Dios es de buen corazón, gentil, amable y benevolente en su intención. Recordemos que Dios también es cordial. En realidad, nosotros solo pensamos que creemos. Somos creyentes en un sentido, y confío en que creamos lo suficiente como para ser salvos y justificados por gracia. Pero no creemos con la intensidad y la intimidad que deberíamos. Si lo hiciéramos, creeríamos que Dios es un Dios cordial, que es gentil y que sus intenciones son amables y benévolas.
Deberíamos creer que Dios nunca piensa algo malo sobre nadie, y jamás ha tenido un mal pensamiento sobre alguien. Ahora, todo lo que he dicho significa que Dios es bueno. Todo eso Él lo es infinitamente. ¿Por qué digo esto? Porque la infinitud es un atributo de Dios. Y es imposible que Dios sea algo pero no sea completamente, infinitamente lo que es. Es posible que el sol sea brillante, pero no infinitamente brillante porque no tiene toda la luz que hay. Es posible que una montaña sea grande pero no infinitamente grande.
Es posible que un ángel sea bueno, pero no infinitamente bueno. Solo Dios puede reclamar infinitud. Cuando digo que Dios es bueno, que tiene un buen corazón, quiero decir que tiene un corazón infinitamente bueno y que no tiene límites para ello. Cuando digo que Dios es amable, bueno y comprensivo por naturaleza, quiero decir que Él es infinitamente así.
Dios no solo es infinitamente bueno, también es perfectamente bueno. ¡Dios nunca es parcialmente algo! Cuando digo que Dios es de buen corazón, me refiero a que es perfectamente de buen corazón.
No significa que pueda haber veces en que Dios no se sienta bien y no sea bondadoso. Nunca habrá un momento en que Dios no sea cordial. Hasta el mejor de los cristianos no es cordial siempre. Quizás no durmió bien, y aunque no esté loco y viva como cristiano, quizás no le guste hablar por las mañanas. No se siente cordial; no es comunicativo; no es entusiasta. Pero nunca hay un momento en que Dios no lo sea. Porque lo que Dios es, lo es perfectamente.
Con gozo le anuncio que lo que Dios es, es inmutable. Dios nunca cambia. Lo que Dios fue, eso es. Lo que Dios fue y es, eso será. Jamás habrá un cambio en Dios. No me llame hereje, averígüelo. Vaya a la Palabra y vea si esto es correcto. Si usted fuera un buen bereo iría a las Escrituras e investigaría si estas cosas son ciertas (vea Hechos 17:10-11), eso es todo lo que le pido.
Recuerde que Dios es entusiasta respecto de sus obras. Dios no es un ingeniero ausente que dirige su mundo por control remoto. Las Escrituras dicen que Él “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3).
La presencia de la Palabra invisible en el universo hace que las cosas funcionen. Dios es el creador perfecto y maneja todo al estar presente en sus obras. Eso se ve en los profetas, los Salmos y el libro de Job, todo en el Antiguo Testamento. Cuando llegamos a la era de la ciencia nos olvidamos de todo eso; ahora hay “leyes”. La Biblia no sabía nada sobre “las leyes de la naturaleza”. La Biblia solo sabía que Dios estaba allí. Si llovía, era Dios que regaba las colinas desde sus aposentos. Si había rayos, era Dios, y si eran truenos, era la “voz de Jehová que desgaja las encinas” (Salmo 29:9). Los escritores de la Escritura tenían aguda conciencia de Dios y nunca se sentían solos porque Dios estaba allí. “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16).
Esta idea de que Dios es un ingeniero ausente que maneja su universo por control remoto está completamente equivocada. Él está presente con un entusiasmo continuo y perpetuo, con todo el fervor de su extasiado amor impulsado por sus designios santos. Si usted no siente de esta manera, es la incredulidad lo que hace que se sienta así; es la preocupación de este mundo. Si usted le creyera a Dios, sabría que esto es verdad.
La bondad de Dios significa que Él no puede sentirse indiferente hacia nadie.
Las personas son indiferentes, pero Dios no. Dios ama con una energía absolutamente ilimitada u odia con fuego consumidor. Se ha dicho sobre la segunda persona de la Trinidad: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hebreos 1:9). El mismo Señor Jesús que amó con un ilimitado y arrollador amor también odió con terrible fuego consumidor y seguirá haciéndolo por los siglos. La bondad de Dios exige que no pueda amar el pecado.
Tomado del libro Los atributos de Dios por A.W. Tozer.
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