SÍNTOMAS DE RECHAZO


Hostilidad. La persona es agresiva con los demás. La hostilidad es una expresión ruda y áspera en su manera de tratar a las personas. Esto se da desde el hogar, en el compañerismo, hasta en el liderazgo. El trato hosco es una advertencia de la posibilidad de una raíz de rechazo que se oculta en el corazón.


Estas personas carecen del fruto del Espíritu, que es la mansedumbre y benignidad. Tales personas necesitan ser liberados de la hostilidad a causa del rechazo. Jamás una persona puede recibir madurez espiritual si no se libera primero del rechazo. La falta de amor, aprecio y una mala educación en el hogar forman un corazón hostil, la sanidad viene cuando hay una aceptación del problema y se manifiesta en un cambio radical en su forma de tratar a las personas.


Depresión. Es un síntoma muy común del rechazo, la depresión se manifiesta con tristeza y dolor por las heridas del pasado. El aislamiento, la soledad, la fuga, son amigos muy íntimos de la depresión. Una persona que sufre el rechazo se siente sola e incomprendida, se llena de tristeza y siente que nadie le puede ayudar a salir de su dolor.


Ansiedad. Muchas veces esto sucede por el temor constante de seguir recibiendo mas rechazo. No debemos olvidar que la persona que tiene rechazo, crea un ambiente donde todo se duplica y se polariza, incluyendo el sentir las heridas de la falta de amor, aceptación, y tomado en cuenta como persona.


Escapismo. Por medio del trabajo excesivo, televisión, alcohol, relaciones fuera del matrimonio, pornografía, drogas, pasatiempos, dormir mucho, videojuegos en exceso, aislamiento, entre otros muchos malos hábitos que provocan el aislamiento.


Enfermedades sicosomáticas. El resentimiento y la amargura pueden crear enfermedades dentro de la persona, como el cáncer, diabetes, hipertensión, artritis.


Rebeldía. “Como nadie me ama yo hare mi propia voluntad". ¡Mejor solo que mal acompañado! La rebeldía no solo es la falta de sometimiento a la autoridad, sino el individualismo y el actuar en la vida como un “llanero solitario”.


Hechicería. Este espíritu viene cuando las personas son obstinadas y necias: Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación (1Samuel 15.23).


Otros indicios de rechazo. Comerse las uñas, mojar la cama, chuparse el dedo, mucho nervio, lujurias, pensamientos obsesivos, estados sicóticos como: Esquizofrenia, paranoia, sicosis obsesiva-compulsiva, doble ánimo. De esto concluimos, que cuando mas rechazo hemos recibido, nuestro cuadro mental se va agravando. 


La personalidad comienza a disociarse, a sufrir. Pueden aparecer terribles problemas mentales, desordenes siquiátricos gravísimos.

Que daño nos hace cuando nos falta el amor. Que grave es vivir sin amor, porque es el ingrediente principal que sustenta toda nuestra base emocional. Dios nos hizo con este diseño, con una necesidad de amor muy grande dentro de cada uno de nosotros y cualquier intento de salir de este esquema, causara graves estragos en nuestra personalidad.


El autorechazo e incluso el odiarse a sí mismo, son las principales causas de muchos problemas de relaciones interpersonales. Dios quiere que tengamos buenas relaciones, de hecho, la Biblia es el libro acerca de las relaciones. En este divino libro se encuentra la enseñanza acerca de mi relación con Dios, con otras personas y con uno mismo. Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala (1Pedro 3.11).


Rechazarnos a nosotros mismos no nos cambia, en realidad multiplica nuestros problemas. La aceptación nos hace sentirnos parte de un todo. La aceptación involucra la voluntad. Yo decido aceptarme o no aceptarme a mí mismo. Dios me ofrece la oportunidad de aceptarme tal como soy, pero tengo una voluntad libre y puedo rechazar esa oportunidad si así lo decido. Tenemos la oportunidad de fabricar nuestro propio rechazo y apartarnos de nuestro entorno, o aceptarnos tal como somos para ser parte de los que nos rodean. 


Las personas que se rechazan a sí mismas lo hacen porque no pueden verse a sí mismas como adecuadas y correctas. Sólo ven sus caídas y debilidades, no su belleza y fortaleza. Esta es una actitud desequilibrada, la que probablemente fue fomentada por las figuras de autoridad en el pasado que se enfocaban más en lo que era débil o equivocado, que en lo que era fuerte y correcto. 


En 2Samuel 9.8, vemos al rey David buscando a algún sobreviviente del rey Saúl, cuando encuentra a Mefi-boset, hijo de su amigo Jonathan, lo llama para bendecirlo y regresarle algunas propiedades de su abuelo. Las palabras de este joven expresan su autorechazo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo? El autorechazo abre la puerta a una profunda raíz de amargura de tal forma que llega a aborrecerse a sí mismo.


