de vida, para que desde el principio los niños aprendan la importancia de la fidelidad matrimonial, como una evidencia de la fidelidad a Dios. En el hogar y la iglesia la enseñanza de ese tema tiene que ocupar un lugar sobresaliente, de modo que, cuando llegue el día de las bodas, los cónyuges sepan que se unen para siempre. «Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla» (He 13.4).