LAS IGLESIAS QUE LOS APÓSTOLES NOS DEJARON

El autor presenta en este libro siete comunidades del Nuevo Testamento, subrayando sus características, sus diferencias, sus diversas maneras de vincularse con la tradición de Jesús y de los apóstoles. 

Esta es una obra rigurosa y muy legible, que incluye una nueva traducción al castellano y que puede ayudar a superar los gestos autoritarios y sectarios en favor del diálogo libre y tolerante.

EL JESÚS DEFORMADO


«¿Tuvo Jesús un hijo con María Magdalena? 
¿Fue un cínico, un místico o tal vez incluso un gnóstico? 
¿Fingió su muerte y salió clandestinamente de Tierra Santa? ¿Escapó a Egipto? 
¿Escribió cartas al Sanedrín judío y explicó que todo había sido un error, que él nunca había pretendido ser el Hijo de Dios? ¿Celebró –veinticinco años después de la crucifixión– la Última Cena con sus amigos? 
¿Se ha encontrado el sepulcro de Jesús? 
¿Se ha hallado el sepulcro de su padre? 
¿Son de fiar los evangelios del Nuevo Testamento? 
¿Hay otras fuentes mejores para el estudio de la vida y la enseñanza de Jesús? 
¿Hablan sobre Jesús los manuscritos del Mar Muerto? 
¿Es verdadero el relato evangélico? 
¿Hay una conspiración para ocultar la verdad? 
Y, sobre todo, ¿existió Jesús realmente?»


     Todas estas cosas se han afirmado en algunos libros recientes sobre Jesús. Craig Evans muestra por qué la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento no las aceptan.

     Parece que el estudio histórico de los evangelios nos ofrece una nueva imagen de Jesús cada primavera. Cuanto más insólita es esa imagen, cuanto más se aleja de la visión tradicional de Jesús, tanta mayor atención recibe en los medios de comunicación populares. ¿Por qué algunos estudiosos son tan propensos a fabricar un nuevo Jesús? ¿Qué métodos y suposiciones les predisponen para tergiversar los datos de nuestras fuentes? Craig Evans ofrece una aproximación sobria y sensata para examinar las fuentes, con el fin de encontrar y comprender al verdadero Jesús, el Jesús de la historia.



TODA LA BIBLIA EN UN AÑO

Toda la Biblia en un año explora la narrativa bíblica desde la creación, en Génesis 1, hasta los últimos tiempos, en Apocalipsis 22; abarca las enseñanzas esenciales de la fe cristiana y reflexiona sobre las fechas importantes para la Iglesia.

John Stott, uno de los maestros de la Biblia más respetados de nuestros tiempos, comparte 365 lecturas devocionales completamente originales, cuidadosamente seleccionadas para cada día del año y que apuntan directo al corazón de los textos.

PERSONAS VÍRICAS, VAMPIROS DE ENERGÍA VITAL

¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta ese momento no se había manifestado. 

Es igual que un virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida. El origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la falta de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El mundo está lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras malévolas que dejan memoria y cicatriz.

PERSONALIDADES VIRALES 

Víricos pasivos. En esta categoría están los victimistas, los que echan la culpa de todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que les ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan su malestar. Si le escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a través de la queja y eso es cómodo. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza, frustración y apatía. 

Víricos caraduras. Son los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de estar atentos a sus necesidades. No mantienen relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”, aprovechamiento y resignación. 

Víricos criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien, les potencia su frustración como personas. No saben competir si no es destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la crítica. Y la culpa luego arrastra al virus del remordimiento. Víricos malintencionados. 

Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. 

Con estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad. Víricos psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino en serie para ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor a los demás sin sentir la menor culpabilidad ni remordimiento. 

De estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.   

CÓMO DEFENDERSE Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan sus penas sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque optan por el camino fácil: llorar. Y si no lo hace, decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Ante el virus de pedir, el antivirus de decir no. 

Si usted no hace prevalecer sus necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo. No permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no estén presentes. 

Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté presente. Y si se trata de rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o exagerados. Se propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con un criticón. 

Y por último, no permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. 

El que le daña no le quiere; olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre los amigos. 

Rodéese de personas de bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz, con las que salga con las pilas recargadas. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar.