ME SIENTO REALIZADA POR SER MUJER?


Seguramente tu, que lees estas líneas, ha oído muchas veces expresiones como esta: “Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”, o “la mano que mece la cuna mueve al mundo”.

Si bien es cierto que estas expresiones han sido despreciadas en algunos casos, por decir que fueron hechas por hombres para poner a la mujer en su lugar—en la cuna y detrás del hombre—, no es menos cierto que cualquiera que sea la motivación detrás de estas frases, no cambia el sentido real de la verdad de estas afirmaciones.

Permítaseme citar aquí dos ejemplos con el fin de mostrar la verdad de estas afirmaciones. El primero lo tomaremos directamente de la Biblia. El capítulo 31 del libro de Proverbios, pasaje por excelencia relacionado con las virtudes de la mujer, comienza en su versículo primero, diciendo: “Palabras del Rey Lemuel, la profecía con que le enseñó su madre.” Siendo el Antiguo Testamento el bastión de la superioridad masculina, nos encontramos con todo un capítulo dedicado a elogiar a la mujer. La clave aquí está en la madre del rey Lemuel. Ella le enseñó a su hijo, y su mensaje halló cabida en el corazón de él. Nunca debemos desestimar el poder y la influencia que una mujer puede tener sobre los niños.

Otro ejemplo que quiero citar es más cercano a nuestros días. En el año 1900 un historiador norteamericano hizo un estudio comparativo de dos familias del tiempo de la colonia, que llegaron a los Estados Unidos de Norteamérica al mismo tiempo. Estas dos familias eran los Jukes y los Edwards. Los Jukes descienden de un inmigrante cuya familia tuvo 1.200 miembros. De éstos, sólo 20 tuvieron un trabajo fijo. Para el año 1900 la familia Jukes le había costado al estado de New York $1.250.000 dólares en ayuda social. Esta familia dejó tras sí problemas y cargas para el Estado y los ciudadanos.

La otra familia, los Edwards, descendió de Jonathan Edwards, quien fue un predicador puritano, y su esposa Sara. En la familia Edwards encontramos 13 rectores de universidades,65 profesores, 100 abogados, uno de ellos rector de una importante escuela de derecho, 30 jueces, 65 médicos, uno rector de una escuela de medicina, 3 senadores, alcaldes de importantes ciudades, gobernadores de 3 Estados, un vicepresidente de EE. UU., y la cuenta sigue. Se dice de ellos que entraban al ministerio a manos llenas; más de 100 misioneros foráneos se incluyen en su familia. Así de grande ha sido la influencia de esta familia. Mucho se habla de Jonathan Edwards, el famoso predicador que le dio el apellido, pero su esposa Sara trabajó detrás de él siempre. Tuvo una influencia inmensa sobre sus hijos. Su familia siempre fue la proyección de sí misma.

La señora Catherine Alien, presidenta del Departamento Femenil de la Alianza Bautista Mundial, preparó un resumen de estadísticas relacionadas con la posición o condición de la mujer a través del mundo. Se nos dice en esta información que la mujer forma el 49,7% de la población mundial (Naciones Unidas, 1989). Las mujeres forman el 35% de la fuerza laboral del mundo; sin embargo, reciben el 10% de los ingresos mundiales. Las mujeres son dueñas de sólo el 1% de la propiedad en el mundo. Constituyen el 75% de los enfermos en el mundo,70% de los pobres, 80% de los refugiados y el 66% de los analfabetos.

Pero, sin embargo, yendo al plano religioso y también con información del año 1989, nos encontramos con que la mujer sí ha sabido buscar su lugar en la iglesia. En efecto, en una disertación preparada para la Comisión de Ética Cristiana de la Alianza Bautista Mundial, presentada en agosto de 1989 en Zagreb, Yugoslavia, por Beth MacClaren, como resultado de una encuesta enviada a mujeres bautistas líderes de los diferentes países del mundo, la autora señala:

“Las mujeres son mayoría en las congregaciones alrededor del mundo. Ellas aman al Señor. Son devotas de la iglesia. Se encuentran totalmente al servicio del Señor y de los otros. Aunque éstos no son descubrimientos alarmantes, es novedad excitante”; y cuando se refiere específicamente a las mujeres de Latinoamérica dice:

“Las mujeres son mencionadas haciendo todos los trabajos tradicionales en las iglesias, sea predicando, enseñando en seminarios y sirviendo en comités ejecutivos.”

