LO QUE TE FALTA

En Juan 2, vemos a Jesús que cambia el agua en vino y la gente comenzó a creer y a seguirle por las señales.  Muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. 24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos; 25 y no necesitaba que nadie le explicara nada acerca del hombre, pues él sabía lo que hay en el hombre.  
Algo importante que se nos enseña es que Jesús sabía quienes creían, quienes no creían y quienes le iban a entregar.  Solamente Dios puede saber que no le crees, y aun así seguir amándote.  Jesús no solamente buscaba gente que lo siguiera por los milagros y las señales, no buscaba tener una relación superficial.  Jesús buscaba a aquellos que estaban dispuestos a hacer lo mismo que Él hizo: Dejarlo todo. 
En Juan 6:60, en adelante, cuando Jesús comienza a hablar palabras de vida eterna, los discípulos le dicen: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 
Mientras Jesús continuaba hablando a las multitudes, algunos discípulos dejaron de seguirle y volvieron atrás.  Multitudes pueden venir a la iglesia buscando palabras de aliento, y siempre Dios tendrá milagros para ellos, panes y peces para aquellos que lo necesiten, pero, en medio de las multitudes, Dios busca gente que, a medida que la palabra se ponga más dura, estén dispuestos a continuar siguiéndole. 
Jesús les dice a los doce: ¿Se quieren ir ustedes también?  Y, Pedro contesta: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 
El joven rico al que Jesús dijo que vendiera sus posesiones y le siguiera –esto, en respuesta a su pregunta de qué debía hacer para ganar la vida eterna- era principal de la sinagoga.  El principal de la Sinagoga no era escogido o asignado por linaje, sino que el pueblo escogía al más espiritual.  Este joven servía a Dios.  Podemos saber que tenía éxito, porque la gente lo llevó a ese nivel de líder en su nación, pero le faltaba algo.  El problema fue que no aceptó la palabra dura que produce la vida eterna.
Lo que produce la vida eterna no es un día que entregaste tu vida al Señor.  La vida eterna es la vida misma de Dios en ti.  Este joven sabía que, aunque delante de todos lo tenía todo, le faltaba algo en su interior.  El problema está en que, cuando esto sucede, Dios te habla, pero, como es una palabra dura, entonces no estás dispuesto a seguirle.  Queremos lo que necesitamos, pero no estamos dispuestos a pagar el precio. 
Muchos llegan a ese punto en su vida que, teniéndolo todo, reconocen que les hace falta algo.  El saber que te hace falta algo, no es malo, si vas al lugar correcto a buscarlo.  Ve a los pies de Cristo.  

DIOS QUIERE HABLARTE

En Lucas, hay cuatro historias donde Jesús le dice a una persona: Tu fe te ha salvado.  Lo impresionante es que los cuatro eran samaritanos, quienes, curiosamente, eran menospreciados y criticados, no por el mundo, sino por la iglesia.  ¿Podrían los samaritanos, siendo tan criticados y condenados por la religión, ser salvos? 
Jesús envía a los leprosos que fueran a los sacerdotes porque, bajo la ley, era el sacerdote quien determinaba que estaban limpios.  Declararlos limpios significaba volver a la sociedad, volver al sistema, y poder volver a la iglesia.  Pero el leproso samaritano no sabe de la ley religiosa, lo que sí sabía es que estaba leproso y que fue limpio.  Realmente, el leproso samaritano, aunque fuera ante los sacerdotes, nunca sería aceptado en la iglesia porque era samaritano. 
Pero, aunque nueve fueron declarados limpios por el sacerdote, solo uno fue declarado salvo.  No se es salvo porque la religión diga que eres salvo, por cumplir los estándares que ellos quieren que se cumplan.  Se es salvo porque se obedece la palabra y, mientras otros buscan aprobación, hemos decidido regresar a Aquel que hizo el milagro en nuestras vidas, para recibir lo que se había perdido.
Por ser samaritano, habrá lugares que no te aceptarán y te cerrarán las puertas, pero no les sigas el juego para que te declaren limpio.  El único que te puede declarar salvo es el Señor Jesucristo.  Y ese es el poder del arrepentimiento, no ir, ni hacer lo que otros hacen para buscar aprobación y ser parte.  Mejor ser como el leproso samaritano que volvió a Jesús.  Esto no es fácil, porque significa darle la espalda a los otros nueve que estaban contigo, pero eres salvo porque Él lo dijo.
Arrepentirse es volver porque, mientras la religión y el mundo no te miraban, te dejaron aparte, ni se acordaban de ti, no pusieron ni pan ni dinero en tu mano, sino que te criticaban y te condenaban, Dios escuchó tu clamor, desde lejos te miró, te limpió y te salvó. 
El poder de la salvación se manifiesta en aquellos que reconocemos que fuimos limpios de la lepra y nos acercamos, nos postramos a Sus pies a decirle: Señor, háblame y asegura mi vida, y que pueda recuperar lo perdido.  El poder de la salvación está en aquellos que reconocen quién les ama y les recibe, aquellos que vuelven dando gracias y se rinden a sus pies para que les hable.
Muchos te podrán decir que eres limpio, pero el único que te salva es Jesucristo.