Mefi-boset tenía una autoestima pobre, la imagen de un perro muerto, no pensaba muy bien de sí mismo; en vez de verse como un legítimo sucesor del legado de su padre y abuelo, se veía a sí mismo como alguien digno de rechazo. Si esto no fuera cierto, él ya habría ido al palacio mucho tiempo atrás a reclamar su herencia. 


Una autoimagen pobre nos hace actuar con miedo en vez de determinación y una actitud positiva. Vemos lo que está mal en nosotros, en lugar de ver lo que está bien en Jesús. Él llevó nuestros pecados para darnos su justicia (2Corintios 5.21). Necesitamos vivir tomando en cuenta esta verdad.


David bendijo a Mefí-boset y le concedió sirvientes, tierras y proveyó para todas sus necesidades. La historia termina diciendo: Y moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies (2Samuel 9.13). Podemos relacionar la cojera de Mefi-boset con nuestras propias debilidades. También podemos ser amigos y comer con nuestro rey Jesucristo, a pesar de nuestras faltas y deficiencias. 


Una persona que se siente auto-rechazado no puede dominar las críticas de otras personas, tampoco las críticas que se hace de sí mismo. Esto trae condenación y se fortalece la raíz de amargura que destruye toda posibilidad de un futuro firme y fuerte, incluso en las relaciones personales. En la concordancia Strong's, la palabra griega se traduce como condenación, en este versículo significa "sentencia adversa". El diccionario bíblico Vine's, lo describe como “una sentencia pronunciada”.


Qué alegría saber que el conocimiento de la verdad es un poderoso antídoto a la condenación. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3.18). “El que cree”, se refiere a la operación de la fe en Cristo como nuestro Salvador. 


Mefi-boset era un verdadero príncipe de Dios, debería estar sentado a la mesa del rey todos los días disfrutando de sus privilegios, pero no lo podía hacer por la condición de su corazón. El rechazo está acompañado de una baja autoestima, el sentimiento de inferioridad trae una desmotivación constante aunque se pueda tener todas las más grandes bendiciones que podamos esperar.


Sentirnos menos de lo que somos no está en los propósitos divinos, Dios nos formó desde el vientre de nuestra madre con un destino maravilloso. Nuestra historia está escrita en el cielo como un gran “best seller” en la tierra. Sin embargo la baja autoestima crea una ceguera constante para no ver todo lo bello que nos rodea.


Las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos, aquellas cualidades, capacidades, modos de sentir o de pensar que nos atribuimos, conforman nuestra “imagen personal” o “autoimagen”. La “autoestima” es la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida. 


Nos sentimos listos o tontos; capaces o incapaces; nos gustamos o no. Esta autovaloración es muy importante, dado que de ella dependen en gran parte la realización de nuestro potencial personal y nuestros logros en la vida. 


Las personas que se sienten bien consigo mismas, que tienen una buena autoestima, son capaces de enfrentarse y resolver los retos y las responsabilidades que la vida plantea. Por el contrario, los que tienen una autoestima baja suelen auto-limitarse y fracasar. ¡Esta será una gran puerta para que la amargura se anide en el corazón!


La baja autoestima está relacionada con una distorsión del pensamiento (forma inadecuada de pensar). Las personas con baja autoestima tienen una visión muy lejana de lo que son realmente; al mismo tiempo, estas personas mantienen exigencias extraordinariamente perfeccionistas sobre lo que deberían ser o lograr. La persona con baja autoestima mantiene un diálogo consigo misma que incluye pensamientos de fracaso sin importar los motivos de sus derrotas anteriores, la visión de sí mismo y de sus virtudes son muy cortas y auto-limita su futuro. Por supuesto que esta forma de pensar abre el camino para el auto-rechazo y que la raíz de amargura se arraigue. El camino es corto y rápido: Primero viene el rechazo, luego la baja autoestima y al final la amargura ha encontrado un lugar en el corazón.


La autoestima va a funcionar en nuestra vida diaria como un filtro de lo que nos sucede, es como si la autoestima fuera unas gafas de sol que llevamos siempre puestas. Si nuestra autoestima es baja o negativa entonces nuestras gafas son negras y todo lo que nos sucede lo vemos de ese color. Disfrutando un buen tiempo de esparcimiento escuchaba a un joven que trataba de encestar un balón en la canasta: - De nuevo fallé – Declaraba cuando no lograba el enceste. Cuando veía que su compañero lo lograba, decía: - Eres mejor que yo, para esto no sirvo – 


Es fácil ver la diferencia, cuando se usan las gafas negras (baja autoestima) va a interpretar todo lo que le ocurra como la prueba de que realmente no sirve, no tiene valía. Esto va a provocar sentimientos de tristeza, que en el peor de los casos puede llevarnos a una terrible depresión que abre el camino para la amargura.


Entendemos que ni el rechazo, ni la baja autoestima es un paquete que nace con nosotros, la realidad es que se forma en el desarrollo de nuestra historia. Aunque hay una etapa donde como seres humanos somos formados por otras personas, la mayor parte de la vida somos arquitectos de nuestro destino. Nosotros decidimos si permitimos que lo que se ha mal formado crezca o sea desarraigado.



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