REFRIGERIO PARA EL ALMA


Su Palabra es el refrigerio que necesita nuestra alma día a día para seguir adelante. Algunos bellos versículos que animarán nuestro corazón en el día de hoy.

Dios es Consuelo.

“Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques.” Salmos 84:5-6 “El oro tiene que ser metido en el fuego purificador, antes de que pueda ser moldeado o martillado en un ornamento de belleza para el Rey”
Dios es Descanso.

Podemos poner en El todo nuestro ser y descansar en que El tiene el control. Mateo 11:28 “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” 1°Pe. 5:7

Dios es Paz .

Filipenses 4:6-7 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. La ansiedad... nos quita el descanso y hace bajar nuestra mirada del Señor. Y Dios, en su amor para con nosotros, nos da en Filipenses 4:6-7 la forma correcta para vencer. La oración produce el mismo efecto, nos acerca tanto a nuestro Dios que podemos volar junto a Él, sobre aquellas cosas que nos producen ansiedad.

Dios es Bueno.

Nahum 1:7, Juan 10:11 Tito 3:4 “Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” Salmos 100:5 El es el buen Pastor, es bueno…SIEMPRE!!!!

Dios es Protección.

“Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de las alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido” Salmos 63:7-8 “ Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano”Salmos 139: 5 Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.Salmos 40:17

Dios es Refugio. .

Salmos 91: 1-4 “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente, diré yo a Jehová: Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quién confiaré”. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad”. No hay nada mejor que estar bajo sus alas y sentirme allí segura. Él está allí, Él está aquí, a mi lado, a tu lado. No tienes nada que temer…¡¡ está cubriéndote con Sus alas… hasta que pasen los quebrantos!!. Salmos 57:1

¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.

LA SUSTITUCION PERFECTA


No hay palabra más importante en la Biblia hebrea que ésta, si queremos entender el santo amor de Dios por nosotros: sustitución. Es la llave que abre la puerta de nuestra redención. Y es la roca que hace que los hombres tropiecen. Sólo ella puede explicar plenamente por qué el propio pueblo de Yeshúa no lo comprendió, y sólo ella puede volver a abrirle los ojos. Sustitución. Sin esta palabra la muerte de Yeshúa es una farsa.

Los rabinos del Talmud debaten acerca de cómo arreglar la situación con Dios. Aunque algunos reconocieron que “no hay expiación sin sangre”, no todos estaban de acuerdo en el resto. Unos decían: “Para ciertos pecados, el Día de la Expiación por sí solo es suficiente”. Otros argumentaban: “¡No! También debe haber arrepentimiento”. Algunos afirmaban que sólo el Día, más arrepentimiento, más sufrimiento podría resolver el problema, mientras que hubo quienes, dijeron: “¡La única esperanza para el perdón es el Día de Expiación y muerte!”

Y sin embargo, perdieron de vista lo central del Día de la Expiación, perdieron de vista la sangre. No pudieron captar la lección que estaba ante sus ojos.

Día tras día, los saduceos ofrecieron sus sacrificios en el Templo. Se dio muerte a miles y miles de animales, y se derramaron galones de sangre sobre el altar. Corderos y cabras y carneros y terneros fueron ofrecidos a un Dios santo. Pero la gente no podía ver.

Los fariseos estudiaron la Torá día y noche. Añadieron nuevos reglamentos a las antiguas leyes, y desarrollaron el sistema de pureza ritual más detallado que el mundo haya conocido jamás. Enseñaron que el estudio de la Ley era más amado por Dios incluso que las propias ofrendas. Sin embargo, no pudieron ver el núcleo de la cuestión. No pudieron captar el significado fundamental de todo esto.

Porque no era la sangre de los toros lo que Dios quería para sí, no era el sebo de los carneros lo que Él deseaba. No era un pueblo de santidad exterior lo que buscaba; Él no requería un nuevo código que mantuviera limpios a los hombres. No. Él quería un sustituto, un cordero justo que llevara los pecados de su pueblo. Él quería un sacrificio sin mancha, que purificara a las personas por dentro.

Una y otra vez, diez mil veces mil, las ofrendas fueron llevadas ante el altar. Y una y otra vez, en número demasiado grande para contar, su sangre inocente fue derramada. Y una y otra vez, el mensaje de Dios estaba pidiendo a gritos: “¡Debe venir un sustituto! “¡Debe venir un sustituto!”.

El pueblo judío de los días de Yeshúa estaba todo en busca de un Salvador. Algunos esperaban un líder militar poderoso, mientras que otros buscaban un libertador del cielo. Algunos buscaban un sacerdote santo, mientras que otros buscaban un maestro de justicia. Pero nadie buscaba un Mesías crucificado. Y nadie buscaba al Cordero de Dios. Habían olvidado que el Siervo justo del Señor era Él mismo como una ashám: una ofrenda por el pecado (Isaías 53:10). Y se habían olvidado de las palabras del padre Abraham, queDios proveería el cordero para el holocausto (Génesis 22:8).