NO CREAS LA MENTIRA

Cuando estudiamos la palabra del Señor, nos percatamos de que, aquel momento en el que María Magdalena lloraba en la tumba del Señor, no era la única vez que alguien lloraba en una tumba. Abraham lloró frente a la tumba de Sarah. Hubo una mujer que se acercó llorando a Jesús porque iba camino a enterrar a su hijo. En aquella ocasión, Jesús levantó a aquel muchacho. Vemos a Jairo, llorando la muerte de su hija. También en aquella ocasión, Jesús levantó a aquella niña.
Vemos al mismo Cristo llorar frente a la tumba de Lázaro. No porque Lázaro estuviera muerto, sino por la incredulidad de aquellos que le rodeaban. Y ahora, en el libro de Juan, vemos a esta mujer llorar, hasta el punto en que ya no había más lágrimas.
María Magdalena llevaba 3 días llorando. Había visto a Jesús recibiendo todos aquellos azotes, ser crucificado, pasar toda aquella humillación. La Biblia dice que ella estaba a los pies del Maestro al momento de la crucifixión. Probablemente, su dolor era ver morir en aquella cruz, no tan solo al hombre que la había liberado, sino pensar que también podría estar llevando con él esa libertad que ella había experimentado.
Cuando la vemos llorar frente a la tumba, lo hace porque quiere el cuerpo del Maestro.
No hace falta tener el cuerpo de una persona que ha fallecido para tú entonces dejar de llorar, porque no lloramos por el cuerpo o porque la persona no esté ahí, sino por todas las cosas a nuestro alrededor que quedan inconclusas, por no saber cómo cerraremos esos capítulos de nuestra vida. A veces, en realidad, todo lo que necesitamos es que alguien nos entienda.
Muchos van a la iglesia a encontrarse con Aquel que, años atrás, cambió sus vidas, en lugar de ir a encontrarse con el Cristo resucitado. El Cristo resucitado es Aquel del que se nos habla en Hebreos, que es nuestro Sumo Sacerdote, quien sí nos entiende, porque se puso en nuestro lugar, sufrió nuestros dolores, y ahora aboga por nosotros.
Luego de la resurrección de Cristo, la Biblia dice que pagaron mucho dinero para que los soldados dijeran una mentira: Que el cuerpo de Cristo había sido robado. Todo esto, para que nadie creyera en la resurrección. Por esto, cuando el ángel le pregunta a María Magdalena “¿por qué lloras?”, su respuesta fue: Se robaron el cuerpo. María creyó la mentira.
Lo que nos hace llorar no necesariamente son los eventos, sino las mentiras, las especulaciones. María podía preguntarse: Si se robaron el cuerpo, entonces, lo que él hizo en mí, ¿habrá sido real? ¿Será algo meramente de un instante, o será permanente?
¿Cuántas mentiras tú has creído que te han llevado a andar llorando y buscando el cuerpo para tratar de hacer un cierre en tu vida?
Aquella mujer fue con especies, para preservar el cuerpo. Algunos, guardan cuerpos muertos en sus vidas. Hay quienes hacen lo que sea, por preservar algo que ya no vale el esfuerzo conservar. Quizás es un negocio, una relación. Pero el cuerpo no da un cierre. Abraham tenía el cuerpo de Sarah, y eso no le ayudó. Tenían el cuerpo de Lázaro, y eso no evito que lloraran. Y es que no lloramos por aquello que tratamos de preservar, sino porque vivimos rodeados de gente, pero pensamos que nadie nos entiende.
A ti te han dicho que te robaron la vida cuando te robaron el negocio, el matrimonio; que los problemas del pasado han removido tus oportunidades, tus posibilidades. Estás tratando de agarrar lo último que te queda, el cuerpo; pero tiene que haber un momento en que entiendas que, lo que Cristo había dicho, se cumplió. No creas más la mentira que el mundo ha querido que creas. Cree lo que Dios ha dicho de ti, la palabra que él ya te ha dado.

PACIFICADORES: UNA GUÍA BÍBLICA PARA LA RESOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS PERSONALES

Jesús llama Bienaventurados a aquellos que buscan la paz. 

En este importante libro el autor nos dice que el papel de los Pastores y Cristianos en general no es el de crear conflictos sino el de desarmarlos.

Los pacificadores son personas que respiran gracia. 

Toman constantemente de la bondad y el poder de Jesucristo, y luego traen su amor, misericordia, perdón, fortaleza y sabiduría a los conflictos de la vida diaria. 

Dios disfruta de transmitir su gracia a través de pacificadores y usarlos para disipar el enojo, mejorar el entendimiento, promover la justicia y alentar el arrepentimiento y la reconciliación.