DIOS CUMPLE SUS PROMESAS

En la Biblia, hubo personas que hicieron votos. Pablo lo hizo; el mismo Jesús lo hizo. Y, en Hebreos 6, dice que, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo.
En Mateo 5, Jesús no estaba condenando el acto de jurar como tal, sino que estaba estableciendo la importancia de que conozcas qué es lo que conlleva el voto. La mala intención de los escribas y de los fariseos era amarrar a los demás, pero ellos no estar comprometidos. Con un juramento, te hacen creer algo, para hacerte responsable de tu parte, pero sin la intención del corazón de cumplir. Lo que Jesús estaba diciendo es que, cuando tú vas a hacer un voto, no es la otra parte la que tiene que cumplir. Delante de Dios, eres tú quien tiene que cumplir, eres tú quien te estás amarrando, quien te estás comprometiendo; eres tú quien tiene que cambiar y ajustar su vida.
En Génesis 28, Jacob sale de casa de su padre. En el camino, Dios le habló a través de un sueño, diciéndole que le iba a bendecir. Dios le prometió aquella tierra para él y su descendencia, le prometió una descendencia incontable, le prometió expansión, protección. Y la reacción de Jacob ante aquellas promesas de Dios fue hacer un voto. Jacob dijo: De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.
Una de las cosas más poderosas que, como creyentes, debemos aprender a hacer es honrar a Dios con nuestras finanzas. Muchos están en desacuerdo con que se exhorte a hacer voto a Dios; no están de acuerdo en que prometas a Dios que vas diezmar, si él te da la bendición que ha dicho que te va a dar, porque piensan que es poner en duda la palabra de Dios. Pero, en realidad, este es un voto legítimo; eso fue lo que hizo Jacob, y Dios aceptó ese voto.
Quizás alguno pudiera interpretar aquel voto de Jacob como un intento de atar a Dios. Pudieran pensar que Jacob lo que estaba era poniéndole una condición a Dios para que hiciera algo. Pero, en los versos anteriores, Dios no necesitó de aquel voto de Jacob para decirle que iba a hacer todo lo que dijo que haría con él. Dios dijo que haría todo aquello, porque él se lo había jurado a Abraham, y él cumpliría su palabra. Dios dijo: No te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Así que, con su voto, Jacob no podía comprometer a Dios, más de lo que ya Dios estaba comprometido. Cuando Jacob hace esa promesa, se compromete a sí mismo con Dios. Hasta aquel punto, Jacob se había valido de engaños para llegar hasta donde él quería llegar. Pero, por los próximos veinte años, por causa del voto que hizo a Dios, su carácter cambió. Jacob dijo que iba a trabajar siete años por la mujer que amaba, y cumplió. Lo engañaron, y le dieron Lea, por lo que tuvo que trabajar siete años más por Raquel. Dijo que lo haría, y cumplió. Así que, con aquel voto, Jacob lo que hizo fue comprometerse él a vivir de manera tal que permitiera que, entonces, Dios cumpliera su palabra sobre su vida.
Un voto no se trata de que pretendas atar a Dios, porque entonces estás dudando que él pueda hacer lo que él te ha prometido que él va a hacer. No hay tal cosa como hacer un voto para obligar a Dios a prosperarte. Ya él juró que te va a prosperar. El voto se trata de que establezcas que, mientras veas a Dios en tu camino, tú te vas a comprometer. No se trata de usar artimañas para buscar la prosperidad, sino de comprometerte a vivir de acuerdo a lo que Dios ha dicho que va a hacer contigo.
Veinte años más tarde, Jacob regresa a aquel mismo lugar, con dos campamentos. El hombre que hizo un voto sobre una piedrecita, regresa y hace un altar gigantesco. Regresó hecho un hombre próspero, bendecido. Su familia, ahora, creía en él. Hayas llegado como hayas llegado hasta donde estás hoy, entiende que Dios te ha dado una palabra. Cree en lo que él te ha dicho, a tal grado que te determines a cambiar tu vida. No uses más las viejas tácticas del pasado para obtener las cosas. Cada palabra que des, cúmplela.
¿Por qué para Dios es tan importante el voto? Porque Dios toma un voto, como si fuera la transacción completa. Cuando haces un voto a Dios, él te cree. Haz voto a Dios, comprometiéndote a que vas a hacer todo lo requerido, y créele al Dios Todopoderoso que él va a cumplir su palabra sobre tu vida.
Cuando Jacob hizo aquel voto, su vida cambió para siempre. Jamás fue el mismo. Esa es la diferencia de los votos. Tú no puedes amarrar a Dios, a lo que él se ha amarrado ya. Tú no puedes obligar a Dios, a lo que él ya se obligó. Él se obligó a perdonarte, a salvarte, a liberarte. No hay nada que tú puedas hacer para obligarlo a él, porque él ya se obligó. Él le dijo a Jacob que no le dejaría hasta hacer lo que le había dicho. En otras palabras: No se trata de ti, sino de que yo voy a cumplir mi palabra. La pregunta es si tú eres capaz de vivir la vida que le permita a Dios hacer lo que él prometió hacer. Por eso es que tu palabra es tan importante. Que tu , sea ; y tu nono. Vive bajo un estándar diferente al que vive el resto del mundo, para que tú puedas dar testimonio de que ha sido Dios quien te ha prosperado y te ha bendecido.  