Sí, hubo algunos rabinos que afirmaron que todos los sacrificios fueron aceptados sobre la base de la ofrenda de Isaac por Abraham. Y afirmaron que en el rito de la Pascua, cuando Dios “vio la sangre” (Éxodo 12), estaba mirando el sacrificio de Isaac, y no la sangre del cordero.

Sin embargo, Isaac no fue ofrecido, y su sangre nunca fue derramada. Y fue Dios mismo quien proveyó el sacrificio que salvó la vida del hijo de Abraham.

Fue el Mesías quien sufrió y murió, y es por sus heridas que hemos sido sanados (Isaías 53:5). Fue Él quien fue llevado como un cordero al matadero, y fue Él quien llevó nuestros pecados (Isaías 53:7,12 y Levítico 16:22).

Oh, sí, hubo maestros judíos que creyeron que el sufrimiento de los justos podría traer la expiación para el mundo. Sin embargo, cuando el verdadero Justo sufrió y murió, dijeron que era en vano.

Nuestros rabinos nos dicen que cuando el Mesías venga establecerá la paz en la tierra. Cuando el Salvador real venga, nos sacará del pecado. Sin embargo, un salvador que nos saque del pecado sin sacar el pecado de nosotros no es realmente un salvador. Y un Mesías que establezca la paz en la tierra sin establecer primero la paz en nuestro corazón no es realmente el Mesías.

El Mesías tenía que morir. El Mesías tenía que tomar nuestro lugar. No había otro camino.No se encontró ningún otro sustituto. Nadie más podía pagar el precio. Ninguna otra cosa podía sanar nuestras heridas, porque el pecado requería la muerte.

Yeshúa pagó el precio. Fue su muerte lo que nos trajo vida. Sólo Él fue el sustituto de la raza humana pecadora, y sólo Él nos puede ofrecer redención.

El judaísmo tradicional de nuestros días tiene sus raíces en la religión de los fariseos, un pequeño grupo de judíos que se juntaron hace más de dos mil años. Eran los hombres que no comían sin lavarse ceremonialmente las manos, los hombres tan famosos por su atención a los detalles. Ellos fueron los hombres que diezmaban hasta los cultivos insignificantes y que estudiaban cada jota y cada tilde de la Ley de Dios.

Sin embargo, muchos de estos hombres desconocieron a Yeshúa cuando vino. Los árboles no les dejaron ver el bosque.

Porque no es la observancia del ritual lo que hace a un hombre interiormente limpio, y no es la atención a un sistema externo de leyes lo que nos lleva a Dios. El núcleo de la Torá es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”, y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Sin embargo, ésa es la verdad que esos hombres celosos perdieron, ya que en su pasión por la letra de la ley perdieron el espíritu de Aquel que la dio.

Y como fueron los fariseos, así fue el pueblo judío.

El judaísmo tradicional tal y como lo conocemos hoy es la religión de los que rechazaron a Yeshúa. Es una decidida reacción contra la fe en Él. Es un sistema que ha sido reconstruido para negar y contrarrestar los reales reclamos del Mesías. Es por eso que los judíos tradicionales a lo largo de los siglos han tropezado con la persona de Yeshúa. Pero al principio no fue así.

Los maestros judíos antes de Yeshúa hicieron hincapié en lo milagroso y creían en el poder del testimonio de Dios desde el cielo. Pero cuando los seguidores de Yeshúa recibían todo tipo de sanidades, dijeron: “¡No dependemos de un milagro!”

Muchos de los judíos de los días de Yeshúa estaban buscando un libertador que vendría en las nubes del cielo. Sin embargo, cuando Yeshúa vino y dijo: “Vendré otra vez en las nubes del cielo”, dijeron: “¡No es así! ¡Nuestro Mesías será un maestro de la Ley, un rabino como nosotros!”

Tenían las oraciones, tenían las leyes, tenían la tradición del pacto, ¿cómo nuestros antepasados pudieron desconocerlo? La respuesta de nuevo es muy sencilla. Ellos realmente tenía celo por Dios, pero no de acuerdo al conocimiento (Romanos 10:2). No alcanzaron lo que buscaban, porque tropezaron en la gracia de Dios.

El Mesías había venido a sanarlos, pero ellos respondieron: “¡No estamos enfermos!”

Pero no todos nuestros antepasados lo desconocieron. El autor de casi la mitad del Nuevo Testamento fue él mismo un fariseo, nacido de la tribu de Benjamín. Y el Libro de los Hechos registra “cuántos millares de judíos hay que han creído” y todos eran celosos

por la Torá (Hechos 21:20). De hecho, “muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”(Hechos 6:7), y aún hoy en nuestro país y en todo el mundo, hay decenas de miles de judíos que creemos y confesamos: “¡Yeshúa es el Mesías! ¡Yeshúa es el Señor!”

