EL BUEN TRATO Y LOS DESACUERDOS

 Los matrimonios tienen desacuerdos porque son dos personas diferentes en su formación, su genética, han vivido distintas situaciones y a menudo han tenido que superar situaciones dolorosas dolor durante su infancia y juventud.  Precisamente de la madurez del carácter depende la habilidad de resolver las desavenencias conversando sensatamente sin iniciar un ciclo de agresión, que usualmente empieza con la manera de hablar y el lenguaje corporal.
Las parejas se acaloran conversando porque utilizan las palabras incorrectas y se acercan al cónyuge con el lenguaje corporal y las actitudes incorrectas. De hecho, la conversación no empieza con las palabras, sino con la forma en que nos acercamos a la pareja para hablarles de un tema. Los esposos, ya con vernos caminar hacia ellos, se están preparando para defenderse porque saben a lo que vamos, a menos que nos aproximemos de una manera agradable. Luego, de acuerdo a cómo le hables a tu pareja, el receptor te escuchará o no te podrá escuchar si identifica falta de respeto en tus gestos o palabras.
Con frecuencia no queremos admitirlo, pero creemos que la intimidad y la confianza nos dan el derecho de hablarle a la pareja como nos da la gana, sin escucharle ni tener en cuenta sus sentimientos. Es un hábito negativo que tenemos que dejar atrás por el bien del matrimonio.
La Palabra de Dios nos dice en 1 Pedro 3:9 (NTV):
No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él los bendecirá por hacerlo”.
¡Qué fácil es perdonar al de la oficina o a las personas que no conocemos! Pero ¿es igual en la casa? No, no lo es; la confianza y la intimidad rompen con el respeto. No debe ser así. Hablamos o respondemos a la ligera sin pensar en lo mal que se siente la persona que amamos y lastimamos sus sentimientos sin misericordia. Debemos tratar bien al de afuera, pero también al que vive contigo, al que duerme en tu cama.
Tu cónyuge merece un buen trato y en la Palabra dice claramente que Dios nos bendecirá por bendecir a otro, sea con nuestras acciones o con nuestras palabras. Hagamos un esfuerzo y seamos más tolerantes, pensemos bien lo que vamos a decir, de la misma manera que lo pensamos en el trabajo para no herir a un compañero de oficina. Actuemos de acuerdo a la Palabra, teniendo la palabra amable en nuestra boca, en todo momento. Ciertamente el ambiente en el hogar se sentirá liviano y se reflejará una paz que solo se puede encontrar cuando Dios es el centro de un hogar.

Cuando vayas a conversar o a discutir un asunto con tu pareja, especialmente si sabes que es un tema que trae discordia, haz lo siguiente:
  • Espera a que baje el coraje: el tuyo, el de él o el de ambos y los ánimos estén receptivos para conversar.
  • Acércate a tu pareja con amor, una palabra amable, una sonrisa o un gesto de proximidad.
  • Habla sobre el tema o conducta que interesas resolver en el presente y en términos de cómo te afecta. Conversa sin entrar en personalismos, sin insultar, menospreciar, culpar, señalar, sin traer a colación asuntos pasados y sin decir frases hirientes. Enfócate en el tema presente.
  • Sé directa(o) y clara(o), pero respetuosa (o). Evita los sarcasmos o las palabras de doble intención.
  • Bendice en vez de maldecir.
Para reducir y evitar los desacuerdos dañinos, esfuérzate a diario en crear un fundamento fuerte: un ambiente de paz y mutua comunicación.
  • Ten presente el poder del acuerdo ante Dios. Busca lograr un acuerdo y más allá, persigue vivir en acuerdo en las áreas más importantes de la vida: la pareja, la crianza de los hijos, el tiempo de Dios, las finanzas y otros temas que les afecten.
“Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo” (Mateo 18:19).
  • No asumas ni permitas que tu pareja asuma la actitud de “me toleras así porque me conociste así, ese soy yo y no voy a cambiar”. Esa es solo una manera de perpetuar una conducta inaceptable y justificarla. Busca ayuda profesional o pastoral para manejar este tipo de actitud.
  • Dedíquense tiempo el uno al otro.
  • Es muy importante que mantengan  una  comunicación saludable.
  • Cuida cómo llegas a tu hogar a diario y cómo hablas. Da lo mejor de ti a tu pareja y a tu familia.
  • Deja tras la puerta de tu casa cualquier momento negativo que te ocurrió afuera. Si lo quieres compartir con tu cónyuge, primero entra, saluda, besa, abraza y cena. Entonces, con calma, comparte lo que te pasó y escucha sugerencias o consejos. Dos en acuerdo con Cristo piensan mejor que uno.
  • Procura esmerarte en tu relación matrimonial y atender a tu pareja.
  • No permitas que te cargue la vida cotidiana.
  • Trabajen en ustedes mismos  como individuos y como pareja para mejorarse continuamente.
  • Más allá de oír, aprende a escuchar a tu pareja cuando te habla.
  • Lo que hace extraordinario un matrimonio es que la pareja haga cosas extras para mantener y fortalecer la relación. No esperes a un retiro matrimonial o una cena en la iglesia, un cumpleaños o un evento familiar para tener detalles el uno con el otro, ni para acordar citas románticas.
  • Si estás en pecado, arrepiéntete con honestidad, deja entrar a Cristo en tu corazón y busca ayuda para cambiar tu manera de vivir y salvar tu matrimonio.
  • Si eres cristiano, no permitas en tu hogar el maltrato institucional que denigra la posición de la mujer en el nombre de Dios. No te sientes en tu casa a esperar a que te sirvan defendiendo un enfoque esclavista a nombre de la fe. El mutuo servicio y atención en la pareja no puede ser esclavitud, sino recíproco y basado en el amor. Pónganse de acuerdo en cuanto a todo lo que necesita hacerse diariamente en el hogar y la familia, y ayúdense el uno al otro para que ninguno de los dos se recargue y se resienta. El beneficio es, además de un matrimonio balanceado, una pareja con más tiempo y energía para dedicarse el uno al otro.
Toda restauración de un matrimonio empieza con Cristo como su centro. Y Dios en su perfección, hizo un matrimonio perfecto en seres imperfectos para que necesitáramos de Él, lo buscáramos y entendiéramos que solo en Él podemos alcanzar un matrimonio extraordinario. Sin Él nada podemos hacer.

0 comentarios: