JESÚS Y LAS MUJERES

Resultado de imagen de jesus y las mujeresLas mujeres, judías, que vivían en la antigua palestina, en los días de Jesús, han sido consideradas como las más desamparadas, y pobres, de todos los tiempos; ya que no tenían derechos familiares, ni de protección social, ni económicos. 

Ellas estaban impedidas de divorciarse (y aunque llegaran a tener un millón de razones, bastante sólidas, para hacerlo). Los hombres, en cambio, sí podían separarse, de sus parejas, argumentando cualquier pretexto. Si la comida que preparaba, alguna de ellas, por ejemplo, no era del agrado, y satisfacción, completa, del marido, él tenía la facultad, y el respaldo popular, para solicitar el divorcio. Las mujeres hebreas, sin embargo, no estaban autorizadas, legalmente, para pedir el divorcio a sus maridos, por ningún motivo, y aunque él hombre hubiera cometido adulterio. Abandonar al esposo tenía consecuencias catastróficas.

Al menos que las mujeres fueran parte de un hogar, patriarcal, la supervivencia, para ellas, era muy complicada, y difícil.

Los derechos de propiedad de las mujeres judías eran, realmente, inexistentes. Ellas podían heredar algún terreno, en teórica; pero, en la práctica, los descendientes varones, de los padres, tenían la prioridad. Si alguna mujer lograba heredar, finalmente, una propiedad, su esposo tenía la facultad, y el privilegio, de utilizar, y de disfrutar, del patrimonio de la cónyuge. La esfera social, más importante, de las mujeres, era el hogar.

Desde una perspectiva religiosa, y moral, también eran marginadas, y discriminadas, brutalmente. A los rabinos no les interesaba enseñarles los principios, ni las normas, de la ley, porque decían que harían un mal uso de lo que aprenderían. Las mujeres estaban separadas, de los hombres, en las sinagogas, por una barrera. El servicio religioso empezaba cuando había diez hombres, por lo menos, dentro de los locales de culto (no se contaba a las mujeres, para nada); a ellas no se les permitía opinar, ni hablar; tenían que limitarse, tan solo, a escuchar a los hombres. Las mujeres no conocían, puntualmente, los preceptos de la ley; pero eran sometidas, injustamente, a las penas más drásticas, y violentas, si los quebrantaban.

En medio de un conjunto, espeluznante, y aterrador, de diferencias jurídicas, culturales, sociales y económicas, por cuestiones de sexo, y rodeado de miles de hombres, abusivos, que se creían superiores a las mujeres, Jesús decretó leyes innovadoras, y muy precisas, para proteger a las hijas de Eva.
El Maestro trataba con cortesía, y con respeto, impresionante, y persistente, a todas las mujeres de Su entorno. Sus expresiones, hacía ellas, estaban impregnadas de amor, y de gentileza. Sus actitudes, santas, derrochaban simpatía. El Buen pastor no maltrató, jamás, ni con palabras, ni con hechos, a una sola mujer.

La introducción, y la incorporación, tan radical, y contundente, de las mujeres, en los planes, y en los proyectos, divinos, fue iniciada por el Hijo de Dios. 

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