QUE VES CUANDO ESTAS EN PROBLEMAS?


Cada vez que nos enfrentamos a situaciones difíciles, enfocamos nuestra visión en ellas precisamente pensando en cómo resolverlas, a quien pedir ayuda, cuando terminarán, etc. Así que en medio de las dificultades pensamos en las dificultades y comenzamos a girar en torno a ellas como un corcho en un remolino, haciendo que nuestras emociones reaccionen presionen a tomar decisiones equivocadas. Mirar por encima de las circunstancias es una característica de quienes tienen visión y han establecido metas claras para alcanzarla, pues saben evaluar las situaciones y actuar siempre mirando el futuro contemplando la meta final y el premio a recibir. Si miras las dificultades como el problema, terminarás metido en un problema; si ves las dificultades como oportunidades para cambiar y crecer, tomarás medidas necesarias siendo proactivo(a). Anímate, Dios tiene planes para ti.

*Citas para meditar:

2Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
(Reina Valera 1909)
', CAPTION, '
Colosenses 3:2
', CAPTIONSIZE, 3, CAPTIONFONT, 'Arial', CAPCOLOR, '#FFFFAA', BGCOLOR, '#5E5AA1', FGCOLOR, '#FFFFDE', BORDER, 2, TEXTSIZE, 2, TEXTCOLOR, '#300090', WIDTH, '300');" onmouseout="return nd();">Colosenses 3:2
.- “Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios”.

1DIOS es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.2Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida; Aunque se traspasen los montes al corazón de la mar.
(Reina Valera 1909)
', CAPTION, '
Salmos 46:1-2
', CAPTIONSIZE, 3, CAPTIONFONT, 'Arial', CAPCOLOR, '#FFFFAA', BGCOLOR, '#5E5AA1', FGCOLOR, '#FFFFDE', BORDER, 2, TEXTSIZE, 2, TEXTCOLOR, '#300090', WIDTH, '300');" onmouseout="return nd();">Salmos 46:1-2
.- “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar”.



RESTAURACION


“Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” Isaías 41.13

¿Cómo cambio mi condición?

En el Nuevo Testamento restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las redes rotas.

Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de utilidad para la pesca. Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo.

Solemos decir: “úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia.” Y el Señor dice,: “pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red, y después volverás a ser útil en mi servicio.

Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva.

Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros... ni es a fuerza de obra humana sino por gracia; la gracia de Dios.

Dice en Filipenses 1:6, que: “El que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo”. Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él.

La palabra dice que la perfeccionará, o sea que va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la palabra nos enseña que
vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su tiempo.

Cuando nos convertimos a Jesucristo, vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos que al Señor no le agradaban; renunciamos a confiar en las prácticas de curar el empacho, tirar el cuerito, y a todas esas cosas que el Señor abomina.

Pero, qué sucede con las conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos desatinos.

Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá alguna causa que me provoque actuar así?

Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente, poder tener una vida nueva con mi familia,… pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo?

El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: ¿Quién esta conciente de sus propios errores? Perdóname aquellos de los que no estoy conciente.

Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu Santo de esta manera: “Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores. Yo no lo sé, el Espíritu de Dios lo sabe. Líbrame de lo que yo no conozco. Ilumina, Espíritu Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada”.

El Espíritu Santo va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y guardadas las cosas feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas.

En una oportunidad hablé del sótano de la casa de mi infancia,… al cual yo nunca quería bajar porque era oscuro,.. húmedo,. lleno de telarañas, y siempre pensaba que ahí me iba a encontrar algún fantasma,…. algún monstruo.

Así es nuestro “sótano” interior, al que hay que bajar con la luz del Espíritu Santo, para ver qué hay en la parte más oscura, en la más oculta; ver qué es lo que nos hace actuar como nosotros no queremos.

Debemos encontrar esas cosas misteriosas a las cuales tememos, y no obstante están en nuestro corazón. Debemos llegar de la mano del Espíritu Santo, porque es mejor hacer este recorrido con EL que ir solos.

Podemos ver cristianos que no están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero se sienten mal.