ORANDO PARA TOMAR DECISIONES

Cada día tomamos decisiones. Desde cosas pequeñas como qué desayunar o qué ponernos a cosas más grandes como si aceptar un trabajo o no o mudarnos.

Hay decisiones que son fáciles de tomar, que están muy claras, y otras que… no tanto. ¿Qué hacemos entonces cuando debemos tomar una decisión que, de una manera u otra, nos afecta y no sabemos qué hacer?

Oramos.

El problema es que, a veces, estamos tan confundidas, que ni siquiera sabemos cómo orar.

Así que hoy te dejo 10 maneras de orar basadas en la Escritura para pedir a Dios que te dirija, guíe tus pasos y te ayude a tomar una decisión correcta.

1. Dile a Dios que confías en Él con todo tu corazón y que no quieres descansar en tu propia prudencia. Comprométete a reconocerle en todos tus caminos y déjale saber que confías en que Él enderezará tus veredas (Proverbios 3:5-6)

2. Clama la promesa de Dios en el Salmo 32:8 de que te hará entender, te enseñará el camino por el que debes andar y fijará Sus ojos sobre ti para poder guiarte.

3.  Pídele a Dios que te muestre tus errores y aquellas cosas que entorpecen que tomes una decisión conforme a Su voluntad. Pídele que te ayude a ver cuál es Su opinión en cuanto al asunto sobre el que tienes que decidir y que no te cierres a ver solamente qué es lo que opinas Tú (Proverbios 16:2)

4. Hazle saber a Dios que, simplemente, quieres para ti lo mismo que Él quiere para tu vida y que te ayude a comprender Sus tiempos y Su voluntad (Juan 5:30)

5. Repite las palabras del salmista: “Hazme oír por la mañana tu misericordia, Porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por dónde ande, porque a ti he elevado mi alma” (Salmo 143:8)

6. Déjale saber a Dios que estás pidiendo Su guía, buscando Su voluntad, y llamando a la puerta del cielo. Clama Su promesa de dar al que pide, revelar al que busca y abrir al que llama (Mateo 7:7-8)

7. Pídele a Dios que forme en ti un espíritu humilde y de mansedumbre. Recuérdale Su promesa de encaminar a los humildes y enseñar el camino a los mansos (Salmo 25:9)

8. Ora las palabras del salmista: “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad y enséñame, porque Tú eres el Dios de mi salvación; en Ti he esperado todo el día” (Salmo 25:4-5)

9. Alaba a Dios por ser tu roca y tu castillo, tu refugio y fortaleza. Clama Su promesa de guiarte y encaminarte (Salmo 31:3)

10. Pídele a Dios que enseñe Su camino y que te ayude a caminar en Su verdad. Ruega para que afirme tu corazón en cada paso que des y puedas conducirte con temor de Él (Salmo 86:11)


Y después de que hayas orado…escucha. Dios quiere guiarte. Dios quiere que conozcas Su voluntad para tu vida. Pero también quiere que puedas detenerte a escuchar Su voz y a obedecer lo que Él tiene para ti aunque no coincida exactamente con lo que tenías pensado.

