DEBEMOS PROBAR LOS ESPIRITUS


Estos son tiempos de confusión moral y religiosa y a veces es difícil distinguir lo falso de lo verdadero. Nuestro fiel Señor ha tratado de salvamos de las consecuencias De nuestra ceguera con advertencias repetidas y muchas instrucciones cuidadosas. ¡Nos conviene prestarle mucha atención a Sus palabras!



Hacia el final de los tiempos. se nos dice, habrá un incremento de la actividad religiosa y expectación frenética, surgiendo de las condiciones turbulentas que prevalecerán entre las naciones. El lenguaje es familiar para la mayoría de los cristianos:

"Y oiréis de guerras y rumores de guerra; se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán. y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa demi nombre. Muchos tropezarán entonces. y se entregarán unos a otros. y unos a otros se aborrecerán" (Mt. 24:6- 10).

Junto con este estado de las situaciones habrá un gran aumento de la expectación religiosa y los acontecimientos sobrenaturales en general.


"Porque vendrán muchos en Mi Nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán... Y muchos falsos profetas se leventarán, y engañarán a muchos.... Entonces, si alguno os dijere; Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mt. 24:5, 23-24).

Muchos Cristianos de mente tierna temen pecar contra el amor, sin atreverse a investigar e indagar en todo lo que lleve el manto de Cristianismo y que tenga aliento del nombre de Jesús. No se atreven a examinar las credenciales del último profeta que ha llegado a su pueblo por no ser culpables de rechazar algo que pudiera ser de Dios. Con timidez recuerdan cómo los fariseos rehusaron aceptar a Cristo cuando vino, y no quieren encontrarse en la misma trampa. así que, o bien se reservan el juicio, o cierran los ojos y aceptan todo sin hacer preguntas. Se supone que esto indica un alto grado de espiritualidad. Pero la cruda realidad es que no indica tal cosa. ¡Más bien pudiera ser evidencia de la ausencia del Espíritu Santo! La credulidad no es sinónima con la espiritualidad. La fe no es un hábito mental que conduce a su poseedor a abrir la boca y tragar todo lo que tenga el color de lo sobrenatural.

¡La fe mantiene abierto el corazón a todo lo que proviene de Dios, y rechaza todo lo que no sea de Dios, no importa cuán maravilloso sea! «Probad los espíritus» es un mandato del Espíritu Santo a la Iglesia Podemos pecar tanto por aprovechar lo espurio o falso como por rechazar lo genuino.

Y el hábito actual de rehusar o negarse a tomar lados o partido no es la manera de evitar la pregunta, el asunto y el problema. El evaluar las cosas con un corazón de amor y entonces actuar sobre el resultado es una obligación que descansa sobre todo Cristiano en el mundo. ¡Y cuánto más si vemos que el día se aproxima!

¿Cómo podemos saber si un hombre, o una demostración, o una manifestación religiosa es de Dios o no?

Es fácil encontrar la respuesta, pero requiere valor seguir los hechos como Dios los revela a nosotros. Las pruebas para la sinceridad o autenticidad espiritual son dos: Primero, el líder tiene que ser un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo. El Cristianismo no es nada si no es moral. Ni estratagemas, ni tretas, ni trucos de teología, ni demostraciones sobrenaturales maravillosas, ni evidencias de devoción ciega de parte del público pueden decidir si Dios está en el hombre o en el movimiento, o no. Todo siervo de Cristo tiene que ser puro de corazón y de Vida santa. Aunque no se haya de encontrar la perfección sin pecado ni siquiera en el mejor de los hombres, sin embargo, el líder en el cual se puede confiar es aquel que Vive tan cerca a Cristo como es posible y que sabe cómo arrepentirse en tristeza de corazón cuando peca contra su Señor en acción o palabra. El hombre que Dios honra ha de ser humilde, se niega así mismo, se sacrifica a sí mismo, es modesto, de Vida limpia y pura., libre del amor al dinero, ansioso de promover el honor de Dios e igualmente ansioso de no tomar para sí nada de la honra o la gloria. Sus cuentas financieras serán abiertas para la inspección, sus normas éticas serán altas y su Vida personal será sin reproche.

Pero la prueba de la bondad o bien moral no basta. Todo hombre tiene que someter su obra a la prueba de las Escrituras. No basta que sea capaz de citar extensamente de la biblia o que reclame para sí grandes y sobrecogedoras experiencias de Dios. Volved a la ley y al testimonio. Si no habla de acuerdo con la Palabra es porque no está en él la luz. Nosotros que somos invitados a seguirle tenemos todo derecho, como también la obligación solemne, de probar sus obras según la Palabra de Dios. Tenemos que demandar y requerir que cada persona que reclame nuestra confianza presente una declaración de salud impecable conforme a las Sagradas Escrituras; que haga más, que entretejer un texto en forma ocasional, o levantar la Biblia de manera dramática ante los ojos de su audiencia. Sus doctrinas tienen que ser las de las Escrituras. La Biblia tiene que dominar su predicación. Tiene que predicar conforme a la Palabra de Dios.

El precio de seguir a un profeta falso al desierto pudiera ser la muerte. El precio de hacer caso a malos consejos en los negocios puede ser la bancarrota. El precio de confiar en un seudodoctor puede ser la pérdida permanente de la salud. ¡El costo de poner la confianza en un seudoprofeta puede ser la tragedia moral y espiritual! ¡Tengamos cuidado de que nadie nos engañe!
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