MARTA O MARIA?


Cuando leo este pasaje surge en mi corazón cierta inevitable sensación de culpa. Me gustaría ser como María, pero la presión de la vida frecuentemente me lleva a ser más como Marta. Eso no quita que admire a María, pues me parece que ella representa el ideal al cual me gustaría arribar, la persona que logra desligarse de las interminables tareas de cada día para sentarse, absorta, a los pies de Cristo. En ocasiones, incluso, he utilizado la imagen de María para animar a algún hiperactivo a que intente reducir la intensidad de sus actividades para que pase más tiempo con el Señor. El problema es que mis mejores esfuerzos nunca parecen lograr el escurridizo equilibrio que tanto anhelo.

En la intimidad de mi corazón, sin embargo, confieso que considero a María poco práctica, desentendida de obligaciones que no se pueden ignorar. Entiendo el fastidio de Marta. Ella escogió una actividad menos «espiritual» que estar sentada a los pies de Cristo, pues... ¡alguien tenía que ocuparse de la comida! ¿O no?

Yo también llevo una Marta en mi corazón que me recuerda, a cada rato, que no me olvide de la familia, que no desatienda el trabajo, que asista a cuantas reuniones pueda, que realice las llamadas y escriba los correos que tengo pendientes. En fin, Marta no admite que existan momentos en que «pierda» tiempo, porque es tanto lo que aún queda por cumplir.

No se trata de elegir

¿Por qué nos dejaría Lucas esta historia si lo único que produce en es frustración? ¿El llamado de Jesús en ella consiste simplemente a lograr mayor equilibrio entre las responsabilidades de cada día y los momentos dedicados a buscar la presencia de Dios? Creo que un enorme porcentaje del pueblo de Dios, influenciados por la actual perspectiva de la vida espiritual entre los evangélicos, me darían la razón en lo siguiente: Esto es, precisamente, lo que Jesús quiso enseñar. El problema es que mis mejores esfuerzos nunca parecen lograr el escurridizo equilibrio que tanto anhelo.

Richard Foster, describe a la perfección lo que yo experimento a diario: «Dentro de nuestro ser existe un verdadero comité de personas. Está la tímida, la valiente, la administradora, la que es padre, la religiosa, la reflexiva, la activa. Y cada una de estas personas resulta ser obstinadamente individualista. No admite posibilidad de negociación o acuerdo. Cada una lucha desesperadamente por defender sus propios intereses. Si se toma la decisión de disfrutar de un momento de quietud en compañía de Chopin, la administradora y la responsable protestan airadamente por la pérdida de tiempo. La activa da a conocer su impaciencia y frustración, mientras que la religiosa nos recuerda las oportunidades de evangelizar o de estudiar la Palabra que se nos escapan…. Cómo no ha de sorprendernos que nos sintamos distraídos y tironeados. ¡Con razón vivimos bajo el peso de agendas recargadas e incesantes corridas!»

En la imagen que me presenta Lucas percibo que algo en la vida de Marta no funciona. Observo en su servicio una actitud de condenación hacia María y una expresión de reproche hacia al Señor, por avalar la aparente irresponsabilidad de su hermana, que resultan francamente desagradables. Ambas manifestaciones claramente revelan que algo en el corazón de Marta no está bien. Seguramente es allí donde debemos dirigir la mirada para descubrir el principio al que se refirió Jesús, cuando le dijo: «una sola cosa es necesaria».

La «cosa» necesaria

Cuando vuelvo a examinar el pasaje me doy cuenta dónde radica mi error. He pensado, seguramente arrastrado por la cultura activa de la que soy producto, que Jesús se refería a la acción de María. Según esta interpretación, es preferible estar sentado con Jesús que estar en la cocina preparando la comida. Como alguien tiene que ocuparse de la comida no encuentro la forma de aplicar esta verdad a mi vida.

La clave, sin embargo, parece que la ofrece esta frase: «pero Marta se preocupaba con todos los preparativos». Rápidamente realizo una búsqueda de la palabra «preocupaba» y descubro que, en griego, es la combinación de las palabras «peri» (hacia) y «spazo» (tirar, jalar). Algunas versiones utilizan el término «distraída», lo que me ayuda a entender que el problema aquí es falta de concentración. Marta ha dejado de prestarle atención al Señor porque los preparativos de la comida «tironean» su concentración, pidiendo que se enfoque exclusivamente en ellos. Es como si ella estuviera pensando: «o me quedo con Jesús o hago la comida, pero las dos cosas juntas ¡no las puedo hacer!»