LA RESURRECCIÓN COMO BASE DE NUESTRA FÉ

La resurrección de Jesús es la prueba más importante de la veracidad de la fe cristiana. La resurrección apoya la inspiración divina y la confiabilidad de las Escrituras, y no a la inversa. He visto personas que han caído en una crisis de fe al descubrir una dificultad que las Escrituras no puedan explicar. La lista de dificultades que los críticos pueden inventar es bastante larga. Aunque la mayoría de ellas se puede resolver aplicando paciente y objetivamente la ley de la no contradicción, o simplemente recurriendo al uso de la ley del sentido común, nuestra fe no se puede poner en pausa hasta que dichos problemas sean resueltos. El cristianismo creció porque los apóstoles predicaron que Cristo había sido levantado de entre los muertos, en cumplimiento de lo dicho por los profetas hebreos. Su muerte satisfizo las demandas de justicia cuando se rompe la Ley de Dios, y la vida perfecta de Jesús lo calificó para ser el Cordero de Dios, el sacrificio sin mancha ni mácula. Los evangelios del Nuevo Testamento y las cartas de Pablo no se escribirían por casi dos décadas, sin embargo, la iglesia creció rápida y dramáticamente durante ese lapso de tiempo. El núcleo central de su mensaje fue la veracidad de la resurrección. Aunque defender la autoridad de las Escrituras que es una tarea noble y necesaria, no debemos ir más allá de lo que las mismas Escrituras dicen acerca del contenido de la presentación central del evangelio.
Son muchas las historias que he escuchado acerca de cómo la resurrección salvó la fe de la gente. A los diecinueve años, el Dr. George Wood luchaba con el dilema de querer creer que su fe era racional, pero teniendo dificultades para hallar las bases que necesitaba. Fue cuando oyó una clase sobre las bases históricas de la resurrección que pudo encontrar una base sólida. “Entonces vine a entender que podía confiar en la voz de Jesús porque, según la historia, Él había sido levantado de entre los muertos”.  Hoy es el líder de las Asambleas de Dios, una agrupación de unas trescientas mil iglesias, presente en más de doscientos países.
Los historiadores nunca habrían puesto en duda la confiabilidad de los evangelios si a estos se les hubiera aplicado consistentemente los mismos estándares que se les aplicaron a otros textos antiguos. La razón principal por la que se niega la confiabilidad de los evangelios es el rechazo a cualquier hipótesis sobrenatural, en particular, la resurrección de Jesús. Necesitan creer que los discípulos se encontraban tan confundidos por lo que había pasado que comenzaron a esparcir fábulas delirantes por toda la primera iglesia. Sin embargo, si Jesús en verdad se levantó de entre los muertos, Él realmente representó la presencia de Dios en la tierra, y los relatos de los discípulos fueron certeros.
Comprender esto implica varias cosas. Primero, Jesús habría profetizado su muerte y resurrección, por lo que habría preparado a sus discípulos para transmitir verazmente sus enseñanzas a las futuras generaciones. Además, los autores y recopiladores de las Escrituras en el futuro habrían sido guiados por el Espíritu Santo, para garantizar que la información fuera preservada fielmente. Difícilmente nos podemos imaginar a Dios observando pasivamente desde el cielo, mientras el mensaje de Jesús se corrompe poco a poco. Particularmente cuando el mismo Jesús prometió a los apóstoles que el Espíritu Santo les recordaría todas sus enseñanzas, y que Él les mostraría todo lo demás que ellos necesitaran entender (Jn. 14:26).
 Jesús les encargó a sus discípulos difundir su mensaje a todas las naciones, y Él prometió que estaría con ellos hasta el final (Mt. 28:18-20). Por lo tanto, podemos tener la seguridad de que ellos transmitieron su mensaje fielmente y lo repitieron continuamente durante décadas.
