NO CREAS LA MENTIRA

Cuando estudiamos la palabra del Señor, nos percatamos de que, aquel momento en el que María Magdalena lloraba en la tumba del Señor, no era la única vez que alguien lloraba en una tumba. Abraham lloró frente a la tumba de Sarah. Hubo una mujer que se acercó llorando a Jesús porque iba camino a enterrar a su hijo. En aquella ocasión, Jesús levantó a aquel muchacho. Vemos a Jairo, llorando la muerte de su hija. También en aquella ocasión, Jesús levantó a aquella niña.
Vemos al mismo Cristo llorar frente a la tumba de Lázaro. No porque Lázaro estuviera muerto, sino por la incredulidad de aquellos que le rodeaban. Y ahora, en el libro de Juan, vemos a esta mujer llorar, hasta el punto en que ya no había más lágrimas.
María Magdalena llevaba 3 días llorando. Había visto a Jesús recibiendo todos aquellos azotes, ser crucificado, pasar toda aquella humillación. La Biblia dice que ella estaba a los pies del Maestro al momento de la crucifixión. Probablemente, su dolor era ver morir en aquella cruz, no tan solo al hombre que la había liberado, sino pensar que también podría estar llevando con él esa libertad que ella había experimentado.
Cuando la vemos llorar frente a la tumba, lo hace porque quiere el cuerpo del Maestro.
No hace falta tener el cuerpo de una persona que ha fallecido para tú entonces dejar de llorar, porque no lloramos por el cuerpo o porque la persona no esté ahí, sino por todas las cosas a nuestro alrededor que quedan inconclusas, por no saber cómo cerraremos esos capítulos de nuestra vida. A veces, en realidad, todo lo que necesitamos es que alguien nos entienda.
Muchos van a la iglesia a encontrarse con Aquel que, años atrás, cambió sus vidas, en lugar de ir a encontrarse con el Cristo resucitado. El Cristo resucitado es Aquel del que se nos habla en Hebreos, que es nuestro Sumo Sacerdote, quien sí nos entiende, porque se puso en nuestro lugar, sufrió nuestros dolores, y ahora aboga por nosotros.
Luego de la resurrección de Cristo, la Biblia dice que pagaron mucho dinero para que los soldados dijeran una mentira: Que el cuerpo de Cristo había sido robado. Todo esto, para que nadie creyera en la resurrección. Por esto, cuando el ángel le pregunta a María Magdalena “¿por qué lloras?”, su respuesta fue: Se robaron el cuerpo. María creyó la mentira.
Lo que nos hace llorar no necesariamente son los eventos, sino las mentiras, las especulaciones. María podía preguntarse: Si se robaron el cuerpo, entonces, lo que él hizo en mí, ¿habrá sido real? ¿Será algo meramente de un instante, o será permanente?
¿Cuántas mentiras tú has creído que te han llevado a andar llorando y buscando el cuerpo para tratar de hacer un cierre en tu vida?
Aquella mujer fue con especies, para preservar el cuerpo. Algunos, guardan cuerpos muertos en sus vidas. Hay quienes hacen lo que sea, por preservar algo que ya no vale el esfuerzo conservar. Quizás es un negocio, una relación. Pero el cuerpo no da un cierre. Abraham tenía el cuerpo de Sarah, y eso no le ayudó. Tenían el cuerpo de Lázaro, y eso no evito que lloraran. Y es que no lloramos por aquello que tratamos de preservar, sino porque vivimos rodeados de gente, pero pensamos que nadie nos entiende.
A ti te han dicho que te robaron la vida cuando te robaron el negocio, el matrimonio; que los problemas del pasado han removido tus oportunidades, tus posibilidades. Estás tratando de agarrar lo último que te queda, el cuerpo; pero tiene que haber un momento en que entiendas que, lo que Cristo había dicho, se cumplió. No creas más la mentira que el mundo ha querido que creas. Cree lo que Dios ha dicho de ti, la palabra que él ya te ha dado.

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