Pasan mucho tiempo en estado de angustia o tienen temores,.. ansiedad, problemas de relación en su familia: con los hijos o con los esposos; problemas de relación en los trabajos, problemas de relación en la Iglesia y entonces, ¿qué pasa?, ¿son cristianos, son obedientes, pero qué sucede? Sucede que hay sufrimientos y heridas que no los toca la conversión.

Con el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas profundas, sentimientos que necesitan una curación especial por parte del Espíritu.

Algunos dicen: “Bueno, si usted sigue así, y todavía está triste y no anda bien su vida, será porque no ora lo suficiente, ore más, tiene que hacer más oraciones”.
En fin, alabado sea el Señor si podemos orar más, pero con orar más, tampoco alcanza.

Otros dicen: “Lo que pasa es que usted no tiene fe, por eso las cosas no le van bien, tiene una fe muy débil”.

O peor aún, se les crean demonios por todos lados: demonio de tristeza, demonio de angustia, demonio de depresión, y esto provoca mayor desilusión, porque no pueden entender los errores ocultos, se sienten aún más afligidos, terminan creyendo que realmente no están orando bien o que están poseídos.

Hay una enorme cantidad de personas que aman al Señor, que conocen las Escrituras y, no obstante, no pueden evitar aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,… tener ataques de ira o ser muy críticos de los demás.

Pablo en Romano 7:15 expresa claramente esta situación cuando dice: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”.
“Yo no quería tratar a mis hijos de la misma manera que lo hicieron conmigo... Es algo que aborrezco, pero lo hago”.

“Yo no quiero para mi matrimonio la misma relación que tuvieron mis padres, pero no entiendo por qué razón voy en camino a hacer exactamente lo mismo”. Estas son algunas expresiones de este fenómeno que parece incontrolable e inexplicable.

Romanos resume esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué siguen viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden tratar mejor a las personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente.

Pero hay Buenas Nuevas. El Espíritu Santo es capaz de develar esta situación, si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones sin oponer resistencia.

Tiene que llegar a su interior, tiene que tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones.

Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan, se inflaman, provocan más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se dispersan y contagian a otros.

Una restauración se produce luego de una -a veces dolorosa- remoción.
Hay que estar dispuesto y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida.
Tantas veces una muela –cuya raíz está infectada- tiene como solución la vía “incomoda” de ser extirpada para que no vuelva a molestar ni a contaminar al resto.

Es cierto que, por temor al “tirón” o al hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos que son soluciones momentáneas.

En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de religiosidad o sobre esfuerzos o “buenas obras” que puedan compensar lo que “hacemos y no entendemos”.

Las heridas del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos avergüenza.

Delante de Dios podemos poner todo tal cual está, pero lo que no hay que hacer es tratar de tapar, decir: “Bueno, yo siento esto pero no, mejor dejémoslo. No hablemos del asunto. Prefiero no hablar. Esto es horrible. Mejor no acordarse”.
Cuando una persona puede recordar en paz, cualquier cosa que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar, porque está en paz.

Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene que dejar espacios en blanco que son innombrables, que son “irrecordables”, es porque ahí algo pasó.

Y hay que llegar con el Espíritu Santo para que nuestra vida, nuestra historia sea tal, que podamos asumirla; podamos saber que hemos sido de determinada manera, que hemos conocido al Señor, que hemos tenido una familia en la que nacimos, que nos ha pasado tal o cual cosa.

Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos permite tener paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de Cristo.
Si vamos al médico porque tenemos una infección en el oído o en la garganta, es muy probable que el médico nos dé un antibiótico y diga: “Usted debe cumplir con el tratamiento. No se trata de que tome una pastilla y ya está curado. Puede llevar siete o diez días de antibióticos, no los interrumpa, para que pueda ser sanado”.
Esta clase de curación es la del Espíritu Santo.