De la errada perspectiva de Marta surge la pregunta que tantas veces he escuchado: «¿Está Cristo en primer lugar en tu vida?». La pregunta presupone que existen otros elementos o personas que pueden ocupar el segundo, tercer, cuarto o quinto lugar en mi vida. Pero el Nuevo Testamento no avala esta perspectiva, sino que afirma que Cristo es «la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo» (Ef 1.23). Es decir, no existe espacio en nuestra vida para otra persona que no sea Cristo.Si puedo estar concentrado en la persona de Cristo en todo momento, no es necesario identificar un lugar o una tarea actividad específica para lograrlo.

Mi dificultad surge al creer que para estar enteramente entregado a Cristo debo abandonar mis quehaceres y, siguiendo el ejemplo de María, pasarme el día sentado en reflexión. Claro, desde esta perspectiva, ¿quién puede seguir al Hijo de Dios? Pero Jesús no le está enseñando esto a Marta, sino que le advierte a que no deje que los otros aspectos de la vida —preparación de la comida, limpieza de la casa, atención de la familia, responsabilidades del trabajo, actividades de la iglesia, deberes del ministerio, etcétera— atrapen de tal manera su interés que deje de prestarle atención a Cristo. Es decir, Marta bien se pudo haber dedicado a preparar la comida mientras seguía atenta al diálogo que Jesús sostenía con los demás. Escogió, sin embargo, que la comida ocupara toda su atención, desplazando la comunión con el Señor y empañando su perspectiva de lo que realmente era importante en el reino de los cielos.

Un nuevo camino

Si logro integrar el principio de estar enteramente concentrado en los asuntos del Reino, cambiará radicalmente la forma en que vivo cada día. Descubriré, por ejemplo, que puedo muy bien practicar mi vida espiritual en medio del mal llamado «mundo secular», al que tanto miedo le guardamos los evangélicos. Si puedo estar concentrado en la persona de Cristo en todo momento, no es necesario identificar un lugar o una tarea actividad específica para lograrlo. Se trata, más bien, de una actitud interior en la que oriento todo mi ser hacia la comunión permanente con el Espíritu de Dios.

En el mundo de Marta no me queda más opción que ocasionalmente ubicar a Dios en las periferias de mi existencia, pues necesariamente tengo que atender otros asuntos de urgencia. María, sin embargo, me invita a permitir que Cristo sea el centro de toda actividad en que me involucro. No tengo que dejar lo que estoy haciendo para atender a Cristo, sino, más bien, permitirle que participe activamente en lo que yo estoy haciendo. De esta manera, me encuentre en el bus, en la cocina, entre amigos o en el trabajo, mi ser interior estará enteramente orientado hacia el Dios de mi salvación. Descubriré, en esta postura, una maravillosa fuente de comunión que le traerá orden y sentido a mi vida.

¿Se puede hacer el trabajo de Marta, mientras disfruto de la comunión de María? ¡Claro que sí!

LA BUSQUEDA DE DIOS


El libro, La Búsqueda de Dios, fue inspirado durante un viaje en tren desde Chicago a Texas a finales de la década de los años cuarenta. El autor escribió durante toda la noche, mientras las palabras fluían en su mente. Cuando el tren llego a McAllen ciudad fronteriza con México, el borrador había quedado terminado.

El profundo significado, la claridad e integridad de su mensaje han hecho que esta obra se convierta en la favorita de muchas personas alrededor del mundo. 

Su énfasis en la necesidad de mantener una vida de intimidad con Dios, ha impactado y transformado la vida de sus lectores, lo cual ha servido para que este libro haya sido traducido a mas de veinte idiomas.

YO MUJER


Hay mujeres al frente de grandes empresas, otras juzgan en los tribunales y hasta reinan sobre algunos países. Ese día, estaremos más próximos de ser la iglesia que Él soñó. Por lo pronto, soñemos juntos.


Antes que nada, necesito presentarme. Hace dieciocho años que me convertí y estoy totalmente comprometida con mi iglesia local. Soy madre de dos hijos lindísimos, amo a mi marido y, como todas las mujeres, vivo la tensión entre mi hogar y mis aspiraciones profesionales. Trabajo como directora del departamento de recursos humanos de un gran hospital. Lidio diariamente con enfermeras, médicos y cirujanos competentísimos, contadores y técnicos en informática.

