CAMBIANDO LA SOCIEDAD


La gracia de Dios sobre la vida de Jesús le otorgó la capacidad para cambiar las sociedades de las que fue parte. Fue a una boda en Caná. Las bodas no eran asunto de poco; todo el pueblo participaba. Esta boda en particular estaba a punto de fracasar porque los anfitriones se quedaron muy pronto sin vino. ¿Se imagina la vergüenza que sentirían esas dos familias durante años? Pero un encuentro con la gracia de Dios en Jesús, y la boda fue elevada a un nuevo nivel de excelencia.


En otra comunidad llamada Naín, el gobierno iba a tener que dar provisión a una viuda que acababa de perder a su único hijo. Durante el resto de su vida, el estado tendría que darle comida, ropa y vivienda del dinero de los impuestos. Sin embargo, un encuentro con la gracia de Dios sobre Jesús, y el estado no tendría que darle dinero. Su dignidad quedó restaurada y su posteridad continuó (véase Lucas 7:11-15).

En otra ciudad, Jesús se encontró con el líder del crimen organizado. Estamos hablando de alguien que actualmente estaría considerado como el padrino del sindicato. Un encuentro con la gracia de Dios sobre Jesús, y Zaqueo prometió hacer una sociedad más segura, y un lugar más próspero para vivir. La gente ya no sufriría los robos del recaudador de impuestos. Y no sólo eso, sino que Zaqueo dijo: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres”. ¡Las víctimas de la asistencia social de la ciudad se beneficiarían! Y no se quedó ahí. Zaqueo prometió devolver el 400 por ciento a todo aquel al que hubiese robado, estimulando así la economía de la región (véase Lucas 19:1-8). ¡Otro encuentro con la gracia de Dios consiguió todo eso!

En otro incidente, un joven que estaba demente (había perdido su mente por completo) había sido abandonado para sufrir. No tenían instituciones estatales de salud mental en esos tiempos, sino que el gobierno tenía que soportar la carga de cuidarle. Tenían que usar el dinero de los impuestos para darle alimento, vestido y protección. Se necesitaba mucha ropa, porque el joven la rompía constantemente. Sin embargo, un encuentro con la gracia de Dios sobre Jesús, y este hombre que estaba mal de la cabeza fue sanado. Ya no tenía que seguir destinado a la soledad a costa de los contribuyentes. Ya no necesitaría cuidado y protección, y los fondos podrían usarse para ayudar mejor a la comunidad. ¡Y ahora las diez ciudades de la región de Decápolis oyeron del Reino de Dios a través de este hombre que se había encontrado con la gracia de Dios (véase Marcos 5)!

Piense en todos los sordos, ciegos, cojos, enfermos y otras personas físicamente afectadas a los que el gobierno ya no tendría que atender debido a la gracia de Dios sobre Jesús. No sólo eso, sino que esas personas se convirtieron en ciudadanos productivos en su sociedad. Podríamos continuar con más casos, incluso más de los que se han escrito en los Evangelios, porque como vimos anteriormente, Juan escribe que todos los libros del mundo no podrían contener los milagros de gracia llevados a cabo por Jesús en sus tres años de ministerio público.

Recuerde: Jesús prometió que “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará” (Juan 14:12). ¿Cómo? Por medio del regalo gratuito e inmerecido de la gracia de Dios. Tenemos que cambiar nuestra sociedad de la misma manera que Jesús cambió la suya: ¡a través del regalo de la gracia de Dios!

¿COMO VIVIMOS?


Probablemente, la mayoría de nosotros afirmaríamos que jamás confiaríamos en el diablo. Pero quizás no se nos ocurre que poner nuestra fe en alguien o algo además de Dios solo crea curas sintomáticas y en realidad constituye idolatría. Un ídolo es toda cosa en la que usted confía más que en Dios, o todo aquello con lo que tenga que consultar antes de decirle sí a Dios.



En mi propia vida, a veces he luchado con el temor a la muerte. Si tengo algún síntoma físico negativo, de inmediato voy al médico para ver qué anda mal y lo que puede hacer para ayudar a curarme. Permítame dejar en claro que de ninguna manera me opongo a que vea a un médico cuando está enfermo. Jesús mismo dijo que los enfermos tienen necesidad de médico (vea Mateo 9:12). Pero una vez que se han realizado todos los exámenes y llegan los resultados, seguimos teniendo que decidir si confiaremos en Dios o en el hombre.

Es muy importante que no confundamos los hechos con la verdad. Los médicos, por ejemplo, están entrenados para darnos los hechos. Su trabajo es diagnosticar nuestra enfermedad e identificar el mejor tratamiento basándose en su entrenamiento, experiencia y en la información disponible. Pero la verdad “lo que Dios dice respecto de una situación o circunstancia” anula los hechos. Por lo tanto, un médico nunca debería tener la última palabra respecto de nuestra enfermedad o tratamiento. Siempre debemos consultar con el Gran Médico y guiarnos por su pronóstico antes de someternos a la profesión médica.

A menudo tememos lo peor cuando vamos al médico o cuando nos encontramos en alguna otra situación en la que nos sentimos impotentes. El apóstol Juan escribió: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). Piense en esto: si nuestro Papá es Dios e hizo todo lo que hay en el universo simplemente por llamarlo a la existencia, y nos ama tanto que envía a su Hijo a morir por nosotros, ¡entonces lo lógico es que la preocupación sea totalmente irracional!

¿No es verdad que toda ansiedad, temor y tormento en la vida de un cristiano tiene su origen en el hecho de que hemos olvidado quiénes somos y/o de quién somos? Esto nos lleva nuevamente a lo que aprendimos de la vida de Nehemías y la tentación de Cristo en el desierto. En ambos casos, la artera estrategia del enemigo era tratar de cuestionar quiénes eran.

Si usted está luchando con ansiedad, tormento, temor, baja autoestima, depresión o cualquier otra emoción negativa, es muy probable que haya olvidado que el Creador del universo lo ama. No haga caso de los cuestionamientos del enemigo sobre lo valioso que usted es. Como dice el pastor Bill Johnson: “Todo pensamiento que no inspira esperanza está arraigado en una mentira”. ¡Dejemos de creer mentiras! Abracemos la verdad y vivamos en paz.