Nos dice: “Llegaste a mí, con esta herida, empecé a tratarla, deja que siga tratando, no huyas, no la tapes, con el solo hecho de que yo haya empezado a tratar esta parte de tu vida o este recuerdo, no quiere decir que ya estés sanado. Vas a iniciar un proceso en el cual yo te voy a ir sanando.”

Pero por lo general, todos actuamos ansiosamente y queremos ¡ya!, ¡rápido!, ¡ahora!, una solución inmediata, un píldora y, sin más trámite, estar bien. Una oración y me sanaron de las heridas de toda mi vida.

Y el Espíritu Santo dice que él nos perfeccionará. La Sanidad Interior va a actuar gradualmente, la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso.

Hay que esperar. A veces no es fácil, pero hay que esperar. Dejar que el Señor haga su obra.
Muchas personas no dejan que Dios sea Dios.
Le voy a compartir algo que pasa muy frecuentemente por si a usted también le ocurre. Es muy común que los padres tengan luchas con los hijos; en la consejería pastoral le sugerimos a los padres que entreguen ese hijo al Espíritu Santo, que lo pongan en las manos del Señor y oren por él cada día:
“Señor, te dejo obrar en esto que yo no puedo. No puedo manejar lo que está haciendo mi hijo. Señor te lo doy. No quiero estar ansioso sobre él todo el día preguntándole qué hizo, con quién estuvo, dónde estuvo, qué pasó, por eso, te lo entrego a ti.”

Es cierto que hay hijos que están comprometidos con cosas peligrosas, pero los padres deben día a día librar la batalla espiritual en oración y dejar que el Señor los cuide.

Sin embargo, esto no parece ser un trámite sencillo. A veces, los papás y las mamás no terminan de confiarle sus hijos al Señor y quieren estar controlándolo todo.

Hace un tiempo atrás hablaba con la madre de una joven que había estado con una depresión muy grave. Por mucho tiempo recibió tratamiento, y por supuesto, fue sanada; el cuadro grave de la depresión había pasado, pero cada vez que esta joven suspira o se entristece por algo, su mamá se pone tan ansiosa y tiene tanto miedo de que vuelva a enfermar, que quiere controlar cada gesto de su hija.
Esta actitud de la madre es totalmente contraproducente para la joven, la hace sentir insegura y termina deprimiéndose.

En confianza, pude preguntarle a esta mamá, que era una fiel cristiana, cuándo le iba a entregar su hija al Espíritu Santo y cuándo iba a dejar de controlarla para que la controlara Él.
Y ella me respondió: “Tantas veces se la di”. Si tantas veces tuvo que dar a su hija al control del Espíritu Santo, quiere decir que muy convencida no lo hizo ninguna.
La cuestión aquí es si controla Él o controla usted. Él tiene el control o lo tiene usted.

Lo deja obrar a Él o usted se mete en el medio con su ansiedad, intentando hacer algo que no ha podido lograr en bastante tiempo.

Si le pidió a Dios por su hijo y se lo entregó a Él, déjelo que Él actúe. A veces nos ponemos tan ansiosos que no dejamos que el Espíritu Santo cumpla su obra. A veces nos ponemos en el medio y entorpecemos las cosas, porque estamos siempre apurados, queremos ver ese resultado ya, y esto habla de una confianza floja en el Señor.

Jairo llamó a Jesús, recurrió a Él, y dejó que Él obrara. Jairo era un padre que tenía confianza, que tenía fe en el Señor, y no se metió en el medio a decirle a Jesús nada sobre lo que pasaba.

En cambio, dejó obrar a Jesús, y su hija fue restaurada. Esta es la actitud que nos pide el Espíritu Santo. Una vez que Dios inicia la obra en su vida o en la de un ser querido, debe dejarlo obrar a Él.

Hasta aquí cargó con esto, y no pudo solucionarlo. Ahora déjelo obrar a Dios. Deje que Él sea Dios. Si queremos verdaderamente ser restaurado debemos dar pasos concretos y no solo esperar que el poder de lo sobrenatural de Dios actué en nosotros lo cual puede actuar sin duda, pero Dios quiere que nosotros seamos también parte de ese cambio que Dios va actuar en nosotros.