Me decidí a escribir sobre mis inquietudes pues no entiendo el porqué de las discriminaciones que sufro en mi iglesia y denominación. Siento que la gran mayoría de las iglesias insiste en intentar perpetuar un preconcepto contra las mujeres, aun después de un siglo con tantas conquistas femeninas.Creo que un día las iglesias dejarán de ser el último bastión donde las mujeres todavía sufren preconceptos. Espero que mis palabras aquí sean dulces y que no generen aún más rencores y divisiones entre hombres y mujeres. Creo que es necesario que algo suceda urgentemente. Se sabe que la mayoría de la membresía de cualquier iglesia es femenina, y también que la gran fuerza misionera evangélica está compuesta por mujeres.

Todo pastor admira a las hermanas que, desinteresadamente, impulsan el ministerio de oración en sus congregaciones. Las escuelas dominicales, el trabajo de asistencia social, visitación y la evangelización personal de sus comunidades depende en mucho de las martas y las marías que redoblan esfuerzos en oración y en mucha actividad.No entiendo por qué, después de tanto fruto y tanta dedicación, las iglesias insistan en la antigua interpretación bíblica de que la mujer sedujo al hombre a pecar y, por lo tanto, debe mantenerse siempre en segundo plano. Tampoco entiendo por qué los hombres no se dan cuenta de que en su insistencia en aliviar la carga a las mujeres, están menospreciando el reino de Dios. Tenemos tanto para contribuir. Con seguridad nuestra presencia no necesita ser siempre vista como una tentación, un peligro para los hombres.

Mi pastor promovió un congreso sobre las mujeres en el ministerio y algunas personas abandonaron nuestra comunidad. Alegaron que él había abierto un precedente peligroso y que, en la historia del cristianismo, todas las veces que las mujeres fueron elevadas al liderazgo hubo apostasía. Sentí herida mi dignidad. Vi la imagen de Dios, en mí, ridiculizada. Aún con tanto dolor no quiero que mi texto se transforme en un mero desahogo. Me gustaría pedirle a mis hermanos y hermanas que mediten conmigo sobre la mujer, no como un segundo plan de Dios, sino como parte de su propósito hermoso y eterno.

¿Será que necesitamos insistir en la tesis de que la mujer fue la única culpable de la caída? ¿Repetiremos siempre la disculpa incoherente de Adán: de que la mujer lo indujo al error? Creo que ya caminamos lo suficiente en la teología para entender que nuestra humanidad, tanto hombres como mujeres, es susceptible al pecado y que nuestra debilidad necesita ser solidariamente asumida. Me parece que las perspectivas teológicas masculinas que dominaron el pensamiento por tantos milenios colocaron sobre la mujer un peso mayor. Creo que el pecado, considerado como la ruptura de toda relación con Dios y con los seres humanos, tiene la dimensión de la debilidad así como la del orgullo; pues niega nuestra responsabilidad humana y arremete contra el propósito de nuestra creación. Insisto en afirmar que el pecado no posee género, no es masculino ni femenino, sino un desvío de nuestra humanidad.

Escucho con frecuencia el argumento que el papel de la mujer en la iglesia debe ser el de la sumisión y el de la obediencia. Me cansé de oír que hay innumerables (¿?) textos en que la Biblia ordena a las mujeres ser sumisas. Lejos de mí cuestionar la sumisión como una virtud cristiana. Lo que me inquieta es que ese mandamiento se limite a las mujeres. ¿No será que la mansedumbre y la humildad deberían ser virtudes anheladas por todos, sin distinción de género? Coincido con Simone de Beauvoir quien afirma que el dualismo macho/hembra es un preconcepto que debe ser superado. Creo que no hay esencias eternas masculinas y femeninas. Creo que todos debemos anhelar un mundo en que las mujeres sean recibidas juntamente con los hombres en la fraternidad integral. Creo que el ejemplo de Jesús debe ser imitado por todos: «La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.

Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!» (Filipenses 2.5-8).Hombres y mujeres son igualmente hechos a imagen y semejanza de Dios, son llamados a la responsabilidad y a la salvación en Cristo, son uno en Cristo.Cuántas veces, junto a otras hermanas de nuestra comunidad, fui ignorada en los procesos de decisión. Arguyen que las mujeres son excelentes «obreras» pero que están espiritualmente impedidas de ejercer el liderazgo. Se argumenta que Jesús solamente escogió hombres para participar del colegio apostólico. Ya intentaron consolarme diciendo que me debo resignar a servir, pues en el reino de Dios mayores son los que sirven y no los que mandan. Cuánto lamento esos abordajes. Nos dicen a nosotras que si él sólo llamó a hombres, por lo tanto, las mujeres necesitan entender el principio de que sólo los del sexo masculino deben ejercer el liderazgo. Desconozco, pero pregunto: ¿No llamó él sólo a judíos para ser de su colegio apostólico? ¿Los pastores y líderes cristianos no usurpan el ministerio por ser incircuncisos? Creo, lógicamente, que no. Entonces, habrá que leer el texto de 1 Pedro 2.4-5 y 9 sin tomar en cuenta macho o hembra, judío o griego:

«Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo… Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable».

Cuando nos enseñan que mayor es el que sirve y no el que manda, también pregunto: ¿por qué los hombres no dan entonces el ejemplo, renunciando al poder para que las mujeres que siempre sirvieron experimenten liderar, aun sin grandes recompensas?

Escucho también la tesis de que Dios escogió venir al mundo como hombre y no como mujer. En ese argumento entiendo que va acompañado de una insinuación muy sutil de que él sería menor si optase por ser mujer. Anne Carr escribió sobre «La Mujer en la Iglesia» (A Mulher na Igreja, Editora Temas e Debates) y cita a June O’Connor, es necesario que escuchemos su declaración:

«Hombres y mujeres son igualmente hechos a imagen y semejanza de Dios, son llamados a la responsabilidad y a la salvación en Cristo, son uno en Cristo (como griegos y judíos, esclavos y amos), en eso no hay ninguna significación teológica definitiva al carácter masculino de Jesús. Su identidad masculina es considerada como un trazo de su persona, y no como una condición necesaria para su encarnación. Aunque la masculinidad de Jesús no conlleve ninguna significación teológica intrínseca, tiene de hecho, según la opinión general, una significación social simbólica. Porque Jesús solapa las estructuras predominantes de las relaciones humanas y de los fundamentos sobre los cuales se asienta la sociedad de su época, a saber: la familia patriarcal greco-romana del siglo I, que favorece al hombre».

Creo que no reduciríamos nuestros conceptos al respecto de nuestro Señor si rescatáramos algunas metáforas bien femeninas. Él no tuvo temor de decir que como una gallina busca juntar a sus polluelos así él busco a Jerusalén (Mateo 23.37). No se avergüenza de comparar a Dios con una mujer que barre la casa para encontrar su moneda (Lucas 15.8-10). No se siente menor cuando dice que el reino de Dios es como la levadura que una mujer tomó y mezcló con una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa (Mateo 13:33). En sociedades patriarcales mencionar siempre a Dios como «Él» coloca a la teología en sintonía cultural, pero no define ni siquiera delimita nuestra comprensión de la esencia espiritual de Dios; que no puede ser identificado como macho ni como hembra.

Algunos rechazan el clamor femenino. Creen que estamos reivindicando el dominio sobre los hombres. No queremos ser cabeza, no deseamos controlar. Por el contrario, deseamos que no haya dominio de nadie sino del Señor sobre todos. Queremos solamente que el clamor de Pablo en Gálatas 3.27-28 resuene sin preconceptos en las iglesias más diversas: «…porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús».


Creo que un día las iglesias dejarán de ser el último bastión donde las mujeres todavía sufren preconceptos. Como en mi caso, muchas ya ejercen cargos en el liderazgo de estados y municipios. Hay mujeres al frente de grandes empresas, otras juzgan en los tribunales y hasta reinan sobre algunos países. Ese día, estaremos más próximos de ser la iglesia que Él soñó. Por lo pronto, soñemos juntos.

Soli Deo Gloria.
El autor es pastor de la Iglesia Betesda en São Paulo, Brasil. Ha escrito varios libros, aún no disponibles en español, y es un reconocido conferenciante. Está casado con Silvia. A ambos Dios ha bendecido con tres hijos y tres nietos. Traducido por Gabriel Ñanco.