Los cristianos no separan a sus miembros por sexo, pero la gran mayoría son mujeres. El cristianismo le da un valor más alto a la mujer que las otras religiones. Muchas iglesias bautistas en América Latina tienen un porcentaje de membresía femenino por sobre el 75%.

Entonces podemos decir con certeza que muchas mujeres han sabido reconocer su lugar en el plan de Dios, de tal manera que se han sentido realizadas en su vida.

Podemos señalar como el poeta sagrado en Prov. 3: 6: “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”; porque así ha sido con la mujer cristiana.

La mujer que reconoce a Dios en todo no sólo recibe su guía, también él remueve los obstáculos haciendo que su caminar por la vida sea tranquilo, provechoso y le traiga realización personal, y para todos aquellos a quienes ella toca en el ámbito de su influencia.

1. Dios nos creó para ser mujeres realizadas

Nopodemos menos que maravillarnos cuando pensamos en el maravilloso plan de Dios al crear el mundo y todo lo que en él hay. Es interesante que después de cada día en la creación, está aquella declaración: “Y vio Dios que era bueno.” Esto nos muestra que Dios ama su obra. Sin embargo, cuando creó al hombre el relato bíblico en Gén. 2:18 dice: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo.” En el maravilloso plan de Dios era bueno crear a la mujer. Entonces, pensemos en algunas razones por las que Dios nos creó.

a. Dios nos creó para tener comunión con él. Gén. 1:26, 27 dice:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” La imagen de Dios fue dada sólo al ser humano. La palabra “imagen” (selem ) es usada figurativamente, pues Dios no tiene forma. Pero, ser a su imagen significa que los hombres comparten con él, aunque en una forma imperfecta y finita, la naturaleza de Dios, esto es, sus atributos como por ejemplo vida, verdad, sabiduría, amor, santidad, justicia y también la capacidad de tener compañerismo espiritual con él.

El hombre es creado en su dualidad varón y hembra, y en su condición de imagen de Dios es introducido en el mundo. Es interesante notar que la imagen de Dios no es completa sólo en el varón, como tampoco sólo en la mujer. Es en esta dualidad que el hombre ejerce soberanía y mayordomía sobre el resto de la creación. El varón y la hembra están juntos, con los mismos derechos y obligaciones. Ambos reflejan la imagen de Dios, están ambos dotados de inteligencia; ambos reciben el mandato de “fructificad y multiplicaos”. Por ningún motivo podemos decir que la mujer recibe la misión de fructificar (engendrar) y el varón la de señorear. Aquí se nota claramente que ambos pertenecen a la misma humanidad.

Entonces, podemos decir que Dios nos creó para gozar de comunión con él, para caminar con él, para vivir eternamente, para conocer y amar a Dios. Es más, Dios nos creó para  glorificarse a sí mismo (Isa. 43: 7).

b. Nos creó para gozar de comunión en el matrimonio.

Los versículos 18 al 25 del capítulo 2 de Génesis nos hablan de la preocupación de Dios por el hombre, la importancia de proporcionarle compañía. Permítaseme detenerme aquí, en el versículo 18: “Le haré ayuda idónea para él.” Quizá podemos decir que es el primer título que Dios le da a la mujer: “ayudadora”. En el hebreo la expresión aquí usada es muy significativa. Lleva la idea de alguien que “asiste a otro para obtener su completa realización”, y si esto aún no fuera suficiente, Dios agrega un calificativo a esta ayuda, “que sea idónea”.

