PARABOLA DE LOS TALENTOS


Si te pregunto ¿cuánto posees? ¿a qué se dirigen tus pensamientos?

Seguramente a la cantidad de dinero que posees o ganas. Es decir piensas cuan rica es una persona.

Pero…. Piensa un poco más: ¿tienes buena salud? ¿Una familia para amar? ¿Amigos? Y ¿qué acerca del tiempo? A todos se nos ha dado la misma cantidad de tiempo durante el día… ¡24 horas! Como ves puede ser que no seamos ricas en dinero, pero podemos serlo de otra manera.

¿Cómo te ves a ti misma y que piensas de tus capacidades? ¿Alguna vez te has sentido como que no tienes nada que ofrecer a otros y nada que ofrecer a Dios?

Quiero compartir contigo una historia así como la contó Jesús:

“Hubo una vez un hombre que antes de partir hacia otro país, junto a sus tres empleadas y les prestó dinero para que lo invirtieran y les dijo: “quiero que hagan algo con este dinero” y le dio a cada uno según sus capacidades.

“Cada una de ustedes decidirá la mejor manera de invertirlos, mientras yo me voy de viaje. Confió en ustedes.”

“Yo haré lo mejor de mi para colmar tus expectativas” replicó una de ellas. Las otras moviendo la cabeza asintieron en acuerdo con la primera.

¿Qué harías tú en una situación así? ¿Cómo te sentirías?

Veamos que hizo cada una de ellas con el dinero.

A la primero se le dio la suma más grande. Tenía confianza que haría mucho dinero para su jefe.

“Espera para ver todo lo que puedo hacer con este dinero” dijo ella, entusiasmada por el desafío. Lo invirtió y con el paso del tiempo, felizmente pudo ver que la suma aumentaba.

La segunda recibió otra gran cantidad de dinero. Hizo como la primera, lo invirtió. Estaba un poco nerviosa pero como la primera trabajadora, todo lo que quería era un buen resultado del dinero que se le había confiado. Ella sabía que había hecho la elección correcta y al pasar el tiempo, pudo ver el dinero extra que había ganado para su jefe.

La tercera recibió una suma menor pero de todos modos era mucho dinero tanto que nunca ella había tenido tanto en sus manos. Esta trabajadora tenía miedo de lo que le sucedería así que lo guardó entre sus ropas en un cajón.

“No le pasará nada malo a este dinero aquí”. Se dijo a si misma. “Mi jefe estará contento de ver su dinero a salvo cuando regrese. Estoy segura de haber hecho la mejor elección”.

El jefe estuvo mucho tiempo lejos. Cuando regresó quiso ver a sus tres empleadas.

“Permítanme saber lo que han hecho con el dinero que les di” dijo el hombre.

La primera le mostró los informes del banco.

“Cuidé de tu dinero fielmente y lo invertí, he ganado una gran suma para ti” dijo la mujer. El jefe sonrió. Él estaba tan contento porque ella había doblado la suma que se le entregó. “¡Magnifico! Eres una empleado buena y fiel. Y ya que fuiste fiel con el poco dinero que te di, te voy a confiar una cantidad mayor. Ven, entra celebremos tu éxito. ¡Quiero que seas mi socia! ¡Gracias, Señor!” contestó ella sorprendida. Estaba tan feliz por la recompensa de su Señor. Realmente se arriesgó a invertir ese dinero que había recibido.

Luego el jefe hablo con la segunda mujer a quien también había dado una suma grande de dinero aunque no tanto como a la primera. “¿Y qué has hecho tú con el dinero?”

“Yo también lo invertí y pude multiplicar por dos la cantidad que me diste”, replicó la señora con una sonrisa.

“¡Qué maravilloso quiero que también seas mi socia!”

“Eres muy generoso” le dijo la mujer. Pero él le dijo: “Eres una empleada buena y fiel, ven y celebremos”.

Le llegó el turno a la tercera. ¿Cómo crees que se sentiría? ¿Estaría celosa de las dos anteriores?

Ella le habló: “Señor aquí está tu dinero, hasta el último centavo. Lo cuidé muy bien para que no se perdiera nada, le devuelvo lo que usted me dio”.

“¿Porqué has hecho esto?” le cuestionó el hombre.

Se le veía muy enojado. Entonces ella comenzó a darle explicaciones.

“Bueno, usted es muy exigente y yo tuve miedo de equivocarme con el uso del dinero que usted me ha confiado y decidí ser cautelosa.

Guardé el dinero en un lugar seguro para devolvérselo a su regreso. ¿No le pone contento lo que hice?”

El jefe miró a la empleada muy enojado. “¿Contento?, que espantosa manera de vivir tu vida, siempre queriendo estar a salvo. Eres una perezosa. Si sabías que quería tener las ganancias por lo menos debías haber puesto el dinero en el banco para que ganara intereses. Toma el dinero que te di y dáselo a ella” dijo el jefe, señalando a la primera mujer. Ella recibió más y se arriesgó usándolo bien. ¡Perdiste la oportunidad de usar lo que te di, así que ahora no tendrás nada! Aprende de las otras lo que han ganado al invertir.”

Amiga así es con Dios. Él es el dueño y nosotras las empleadas. Generosamente nos dio dones a cada una. A cada mujer hombre o niño. Él nos ha dado conforme a nuestra capacidad. Todos debemos de descubrir el talento que Dios nos ha dado y usarlo sabiamente. No debemos permitir que nuestras inseguridades y complejos nos aten no dejándonos lograr lo mejor.

Invirtamos nuestros talentos y dones y esperemos confiadamente la recompensa de la inversión. Nuestro Padre Celestial sabe hasta donde podemos y no nos va a exigir más. La Biblia, Palabra de Dios nos dice: “Porque el que sabe usar bien lo que recibe, recibirá más y tendrá abundancia. Pero al que es infiel se le quitará aún lo poco que tiene”.

Si estuviste atenta a lo que dijimos y escuchaste bien no te quedes tranquila. Descubre tu don y úsalo para Dios y para el bien de la humanidad. Sabes música, úsala para la gloria de Dios. Sabes escribir escribe para animar a otros. Sabes cuidar bien a otros, hazlo con alegría.

Si eres maestra, empleada, doctora, costurera… lo que sea úsalo con ganas y deseos de ayudar donde te toque actuar.

Agradece a Dios por la capacidad que te dio y úsala al máximo mientras Él te lo permita. Luego un día el Señor te dirá: “Haz sido una buena y fiel trabajadora, entra a gozar conmigo para siempre. Te felicito por lo que has logrado”.

Oremos a Dios:

Señor; gracias por la vida y por todo lo que me has dado. Lo que tengo y lo que soy quiero usarlo para bien. Humildemente me pongo a tu disposición y a tu servicio. Quiero darte lo mejor de mí, dame sabiduría para saber hacerlo. Amén

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