¡Tenemos que saber que!

Primero debemos tratar con nosotros mismos: somos la parte más difícil del cambio, aunque tratemos de darle la culpa a otros, el problema está en nosotros. No podemos buscar responsables de las cosas que nos pasan siempre. Es tiempo que también digamos bueno yo soy responsable también.

Segundo vivimos cómodamente en una vida de satisfacción propia, siendo el centro nosotros mismos de nuestro bienestar, igual que los bebes, ellos si tienen todo lo que necesitan están felices, en cuanto les falta algo se ponen a llorar. Así somos muchas veces y esto es muy malo, es como vivir en una isla y somos el centro de todo y todo gira a nuestro alrededor. Por lo que es imposible tomar una actitud de sacrificio y dejar de lado algo que no nos hace bien.

Tercero no confiamos en nadie es decir menospreciamos todo lo que no sea según nuestro pensamiento y muchas veces no nos damos cuenta que nuestra mente está limitada a ver ya que los sentimientos y las circunstancias nos nublan los ojos. Esto incluye a Dios en quien sólo vamos a confiar cuando nada de lo nuestro funcione. ¿Saben cómo se llama eso?... testarudez, desconocimiento, ignorancia.
A veces tomamos un cambio pero lo hacemos en el ámbito de nuestra mente decimos ¡si a partir de mañana voy a restaurar mi vida!, quiero esto y lo otro ,etc. Pero sólo hemos tomado esa decisión en nuestra mente y llevar esa decisión al ámbito de la realidad es por lo que no estamos dispuestos a pasar.

¿Quieres realmente ser restaurado? Si tu respuesta es si te mostraré hoy los 7 pasos para la restauración. Quiero asegurarte que si sigues paso a paso esto, meditando sobre ellos tú serás restaurado en un 100%, estoy seguro de esto y es más serás de bendición.
Debo aclarar que no es sencillo cada paso como parece, ya que es importante que no tomes esos pasos en el ámbito de tu mente sino que lo tomes también en el ámbito de los hechos y des los pasos necesarios y correctos para esto.

En los alcohólicos anónimos tienen ellos 12 pasos, si bien son muy útiles se diferencian de los nuestros que nosotros nos sometemos enteramente a la palabra de Dios en todo y esto es muy importante a la hora de tomarlos.
Léelos detenidamente imagínate que estas delante de muchas personas y estás diciendo esto en voz alta y todos te escuchan.
No te apresures a pasar rápidamente de uno al otro, trata de medir las consecuencias de cada paso y lo que ellos significan.
Finalmente medita claramente en los textos bíblicos que están al final de cada paso.


Los 7 pasos


  1. Admito que no tengo la capacidad de afrontar mi problema solo y necesito enderezar mis pasos con la ayuda y el poder de Dios. Isaías 41.13, Salmo 40.2 – Mateo 5.3, 1 Samuel 2.9 ( Dejar el señorío propio)

  2. Reconozco que solo el poder de Dios a través de Jesucristo puede enderezar mis pasos y hacerme una nueva criatura. Juan 10.10, Salmo 37.5 . Proverbios 3.5-6

  3. Acepto la palabra de Dios como guía en todo aspecto mi vida, decido obedecerla incondicionalmente. Salmo 119.105 Juan 17.17 Lucas 6:46

  4. Realizaré un detallado y sincero inventario moral de mi vida para reconocer la naturaleza exacta de mis faltas y pecado, tratando de así si es posible reparar el daño causado.1 Juan 1.9

  5. Comenzaré sin desesperarme y aceptando la voluntad de Dios en todo, a dar pasos genuinos que me lleven a un cambio en mi comportamiento, carácter y forma de vida. Mateo 6.33, Efesios 4.22-25

  6. Remplazaré los conceptos de la vida que me gobernaban antes por los nuevos que la palabra de Dios me marcan. Romanos 12.2-3 Efesios 2.2

  7. Seré de testimonios a otros, para que así como yo he encontrado libertad otros también la encuentren. Hebreos 13.16