CCONFESIONES DE UNA MUJER CONTENCIOSA...


Iba en el carro con mi esposo en camino a encontrarnos con nuestra familia para almorzar con ellos. Mi esposo optó por cierta ruta al restaurante que, en mi opinión, nos tomaría más tiempo en llegar a nuestro destino. Estábamos apurados, porque después del almuerzo teníamos que reunirnos con unos amigos. Yo iba sentada en el carro echando chispas. «Después de haber andado por esa área por más de veinte años, ¿por qué insiste en tomar la misma ruta? ¿Acaso soy yo la única que piensa en esta casa?» No tardé mucho para enfrascarme en mí misma para alimentar una actitud de enojo por algo tan absurdo como la ruta para llegar a un restaurante.

Mientras tanto, mi esposo y mis hijos sabían que «mami» estaba de un humor de aquellos… Ni siquiera tenían idea de si ellos habían provocado mi actitud; solo sabían que necesitaban ser muy cuidadosos al respecto. Me acababa de convertir en «una fastidiosa gotera», y mi familia estaba viviendo arrinconada en el patio.


«Más vale vivir en un rincón del patio,

que dentro de un palacio con una [mujer] peleonera.»

Proverbios 21.9 LBA (1)

«Vale más la soledad que una vida matrimonial

con una [mujer] peleonera y de mal genio.»


Proverbios 21.19.


«El hijo necio es ruina de su padre,

y gotera continua las contiendas de una esposa.»


Proverbios 19.13 LBLA (2)


Meditar en estas palabras me ofrecía una clara imagen de quién era yo. Presté atención a esos versículos y se agolparon en mi memoria escenas en el trabajo o en la casa en las que alguien alrededor de mí había susurrado: «Ella está de un humor…», y podía sentir que los demás hubieran preferido estar en cualquier otro lugar menos a mi lado. Mi familia y amigos frecuentemente caminaban de puntillas alrededor de mí, siempre con temor de decir o a hacer algo que despertara mi mal genio.

El orgullo vagaba por mi corazón con toda libertad y sin control alguno. El veredicto: Culpable. Era una mujer peleonera y de temperamento débil. Incluso yo misma odiaba estar conmigo. Clamé, entonces: «Señor, ¿por qué soy así? Ayúdame. Cámbiame».

Dios me mostró tres problemas de mi persona con los cuales debía trabajar: orgullo, insatisfacción, y búsqueda de placer.


Orgullo

Proverbios 21.4 señala: «Hay tres cosas que son pecado: ser orgulloso, creerse muy inteligente y vivir como un malvado».

Mi orgullo me hacía querer controlarlo todo. Pensé que yo sabía bien cuál era la ruta que deberíamos tomar. Y mi afán por tener todo bajo mi control me llevó a creer que mi razonamiento siempre era más acertado que el de mi esposo. Este es un error muy común entre esposas, aun cuando nuestros esposos han mostrado ser hombres responsables, reflexivos e inteligentes. ¿Por qué otra razón nos habríamos casado con ellos? Y aún así decidimos pensar que nosotras lo sabemos todo.

Insatisfacción

La insatisfacción es una actitud de la que debemos cuidarnos. Irrumpe en nuestros pensamientos sin previo aviso. Yo estaba descontenta con la ruta que él había elegido para llegar al restaurante. ¿Qué tan ridícula resulta esa actitud? Aun así, fue tan poderosa que arruinó la cita familiar que teníamos para comer.

Una mujer peleonera que se refugia en el enojo nunca quedará satisfecha. Quiere que su esposo le traiga flores. Un día él se las trae y… «Oh, pero no son rosas rojas». Nunca es suficiente. Siempre se le antoja algo más.

Pero la verdad es que «todo el día codicia, mientras el justo da y nada retiene». (Pr 21.26 LBLA). ¿Por qué no dejamos de pensar en lo que podemos recibir en vez de enfocarnos en lo que podemos dar?

La búsqueda de placer

Proverbios 21.17 advierte: «Quien solo piensa en fiestas, en perfumes y en borracheras, se queda en la pobreza, y jamás llega a rico». Me encanta sentir placer. ¿A quién no? ¿Es esa la meta de tu vida? ¿Estás constantemente planeando y pensando en tus próximas vacaciones? ¿El placer es tu enfoque? Y si no te dan lo que tu corazón quiere, ¡que el mundo se cuide!

No pudiste ver tu programa favorito de tele o no pudiste ir al gimnasio o tomar tu almuerzo. De inmediato asomas tu cara enojada y ya nadie puede soportar estar cerca de ti. ¡El mundo tiene la culpa!

