CONTRA LA PARED

En 2 Reyes 20, se nos narra el momento en que, en medio de la enfermedad de Ezequías, el profeta Isaías le trae palabra de parte de Dios, diciendo que debía ordenar su casa, porque moriría. Aquellas no eran buenas noticias. A mucha gente, hoy, le fascinan los profetas, pero, si fueras a un servicio profético y la palabra de parte de Dios para tu vida fuera “ordena todas las cosas, porque vas a morir”, ¿creerías que ese es un profeta de Dios? Muchos, no creerían, porque lo que esperan es todo lo contrario.
La mayoría de las profecías del Antiguo Testamento eran profecías de juicio. El profeta llegaba y decía: Las cosas están mal, y hay que arreglarlas. Las profecías eran una radiografía de la condición del pueblo, seguidas de los pasos para cambiarlas. Pero la gente prefiere profecías espectaculares, sin darse cuenta que la palabra profética más certera que hay es la palabra de Dios. Cuando vas a un servicio y escuchas la palabra, el Espíritu Santo comienza a hablar a tu vida y mostrarte cosas que están mal, y te dirige en las acciones que tienes que tomar para arreglar tu vida.
En Malaquías 3, cuando se habla de los diezmos, es después de un capítulo en el que el profeta habla al pueblo acerca de lo mal que estaba; y el profeta dijo que era porque no estaban honrando a Dios, y añadió que, si honraban a Dios, él abriría las ventanas de los cielos sobre sus vidas, y derramaría bendición hasta que sobreabunde. Aquella era una palabra para cambiar una situación. Lo que pasa es que no es lo que la gente quiere oír.
El profeta Isaías, con sus palabras, obligó a Ezequías a hacer una introspección. Ante las mayores oportunidades de nuestra vida, en los momentos difíciles, en vez de examinar nuestro exterior, lo primero que tenemos que hacer es examinar nuestro interior. La palabra de Dios para Ezequías no fue que organizara el reino y las demás cosas, sino su casa. Específicamente, Ezequías debía ver quién sería su sucesor, para que la obra que se comenzó pudiera completarse. David fue uno de los pocos reyes que lograron ordenar su casa. Con todo lo que enfrentó, aun así, preparó a Salomón, le dio los recursos y las instrucciones para lo que debía hacer, tan pronto fuera rey. Y esto solo se logra, haciendo un análisis introspectivo. Mirando hacia adentro, Dios comienza a dirigir los pasos para que alcances lo que él te ha prometido.
Lo interesante es que, cuando Ezequías escucha las palabras del profeta, se torna a la pared. En aquella actitud de Ezequías, podemos ver que él no quería escuchar opinión de más nadie; quería concentrarse, obviar todo lo que otro tuviera que decir; aquello lo iban a hablar él y Dios. Hay cosas en la vida a las que tú tienes que darle la espalda, dejar atrás, olvidarlas y enfocarte en lo que Dios quiere que tú hagas porque, si no, no vas a salir de esa situación.
El problema es que, cuando se encuentran entre la espada y la pared, muchos quieren darle frente a todo, y no están dispuestos a darle la espalda a nada. Hay cosas a las que es mejor que no le prestes atención. Hay momentos en los que tienes que tornarte contra la pared, para ver la oportunidad que Dios tiene para ti, para salir de la situación en la que estés.
No vas a ver las oportunidades que Dios tiene para tu vida, sino hasta que estés dispuesto a darle la espalda a ciertas cosas. Hay cierta gente que tú tienes que dejar de oír, cosas que tienes que dejar atrás, gente que gasta tu energía y que debes dejar atrás. Hay cosas que, mientras estés prestándoles atención, no vas a poder enfocarte en lo que Dios quiere hacer contigo.
Aquella no era una actitud de falta de respeto hacia el profeta. Ya el profeta había hablado. Nadie más tenía que hablarle. La prioridad de las cosas que tenía que hacer tenía que decírselas Dios. Es él quien sabe dónde tú estás, y es él quien tiene que dirigir tus decisiones. Podemos recibir consejos, pero hay momentos en que hay que dejar los consejos, tornarnos a la pared, y ver qué es lo que Dios quiere que hagamos.
Una de las cosas que el mundo trata de hacer es captar tu atención. Hay cientos de cosas tratando de captar tu atención. Tú decides a cuál tú se la prestas. Tienes que darle la espalda a lo demás, para enfocarte y ver lo que Dios quiere que tú hagas en este tiempo.
El problema es que nos desenfocamos por cualquier cosa. ¿Te llegó un momento difícil? Tórnate contra la pared. Enfócate en lo que Dios quiere que tú te enfoques. Deja de estar oyendo opiniones de los demás. Haz los ajustes que tengas que hacer, y entiende que Dios te puede bendecir, puedes seguir hacia adelante. Te va a tomar trabajo, esfuerzo, enfoque, pero Dios pone delante de ti la oportunidad de alcanzar todo lo que él estableció para tu vida. 

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