Éste, entonces, es el verdadero judaísmo, el judaísmo que es verdaderamente mesiánico. Y ésta es la fe que volverá el mundo hacia Dios, la fe que hará que las naciones crean. Y Yeshúa es el que va a establecer la justicia en la tierra “y las costas esperarán su ley”(Isaías 42:4).

El Talmud enseña que durante los últimos cuarenta años antes de que el Templo fuera destruido, Dios no aceptó los sacrificios del Día de la Expiación (Talmud de Babilonia, Yoma 39). Año tras año, durante la vida de una generación entera, el Señor estuvo diciendo: “No”.

Como ve, Dios había provisto un sacrificio por todos, una expiación final por los pecados de la humanidad. Dios había provisto el Cordero. Y fue cuarenta años antes de que el Templo fuese destruido que Yeshúa ofreció su vida. Desde ese día hasta hoy, Dios ha estado diciéndole “no” a su pueblo. “No más de sus sacrificios, no más de sus oraciones, no más de sus obras. Yo he provisto el camino.”

Sin embargo, a todos los que tienen oídos para oír, Dios les ha estado diciendo: “¡Sí, puedes venir! ¡Sí, puedes conocerme! ¡Sí, te limpiaré de todo tu pecado! Cree en Aquel queYo he enviado. Yeshúa el Mesías ha venido”.

Los líderes espirituales de nuestro pueblo que nos dicen que no podemos conocer a Dios se equivocan. Sólo están diciendo: “Yo no lo conozco, así que ¿cómo puedes conocerlo tú? He estudiado durante años y sigo aprendiendo. ¿Cómo puedes tú estar tan seguro?”

Una vez más, nuestra respuesta es simple y clara. El Mesías Yeshúa ha hecho conocer a Dios. Él nos ha revelado al Padre. Y por su sangre nos ha traído de regreso a Dios.

DESENMASCARANDO LA ACTIVIDAD DEL ENEMIGO




Un cristiano puede “dar lugar al diablo” (Ef 4:27). Cuando un cristiano vive con pecado habitual no confesado, el enemigo se mueve hacia ese lugar de la vida del creyente. Él construye un patrón de pensamiento en t
orno a ese pecado o actitud. Segunda de Corintios 10:4-5 describe como “fortaleza” a esa casa de los pensamientos. Los demonios pueden establecer su residencia en esa fortaleza de la vida del creyente.
Estos demonios no poseen a los cristianos más de lo que una cucaracha puede poseer una casa. Las cucarachas son sucias, pueden causar desorden y problemas, pero no pueden poseer la casa. De la misma manera, los demonios pueden hostigar, oprimir, deprimir y reprimir al creyente. No pueden destruir a los cristianos, pero pueden distraerlos.
Recuerde que el reino de Satanás está en conflicto con el Reino de Dios. Aunque derrotado, Satanás todavía tiene una influencia controladora en este mundo. En Mateo 4:8-9 Satanás le ofrece a Jesús el mundo, su poder y su gloria. Demos una mirada a la tentación: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y
la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mateo 4:8-9).
Satanás tiene innumerables fuerzas demoníacas a su disposición: El mundo entero está bajo el maligno (1 Jn 5:19).
En Lucas, Jesús habló de cómo operan estas entidades demoníacas en un extraño pasaje: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Lc 11:24-26).
Creo que esta es la descripción más clara del pensamiento y el proceso demoníaco de toda la Escritura. Examine cuidadosamente estos versículos y notará los siguientes hechos alarmantes en cuanto a la actividad de
moníaca.
Primero, los demonios pueden existir tanto dentro como fuera de los seres humanos. Es obvio que pueden atravesar la atmósfera de nuestro planeta.
Segundo, los demonios viajan a voluntad. El versículo dice que “anda por lugares secos, buscando reposo” (v. 24). Parecen preferir viajar por tierra en vez de por agua. En Marcos 5 Jesús envió los demonios hacia un hato de cerdos y los mandó al Mar de Galilea. Los demonios pueden moverse a través de la atmósfera de este planeta.
Tercero, los demonios necesitan un huésped humano para descansar. “Anda por lugares secos, buscando reposo”. Parece que los demonios están fatigados hasta que encuentran un humano al cual incorporarse.
Cuarto, los demonios pueden comunicarse usando el apar
ato vocal de su huésped. Lucas 11:24 deja en claro que los demonios pueden hablar. En Marcos 5:7 le hablan a Jesús por medio del huésped humano, diciendo: “No me atormentes”.
Quinto, los demonios tienen personalidades e identidades individuales. Observe en Lucas 11:24 cuando el demonio dice: “[Yo] volveré”. Los demonios no son fuerzas impersonales, sino que, como los ángeles, tienen nombres y personalidades.
Sexto, ¡los demonios consideran que el cuerpo en el que viven es su casa! En Lucas 11:24 el demonio dice respecto de su anterior huésped humano: “Volveré a mi casa de donde salí”. Los demonios son posesivos y buscan tomar posesión de la vida humana a la que invaden. Piense en esto: un demonio jactándose con sus seguidores de que el cuerpo de usted es su casa. Por esa razón Pablo nos advierte en Efesios 4:27: “ni deis lugar al diablo”. Si usted le da un punto de apoyo al enemigo, él pondrá un buzón y declarará que su cuerpo es su domicilio.
En la película El inquilino (Pacific Heights) también llamada De repente, un extraño, en otros países—, una joven pareja compra una gran casa y la remodela. A fin de poder pagar la hipoteca, alquilan parte de ella a un hombre. Éste se rehúsa a pagar la renta, hostiga a la pareja, los demanda y hace de sus vidas un auténtico infierno. La casa fue poseída por un loco que dominó sus vidas.
Esa historia ilustra gráficamente la estrategia de los demonios. Un demonio vendrá a vivir tranquilamente a esa área de su vida que usted se rehúsa a rendir a Jesús. Desde esa fortaleza, él intentará dominar y arruinar su vida.
Séptimo, los demonios pueden plantar pensamientos y afectar la salud mental. En Lucas 11:25 encontramos una referencia a la mente humana: “Y cuando llega, la halla barrida y adornada”.
El demonio regresa a la persona que ha sido liberada. Encuentra la mente limpia y en orden. Sin embargo, esa persona no tiene llenura espiritual. El Espíritu Santo no está presente en su vida, o está en el espíritu de la persona y no llena su mente ni controla su cuerpo. Esta persona recae en el mismo pecado. Tal vez el enojo era la fortaleza de la cual fue liberado, y en vez de crecer en el Señor, llenando su mente con la Escritura y viviendo en alabanza, este individuo cae en el mismo patrón que antes. El demonio puede ver la vacuidad en ese individuo y atacar la mente que carece del Espíritu Santo.
Octavo, los demonios pueden recordar, pensar y planear. Observe en todos estos versículos las estrategias empleadas por estas entidades. No son tontos y no deben ser tratados a la ligera.
Noveno, los demonios pueden comunicarse unos con otros. En Lucas 11:26 ese demonio se comunica con otros siete. Cuando uno da lugar a una entidad demoníaca, esa entidad a menudo traerá demonios compatibles. La Biblia habla del “espíritu de cobardía” o “de temor” (2 Ti1:7). Y en 1 Juan 4:18 la Escritura habla del amor como un arma que “echa fuera el temor”. Luego agrega: “Porque el temor lleva en sí castigo”. Jesús habla de los “verdugos” refiriéndose a quienes no perdonan: “Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mt 18:34-35).
De modo que un demonio de temor puede traer demonios que atormentan. La falta de perdón puede invitar a los torturadores a la vida de una persona. Los demonios son como cucarachas, como dijimos anteriormente; tienden a incrementar su número si no se los expulsa por el poder de Dios.
Décimo, existen niveles de demonios dentro de las jerarquías demoníacas. Lucas 11.26 dice que el demonio “Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él”. Las entidades demoníacas viven en varios niveles de maldad. Aquí un demonio recluta siete más para ocupar este huésped. Si una persona tolera un poquito del mal, luego le vendrá más mal.
Undécimo, los demonios son un problema para los cristianos de hoy. Efesios 6:12 dice que estamos en una lucha cuerpo a cuerpo “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad”. Aunque estos espíritus no pueden poseer a un cristiano en su espíritu, pueden afligir el cuerpo y oprimir la mente. Debemos estar muy alertas para imponer la victoria de la cruz sobre estas fuerzas malignas.
Duodécimo, los demonios están involucrados en el engaño a los creyentes por la enseñanza de falsas doctrinas. Primera Timoteo 4:1 dice: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”. En estos últimos días los demonios están seduciendo y engañando a muchos por medio de falsas enseñanzas. El mero hecho de que una persona agite su Biblia y actúe de manera espiritual no significa que su ministerio esté ungido por Dios. El engaño religioso es el peor de los controles demoníacos.
Para concluir dejemos en claro que ignorar la verdad sobre las fuerzas demoníacas es vano y peligroso. Al no afrontar la verdad acerca de nuestro enemigo dejamos a la iglesia y a nosotros mismos mal preparados para la feroz batalla. ¿Cuántas víctimas espirituales serán necesarias antes de que la iglesia despierte a la realidad de la guerra espiritual?