Esta búsqueda de placer puede llevarnos a que nos convirtamos en lo que la Biblia llama un vago (Pr 21.25). Nos volvemos perezosas. No queremos limpiar, cocinar, enseñar, estudiar o asistir a la iglesia. Ansiamos solamente placer y convertirnos en perezosos con nuestras responsabilidades. Todos debemos cumplir tareas que Dios nos ha dado en su perfecta sabiduría. Con un corazón abierto y agradecido debemos realizar el trabajo que él confía a diario en nuestras manos.

¿Qué es lo que debo hacer para librarme de esta mujer peleonera?

Ya que me había dado cuenta de que era una mujer peleonera y estos tres problemas estaban acabando con mi vida, decidí cambiar y convertirme en una mujer que complace a Dios. El Espíritu Santo me ayudó a enfocarme en la humildad, el contentamiento, y la confianza

Humildad

«El orgullo acaba en fracaso, la honra comienza con la humildad» afirma Proverbios 18.12. «Humíllate y obedece a Dios, y recibirás riquezas, honra y vida» (Pr 22.4).

Me cuesta ser humilde. Es muy fácil creer que somos algo más de lo que en verdad somos. ¿Cómo podemos perseverar en ser humildes? Me di cuenta de que para ello me ayudaría elaborar una lista de lo que Dios me ha dado. Cuando veo la magnitud de los regalos que Dios me ha dado, me siento humilde. Puedes escribir una lista así sobre las personas que son clave en tu vida. Cuando veo las bendiciones que esta gente trae a mi persona, mi actitud cambia en un instante.

Contentamiento

Interpreto la satisfacción como conformarnos con lo que Dios nos ha dado. «Nadie sabe cuál será su futuro. Por eso debemos dejar que Dios dirija nuestra vida» (Pr 20.24). Si crees en su Palabra, ¿por qué tanto escándalo? Es tiempo de probar la Palabra de Dios. Deja de alarmarte y desear más, y empieza a darte cuenta de lo que sí tienes.

Quédate quieta y date cuenta de que tu vida está en las manos de Dios, y regocíjate. Regocíjate en lo que él te ha dado. Regocíjate por el lugar en el que estás. Regocíjate si tienes un trabajo. Regocíjate si cuentas con una familia que te ama —a pesar de que los tienes viviendo arrinconados en el patio. Regocíjate si tienes vida. Regocíjate en el Dios maravilloso al que sirves. Regocíjate en la tarea que te ha dado —es un privilegio.

¿Eres una mujer peleonera?

¿Estás contenta?, ¿o quejumbrosa?

¿Te sientes gozosa?, ¿o miserable?

¿Estás confiando?, ¿o jugándotela sola?

¿Estás dando?, ¿o ansiando más?

¿Estás encargándote de cumplir tus responsabilidades ante Dios?, ¿o buscando tu propio placer?

Decide hoy ser la clase de mujer que Dios quiere que tú seas. Entonces da los pasos necesarios para convertirte en una mujer que complace a Dios. Medita y piensa en estos versículos:


¡Qué difícil es encontrar una esposa extraordinaria! ¡Hallarla es como encontrarse una joya muy valiosa! Quien se casa con ella puede darle toda su confianza; dinero nunca le faltará. A ella todo le sale bien; nunca nada le sale mal..... Es mujer de carácter; mantiene su dignidad, y enfrenta confiada el futuro. Siempre habla con sabiduría, y enseña a sus hijos con amor.

Proverbios 31.10–12, 25–26.


Confía

Deposita toda tu confianza en Dios, y no en tu propia inteligencia. Date cuenta hasta dónde me dejé llevar por mis pensamientos. No te fíes de tus sentimientos, opiniones, o derechos. Confía en Dios y en su Palabra. Aun, este sufrimiento que ha entrado a tu vida, Dios lo ha dispuesto. Acéptalo y avanza apoyada en su fortaleza.

¿Qué tan alentador resulta eso? ¡Qué fundamento tan sólido en el cual se puede permanecer! Confiar en Dios te llevará a obedecer su Palabra. La obediencia a su Palabra te ayudará a ser humilde y a encontrar satisfacción. La mujer peleonera se habrá esfumado.

La siguiente vez que mi esposo tomó el camino largo a algún lugar, respiré profundo y disfruté el precioso panorama que el camino nos ofrecía —¡un panorama que jamás había notado! Elegí no estar tratando de controlar cada detallito y acepté la libertad de no tomar cada decisión. ¡Qué notable diferencia!

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