JUNTOS ANTE LO INESPERADO


Todas las personas, sin importar cómo, construimos nuestro proyecto de vida. Por ejemplo cuando una pareja decide convivir ya sea tácita o explícitamente o que se cumpla o no, ese acuerdo se da desde el momento en que la pareja decide vivir junta. O en el caso de la persona que asume un nuevo trabajo, entra con el proyecto de recibir una remuneración económica que le permita satisfacer sus necesidades. En fin, el proyecto de vida es el plan que elaboramos para dirigir nuestra vida, ya sea individualmente, en pareja o como familia.

Durante ese caminar, muchas veces nos toman desprevenidos situaciones que nos obligan a redirigir el camino hacia otro rumbo y muy diferente a lo que originalmente nos habíamos propuesto. Entonces nos asalta una pregunta crucial: ¿podré salir avante a pesar de este cambio?

Todos nos hemos encontrado ante circunstancias similares a esta. Estas situaciones, según su naturaleza, pueden beneficiarnos o traernos grandes infortunios y dolor.

Se puede presentar, por ejemplo, la muerte repentina de algún familiar, un accidente que provoque lesiones permanentes, o el diagnóstico de alguna enfermedad terminal; o bien cuando una hija soltera queda embarazada o se encuentran drogas en la habitación de uno de los hijos. En fin, cualquier situaciones que implique, de una u otra manera, una pérdida.

Las repercusiones de estas situaciones en la conducta y en el interior de la persona afectada, dependerán del significado particular que esta persona le otorgue al evento.

¿Me encuentro sola?

Frecuentemente, cuando nos enfrentamos a situaciones inesperadas nos sentimos solos y tendemos a pensar que nadie comprende nuestro dolor. En parte, esto se da porque cada persona interpreta y vive su dolor de acuerdo a su propia realidad. Sin embargo no conviene encerrarnos en nuestros propios sentimientos o pensamientos, pues de esa manera las situaciones dolorosas se tornan insoportables.

Resulta imperativo, entonces, que busquemos apoyo de nuestros familiares, amigos, de nuestra pareja, de hijos o padres; en fin, de alguna persona a la que podamos acudir confiadamente, que sea capaz de brindarnos el consuelo que estamos necesitando.

¿Qué nos impide buscar ayuda?

Cuando nos encerramos en nuestro dolor y creemos que nadie más en el mundo nos va a entender, nos cerramos a la posibilidad de que alguien nos apoye.

Muchas veces las personas quieren dar una imagen de autosuficiencia, de que no necesitan a los demás. Cuando este tipo de personas se enfrentan a una situación que descubre su vulnerabilidad, es frecuente que se resistan aceptar esa necesidad emocional y por lo tanto no buscan, e incluso rechazan, la ayuda que otros les pueden brindar.

La religiosidad mal enfocada también pueden afectar el acompañamiento en un momento difícil de la vida. Algunos creen erróneamente que solo Dios les puede ayuda. La realidad es que somos seres sociales, que nos necesitamos unos a otros. Pese a nuestra dimensión espiritual que nos vincula directamente con Dios, nuestra naturaleza humana demanda que acudamos a nuestros semejantes en busca de apoyo. Por lo tanto, es fundamental que nos abramos a la posibilidad de compartir con otros nuestros problemas y sufrimientos, despojándonos de la falsa creencia de que sobrellevar las pena sin acompañamiento alguno, nos hará más espirituales. El sufrimiento y la búsqueda de consuelo no implican falta de fe o una debilitada relación con Dios, sino más bien reflejan la sensibilidad inherente al ser humano.

¿Cómo ayudar a alguien que está sufriendo?

Si usted también está enfrentando una situación difícil, es importante que recuerde que también está sensible y vulnerable por el dolor que enfrenta.

No pretenda llenar todas las necesidades emocionales o materiales de la otra persona. Usted puede ser un apoyo invaluable para su familiar o amigo pero no el ser omnipotente que va a resolverle el dolor y la pena. Esa sería una misión imposible.

Recuerde que usted también está sufriendo, por lo tanto muchas veces no va a estar en condiciones de apoyar y consolar. Lo contrario también sucede, no pretenda que la otra persona le llene a usted todas sus necesidades afectivas.

Sea honesto con usted mismo y con los demás en el sentido de que van a requerir apoyo y consuelo mutuo.

Tomen decisiones juntos, reconstruyan su proyecto de vida. Recuerde que con lo que sucedió la vida no termina, pese a que a veces parece que así es. Por lo tanto tómense el tiempo para procesar su dolor y trate de ver la luz en el camino. Aunque parezca difícil, las situaciones adversas fortalecen los vínculos afectivos y emocionales.

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