También prepararon a futuros líderes para transmitir la información a las futuras generaciones. Y esos líderes transmitieron la misma tradición a la siguiente generación. Éste proceso se siguió repitiendo mucho después de que los evangelios fueran transcritos y copiados a lo largo del mundo conocido. Clemente, sucesor de Pedro en Roma, escribió: “Los apóstoles recibieron el evangelio del Señor Jesucristo, y Jesucristo fue enviado por Dios. Cristo, por lo tanto, es y viene de Dios, y los apóstoles son y vienen de Cristo. Ambos eventos, entonces, ocurrieron por la voluntad de Dios. Recibiendo sus instrucciones y llenos de confianza en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y confirmados en la fe por la palabra de Dios, salieron con la convicción total en el Espíritu Santo, predicando las buenas nuevas de que el advenimiento del reino de Dios está por llegar. Predicaron en la ciudad y en el campo; y nombraron a sus primeros conversos, probándolos en el Espíritu, como obispos y diáconos de los futuros creyentes”.
Una acusación frecuente de los escépticos es que los cristianos creen en la resurrección solo porque la Biblia dice que ocurrió. Si tal afirmación fuese cierta, la lógica debería fluir como sigue a continuación:
La Biblia es la Palabra de Dios.
La Biblia dice que Jesús fue levantado de entre los muertos.
Por lo tanto, Jesús fue levantado de entre los muertos, porque la Biblia lo dice.
Tal argumentación sería un razonamiento circular, y lógicamente inválido.
En realidad, el argumento no comienza ni termina con la afirmación de que la Biblia es cierta. El argumento dice:
Según la historia, Jesús fue crucificado y levantado de entre los muertos.
Su resurrección validó su identidad como Hijo de Dios.
Los escritos del Nuevo Testamento son históricamente fiables y son testimonio de estos hechos.
Por lo tanto ambos, la historia y las Escrituras, confirman que Jesucristo de Nazaret fue levantado de entre los muertos, tres días después de ser crucificado.
Este es un argumento lineal y no circular. La premisa inicial es que Jesús existió y que su crucifixión por parte el líder romano Poncio Pilatos forma parte de los registros históricos. Por lo tanto, su resurrección es la mejor explicación para los hechos históricos que aún los más escépticos reconocen cómo verdaderos. Los escritos del Nuevo Testamento son documentos históricos confiables y apoyan la hipótesis de que la crucifixión y la resurrección fueron acontecimientos reales. Estos también explican que este último evento sobrenatural confirma la identidad de Jesús como el Hijo de Dios. La conclusión, por lo tanto, fluye desde un hecho histórico, no de una aseveración al azar proveniente de un libro religioso, como a los escépticos les gusta retratarlo.
El director del departamento de filosofía de la Universidad Liberty, Gary Habermas, ilustra el significado de esta diferencia en sus charlas sobre la veracidad de la resurrección. Levanta una Biblia en alto y dice: “Si esta Biblia es la palabra infalible de Dios, Jesús fue levantado de entre los muertos. Si esta Biblia no es infalible, pero aún es confiable, Jesús todavía fue levantado de entre los muertos”.
Esta es una verdad vital a la cual debemos aferrarnos al enfrentarnos al bombardeo de los escépticos sobre los creyentes de Jesús en la sociedad contemporánea.
Históricamente, la resurrección es la hipótesis que mejor explica todos los hechos, pero esto no nos explica por completo su significado. Al escudriñar las Escrituras, obtenemos una sabiduría valiosa sobre lo que realmente significa.
“Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios, que por medio de sus profetas ya había prometido en las sagradas Escrituras. Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor” (Ro. 1:1-4).
La resurrección puso en evidencia que Jesús era, ciertamente, el Hijo de Dios. Con tantas personas afirmando hablar en nombre de Dios, o aun ser el Mesías, necesitamos urgentemente que la certeza de la identidad de Cristo sea confirmada por Dios.
Este hecho me recuerda la importancia de verificar la identidad. Nuestra identidad se debe establecer más allá de nuestro propio testimonio. No llegamos a un aeropuerto esperando ser admitidos en un área de seguridad sin que antes se confirme quienes somos. La resurrección confirmó quien es Él. En un mundo donde abundan los robos de identidades y los engaños, podemos poner nuestra confianza en Jesucristo. Porque Jesús fue levantado de entre los muertos, podemos confiar en que sus Palabras fueron reales y dignas de confianza.