Nuestra mente natural tiende a relacionar ciertos resultados con acciones más que con nuestra fe. Cuando pensamos que los resultados de nuestra vida están basados solamente en las acciones que estamos tomando, hemos eliminado el factor importante de nuestra fe en el pacto de Dios.
A veces, cambiamos la fe por acciones, buscando qué hacer para salir de la situación en la que nos encontramos. El pueblo de Israel cambió la fe, su relación con Dios, el pacto que Dios había hecho, por un reglamento. Malinterpretaron el propósito que Dios tenía con ellos, por no tener la conciencia correcta, y esto los llevó a desperdiciar las bendiciones.
Las obras son el resultado de la fe, pero son las obras las que le demuestran a Dios tu fe. Esto es importante entenderlo porque es aquí que esta la clave para reclamar el pacto de Dios.
En Deuteronomio 7: 12-16, nos damos cuenta que una de las cosas que Moisés le recuerda al pueblo de Israel, cuando estaban saliendo de Egipto, es que todo estaba sucediendo a favor de ellos (el agua, el maná, las codornices, etc.) porque Dios estaba cumpliendo el pacto. Moisés hacía esto, constantemente, para que el pueblo siempre supiera que lo que estaba obteniendo era porque Dios estaba cumpliendo su pacto.
Lamentablemente, el pueblo comenzó poco a poco a perder de vista el aspecto de la fe al acceso a ese pacto, y lo cambiaron por las obras. Esto sucedió porque no entendieron el beneficio, la razón de ser de las leyes que Moisés estaba dando. Moisés establece, primero, los diez mandamientos, y luego los demás estatutos dados por Dios. En Deuteronomio 6, Moisés le dice al pueblo que enseñasen estos estatutos a los hijos y a los hijos de sus hijos, y que los pusieran por obra para que todo les fuera bien y fueran protegidos.
Siempre debemos enseñar a nuestros hijos que lo que tenemos proviene de Dios, que debemos vivir en orden para que todo nos vaya bien y tengamos protección. No matarás. No robarás. ¿Para qué Dios estableció esto? Para que te vaya bien, para protegerte. El problema fue que pueblo se olvidó de esto, no entendió, y vio los estatutos como un fastidio, olvidando que a Dios lo que le agradaba era su fe al cumplir los estatutos; estatutos que fueron establecidos para beneficio del pueblo.
Cuando compramos una bicicleta para un niño, le compramos, además, protección: Rodilleras, casco, etc. El niño no tiene que creer por una bicicleta porque ya le pertenece, pero debe ser obediente usando las rodilleras y el casco, para que le vaya bien y esté protegido.
Esto mismo sucede en las finanzas. No es por obras que Dios te va a prosperar. No se trata del que más ofrende porque no es por obras, sino por el pacto que Dios tiene contigo, de que te va a prosperar. Puedes sentirte bien porque cumpliste con la ley al diezmar y al ofrendar, pero si no lo haces por fe, que es lo que te da derecho al pacto, es como si no hicieras nada.
Muchos quieren la mecánica de prosperar, pero ¿de qué vale la mecánica, si no conoces el pacto? Muchos luchan y trabajan, y no logran nada; pero hay otros que luchan y trabajan, creyendo que son bendecidos, y lo alcanzan. No se trata de que vayas a recibir por lo que tú hagas, sino que se trata de que vives en fe, conociendo las promesas, y el pacto de Dios se manifiesta en tu vida.
Nos son tus acciones las que le dan placer a Dios, sino tu fe a través de tus acciones. Entiende el pacto que Dios tiene contigo. Sus estatutos son para que te vaya bien y para tu protección. No actúes para agradarle. Actúa en fe, sabiendo que él murió en la cruz del Calvario por ti y desde hace dos mil años ya tú le agradas. Actúa y camina en fe, sabiendo que ya eres un bendecido.
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