O sea, ella va a proveer las piezas que faltan en el rompecabezas de la vida del hombre. Ella permitirá que él sea completo; más bien que ambos se complementen. No es que la mujer vive en función de hacer feliz al hombre sino que complementa su felicidad. Es interesante notar que estos son iguales en el ser “homo”, comparten la misma humanidad, pero diferentes por ser hombre y mujer. Comparten en esta reciprocidad la aptitud de establecer relaciones constructivas. Quisiera aquí complementar el tema citando a Joyce Wyatt en su libro “Soy mujer, soy especial”:

“El rol de la mujer debe ser concebido como Dios mismo lo concibió, la compañera para el compañero, la pareja relacionada en amor y consideración mutuos. La criatura de la tierra necesitaba tener una compañera que no fuera ni inferior a él ni superior sino una que eliminaría su soledad y aislamiento y con la que encontraría su identidad”.f1 c. Nos creó para gozar la vida.

En efecto, Gén. 1:28-31 nos muestra cómo Dios bendijo al hombre y a la mujer diciéndoles:

“Fructificad y multiplicaos.” Gozar de la bendición de Dios, por supuesto que implica disfrutar la vida. La Biblia misma dice: “Todo era bueno en gran manera.” Creo que uno de los más grandes gozos del ser humano está en el “fructificad”. Y por qué no decirlo, para la mujer en particular esta es una de las más hermosas manifestaciones de la bendición de Dios. Traer vida a la vida. Es hermoso pensar en que Dios nos honró sobremanera al mandar a su Hijo para nacer de una mujer. Quisiera embellecer esta expresión usando un poema de Gabriela Mistral, la gran poetisa latinoamericana. Ella hace una alegoría a la maternidad:

“Vino mi madre a verme; estuvo sentada aquí a mi lado, y, por primera vez en nuestra vida, fuimos dos hermanas que hablaron del tremendo trance. Palpó con temblor mi vientre y descubrió mi pecho. Y al contacto de sus manos me pareció que se entreabrían con suavidad mis entrañas y que a mi seno subía la onda láctea.

Enrojecida, llena de confusión, le hablé de mis dolores y del miedo de mi carne; caí sobre su pecho, ¡y volví a ser de nuevo una niña pequeña que sollozó en sus brazos del terror de la vida.” Pero sabemos que la vida se transmite no sólo biológicamente, sino que también afectivamente y a través de la enseñanza. Una encuesta reciente de los Estados Unidos de Norteamérica indicó que el 75% de los jóvenes, entre 12 y 17 años, reconocen que sus principios religiosos son comparables a los de sus madres. Las mujeres no nos damos cuenta del tremendo impacto que tenemos en nuestras familias y en los que nos rodean.

d. Nos creó para gozar del trabajo.
Gén. 2:15 nos muestra que Dios puso al hombre en el huerto para cuidarlo y cultivarlo. Esto nos muestra que Dios nos permite encontrar propósito y desafío en la vida a través del trabajo así como ser responsables en él. Además, como en todas las cosas, estamos para glorificarle en medio y a través de nuestra actividad cotidiana.

e. Nos creó para gozar de nuestra sexualidad.
En Génesis se menciona que el hombre y la mujer estaban desnudos y no se avergonzaban, lo que nos permite ver el sexo como un regalo de Dios.
La desnudez de la pareja en el huerto sugiere que ellos se sentían cómodos uno con el otro, sin ningún temor de explotación o mala intención. Aquí la desnudez no sólo sugiere esto literalmente, sino que también sin malicia. Por eso se goza de la sexualidad. La sexualidad permite que la pareja se conozca; por lo que es importante un concepto sano acerca de ella para la estabilidad del matrimonio.

f. Nos creó para usar nuestra mente.
En Gén. 2:19, 20 vemos cómo Dios concede al hombre la facultad de poner nombre a los animales, lo que muestra que Dios le da sabiduría y conocimiento, una visión total de la vida; es decir, le permite usar su mente para su gloria.

2. El pecado cambia el propósito de Dios Todo
esto es el cuadro que debiera existir siempre. Así debiera ser nuestra vida; sin embargo, no es así. Para nuestra tristeza existe el capítulo 3 de Génesis. Aquí encontramos cómo el propósito de Dios se ve entorpecido por causa de la desobediencia del hombre.

a. El pecado produce separación de Dios.
Decíamos que fuimos creados para gozar de comunión con Dios. Sin embargo, el pecado produce separación: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Entonces, esto crea culpabilidad que se traduce en alejamiento de Dios; ya no se le conoce personalmente. Es más, por la conciencia de culpabilidad creada por el pecado, el ser humano se oculta de la presencia de Dios.

b. El pecado produce conflicto en las relaciones humanas.
En vez de gozar de comunión en el matrimonio, ahora se producen conflictos en las relaciones interpersonales. El versículo 12 del capítulo 3 de Génesis nos muestra que se trata de culpar al otro para defenderse. Esto, indudablemente, acarrea soledad, competencia en lugar de complemento. Aquí ya no se es ayuda idónea sino que cada uno busca lo suyo, surgiendo el egoísmo y la falta de comprensión.

c. El pecado produce una vida sin propósito.
Elpropósito original de gozar la vida se ve despreciado. Puesto que el pecado sólo produce el tener una vida sin propósito y sin sentido, la felicidad se torna pasajera.

d. El pecado transforma el trabajo en una carga.
Yqué decir de la pérdida del gozo del trabajo. El pecado hace que el trabajo sea una carga, lo que produce aburrimiento, floj era, irresponsabilidad. Se puede trabajar mucho, pero con motivaciones incorrectas.

e. El pecado hace mal uso de la sexualidad.
La sexualidad es mal usada porque se tienen falsos conceptos respecto a ella. Produce confusión de funciones por actitudes erróneas como el creer que Dios está en contra del sexo, incluso la actitud deliberada de promover la explotación del sexo, el adulterio, la fornicación, la homosexualidad, la pornografía, la fonopornografía y otros.

f. El pecado cambia nuestra mente.
Nuestra mente se afecta tanto por el pecado que se produce ceguera espiritual. Los valores morales se trastocan y ya los pensamientos del ser humano no son los de Dios.

3. Cristo restaura nuestra realización Pero, ¡qué privilegio tenemos! La historia de la humanidad no termina ahí; el propósito original de Dios es restaurado. Dios ama de tal manera su creación que provee para que ella pueda volver a cumplir su propósito original. Rom. 5: 8 dice: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Todo aquel que en él cree tendrá nueva vida. Es más, Juan. 1:12 nos dice que “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.

Entonces podemos decir que experimentamos:

a. La restauración de nuestra relación con Dios.
Al ser hechos hijos de Dios, podemos experimentar cómo la relación con Dios es restaurada en Cristo. Podemos experimentar su perdón total, caminar con él diariamente. Ahora podemos conocerle personalmente, amarle y recibir su amor y, más aún, ser sinceras y abiertas con él.

b. La restauración de nuestras relaciones humanas.
Cristo nos da poder para edificar las vidas de otros. Nos ayuda para ser sinceras y vivir en comunidad.

c. La abundancia de nuestra nueva vida en Cristo. La vida sin propósito se transforma en una vida abundante, Juan. 10:10.

d. Una nueva perspectiva con respecto al trabajo.
Col. 3:23 nos incentiva a hacerlo todo como para el Señor. Al actuar así podemos encontrar equilibrio y paz en nuestro trabajo, pues le servimos
a él.

e. La satisfacción plena de nuestra sexualidad.
El sexo adquiere un nuevo significado. Lo que el pecado distorsionó, la gracia
de Dios lo ha restaurado y, de esa forma, nos damos cuenta de que nuestra sexualidad también es importante para Dios.

f. La renovación de nuestros pensamientos.
Primera de 1 Cor. 2:16 nos dice que ahora tenemos la mente de Cristo, o sea que podemos pensar los pensamientos de Dios. El Espíritu Santo nos permite una visión integral y total de la vida, teniendo un completo discernimiento entre el bien y el mal.
Me siento realizada como mujer porque fui creada por Dios, redimida por la sangre de Cristo, llamada a servir y ungida por su Espíritu Santo para esa tarea. Soy objeto del amor del Dios Todopoderoso.

Entonces, ¿cómo sentirse realizada como mujer? Permitiendo que Dios cumpla su propósito en nosotras.

Sal. 138: 8: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”

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